La política electoral, si bien no debe desestimarse, no puede ubicarse en el centro de ninguna acción política radical seria, orientada a cambiar las instituciones que sustentan el sistema político, desmantelar las ideologías hegemónicas y fomentar el tipo de conciencia de masas en que habría de basarse un cambio social y político desesperadamente necesario.
Antonio Antón
La incertidumbre de las izquierdas
Acaba de publicarse el Barómetro del CIS de octubre de 2024, con la estimación de voto para unas elecciones generales. Estamos todavía lejos de la convocatoria de unas elecciones parlamentarias que tocan para el año 2027, pero conviene tener en cuenta las tendencias socioelectorales que se van conformando y que explican la legitimidad pública de los distintos actores políticos y el sentido de sus estrategias.
Junto con el estancamiento reformador progresista, las perspectivas políticas son problemáticas para las izquierdas, con la desilusión de sus bases sociales y, particularmente, deriva del debilitamiento y la división de la izquierda transformadora. La dinámica sociopolítica es incierta y el riesgo resultante es la dificultad de la reedición de un acuerdo parlamentario y gubernamental que permita continuar con un avance democrático y de progreso.
A ello se añade el impacto del caso de la dimisión del portavoz parlamentario y referente político de Sumar y Más Madrid, Íñigo Errejón, por su admitido comportamiento machista y las acusaciones de violencia sexual, con su influencia en la credibilidad transformadora y feminista de esas formaciones y su previsible reflejo electoral negativo si no hay una respuesta global adecuada y convincente.
Vayamos a los datos. En el gráfico adjunto expongo la evolución del voto de las principales fuerzas políticas estatales. Parto de los resultados de las elecciones generales del 23 de julio de 2023 y las europeas de junio de 2024, y los comparo con los datos del CIS, de septiembre y octubre de 2024 y de la agencia de investigación 40dB, de octubre. Por otra parte, es importante su traducción en escaños para valorar la composición parlamentaria y las opciones de gobernabilidad, para lo que utilizo distintas fuentes demoscópicas (entre ellas la de KEY DATA, Público, 21/9/2024).
Fuente: INE, CIS y 40dB (con elaboración propia)
Es posible destacar un doble fenómeno. Uno, la relativa estabilidad del voto a las dos grandes formaciones, Partido Popular (34%, con unos 153 escaños) y Partido Socialista (31,5%, con unos 125 escaños), que mantienen sus porcentajes con una ligera ventaja para el PP (salvo el CIS de septiembre, que daba ganador al PSOE), junto con el ligero descenso de VOX (11,8% y 25 escaños).
Dos, el descenso significativo del voto conjunto a la izquierda del Partido Socialista, Sumar y Podemos, que alcanzaron de forma unitaria el 12,3% el 23J y, tras el proceso controvertido en su relación y su división posterior, su electorado conjunto se reduce una quinta parte, hasta el 9,6% (6,3% + 3,3%, respectivamente), en dirección hacia el PSOE, las izquierdas nacionalistas y la abstención. La proporción aproximada entre Sumar/Podemos es de dos a uno (salvo en las europeas, cuya distancia es menor), aunque algunos estudios recientes, tras el ‘caso Errejón’, pronostican un declive mayor de Sumar y un ligero ascenso de Podemos. En todo caso, se produciría una disminución significativa del acceso a su representación parlamentaria, en torno a la mitad de los 31 escaños conseguidos en esas elecciones generales. Así, siguiendo la media de esas encuestas, presentándose por separado obtendrían entre 13 (10 + 3) y 15 escaños (12 + 3).
Con esta dinámica político-electoral, que se está prefigurando durante más de un año y si no se modifica a gran escala, aparece en el horizonte un impacto institucional evidente: no se podría reeditar un gobierno de coalición progresista, aun con los apoyos de las izquierdas nacionalistas (ERC, EH-Bildu y BNG), que suman el 3,3% y 15 escaños, y las derechas nacionalistas (Junts, PNV, CC), que alcanzan el 2,5% y 14 escaños, y habría un Ejecutivo de las derechas (PP y VOX, y sin necesidad de SALT), con mayoría absoluta (178 escaños).
