¿Cómo viven los vivos con los muertos? Hasta que el capitalismo deshumanizó a la sociedad, todos los vivos esperaban la experiencia de la muerte. Era su futuro final. Los vivos eran en sí mismo incompletos. De esa forma vivos y muertos eran interdependientes. Siempre. Sólo una forma de egotismo extraordinariamente moderna rompió esa interdependencia. Con consecuencias desastrosas para los vivos, ahora pensamos en los muertos en términos de los eliminados.
Javier Pérez Andújar
Silencio en el circo
Mientras Otegi se entrevistaba con un grupo de diputados de JxSí, el PP y C’s se reunían con los representantes de las víctimas
El hemiciclo ha vuelto a convertirse en el hemicirco, esta vez con motivo de la recepción a Arnaldo Otegi por parte del Parlament de Catalunya. Hace tiempo que la vida parlamentaria catalana vive en un parque de atracciones, montada en un martillo que va dando tumbos de la nada al espectáculo. De la decepción y el muermo a la histeria colectiva. Este miércoles tocaba función. A primera ahora, bueno, a las diez, durante la sesión de control, los portavoces de la CUP y del PP interpelaron al president Puigdemont para que se mojase respecto a la visita del secretario general de Sortu. Apenas faltaban tres horas para que llegase. Anna Gabriel llamó a Otegi “nuestra compañera”, dijo que “nuestro país puede ser un referente en una nueva forma de entender la geopolítica en el Mediterráneo y en el mundo” y terminó dando la bienvenida por adelantado: “Ongi etorri, Arnaldo Otegi”. García Albiol aprovechó para anunciar su contraprogramación, que consistía en recibir a la misma hora a dos asociaciones de víctimas del terrorismo, llamó a Otegi repetidamente “individuo” e invocó también repetidamente la memoria de los cincuenta catalanes asesinados por ETA, “muchos de ellos niños”. En ambas ocasiones el President hizo todo lo posible por escurrir el bulto.
Esto se plasmó a continuación en los pasillos del Parlament. Mientras por un lado Otegi se entrevistaba con un grupo de diputados de JxSí (sector ERC), CUP y CSQP, que forman parte de la comisión de Acción Exterior (pero que en ese instante no eran comisión, pues cuando hay pleno no se celebran comisiones), y por otro lado PP y C’s se reunían en una sala que tiene una mesa muy grande con un agujero en medio con los representantes de las asociaciones de víctimas, el president Puigdemont se hacía una foto de recuerdo con un grupo que había venido de visita, como si nada. Pero esa nada esta mañana estaba repleta. Montón de periodistas, como casi nunca se ha visto aquí. Fotógrafos y teles agolpándose tras las tiras de tela que intentaban poner un límite, acaso una contención. El mogollón se prolongaba a lo largo de la balaustrada de mármol que rodea la escalera principal, la de la alfombra roja. Y sin embargo lo verdaderamente alucinante no era esto sino el tremendo silencio que se hizo al distinguirse a Otegi ya en los primeros peldaños de la escalera. El silencio colectivo no sé si de un ambiente, de una sociedad o de un oficio. Ni un murmullo, ni un comentario entre compañeros. Nadie decía nada. Sólo mirar y grabar. Silencio expectante y también opaco, denso, religioso, entre sacramental e inútil. En absoluto un silencio político, sino más bien como cuando en el circo el trapecista hace una pirueta mortal.
[Fuente: blog Crónica parlamentaria, El País]
18 /
5 /
2016