La diferencia fundamental [de la cultura obrera] con la cultura de los intelectuales que tan odiosa me resultaba es el principio de modestia. El militante obrero, el representante obrero, aunque sea culto, es modesto porque, se podría decir, reconoce que existe la muerte, como la reconoce el pueblo. El pueblo sabe que uno muere. El intelectual es una especie de cretino grandilocuente que se empeña en no morirse, es un tipo que no se ha enterado que uno muere, e intenta ser célebre, hacerse un nombre, destacar… esas gilipolleces del intelectual que son el trasunto ideal de su pertenencia a la clase dominante.
Revista mientras tanto número 093
Invierno
2004
NOTAS EDITORIALES
¿A dónde va Izquierda Unida?
Americanismo y Torturas
El Fòrum Veinal barcelonés: una propuesta de organización de la lucha urbana
La política cinematográfica
¿Qué fue de la clase obrera?
por Albert Recio
Los veinte últimos años de las relaciones laborales
por Fausto Miguélez
¿Cómo se socializan los futuros trabajadores asalariados? Notas sobre la cultura obrera
por Joaquim Sempere
Formas, percepciones y consecuencias de la precariedad
por Ernest Cano
La interacción entre clase social, género y etnia: el reclutamiento de mujeres inmigrantes en el servicio doméstico
por Sònia Parella
La individualización de la relación laboral en las grandes empresas: el caso de Telefónica
por Pau Díaz
A propósito del artículo de Thierry Meyssant
por María Rosa Borrás
La liga anticomunista mundial, una internacional del crimen
por Thierry Meyssan
La dialéctica contra la guerra en Bertold Brecht
por Pere Ortega
La desmemoria del cine
por Josep Torrell
Angelopoulos o el refugio
por Michel Ciment
CITA