Ello contrasta con la persistencia de una mayoría social de izquierdas desde el punto de vista de la autoubicación ideológica de la población en ese eje izquierda/derecha. Constituye una amplia base social que permitiría frenar la ofensiva derechista y garantizar unas políticas de progreso. Pero el acceso a los escaños y la gobernanza están condicionados por la normativa electoral, que perjudica a las minorías, especialmente en el caso de su fragmentación, como sucede con Sumar/Podemos. Así, las diferencias existentes entre sus dirigencias impiden —de momento— su articulación unitaria, a pesar de que sus bases sociales son similares por su actitud ideológica, aun con algunos matices.
Fuente: 40dB – Barómetro de octubre 2024 (con elaboración propia)
En el gráfico adjunto, con datos de 40dB, expongo la composición ideológica de las bases sociales de las izquierdas estatales, en el eje izquierda/derecha, considerando la población que expresa su simpatía política (no su voto, ya que una parte —en torno al 30% en unas elecciones generales—, se abstiene) con un total de 8,5 millones de personas que prefieren al PSOE y 3,2 millones a su izquierda, con una distribución del 42% para Podemos y 58% para Sumar.
El grueso de los tres campos sociopolíticos se autodefine de izquierdas (93,4% en Podemos, 83,3% en Sumar y 78,6% en el PSOE); en los dos primeros son mayoría los individuos que se autoubican en la izquierda transformadora, aunque éstos tienen más peso comparativo en Podemos respecto de Sumar, donde hay mayor representatividad entre la izquierda moderada y el centro y la derecha, y a diferencia del PSOE, donde también tienen mayoría las personas definidas de izquierda moderada. No obstante, en términos absolutos, todavía simpatizan con el Partido Socialista casi el doble de personas (62,4%), que se perciben de izquierda transformadora, respecto de las que se inclinan por las formaciones a su izquierda (19,3% para Podemos + 13,1% para Sumar).
Este es el campo ideológico en el que se establece la pugna político-ideológica para aproximar y desplazar los segmentos más afines con sus estrategias políticas y conformar los respectivos espacios político-electorales. Además, intervienen otros ejes ideológicos (étnico-nacional, sexo-género…), así como la credibilidad transformadora, ética y democrática de su representación política e institucional.
Por tanto, los obstáculos para la colaboración de las izquierdas políticas en la acción política y la conformación de acuerdos y proyectos transformadores y de gobernabilidad no vienen derivados de la diferenciación político-ideológica de sus respectivas bases sociales y electorales. Están condicionados por las distintas estrategias, así como por los intereses corporativos y la (in)capacidad de articulación pluralista y unitaria de sus grupos dirigentes. Además, está por ver el impacto socioelectoral en Sumar/Más Madrid del ‘caso Errejón’ y el alcance de su proceso de reestructuración orgánica y política.
El carácter ambivalente del Partido Socialista
El impacto de la debilidad y la división de la izquierda transformadora en la gobernabilidad del país y su sentido también afecta al propio Partido Socialista. Su estrategia tiene un carácter doble: por un lado, dependiente de su vinculación con los poderes fácticos, con políticas centristas o de derechas, y por otro lado, necesitado de mantener una representación mayoritaria, con reformas progresistas y acuerdos con sus izquierdas y los sectores nacionalistas.
En las dos últimas décadas ha ido dando bandazos desde una gestión dominante a otra: las dos legislaturas contrapuestas de Rodríguez Zapatero, la primera (2004/2008) de expansión de los derechos civiles, y la segunda (2008/2011) de aplicación prepotente de las políticas de austeridad ante la crisis socioeconómica; sigue la crisis socialista de desafección cívica, con continuismo institucional y centrismo político hasta la moción de censura al gobierno de derechas (2018), con cierto giro regenerador y de izquierda del sanchismo (hasta 2023), con alianzas con su izquierda y la plurinacionalidad, hasta el momento actual con cierto bloqueo y sus ambivalentes tendencias, entre centristas y su vinculación con los poderes fácticos y su dependencia parlamentaria con las izquierdas y grupos nacionalistas.
