¿Cómo viven los vivos con los muertos? Hasta que el capitalismo deshumanizó a la sociedad, todos los vivos esperaban la experiencia de la muerte. Era su futuro final. Los vivos eran en sí mismo incompletos. De esa forma vivos y muertos eran interdependientes. Siempre. Sólo una forma de egotismo extraordinariamente moderna rompió esa interdependencia. Con consecuencias desastrosas para los vivos, ahora pensamos en los muertos en términos de los eliminados.
Juan-Ramón Capella
Unidos Podemos: candidaturas u opción duradera
Hay un principio general de la ley de Murphy, si se me permite expresarlo así, afirmando que por el exterior de un sistema político consolidado pasa un partido alternativo y solo uno. Por esta razón tantas personas vimos con alegría la confluencia significada por las candidaturas de Unidos Podemos en las pasadas y repasadas elecciones: la unidad electoral parecía preludiar, con las vueltas y debates internos que fueran necesarios, el nacimiento futuro de un partido verdaderamente alternativo a lo desprestigiado que existe ya.
Pero hoy la confianza empieza a vacilar.
No se trata, naturalmente, de que debamos retirar esa confianza a Unidos Podemos y a las candidaturas asociadas de un modo u otro a esta opción principal: todo lo contrario; cueste lo que cueste es preciso mantener su fuerza parlamentaria e institucional, que constituye la base de su visibilidad.
Pero los procesos electorales parecen haber paralizado el avance hacia la construcción de un instrumento político duradero y sólido, y han aparecido en cambio, en lo que hoy es todavía una mera coalición electoral, signos inequívocos de politicismo, de política por la política, puestos de manifiesto por lo que es típico del politicismo en los procesos electorales: las disputas por los eventuales cargos.
Hoy el alma doble de Unidos Podemos se está diferenciando en vez de avanzar en una dirección de confluencia.
Por parte de Izquierda Unida, no hay signos de que se progrese en el sentido de una renovación. Al contrario: la derecha de Izquierda Unida —porque, como es natural, IU tiene izquierda, centro y derecha— encabezada por Llamazares, mantiene el sueño, ya más que rancio, de una confluencia con el Psoe, sin advertir que un electorado más maduro que el de la malhadada época de Felipe González ya no le perdona nada a este partido: ni su nada honrada financiación, ni su apoyo a la Otan, ni sus guerras y guerritas, ni su pésima negociación de la adhesión a la Unión Europea, ni su ignorante gestión de la crisis, ni su clara y prolongada aceptación del neoliberalismo. Mal para ese sector de IU, construido más a base de amistades (o de no enemistades) que de pensamiento político. Habría que recordar a algunos políticos muy metidos en la fábula de la modernidad líquida que en realidad son como el Perro del Hortelano. Calladitos están más guapos.
Por la otra parte, por Podemos, las cosas no andan mejor sino incluso peor. Podemos sólo es hoy un conjunto de candidaturas. Ni siquiera un partido. Está desnudo de cuadros, y esa desnudez acabará pasándole factura inevitablemente.
Ambas formaciones, Izquierda Unida y Podemos, están obligadas a espabilar de verdad, no a perderse en candaturas electorales y juegos intraparlamentarios. Es preciso recordar que para ser verdaderamente una alternativa han de construir un partido de tipo nuevo. Nuevo de veras.
Y para ser nuevo no ha de estar condicionado por la perspectiva electoral y parlamentaria. La dirección de un partido nuevo se debe diferenciar claramente de su grupo o grupos parlamentarios y de los intereses de éstos, que no siempre son justos o prioritarios. La política de un partido alternativo la establece su dirección; no la conciben o idean sus cargos electos: éstos sólo la aplican cuando pueden. Un verdadero partido político no puede estar subordinado a lo que pase en su grupo parlamentario (y es desolador tener que recordar cosas tan elementales como ésta: es preciso hacerlo porque también entre los alternativos hay quien cree que sólo es posible una política «a la americana», que sin embargo cercenaría de raíz la alternatividad).
Que Podemos, hoy por hoy, sea sólo un conjunto de candidaturas tiene la malhadada consecuencia de que su imagen pública la establecen y definen las declaraciones de sus principales dirigentes. Dirigentes que distan mucho de tener que responder ante nadie y que expresan fundamentalmente preferencias personales. Que Ada Colau quiera manifestarse con los independentistas catalanes o que Pablo Iglesias apoye las pretensiones de Otegui de candidatarse a lendakari no pasan de ser decisiones personales de esas personas, pero a falta de un verdadero programa de partido reconocible —programa de coalición política que tendría que acordar con Izquieda Unida— esos personalismos, magnificados por la prensa, pasan a constituirse en una identidad política, en una referencia.
La política no se realiza para las minorías que están en el ajo; la política se ha de hacer para mayorías, y ha de saber educar a mayorías.
A los dirigentes de Podemos y afines les convendría volver a utilizar los transportes públicos, por decirlo de manera gráfica.
Si en este país la política de verdad de la izquierda se hace sólo en las sedes institucionales, la izquierda, o los de abajo, estaremos perdidos sin remedio. Y es en las sedes institucionales y en los medios de masas en lo que parecen pensar los «teóricos de la política», que creen que hoy sólo son posibles los populismos, de izquierda o de derecha pero populismos.
Izquierda Unida y Podemos no han conseguido todavía que los grandes temas aparezcan en los medios de masas. El debate sobre la Unión Europea y sobre el euro, y las cargas que ante las diferentes opciones habrían de soportar los españoles «de abajo», sólo aparecen en los medios de masas para caracterizar a la izquierda política como «antisistema» o «anticonstitucional». El intento de neoliberalizar el sistema de pensaiones se silencia. La cuestión de las reformas institucionales —federalismo, independencia del poder judicial, abrogación de la reforma laboral, modificación democrática de la ley electoral, eliminación de la reforma de la constitución que subordina las pensiones y todo lo demás al pago de la deuda…— no entran en las cabezas de los españoles, que, empapuzadas de fútbol, encauzadas hacia el fútbol, ni perciben su importancia.
Mientras tanto, el combate contra «la austeridad de Bruselas», los recortes presupuestarios, ni siquiera deja espacio para que se hable de otra austeridad necesaria: la austeridad ecológica, el decrecimiento cuantitativo —salvo en sectores como el de la sanidad—, y la solidaridad social con las personas excluidas de puestos de trabajo, un gran tema de nuestro tiempo. Para que todos nuestros conciudadanos no se hundan en la miseria es preciso expulsar del gobierno las políticas neoliberales: las del PP y también las del Psoe, que en este punto ha de ser obligado a un viraje importante y decisivo.
Tanto Izquierda Unida como Podemos vienen de «los de abajo». Políticamente desaferrarse de los de abajo es suicida. Con todo el bagaje adquirido, es preciso volver a los orígenes. Sabiendo que Izquierda Unida y Podemos tienen sobre cualquier otro partido de este país una ventaja esencial: pueden decirle la verdad a la gente y tienen que hacerlo; no necesitan trampear.
29 /
8 /
2016