La diferencia fundamental [de la cultura obrera] con la cultura de los intelectuales que tan odiosa me resultaba es el principio de modestia. El militante obrero, el representante obrero, aunque sea culto, es modesto porque, se podría decir, reconoce que existe la muerte, como la reconoce el pueblo. El pueblo sabe que uno muere. El intelectual es una especie de cretino grandilocuente que se empeña en no morirse, es un tipo que no se ha enterado que uno muere, e intenta ser célebre, hacerse un nombre, destacar… esas gilipolleces del intelectual que son el trasunto ideal de su pertenencia a la clase dominante.
Revista mientras tanto número 122-123
2014
Carta de la redacción
El proyecto roto y los obstáculos a su reconstrucción
por Albert Recio Andreu
La evolución de E. P. Thompson
por Josep Fontana
Sobre la revolución rusa y el comunismo del siglo xx
por Joaquim Sempere
Una voz disidente en la I Guerra Mundial: el Congreso de La Haya y WILPF
por Carmen Magallón
Trabajar sobre la subjetividad humana
por Jorge Riechmann
¿Qué es un cine de izquierdas?
por Josep Torrell
Balance del mundo que hemos aprendido: tres décadas de experiencia migratoria en España
por Antonio Izquierdo Escribano
La fundación de Iniciativa per Catalunya: historia de una confluencia política (1984-1987)
por David Moreno Muñoz
Doce lecturas recomendadas
por Alfons Barceló
Universidad crítica y sociedad civil
por Francisco Fernández Buey
La bella voz de Rosa Rossi
por Juan-Ramón Capella
¡Viva la lucha comunista por los bienes necesarios!
por Pier Paolo Pasolini
CITA