La lucha de clases, que no puede escapársele de vista a un historiador educado en Marx, es una lucha por las cosas ásperas y materiales sin las que no existan las finas y espirituales. A pesar de ello, estas últimas están presentes en la lucha de clases de otra manera a como nos representaríamos un botín que le cabe en suerte al vencedor. Están vivas en ella como confianza, como coraje, como humor, como astucia, como denuedo, y actúan retroactivamente en la lejanía de los tiempos.
Denise Levertov
Los golpeadores
Un hombre sentado junto a la cama
de una mujer a quien golpeó,
cura sus heridas,
suavemente palpa los moretones.
La sangre forma un charco a su alrededor,
se oscurece.
Atónito, se da cuenta que ha comenzado
a quererla. Siente terror.
¿Por qué nunca había
visto, antes, lo que era?
¿Y si deja de respirar?
Tierra, ¿será que no podemos amarte
a menos que creamos que el fin se aproxima?
¿Que no creamos en tu vida
a menos que pensemos que agonizas?
La certeza
Han perfeccionado los medios de destrucción,
la ciencia abstracta casi visiblemente brilla,
tan refinadamente pulida. Armas inmateriales
que nunca nadie podría tener en las manos
se abren paso por la oscuridad, atraviesan grandes
distancias,
introduciéndose por laberintos hasta llegar
a blancos que son conceptos.
Pero una antigua certeza
se mantiene: la guerra
significa sangre que se derrama de los cuerpos vivos,
significa extremidades cortadas, ceguera, terror,
significa duelo, agonía, huérfanos, hambruna,
prolongada desdicha, permanente resentimiento y odio y culpa,
significa todo esto multiplicado, multiplicado,
significa muerte, muerte, muerte y muerte.
De: Evening Train, 1992
Traducción de Cynthia Mansfield
Fuente: www.omegalfa.es
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4 /
2022