La diferencia fundamental [de la cultura obrera] con la cultura de los intelectuales que tan odiosa me resultaba es el principio de modestia. El militante obrero, el representante obrero, aunque sea culto, es modesto porque, se podría decir, reconoce que existe la muerte, como la reconoce el pueblo. El pueblo sabe que uno muere. El intelectual es una especie de cretino grandilocuente que se empeña en no morirse, es un tipo que no se ha enterado que uno muere, e intenta ser célebre, hacerse un nombre, destacar… esas gilipolleces del intelectual que son el trasunto ideal de su pertenencia a la clase dominante.
Revista mientras tanto número 100
Otoño
2006
CARTA DE LA REDACCIÓN
Los cien primeros números de mientras tanto
Un cuarto de siglo después. Del compás de espera a una nebulosa incierta
por Miguel Candel
Tiempo de contrarrevolución
por Juan-Ramon Capella
Socialismo y alternativas al capitalismo. Sugerencias para el debate
por Albert Recio
Herencia y futuro del ecologismo
Contribuciones a un debate
¿Cuál es la herencia y cuál es el futuro del ecologismo?
por Joaquim Sempere
Por un ecologismo de la razón
por Ladislao Martínez
Por qué luchar
por Jorge Riechmann
Las flaquezas del consenso ambientalista y el dilema del ecologismo
por Ernest García
Trabajo productivo/reproductivo, pobreza, y la globalización de la reproducción. Consideraciones teóricas y prácticas
por Lourdes Benería
Hungría en 1956: los límites de la desestalinización
por Josep Fontana
RESEÑA
828, modelo para armar. A propósito de la historia cultural rusa
por Josep Torrell
CITA