¿Cómo viven los vivos con los muertos? Hasta que el capitalismo deshumanizó a la sociedad, todos los vivos esperaban la experiencia de la muerte. Era su futuro final. Los vivos eran en sí mismo incompletos. De esa forma vivos y muertos eran interdependientes. Siempre. Sólo una forma de egotismo extraordinariamente moderna rompió esa interdependencia. Con consecuencias desastrosas para los vivos, ahora pensamos en los muertos en términos de los eliminados.
Mario Viciosa
El decrecimiento también sería viable en una economía de mercado sin sacrificar bienestar
Entrevista con el físico Antonio Turiel
Antonio Turiel (León, 1970) es un doctor en Física Teórica experto en océanos que lleva años navegando por las aguas de la política energética y la economía. Investigador en el Instituto de Ciencias del Mar (CSIC) en Barcelona, su nombre suele asociarse al del colapsismo, pensamiento que preconiza un más o menos cercano umbral en que la humanidad no podrá seguir satisfaciendo sus necesidades de manera universal al haberse alcanzado los límites planetarios.
La idea, germinada en Francia en la última década, ha tenido enfoques tachados de apocalípticos, como los del exministro galo Yves Cochet, quien llega a decir que el medio de locomoción del futuro es el caballo. Si embargo, Turiel dice no identificarse como colapsista (y menos como un ‘fatalista’), sino como un defensor del decrecimiento económico, como garantía para vivir en cierta armonía con las limitaciones de la Tierra y garantizar nuestro bienestar.
Convirtió su libro Petrocalipsis (Alfabeto, 2020) en un bestseller en del mundo del ecologismo y de las alternativas económicas, no exento de debate. Le siguieron El otoño de la civilización (Escritos Contextatarios, 2022) y Sin energía (Alfabeto, 2022), una puesta al día de sus análisis, tras la crisis de suministros, los chips y la guerra de Ucrania.
Pasó el primer invierno de la guerra, proyectando una sombra casi apocalíptica sobre una Europa dependiente del gas ruso y ante la oportunidad de dar un salto importante hacia las energías renovables.
P: ¿Al final, no ha pasado nada, o han pasado muchas cosas en este año?
R: Recordemos que en Europa hemos tenido una temperatura de hasta 15 grados por encima de la media. Con menos demanda de energía, menos demanda de gas y ‘menos problemas’. La otra cuestión es el fuerte parón de la industria. Esto ha permitido cumplir los objetivos que se marcó la Unión Europea en disminución del consumo del gas. Recordemos un 15%. Al final ‘nos falta’ energía.
Estamos en una situación en la que hay muchos países en el mundo en los que están faltando combustibles, donde están faltando alimentos, en los que hay una inestabilidad creciente, y hay situaciones que son bastante inauditas, cosas que no se habían visto nunca antes. Es decir, claramente, se observa una deriva climática peligrosa; se observa que hay un problema de falta de agua recurrente en España, temperaturas crecientes, problemas con las cosechas… los problemas no se han solucionado, simplemente se han postergado un poco.
P: Habla usted de decrecimiento y no tanto de colapso. ¿Hay tiempo para que no sea algo traumático?
R: Hay tiempo para hacerlo por las buenas, de eso no hay ninguna duda. No vamos necesariamente a una catástrofe. Incluso también por la componente climática. No es verdad que no se pueda hacer nada, no es verdad que todo esté perdido. Hay tiempo para hacer cosas y hay muchas medidas que se pueden tomar tanto para gestionar el problema, los recursos, como para gestionar la crisis climática. De lo que ya no hay tiempo es para perder el tiempo.
P: ¿Es a lo que el presidente francés, Emmanuel Macron, se refería el año pasado como ‘el fin de la abundancia’?
