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El Rombo

Kakademia, I

I

Podía haber sido

un gran profesor

en Oxford

o en Harvard.

Aquí

solo veían

un tipo anómalo,

maniático,

y no disculpaban

sus  rarezas,

como ignorar

educadamente

a los descerebrados

aunque entre ellos

estuvieran

sus colegas.

Amigo, ante todo,

de la verdad

fue

para muy pocos

el verdadero maestro

que hubiera debido ser

para muchos.

II

La mujer

con forma de croqueta

pidiome consejo.

Díselo,

siguiolo,

triunfó,

y aquí está

mi mano sangrante

por su mordisco.

III

El excelso

ecologista,

poeta,

profesor

y animalista

a su gata en celo

masturbaba

con un lápiz.

IV

IN MEMORIAM

Negro era el cuello

de su camisa;

negros los puños

y las uñas.

Pero arrimose

al futuro gran hombre

pequeñito

pero muy televisado.

Se arrimó tanto

que le quitó la mujer

con su consentimiento.

Ella lavó la mugre

de sus camisas

regularmente,

según creo.

Y debió enseñarle

a lustrar

sus zapatos

antes que le dejara.

Ahora viste correctamente,

habla poco,

peina canas,

muy digno

aspirante eterno

a juez constitucional.
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22 /

9 /

2022

La diferencia fundamental [de la cultura obrera] con la cultura de los intelectuales que tan odiosa me resultaba es el principio de modestia. El militante obrero, el representante obrero, aunque sea culto, es modesto porque, se podría decir, reconoce que existe la muerte, como la reconoce el pueblo. El pueblo sabe que uno muere. El intelectual es una especie de cretino grandilocuente que se empeña en no morirse, es un tipo que no se ha enterado que uno muere, e intenta ser célebre, hacerse un nombre, destacar… esas gilipolleces del intelectual que son el trasunto ideal de su pertenencia a la clase dominante.

Manuel Sacristán Luzón
M.A.R.X, p. 59

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