¿Cómo viven los vivos con los muertos? Hasta que el capitalismo deshumanizó a la sociedad, todos los vivos esperaban la experiencia de la muerte. Era su futuro final. Los vivos eran en sí mismo incompletos. De esa forma vivos y muertos eran interdependientes. Siempre. Sólo una forma de egotismo extraordinariamente moderna rompió esa interdependencia. Con consecuencias desastrosas para los vivos, ahora pensamos en los muertos en términos de los eliminados.
Rafael Poch
Alrededor de la idea de revolución
SÓLO LA IMAGINACIÓN, LA AUDACIA Y EL SUEÑO, PERMITEN TANTEAR Y ANTICIPAR LO QUE POR DEFINICIÓN ES SIEMPRE INESPERADO.
Conversación con el profesor Pierre Serna en el Instituto de Historia de la Revolución Francesa (IHRF) de la Sorbonne. La Revolución ha sido siempre objeto de controversia en Francia (y no sólo), con olas académicas “reaccionarias” y “progresistas”. Cada generación defiende y renueva su idea de la Revolución. Serna se formó en la época retro de François Furet (la Revolución igual a terror y matriz de la dictadura), pero su instituto es progre, por eso tras 80 años de historia lo quieren devaluar vía fusión. “La ciudad de París no quiere ayudarnos”, dice. Seguimos en la onda retro nacida hace treinta años y que tanto daño ha hecho en economía destruyendo el consenso de posguerra. No hay economía sin ideología y el neoliberalismo se armó de la correspondiente. Allí es donde se inserta el discurso de Furet, que el gran Moshe Levin desmontó con tanto acierto en su vector ruso.
En París hay una petición de historiadores para darle una calle a Robespierre, figura demonizada. La derecha se niega. El Incorruptible fue quien puso los derechos sociales en el centro del escenario. Introdujo en la Constitución de 1793, la más democrática, el invento de la pensión de jubilación, la seguridad social, los subsidios para las familias de más de tres hijos, las casas de educación para las madres solteras o el derecho al trabajo contra las condiciones más degradantes. Se opuso a las colonias y el esclavismo. Está claro por qué se le adjudicó, en solitario, los muertos del terror y la dictadura: “para tapar lo social”, dice Serna.
Una guerra de independencia
Serna tiene una idea muy innovadora de la Revolución Francesa como algo inscrito en un largo proceso aún inacabado y que forma parte de un conglomerado atlántico-universal, en el que Francia es inseparable de Estados Unidos y de Haití. “Toda revolución es una guerra de independencia, el periodo moderno es tanto la historia de una Revolución permanente como de construcción de los Estados”. Y es, sobre todo, un “proceso de descolonización” en marcha, inacabado, abierto y con futuro.
Aunque hoy se tienda a hablar de “revolución” con cierta ligereza, designando como tal meros golpes de estado, operaciones de cambios de régimen propiciadas por las potencias, o movimientos de protesta civil más o menos importantes, la Revolución sigue ahí, agazapada y siempre inesperada por definición. La idea de que los dos siglos y medio de revolución iniciados por la Revolución Inglesa (1642-1689) concluyen en los años 1970 con el fin de la era industrial, es errónea y eurocéntrica, sostiene Serna. Las revoluciones empiezan en la periferia, como ahora en Túnez, precisan que la gente salga a la calle y que en un momento dado las fuerzas del orden, los militares, se cambien de bando. Tanto en Estados Unidos, como muestra la cuestión negra, como en Francia donde, “se ha roto el nexo entre República y democracia”, la revolución está “inacabada”, dice.
Repensar la radicalidad
“Las materias primas, el extractivismo, se han convertido en el esclavo del Siglo XXI”, dice este profesor. Cuando en febrero de 1794 se dice que no se quiere más esclavismo, se proclama una locura desde el punto de vista de cómo se ganaba el dinero, de cómo se consumía el algodón, el café y el azúcar sobre la desestructuración de la India y la masacre de América Latina y los esclavos. La puesta en cuestión del esclavismo, como hoy del extractivismo, determina una nueva manera de funcionar. La revolución es la imposición de un nuevo sentido común que revienta la base del viejo orden.
Si la ley de las revoluciones del XVIII, revoluciones que nacen en la periferia que van al centro (del imperio colonial a la metrópoli, de la provincia francesa a París), se traduce hoy, el vector de Túnez debería apuntar hacia el nuevo centro mundial desplazado hacia oriente: hacia China, con su enorme clase obrera, aventura Serna.
¿Una China con una demografía anciana, en el papel de revolucionaria? ”Por qué no: La revolución es lo impensable por definición, ¿Quién imaginaba la abolición de la monarquía en 1789, o aún más, la abolición de la esclavitud, motor de la economía-mundo, por los diputados en 1794?”.
Pensar lo impensable supone abrirse a escenarios como el de una población vieja radicalizada en Europa por el deterioro/abolición de las pensiones actualmente en curso. Es el momento de los yayoflautas: “Viejos bien conservados por los progresos de la ciencia, ¿se dejarán desposeer, o se sumarán a los jóvenes estigmatizados y sin futuro de la periferia urbana?”.
¿Una revolución europea contra la UE neoliberal sin que exista pueblo europeo? “Tampoco existía el pueblo francés en 1789. Lo inventaron”, dice Serna. Sólo la imaginación, la audacia y el sueño permiten tantear y anticipar lo que por definición es siempre inesperado.
[Fuente: La Vanguardia]
28 /
8 /
2016