La diferencia fundamental [de la cultura obrera] con la cultura de los intelectuales que tan odiosa me resultaba es el principio de modestia. El militante obrero, el representante obrero, aunque sea culto, es modesto porque, se podría decir, reconoce que existe la muerte, como la reconoce el pueblo. El pueblo sabe que uno muere. El intelectual es una especie de cretino grandilocuente que se empeña en no morirse, es un tipo que no se ha enterado que uno muere, e intenta ser célebre, hacerse un nombre, destacar… esas gilipolleces del intelectual que son el trasunto ideal de su pertenencia a la clase dominante.
Revista mientras tanto número 089
Invierno
2003
NOTAS EDITORIALES
Ante las elecciones generales
El Forum 2004 y sus contestatarios
LA OBRA DE MANUEL SACRISTÁN: LECTURAS ACTUALES
La filosofía según Manuel Sacristán
por Mª Rosa Borrás
Marx, Das Kapital y Manuel Sacristán
por Alfons Barceló
Epílogo
por Oscar Carpintero
Leer a Manuel Sacristán en el crisol de un nuevo comienzo
por Enric Tello
El paso de fronteras en el nuevo imperialismo
por Bob Sutcliffe
¿En qué consiste realmente el modelo americano?
por J. K. Galbraith
La expansión de la cárcel en España
por Eduard Ibáñez
RESEÑA
Lecturas de Breviario
por Mª Rosa Borrás
DOCUMENTOS
Las 21 exigencias de ATTAC sobre el «Tratado Constitucional»
Informe sobre inmigración
CITA