R: Cuando Macron hace este discurso lo hace desde la visión económica clásica. El fin de la abundancia, es ‘no vamos a poder mantener un estado de bienestar como se ha podido mantener hasta ahora’, que se basa esencialmente en un crecimiento de las ganancias para que luego haya una cierta repartición en medios de protección social a la gente. Se puede interpretar con la visión que tiene Macron (vamos a tener que apretarnos el cinturón y va a haber una disminución de las prestaciones del Estado de Bienestar), o bien se puede interpretar que hay que reformular la manera en la cual uno concibe los fines de la sociedad y cómo se reparten las ganancias, cómo se reparte la riqueza para conseguir un sistema más justo, que es complejo.
En todo caso, lo que está claro es que nos tenemos que adaptar a una situación inevitable de descenso de la disponibilidad de energía y de materiales. Y esto requiere una actuación. No se puede dejar que esto se regule por sí solo: se requiere una actuación política, y pensar cómo lo vamos a hacer.
P: Su tesis es que el modelo de transición energética, sustituyendo directamente consumo fósil por consumo renovable no da de sí sin decrecer. ¿No habrá tecnologías (baterías, por ejemplo) que lo hagan viable?
R: El modelo de utilización de energía que tenemos está muy orientado al uso fósil. ¿Qué características tiene la energía fósil? Primero, que es fácil de transportar. Después, son energéticamente densos (consigues mucha energía con relativamente poca cantidad). Esto favorece un modelo de producción y de consumo centralizado. Grandes centros de producción-transformación, grandes factorías… y luego se distribuye a todo el mundo.
Las renovables, por el contrario, son por su propia naturaleza distribuidas, pueden llegar (y producirse) en más partes. Y en todas partes llegan con poca intensidad, pero la tienes en todos los sitios. Es una energía con una capacidad de acceso mucho más democrática. Los modelos a los que se está tendiendo son modelos fuertemente centralizados: lo que se está buscando es crear grandes sistemas de captación, grandes sistemas de concentración, para convertirlo en algo que rápidamente nos permita transportarlo a los centros de producción y consumo. Como las características de las energías renovables son muy diferentes, se producen ineficiencias, y además en el proceso de captación masiva y transporte masivo se requieren enormes cantidades de materiales que tampoco son fáciles de obtener y que además implican también pérdidas.
Y todo esto, al final, es fruto de esta obsesión de mantener el modelo fósil. Tenemos un modelo económico que se basa en la concentración del capital y lógicamente lo que busca es la maximización del beneficio. Y con las renovables lo que podríamos tener son modelos más distribuidos, en los que la producción fuera más local, para satisfacer las necesidades reales y que no busque siempre esta concentración y ese crecimiento.
P: El tema de las necesidades… ¿puede ser subjetivo, quién dice lo que es ‘necesario’?
R: La cuestión es: ¿cuál es nuestro objetivo? ¿Consumir energía o darle a la población aquello que necesita para satisfacer sus necesidades? Obviamente es lo último desde el punto de vista sistema económico. Sin embargo, parece que lo importante es producir por producir, y ahí está el conflicto. Realmente, si nos preocupáramos en satisfacer las necesidades reales de la población, nos daríamos cuenta de que no necesitamos consumir ni tanta energía ni tantos materiales, y se podría hacer de una manera viable. Las orientaciones de los políticos son ‘vamos a seguir haciendo esto hasta el infinito’. Los impactos se acumulan y hay limitaciones sobre lo que puedes hacer. Hay que empezar a pensar en términos de lo que la gente realmente necesita y no lo que el sistema económico necesita.
P: Lo de cambiar el sistema económico les sonará a muchos a ‘comunismo’ o ‘racionamiento’…
R: La solución a los problemas que tenemos no es un sistema comunista. La gran diferencia que tiene con el capitalismo está en la propiedad de los bienes de producción y que el mercado, en vez de ser libre, es un mercado regulado. Pero el fracaso viene de la necesidad del crecimiento. Y los sistemas comunistas, tal y como los hemos visto, están orientados al productivismo y al crecimiento, con lo cual chocan exactamente contra los mismos límites planetarios. Yo veo perfectamente lógico que digas que podemos plantear un sistema comunista que no sea crecentista. Pero creo que puedes igualmente plantear un sistema económico con propiedad privada y libre mercado que no sea crecentista y sería igualmente viable. Por supuesto que desde un punto de vista social, uno puede legítimamente preferir un sistema u otro.