Dentro de su pragmatismo hegemonista y de relativa confrontación con la derecha política, el sanchismo trata de ampliar su base electoral por su derecha y por su izquierda; en este caso a costa del electorado de Sumar y antes de Unidas Podemos, del que ya ha conseguido cerca de dos millones de votantes; pero ese proceso de absorción se ha ralentizado.
Su expectativa puede ser ir incrementando ese desplazamiento, aprovechando e impulsando el desgaste de Sumar, pero es dudoso que en este plazo inmediato hasta las elecciones generales sea suficiente para alcanzar una mayoría parlamentaria en solitario frente a las derechas.
El presidente Sánchez también es realista y para su gobernabilidad, en esa etapa, necesita un espacio a su izquierda con una representatividad significativa —cercana a los 31 escaños actuales—. Pero con dos condiciones que han presidido su posición hegemonista estos años.
Una, la imposición de una estrategia moderada y subordinada a sus propios intereses en la relación de conveniencia con los poderes establecidos —incluido la OTAN y la UE o la judicatura y el poder empresarial—, con contención de las presiones por la izquierda —y el nacionalismo periférico— o por los movimientos sociales progresistas.
Otra, la prevalencia política y orgánica de un liderazgo moderado y afín en el conjunto de ese espacio alternativo —que representa Yolanda Díaz/Ernest Urtasun/Mónica García y, hasta ahora, Íñigo Errejón—, con una Izquierda Unida contenida y con un Podemos subalterno pero que, al mantener un nicho electoral propio, sume en un campo electoral unitario para superar la constricción del sistema electoral. Su temor, por tanto, es a que se ‘descontrole’ la dinámica por la izquierda y/o por la plurinacionalidad, taponando las grietas de descontento con políticas sociales y democratizadoras mínimas y según la capacidad de presión ciudadana, los condicionamientos fácticos y los equilibrios de su gobernabilidad.
La dirección socialista necesita que Sumar, como coalición, remonte algo su intención de voto y apañe un acuerdo con Podemos con un paraguas electoral compartido. Pero no parece que esté por colaborar en ello con un cierto giro sustantivo hacia la izquierda que le dé a Sumar un mayor oxígeno público, por ejemplo, con una reforma fiscal, social y laboral significativa, y suavice sus diferencias con Podemos. No quiere tensiones excesivas con los grupos políticos y fácticos a su derecha. Y ello mientras no vengan por el horizonte nubarrones socioeconómicos regresivos o imperativos geopolíticos autoritarios, como es la permisividad con el genocidio del Gobierno israelí.
El margen de maniobra socialista es escaso. Necesitaría un liderazgo con firmeza reformadora progresista y valor democrático, con la mirada a medio plazo. Pero ese escenario solo se concretaría bajo una dinámica de fortalecimiento unitario de la izquierda transformadora, Sumar/Podemos, y las izquierdas nacionalistas, junto con una amplia activación cívica y popular.
La excepcionalidad socialdemócrata en España está pendiente de confirmarse en la próxima etapa. Y, también, la consolidación —o no— de una potente izquierda alternativa, junto con la perspectiva de una senda de progreso para la sociedad. Las izquierdas, incluidas las nacionalistas, están en una encrucijada de caminos. La victoria de las derechas no es inevitable. La mayoría ciudadana necesita una trayectoria democratizadora y de reforma social. Las izquierdas deben estar a la altura de su contrato social.
