¿Cómo viven los vivos con los muertos? Hasta que el capitalismo deshumanizó a la sociedad, todos los vivos esperaban la experiencia de la muerte. Era su futuro final. Los vivos eran en sí mismo incompletos. De esa forma vivos y muertos eran interdependientes. Siempre. Sólo una forma de egotismo extraordinariamente moderna rompió esa interdependencia. Con consecuencias desastrosas para los vivos, ahora pensamos en los muertos en términos de los eliminados.
El Lobo Feroz
Miré los males de la patria mía
Miré los males de la patria mía (pero solo unos pocos, y ni siquiera los mayores).
Españoles de pro
Los titulares de Noos se lucraban con dinero público y han podido vivir muy bien mientras duró el invento. Todo eso en tiempos en que el África subsahariana conocía las peores hambrunas y guerras de su historia. El África de los niños hambrientos, sin alimentos ni medicamentos.
Y el Lobo se pregunta:
¿Cómo se debe ver África desde un ático en Ginebra?
Española de pro
Doña Cristina de Borbón ha afirmado que no se enteraba de las actividades económicas de su marido y que firmaba lo que éste le decía que tenía que firmar. Y las bondadosas jueces de Palma han tenido la amabilidad de creérselo. Muy propio, tratándose de una persona que trabajaba en —o que cobraba de— la Caixa. Pero hay que reconocer que muchas esposas funcionan así. Sobre todo las que han buscado un marido que haga un buen trabajo.
Justicia de pro
Hay un señor de temblorosos carrillos que se ha encaramado al puesto de Ministro de Justicia y desde ahí se ha prodigado en lo que su jefe llamaría «ocurrencias» si éstas fueran de la oposición.
Para empezar, cambiar la denominación de «imputado» por la de «investigado», que no tiene la connotación atributiva de la primera palabra, pues el dichoso público ignorante no sabe que ser imputado atribuye precisamente al imputado ciertas garantías que el no imputado no tiene. Vamos, que la gente no sabía que estar imputado no es necesariamente una cosa mala. De modo que ahora los numerosísimos imputados o investigados del PP no aparecerán para todo el mundo como una cosa mala. Pero si se puede evitar que los investiguen, o que la investigación tenga ulteriores consecuencias judiciales, mejor. ¿Lo tiene claro el lector? Pues eso es lo que pasa con el PP.
En segundo lugar el Ministro de marras, digo de Justicia, se ha ocupado de que los buenos, o sea, los suyos, ocupen los puestos clave en el Tribunal Supremo y el Conejo General del Poder Judicial —yo recorto la palabra; el ministro, sus atribuciones—; próximamente lo hará en el Tribunal Constitucional, donde ya ha estado tanteando.
Y también se ha ocupado de los fiscales. Ha procurado cambiar ciertos cargos sensibles de la fiscalía, señaladamente la jefatura de la fiscalía Anticorrupción; y miren, para ella había diez candidatos con experiencia en pelearse contra esa lacra, pero se han sacado de la manga un fiscal sin experiencia.
El Lobo propone modestamente sacar de la despensa histórica las copas de cicuta.
¿Cuándo será que pueda…?
¿Cuándo será que pueda haber en España un poder judicial independiente, si los amos de los altavoces dicen que ya hay en España un poder judicial independiente?
Para ser independiente del gobierno y del parlamento, el poder judicial no puede depender más que de las leyes. En una república moderadamente bien templada su dirección y composición no corresponde al gobierno ni al parlamento: debe elegirla la ciudadanía, directa o indirectamente. Tendría que integrar también a la fiscalía; y contar con una policía judicial propia, dependiente orgánica y funcionalmente del mismo poder judicial en vez de prestada y manejable desde el ejecutivo.
Lo demás son cuentos chinos para engañar a los ciudadanos-niños.
