¿Cómo viven los vivos con los muertos? Hasta que el capitalismo deshumanizó a la sociedad, todos los vivos esperaban la experiencia de la muerte. Era su futuro final. Los vivos eran en sí mismo incompletos. De esa forma vivos y muertos eran interdependientes. Siempre. Sólo una forma de egotismo extraordinariamente moderna rompió esa interdependencia. Con consecuencias desastrosas para los vivos, ahora pensamos en los muertos en términos de los eliminados.
El Lobo Feroz
Ladran, luego cabalgamos
Algunos rasgos de la izquierda política (real o supuesta):
Uno muy básico, que está en su ADN, es la tendencia a la escisión. La escisionitis. La primera internacional se escindió entre socialistas y anarquistas; la segunda, entre reformistas y extremistas, entre mayoritarios y minoritarios; la tercera, entre stalinistas y trotskistas, y la cuarta no ha parado de dividirse y subdividirse.
¿Qué pasa? En realidad que no se soportan las discrepancias. En vez de dialogar, y dejar que el tiempo ponga en claro lo que está oscuro, la discrepancia se resuelve en escisión. De ahí la escisionitis, que de la tradición ha pasado a cualquier cosa que se mueva en la izquierda (‘mover’ es, claro, un eufemismo).
La primera consecuencia de la escisionitis es que cada grupo o grupúsculo molecular genera su propia pequeña reserva de tribunos, que probablemente andarán a la greña en seguida. No hay peor cuña que la de la misma madera. Como la política se lleva al lado institucional de la sociedad —los lados no institucionales están por lo común prácticamente abandonados—, los tribunillos experimentan una urgente necesidad.
Que no es otra que la necesidad de hablar, para dar fe de su existencia. Los tribunos no saben dejar pasar la oportunidad de callar. Y así, por lo común, largan contra todo, principalmente contra los más próximos —así se diferencian de ellos—. Convierten en trifulca cualquier minucia. Y no hablemos de lo que pasa cuando a alguno, escocido, se le calienta la boca: berrea entonces lo que será amplificado por los mass media, que cada día necesitan algo para tener al público entretenido.
Se crea así una red de microtribunos incluso en el plano local, que intentan mantener su silla. Colitas de ratón.
Lo peor que les puede pasar a esos tribunos es que a alguno de ellos se le ocurra —mira por dónde— tratar de unir en vez de dividir. Juntar en vez de separar. Eso pone en crisis el ecosistema tribunicio entero, de modo que lo de calentarse la boca sin más motivo que desear que nada cambie y no le echen a uno de la sillita va a ser la regla. La batalla está planteada: unir por un lado y que todo siga igual por otro.
Es difícil que, metidos en su burbuja, los tribunos se vean a sí mismos tal como los vemos nosotros. Lo malo, sin embargo, es que pueden dar al traste a la dificilísima operación de unir, de no restar.
16 /
11 /
2022