La división y la impotencia de las dirigencias alternativas
El último barómetro del CIS de octubre, tal como comentamos antes, confirma la tendencia electoral descendente de Sumar (6,3%) y la representatividad limitada de Podemos (3,3%). Lo peor es que, en caso de ir por separado a unas elecciones generales, todavía lejanas hasta 2027, su traducción en escaños se ve penalizada con una reducción a la mitad: desde los 31 actuales pasarían a 10 (o 12) para Sumar y 3 para Podemos, afectando a la gobernabilidad progresista.
A ello hay que sumar el negativo impacto político-electoral, en particular para los núcleos dirigentes de Más Madrid y Movimiento Sumar, por el descrédito derivado del caso de Íñigo Errejón, dimitido ante las acusaciones de violencia machista. El futuro es incierto para la izquierda alternativa y afecta especialmente a la legitimidad de su dirigencia. Veamos su impotencia transformadora, los obstáculos y las condiciones para su unidad y las perspectivas y dificultades para su recuperación política y electoral.
El declive representativo y de la capacidad sociopolítica e institucional de las izquierdas transformadoras constituye un fracaso para las dirigencias alternativas: reducen su influencia transformadora en beneficio de la gente y aparecen más subordinadas al hegemonismo socialista, inclinado hacia el centrismo y que se ve menos condicionado por su izquierda política. Ello, aunque se mantengan un descontento popular de fondo, una cultura progresista y de izquierdas en la mayoría ciudadana y ciertas movilizaciones sociales que demandan un giro social y democrático.
Es el momento en que se ve con mayor nitidez la necesidad de una mayor activación cívica y movilización popular. Ello se ha notado en las manifestaciones por el derecho a la vivienda pública o en solidaridad con Palestina, así como, en otro plano, en la ola de indignación feminista ante la violencia machista, todavía mayor cuando proviene de un referente de esa nueva izquierda. Esa activación crítica de las bases sociales progresistas permitiría condicionar la acción gubernamental y las estructuras dominantes, además de favorecer el arraigo social de las izquierdas políticas, renovar sus estructuras partidarias y reorientar su acción institucional.
Las causas del declive y las características de cada impotencia particular son distintas para las dos fuerzas, Sumar (y sus distintas agrupaciones) y Podemos, en pugna por el reconocimiento de sus respectivas orientaciones estratégicas y su gestión orgánica. Hoy por hoy, no hay un diagnóstico común y es imposible el camino hacia una mayor colaboración. Todavía se ventila el proceso de autoafirmación propia y la pugna por la supremacía en el espacio… a costa de la polarización política y de liderazgo frente al otro.
Podemos, con una opción más confrontativa y crítica con el poder establecido, ha sido castigada por el aislamiento político-mediático, fáctico y el acoso judicial, en el anterior marco de Unidas Podemos; les pesa la experiencia divisiva reciente del proceso impuesto desde el núcleo de Sumar para su subordinación. Ha quedado debilitado, aunque ha sobrevivido y apuesta por un desarrollo propio y diferenciado.
El equipo de Yolanda Díaz y el Movimiento Sumar, como fuerza dominante en ese espacio, con el apoyo mediático e institucional, han reorientado su estrategia y su discurso hacia la moderación política y la afinidad con el Partido socialista, con la colaboración de los otros partidos aliados (Izquierda Unida, Más Madrid, Catalunya en Comú y Compromís…). De momento, se reafirman como opción política hegemónica, con su primacía dirigente y la marginación de Podemos respecto del espacio común.
Ese proyecto de recomposición ha tenido un relativo éxito respecto del predominio institucional de la dirigencia de Sumar en sustitución de la prevalencia anterior de la de Podemos. No obstante, la gestión realizada constituye un fracaso global respecto del objetivo aducido de ensanchar la representatividad y el estatus institucional de ese espacio, así como para consolidar su vertebración interna, manteniendo una gran fragilidad organizativa.
