La diferencia fundamental [de la cultura obrera] con la cultura de los intelectuales que tan odiosa me resultaba es el principio de modestia. El militante obrero, el representante obrero, aunque sea culto, es modesto porque, se podría decir, reconoce que existe la muerte, como la reconoce el pueblo. El pueblo sabe que uno muere. El intelectual es una especie de cretino grandilocuente que se empeña en no morirse, es un tipo que no se ha enterado que uno muere, e intenta ser célebre, hacerse un nombre, destacar… esas gilipolleces del intelectual que son el trasunto ideal de su pertenencia a la clase dominante.
Revista mientras tanto número 102
Primavera
2007
NOTAS EDITORIALES
Capitalismo intangible
Científicos y competitividad
Memoria democrática o memoria fascista
¿Un doctorado en crímenes de guerra y daños colaterales?
El origen norteamericano de la ideología del Tercer Reich
por Domenico Losurdo
La cabeza de Jano. El derecho de excepción norteamericano en el primer mandato de George H. W. Bush
por Ramón Campderrich Bravo
Nuevo capitalismo, prisión y lógicas del castigo
por José Ángel Brandáriz García
La propiedad intelectual desde una perspectiva social: una crítica al modelo vigente
por Eduardo Melero Alonso
La construcción política y jurídica del género. Reflexiones desde una perspectiva inclusiva
por Antonio Giménez Merino
Educar como tarea política
por José Manuel Barreal San Martín y Manuel García-Morán Escobedo
RESEÑA
Retratos poumistas
por Pedro de la Llosa
CITA