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Iñaki Tofiño

Memoria histórica y colonialismo

La España contemporánea no se entiende sin las colonias africanas, pero no parece que el legislador esté dispuesto a revisitar la historia colonial del régimen franquista

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Hay un edificio en Lisboa que suele pasar desapercibido a los turistas que, tras visitar la catedral, enfilan la rua Augusto Rosa, a pie o en tranvía, camino del mirador de Santa Lucía o del castillo de San Jorge. Subiendo, a mano izquierda, se encuentra un aljibe de la época musulmana (en su doble sentido de cisterna y cárcel subterránea), la Cadeia do Aljube, que siempre fue centro penitenciario, recibió presos del foro eclesiástico hasta 1820, mujeres acusadas de delitos comunes hasta finales de la década de 1920 y presos políticos del Estado Novo a partir de 1928 hasta su cierre en 1965. Desde el 25 de abril de 2015 es la sede del Museu do Aljube – Resistência e Liberdade, dedicado a la represión política y la lucha contra la dictadura de António Salazar. Los cuatro pisos del museo recuerdan a los hombres y mujeres que pasaron por allí detenidos por el régimen salazarista, camino de otras cárceles metropolitanas o de colonias penales como la del Tarrafal, en las islas de Cabo Verde, obligados a permanecer de pie sin moverse o a mantenerse despiertos durante días, recluidos en celdas minúsculas.

La memoria de la lucha contra el Estado Novo se mezcla con la memoria anticolonial y el museo dedica una de sus plantas a la lucha por las independencias africanas. Efectivamente, no se puede entender la Revolución del 25 de abril de 1974 sin el empecinamiento del Estado Novo portugués en mantener su imperio colonial, hecho que generó la lucha de los pueblos colonizados por su independencia y el malestar de una parte del pueblo portugués y de sus fuerzas armadas, hartos de la sangría que suponía dedicar gran parte del presupuesto del país a mantener las guerras coloniales y enviar a la población masculina joven a defender en las colonias la portuguesidad de unos territorios que muchos ya no consideraban como propios. Así, el museo conmemora la resistencia de africanos y portugueses contra el delirio colonial del Estado Novo.

Un lugar de memoria parecido podría ser la madrileña Real Casa de Correos de la Puerta del Sol, que hoy alberga la presidencia de la Comunidad de Madrid. Durante el franquismo fue la sede de la Dirección General de Seguridad y en sus sótanos subterráneos se detenía y torturaba a miembros de la oposición al régimen, aunque nunca dejó de mostrar una cara aparentemente amable cada 31 de diciembre al marcar su reloj las campanadas de fin de año. En Barcelona, otro edificio, la comisaría de la Policía Nacional de la Via Laietana, hoy sede de la Jefatura Superior de Policía de Cataluña, albergó la Brigada Político-Social, la policía política secreta encargada de perseguir y reprimir a todos los movimientos de la oposición al franquismo. En sus sótanos, donde campaban a sus anchas los funestos comisarios Antonio y Vicente Creix, también fueron encarcelados y torturados opositores al régimen. Estos lugares de memoria mantienen hoy en día su cometido oficial y no parece que vayan a resignificarse y museizarse en un futuro próximo. De hecho, el panel informativo instalado junto a la comisaría en Barcelona, que informa del oscuro pasado del edificio, a menudo aparece vandalizado, cubierto de pintura.

No es esta la única diferencia entre la República de Portugal y el Reino de España en términos de memoria histórica. Más allá de la ruptura que supuso la Revolución de los claveles, nada que ver con la continuidad de una monarquía impuesta por la franquista Ley de Sucesión en la Jefatura del Estado de 1947, es evidente que no se puede entender el Portugal contemporáneo sin tener en cuenta el papel de las colonias en la vida metropolitana. Sin embargo, ¿se puede entender la España contemporánea sin considerar a las colonias africanas españolas? Me parece que no. No se puede comprender el éxito del golpe de estado de 1936 sin entender la mentalidad africanista y colonial de los militares que lo protagonizaron y sin tener en cuenta el apoyo logístico y de tropas que recibieron los golpistas desde la Guinea española y desde Marruecos. La guerra de 1936-1939, en la que basaba su legitimidad el régimen franquista, fue, entre otras cosas, una guerra colonial, en la que los sublevados aplicaron a los defensores de la II República las tácticas de sometimiento y aniquilación que habían aprendido en su lucha contra la población africana. Más tarde, se podría considerar el franquismo como un régimen colonial, en el que una parte de la población se vio privada de sus derechos fundamentales y vivía al arbitrio de los colonizadores, los miembros del régimen. Si ese era el caso de la población metropolitana, la población colonial vivió sometida a una doble opresión, la del colonialismo stricto sensu y la de la dictadura franquista.

Por eso resulta tan ominoso el silencio de la recién aprobada Ley de Memoria Democrática sobre la cuestión colonial. ¿Acaso no existieron en Marruecos campos de concentración como el de Ben Karrich, a donde fueron llevados los caídos rifeños que se oponían al reclutamiento de sus jóvenes para luchar en las filas franquistas a partir de 1936? ¿Acaso no fueron víctimas del franquismo los nacionalistas guineanos que lucharon contra la dominación española y acabaron exiliados o muertos? ¿Acaso no sufrieron la dictadura franquista y no sufren sus consecuencias los habitantes del Sáhara Occidental, una región que fue provincia española hasta 1976? No se puede comprender el éxito del golpe de estado de 1936 sin entender la mentalidad africanista y colonial de los militares que lo protagonizaron

Si en España resulta casi imposible llegar a consensos sobre el pasado reciente, no parece que el legislador esté dispuesto a revisitar el pasado colonial y a ofrecer a las víctimas del colonialismo español reciente la verdad, justicia y reparación que muchas demandamos. Sin embargo, no por eso hay que dejar de exigirlas.

[Fuente: Ctxt. Iñaki Tofiño es doctor en literatura comparada y autor del libro Guinea, el delirio colonial de España (Bellaterra, 2022)]

18 /

7 /

2022

¿Cómo viven los vivos con los muertos? Hasta que el capitalismo deshumanizó a la sociedad, todos los vivos esperaban la experiencia de la muerte. Era su futuro final. Los vivos eran en sí mismo incompletos. De esa forma vivos y muertos eran interdependientes. Siempre. Sólo una forma de egotismo extraordinariamente moderna rompió esa interdependencia. Con consecuencias desastrosas para los vivos, ahora pensamos en los muertos en términos de los eliminados.

John Berger
Doce tesis sobre la economia de los muertos (1994)

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