Empiezan a notarse las generaciones del videojuego
Ya empieza a notarse la corrupción del gusto obrada durante años por la televisión. Mucha gente se reconoce con alegría por haber visto los mismos dibujos animados, los mismos payasos, los mismos anuncios de la tele. Y les encanta todo aquello que a este Lobo le inducía a apagar un aparato que insultaba a la inteligencia y a la sensibilidad. ¡Cuánto ha babeado la gente ante el televisor! Ahora, con tantas personas que venden su intimidad y su dignidad en los estudios de televisión, ya no es la inteligencia lo que se desmorona, sino la propia ética.
¿Hay algo peor que la televisión? ¿La radio? Ciertamente, no pasa por su mejor momento: hay demasiados locutores y locutoras autorreferenciales, encantados de haberse conocido, cuyos mitos culturales conducen a la aculturación generalizada de sus audiencias, y cuyo sentido crítico —de locutores y de audiencias (felicidades por el pograma)— se caracteriza por carecer de sentido crítico. Pero la radio no es demasiado peligrosa: es apologética de lo que hay, al evitar cuidadosamente las críticas, o los invitados a sus programas, que molestarían de veras al poder. La radio está llena de temor de Dios, o sea, de temor al poder, que hoy es Dios. En la radio, además, incluso en programas de música clásica, anidan ahora loros imparables que se creen musicólogos o expertos. Son una peste, una maldición.
Tal vez sí hay algo peor que la tele. Los videojuegos. Por mucha sofisticación de que se revistan, son exclusivamente pasatiempos. Desnudados de su carrocería tecnológica, vienen a ser como las máquinas del millón. Con una característica particular: resultan extraordinariamente adictivos y excluyentes de las actividades intelectuales. Entre los diez y los diecisiete años, las personas adictas a los videojuegos y juegos de ordenador quedan handicapadas al no haber incorporado el hábito de leer —que es todo lo contrario de los videojuegos—, y van a ser prácticamente inútiles para cualquier trabajo que no sea meramente repetitivo y no digamos para el trabajo intelectual. El reposo, la meditación implícita sugerida por el acto mismo de leer, genera actividades neuronales que si no se despiertan oportunamente pueden perderse para siempre.
Ya se empieza a ver, en la vida cotidiana, a zombis programados por los videojuegos: con déficit de empatía, éticamente confusos, adaptados a la mercantilización de todo, caldo de cultivo de las recetas políticas fáciles que les propone la extrema derecha. Podrían encontrar trabajo como sayones para las torturas que Trump se propone legalizar.
El mal de la madrugada
La cadena de Tv pública conocida como La 2 emite de madrugada pseudodocumentales dedicados a la tergiversación histórica. ¿Documentales? Muy arregladitos. Se trata de filmaciones correspondientes a acontecimientos históricos, sobre todo las dos guerras mundiales —especialmente la segunda— y la evolución del régimen nacido de la Revolución de Octubre. Filmaciones en blanco y negro que han sido coloreadas digitalmente, y que dan gran credibilidad a los relatos. Pero los relatos están falseados tanto por acción —mediante un montaje bastante hábil pero que no engaña a quien conoce la historia— como por omisión, dejando de lado hechos fundamentales. La cosa se completa con el sonido: apoyado en las imágenes (que fotografían fragmentos de realidad), el relato hablado tergiversa hechos, da cifras sin ton ni son, evita cualquier referencia que pudiera permitir al espectador comparar, criticar, analizar, y, desde luego, no explica las causas reales de la mayoría de los acontecimientos. Se trata de un feo proyecto de vuelta del revés de la historia. Tiene la calidad de la historiografía franquista. El intento tal vez está auspiciado por ser pocos los ciudadanos que estudian y leen en relación con los muchos cuya única fuente de información es la tele.
Es grave la distorsión buscada de la historia, contada siempre en contra de las clases populares. Y es terrible que sea un medio público como la 2 de TVE la que se dedique a eso.
27 /
2 /
2017