Al final, ante una situación de disminución de la disponibilidad de recursos, de carestía y escasez de energía y de recursos (carestía es que se hace más caro; escasez es que no hay lo suficiente, que es hacia donde vamos a ir), se tiene que decidir cómo se van a asignar esos recursos. La decisión que uno tome, sea del tipo que sea —incluso no hacer nada y dejar que el mercado regule— es una decisión siempre política. Es una decisión que tú haces conforme con tus ideas acerca de cómo se debe repartir. Si lo hace sólo el mercado, será un sistema de racionamiento por renta. Es decir, quien tiene más renta no sufre la escasez. Esta es una manera posible de razonar. Seguramente socialmente es la más injusta porque no es muy equitativa. Hay otras maneras de racionar y uno puede decir que va a priorizar ciertos colectivos porque son vulnerables, porque son estratégicos o por la razón que sea.
P: En sus libros leemos que una sociedad decrecida no perdería un ápice de calidad de vida, incluso al contrario. Casi bastaría con no desperdiciar tanto. Pero para muchos economistas esto de decrecer suena a destrucción de empleo, de riqueza, de un modelo de vida… ¿Por qué cree que se equivocan?
R: Tenemos que plantear si nosotros estamos haciendo el mejor uso posible de esta energía. Lo que creo importante es ver cuáles son las necesidades de las personas (y no los territorios). Entonces, cuando uno mira lo que nosotros realmente necesitamos, realmente necesitamos en el día a día, nos damos cuenta de que a lo mejor nuestras necesidades de energía y de materiales en el fondo son como una décima parte de lo que está consumiendo, per cápita, la población española. La mayoría de la energía y los materiales están destinados al sustento de un sistema de acumulación de riqueza del capital [la mayoría de la energía se emplea en mover combustibles fósiles de un lugar a otro, sostiene Turiel en sus libros].
A mí, como soy físico, la gente me viene y me habla de si la solución está en la fusión, si la solución está en nuevas tecnologías de almacenamiento, nuevas posibles fuentes de energía a explotar… y todo el esfuerzo y el enfoque se pone en la cuestión técnica, como si la solución al problema fuera cómo vamos a encontrar una forma de energía que reemplace a las fósiles de tal manera que todo pueda seguir siendo exactamente igual. El cambio que se tiene que hacer es fundamentalmente social y cultural.
P: ¿Sin sacrificar bienestar? ¿Cómo se imagina esa transición?
R: Una situación de transición ideal es una en la que hay una comprensión profunda de los problemas que tenemos con los límites planetarios. Esto va mucho más allá que dejar de medir el PIB, como a veces se dice, porque nosotros podríamos no medirlo, pero los grandes agentes económicos lo medirían igual.
Que los objetivos de la sociedad sean básicamente satisfacer las necesidades, reducir las desigualdades, dar un empleo digno a todo el mundo. La educación, la sanidad, la alimentación adecuada, agua potable, etcétera. No a aumentar un porcentaje creciente o un interés aplicado al capital. Ahora, actualmente, en nuestro sistema económico, si no hay crecimiento económico, se genera paro, se genera inestabilidad económica, se generan desigualdades. Necesitamos que nuestro sistema económico no necesite el crecimiento, entonces hay que organizarse de otra manera y esto implica cambios en el sistema financiero. Crees que tienes más riqueza, pero es una riqueza que a lo mejor no se puede generar, simplemente porque no es posible porque los recursos son los que son.
[Decrecer] no lo veo como destrucción, sino evolución. Se puede mantener el bienestar. Aunque yo quiera mantener este sistema económico tal y como es ahora mismo, va a fracasar, porque por una parte tenemos la desestabilización climática y ambiental, por otro lado tenemos la escasez de los recursos. Yo pienso que el decrecimiento nos habla más de hábitos saludables [con nosotros y la Tierra]. Solamente cuando comprendamos que tenemos que vivir en los límites del planeta tendremos hábitos saludables de vida. Al final es de eso de lo que estamos hablando.
[Fuente: Newtral]
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7 /
2023