La diferencia fundamental [de la cultura obrera] con la cultura de los intelectuales que tan odiosa me resultaba es el principio de modestia. El militante obrero, el representante obrero, aunque sea culto, es modesto porque, se podría decir, reconoce que existe la muerte, como la reconoce el pueblo. El pueblo sabe que uno muere. El intelectual es una especie de cretino grandilocuente que se empeña en no morirse, es un tipo que no se ha enterado que uno muere, e intenta ser célebre, hacerse un nombre, destacar… esas gilipolleces del intelectual que son el trasunto ideal de su pertenencia a la clase dominante.
El forofo polideportivo
GOOOO… L
El fútbol, como los toros, los bares, el ejército, es cosa de hombres. De muy hombres.
Algunas chicas se empeñaron en penetrar en el sanctasanctórum de los estadios. Entrar no entraron, se las reenvió a espacios marginales. Total eran cuatro desarrapadas. Seguramente unas antisociales.
Siempre estuvieron maltratadas, sin sueldo y bajo sospecha. Casi siempre dirigidas por hombres que desconfiaban de ellas. Al anterior seleccionador lo tuvieron por maltrato. Impusieron a un enchufado, algo más listo, hijo de un directivo. Las futbolistas, que ya empezaban a tener un cierto reconocimiento, se plantaron. Contra sus malos tratos (entre otras cosas se cuenta que obligaba a tener la puerta de la habitación abierta, no fuera que aprovechando la noche hicieran guarradas) y su deficiente preparación. Las autoridades lo consideraron una ofensa, pero al final tuvieron que hacer concesiones para que algunas de las cracks volvieran a la selección. Algunas resistieron, pero la carne es débil, un mundial no pasa cada mes y algo habían conseguido.
La competición salió mejor de lo previsto. Y con el Campeonato estos dirigentes y este entrenador pensaron que podían lavar sus malos tratos, vengarse de las “ofensas” recibidas. Tal era su prepotencia que dieron un recital de comportamientos machistas a la vista del veraniego público mundial que presenciaba el evento.
Les pilló su desubicación temporal. No haber entendido que el feminismo conecta con la percepción cotidiana de millones de mujeres (y esperemos que también de hombres). El gol más importante se marcó cuando el partido estaba acabado. Fue un gol de las mujeres, de su firmeza, de sus razones, de su solidaridad. Y un gol en propia puerta de unos machos que no quieren entender nada. Rubiales ha hecho un Luis XVI. Y por una vez el fútbol, que habitualmente es sólo un negocio y una forma de alienar a los hombres, ha generado una respuesta social transformadora. Es solo una batallita, pero vale la pena celebrar este gol.
30 /
8 /
2023