La diferencia fundamental [de la cultura obrera] con la cultura de los intelectuales que tan odiosa me resultaba es el principio de modestia. El militante obrero, el representante obrero, aunque sea culto, es modesto porque, se podría decir, reconoce que existe la muerte, como la reconoce el pueblo. El pueblo sabe que uno muere. El intelectual es una especie de cretino grandilocuente que se empeña en no morirse, es un tipo que no se ha enterado que uno muere, e intenta ser célebre, hacerse un nombre, destacar… esas gilipolleces del intelectual que son el trasunto ideal de su pertenencia a la clase dominante.
Revista mientras tanto número 099
Verano
2006
NOTAS EDITORIALES
Los dilemas del gobierno
La complicidad europea
Joaquín Jordá, rojo, traductor y cineasta
Poder económico & ¿Poder judicial?
por Carlos Jiménez Villarejo
El tirocinio de Ho Chi Minh entre los yanquis
por Domenico Losurdo
Contra la tolerancia y la intolerancia
por Juan-Ramón Capella
Cosumo responsable: una reflexión crítica
por Albert Recio
¿Un movimiento de consumo responsable?
Balance crítico del Foro Internacional de Turismo Solidario y Comercio Justo (Tuxla Gutiérrez, Chiapas, 2006)
por Ernest Cañada
Sindicalismo y representación de intereses
por Miguel Ángel García Calavia
«El mal necesario» o la política penitenciaria en la transición
por César Lorenzo Rubio
Pier Paolo Pasolini entre pasado y presente.
Diálogo entre Antonio Giménez Merino y Filippo Laporta
Un santo de los otros. Testimonio de Adrià Trescents
por Jaume Botey
RESEÑA
Sin pasión ni perjuicios. A propósito de El Siglo Soviético
por Josep Torrell
DOCUMENTO
Declaración final del Tribunal Permanente de los Pueblos sobre las Trasnacionales Europeas
CITA