Por tanto, aun con el aval mediático, ha quedado dañada su imagen de utilidad pública para conseguir ventajas significativas para la sociedad, mejorar las relaciones electorales e institucionales de la izquierda alternativa y garantizar su influencia ascendente y su prestigio social. Movimiento Sumar y la coalición Sumar han perdido legitimidad social, lo cual ha motivado la reciente dimisión de Yolanda Díaz de sus responsabilidades orgánicas. Y a ello se acumula el descrédito de su liderazgo por el caso de violencia machista de Íñigo Errejón y su inadecuado tratamiento orgánico.
Pero, además, hay una ausencia de capacidad explicativa de estos factores y sus causas y, por tanto, persiste una dificultad dirigente para remontar la crisis representativa y de liderazgo. Es el reto que tiene el actual proceso de reconfiguración de ese espacio, con la negociación entre los distintos partidos políticos que lo integran. La respuesta debía estar debatiéndose para culminar en la Asamblea de Movimiento Sumar, a mitad de diciembre, que se ha aplazado para fin de marzo que viene. Como añadido, la dimisión de Íñigo Errejón, que era su gran exponente para su diseño estratégico y discursivo, por su comportamiento machista, ha generado un vacío lleno de incertidumbre cuyo relleno, no exento de tensiones, está por ver.
La actitud de emplazamiento unitario de la dirección de Izquierda Unida es bienintencionada pero poco realista si no hay una reflexión compartida sobre las causas de la crisis, se aproxima la orientación política entre los dos bloques principales —Movimiento Sumar/Más Madrid/Comunes y Podemos— y se establece un marco más pluralista, respetuoso y democrático. Supondría un recorrido de acuerdos concretos, una recomposición compartida de los liderazgos y una confianza en un proyecto común, superador de las actuales estructuras. Tras ese paso intermedio, tal vez podría desembocar en un acuerdo electoral para las elecciones —municipales, autonómicas y generales— de 2027 y quizá, como precedente, para las de Andalucía de 2026.
Unidad, para qué: sus obstáculos y su conveniencia
La unidad es un gran valor tradicional de las izquierdas. La unidad de las capas populares y su expresión democrática son instrumentos fundamentales para la transformación social progresista. Pero no es un fin en sí mismo. Su importancia y su sentido dependen de las condiciones concretas, de con quién, cómo y para qué.
La experiencia de Sumar y su proceso unitario ha tenido sus claroscuros. Pretendía ensanchar el espacio alternativo y, al mismo tiempo, reorientar su estrategia hacia mayor moderación política y discursiva y recomponer su primacía dirigente, desplazando a Podemos a una posición subalterna. La unidad se justificaba y se asociaba a nueva hegemonía política y orgánica que cohesionaba al conjunto con la promesa de la mejora social para la gente… y del estatus corporativo. Pero se han ido abriendo paso sus límites, incluido su sentido utilitarista particular.
Ese proyecto de recomposición podría haber sido virtuoso, tal como aparecía en las primeras expectativas, solo que ha tenido un déficit democrático y de regulación del pluralismo, sin tener suficiente legitimidad y consenso interno. Y, además, ha perdido eficacia político-electoral, aspecto agudizado ahora con el caso Errejón. Así, han saltado las costuras organizativas, particularmente del núcleo dirigente de Movimiento Sumar/Más Madrid. Por tanto, ahora se cuestiona públicamente su orientación, su liderazgo y su articulación organizativa, y se tensiona el debate para establecer un camino de salida.
La idea de avanzar en la colaboración entre las distintas sensibilidades de la izquierda transformadora para un acuerdo electoral futuro responde a una evidencia política: evitar la victoria de las derechas y su involución autoritaria y regresiva, con la articulación de una fuerte fuerza política que condicione al Partido Socialista y refuerce una trayectoria sociopolítica e institucional de progreso.
Pero dejan abiertos dos elementos clave imprescindibles para valorar su dimensión y su operatividad: la firme orientación reformadora, social y democrática, enraizada en las demandas cívicas, y los reequilibrios orgánicos de su estructura y liderazgo, que exigen procedimientos participativos consensuados e integradores.
