¿Cómo viven los vivos con los muertos? Hasta que el capitalismo deshumanizó a la sociedad, todos los vivos esperaban la experiencia de la muerte. Era su futuro final. Los vivos eran en sí mismo incompletos. De esa forma vivos y muertos eran interdependientes. Siempre. Sólo una forma de egotismo extraordinariamente moderna rompió esa interdependencia. Con consecuencias desastrosas para los vivos, ahora pensamos en los muertos en términos de los eliminados.
Elogio del discurso inútil
Dedalo,
José A. Estévez Araújo
Aprovechando la presencia aquí de Pietro Barcellona en un acto organizado por el Memorial Democrático, resulta oportuno dar noticia de su último libro aparecido este mismo mes en la editorial Dedalo.
El volumen se titula Elogio del discurso inutile. La parola gratuita y tal como yo lo interpreto, en él Pietro Barcellona trata de una cuestión existencial. O, quizá, mejor, de la cuestión existencial por excelencia: ¿cuál es el sentido de la vida humana?
Esta pregunta puede reformularse de maneras más específicas: ¿cómo puede tener sentido la vida de un ser que es consciente de su caducidad y de su mortalidad? O ¿Cómo se puede dotar de sentido a la existencia de quien es terriblemente ilimitado y, a la vez, tiene un irreprimible deseo de omnipotencia? ¿Cómo convivir con esas contradicciones sin caer en la desesperación de creer que nuestra existencia es un absurdo o una broma de mal gusto?
El discurso que desarrolla Pietro Barcellona sobre este tema, y que se entrelaza con muchos otros, pertenece a la categoría que el propio autor acuña de “discursos inútiles”: “si el discurso científico funda su verdad sobre la eficacia, sería necesario intentar explicar la existencia de discursos no verificables en términos de eficacia operativa. Propongo llamar a estos últimos ‘discursos inútiles’ (…)” (p. 29). Dentro de esta categoría se encuentran el discurso filosófico, el psicoanalítico, el pedagógico, el poético o determinados tipos de discursos religiosos. Haciendo uso de la ironía que subyace a la categoría de ‘discursos inútiles’, podría decirse que el libro de Pietro Barcellona es algo que no sirve para nada y, probablemente, ese sería el elogio que más le gustaría al autor.
Pues, en efecto, en ese pequeño volumen de poco más de 150 páginas no vamos a encontrar recetas para llevar una vida con sentido. No se trata de un libro de autoayuda que nos dé instrucciones sobre qué hacer cuando sentimos angustia existencial. Nada de eso. En realidad, Pietro Barcellona se dedica más bien a criticar con ahinco y mostrar lo profundamente peligrosas que son algunas supuestas soluciones. Una de ellas es el consumismo, que tiene la pretensión de saciar ese deseo inagotable que nace de nosotros mediante actos compulsivos de disfrute inmediato. Citando un libro de Fabio Ciaramelli, Pietro Barcellona nos dice que, por el contrario, el consumismo es la muerte del deseo, pues embota ese impulso vital que nos lleva a poder perseguir objetivos con sentido, siempre y cuando no pretendamos apagarlo por medio de la satisfacción instantánea.
Uno de los discursos “útiles” que Pietro Barcellona critica de forma más cruda en el libro es el de la ciencia y, en particular, el de las ramas de la misma que se ocupan de los fenómenos que acontecen en nuestro cerebro, como la neurofisiología o la neuropsicología. A las neurociencias, Pietro Barcellona las acusa de intentar reducir la mente al cerebro. Es verdad que esas disciplinas han logrado establecer correlaciones entre los circuitos eléctricos y las reacciones químicas cerebrales y los fenómenos mentales. Pero no son capaces de explicar cómo una serie de reacciones físico-químicas hacen que alguien experimente lo que se entiende por amor. Más en general, los neurocientíficos no han conseguido explicar cómo ha sido posible que nazca la conciencia (y la autoconciencia). Por eso, este marco que es el que proporciona unidad y puede dar sentido a los fenómenos mentales se elimina como factor explicativo en favor de consideraciones funcionales acerca de la actividad neuronal. Pero si la conciencia desaparece, se esfuma también la posibilidad de encontrar algún sentido a la existencia.
Uno de los “discursos inútiles” a los que Pietro Barcellona presta mayor atención es el psicoanálisis. Se ha dicho que el psicoanálisis no ha logrado curar nunca a nadie. Pero quizá ese sea el mejor elogio que se le pueda hacer, pues el psicoanálisis no pretende (al menos en la concepción de Pietro Barcellona) ser un método terapéutico. El psicoanálisis pertenece a esos discursos que se limitan a provocar otros discursos (característica de los discursos inútiles) y lo que consigue es hacer que quien recorre su arduo camino reinterprete su vida y dé otro sentido a su existencia. El psicoanálisis operaría, pues, en el ámbito simbólico y no en el de la causalidad.
Obviamente, en un libro como éste, Pietro Barcellona no puede dejar de reflexionar acerca de lo que ha dado y sigue dando sentido a su vida. Por eso, en el texto encontramos relatos autobiográficos, reflexiones sobre su experiencia con el psicoanálisis, meditaciones sobre la especificidad de la figura de Jesús o rememoraciones de momentos de “beatitud”. Pero, sobre todo, hay en su discurso una insistencia recurrente en la importancia de las pasiones y del encuentro con el otro. Es quizá esa apertura empática, sin barreras, desarmada y apasionada hacia los demás (o hacia algunos de ellos) el único (difícil) camino que Pietro Barcellona se anima a sugerir para que podamos encontrar sentido a nuestras contradictorias existencias.
6 /
2010