La propuesta de IU tiene una preocupación unitaria, pero también debe superar las dos condiciones antedichas. Por una parte, el enquistamiento del actual equipo dirigente de Movimiento Sumar y su opción estratégica, con su intento de recuperar legitimidad interna y externa, pero reticente para valorar su responsabilidad ante el fracaso político y orgánico del conjunto y, todavía más, para renovar su estructura dirigente y generar puentes con Podemos.
Por otra parte, la dirección de Podemos tiene clara su opción: prioridad a su propio autodesarrollo organizativo y electoral, con posiciones políticas confrontativas con el Gobierno y de emplazamiento político a las izquierdas del PSOE, con un giro social y democrático hacia la izquierda. Es el sentido de sus condiciones para su apoyo a los presupuestos generales, que ha sido avalado por casi el 90% de su militancia: la rebaja del 40% de los alquileres y la ruptura de relaciones con Israel. Trata de fortalecer una exigencia popular y consolidar su proyecto a través de una confrontación política duradera, diferenciada del Partido Socialista, hasta las distintas elecciones de 2027. Tiene la expectativa de una mayor movilización social, así como de un trasvase de parte —desencantada— del actual electorado de Sumar o de la abstención y otras izquierdas. Su intención es un mayor fortalecimiento político-orgánico propio que, en todo caso, le pueda situar en una posición de ventaja negociadora ante posibles acuerdos electorales o, en último término, salir airoso de ese emplazamiento electoral determinante del futuro.
Por tanto, con dinámicas dispares, hay una responsabilidad colectiva y un desafío a la capacidad articuladora y democrática de las dirigencias alternativas, aunque el compromiso mayor recae en Yolanda Díaz y su equipo. Habrá que comprobar si son capaces de dar respuesta a esa encrucijada estratégica de las izquierdas en España. Deberían contar con algunas condiciones favorables, al menos, con un incremento de la activación cívica popular y un impulso participativo por abajo…, sin los cuales este proceso renovador y unitario parece difícil.
O bien, pueden terminar en una gran derrota político-electoral y orgánica, en ese horizonte de 2027 —sin beneficiar al PSOE o las izquierdas nacionalistas—, y pasar por cierta catarsis profunda que requeriría una renovación y recomposición completa de esa izquierda transformadora, especialmente de la dirigencia de Sumar y sus principales partidos. Mientras tanto, la de Podemos se prepara para resistir en una situación defensiva, y habrá que ver cómo aguanta y proyecta un futuro político y articulatorio para el conjunto.
En definitiva, es necesaria una reflexión colectiva sobre las causas del declive electoral y el desconcierto estratégico de la izquierda alternativa, particularmente de la dirección de Sumar, acentuado hoy por las insuficiencias feministas que ha descubierto el ‘caso Errejón’. En los procesos de renovación y relegitimación de sus dirigencias, lo sustantivo ahora son las respuestas a esas perspectivas de bloqueo progresista, la amenaza ultraderechista e involucionista que supone la previsible victoria de las derechas, y conformar una dinámica de reforma social, democrática y feminista. Ello no es indiferente para las capas populares, la democracia, la dinámica de cambio de progreso y la formación de fuerzas sociales que sean capaces de consolidar una senda de avance democratizador. Es sobre esa agenda sobre la que tienen que reformular su legitimidad social y su liderazgo político.
Precisamente, la incógnita actual es si las actuales dirigencias políticas van a ser capaces de representar y conducir esa tarea reformadora, en el doble sentido de su orientación de izquierdas y su articulación orgánica y democrática: entre su unidad y su diferenciación; entre lo común y su pluralidad. De lo contrario, también afectará a su crisis de credibilidad transformadora y su capacidad representativa y hará necesaria su profunda recomposición y renovación en otro ciclo sociopolítico posterior al que hemos vivido estos últimos quince años. El futuro está abierto.
19 /
11 /
2024