La política electoral, si bien no debe desestimarse, no puede ubicarse en el centro de ninguna acción política radical seria, orientada a cambiar las instituciones que sustentan el sistema político, desmantelar las ideologías hegemónicas y fomentar el tipo de conciencia de masas en que habría de basarse un cambio social y político desesperadamente necesario.
El Lobo Feroz
Las catalanas: el análisis del Lobo
Si algo han puesto en claro las elecciones del 21 de diciembre de 2017 es que los catalanes se dividen en dos clases: los creyentes y los no creyentes.
Los creyentes disponen de (o están dispuestos por) un credo que se ha constituido muy rápidamente a partir de elementos diversos vehiculados por la tradición. No me refiero al gorro frigio, que a diferencia de cualquier otro tipo de cubrecabezas tiene la virtud de calentarlas, además de caer hasta los ojos para que sólo haya que ver lo que está cerca. Tampoco a las historias de Pau Claris o Rafael de Casanova, que no resisten un examen serio. No. Me refiero, sobre todo, al nosaltres. El nosaltres no es para el creyente propiamente un pronombre personal, sino el nombre de la propia ecclesia. Y lo esencial del nosaltres es que señala a los demás, que no son com nosaltres. El nosaltres tiene algunos alias menores, p.ej. el Barça. Y además tiene a Messi: el rosarino es el profeta principal de la iglesia catalana. En esta religión no es necesario predicar o razonar. Bastan los gestos. O los símbolos: a diferencia de los cristianos, no tiene el que se obtiene del gesto más simple, la cruz; pero el lazo amarillo lo sabe dibujar cualquiera. Parece que van a ahorcar con ese lazo durante algún tiempo.
La capacidad discursiva e inventiva de los creyentes independentistas es fantástica, y supera a los que antaño hicieron de Cataluña un centro intelectual e industrial. Su lógica es modernísima, pues logra prescindir del principio de contradicción. Lo hemos visto estos días: a los huidos les llama ‘exilados’; a los delincuentes políticos presos les llama ‘presos políticos’; a la desobediencia la llama «desobediencia civil», a su minoría social, «mayoría» o «Catalunya».
Han encontrado una palabra taumatúrgica: «república». «República Catalana». Que genera espontáneamente adhesión. ¡A quién no le conmoverá la república! Los catalanes no creyentes deberían tomar buena nota: «República española» puede funcionar, y «República federal española», incluso más.
Son minoría, claro; pero les convierte en mayoría parlamentaria la mágica ley electoral.
Resulta que los catalanes no creyentes son mayoritariamente plebe. Ya no parece haber clase obrera, y lo que fue el cinturón rojo de Barcelona ha votado en clave catalana a la ultraderecha neoliberal. No es que la racionalidad brille gran cosa por esta parte, la verdad. Tampoco Els Comuns parecen haber valorado que lo que para ellos es una clientela política se ha pasado a Ciutadans. Añaden al fracaso en las urnas el fracaso intelectual. ¡Ay, ay, ay, que no hay!
Este Lobo se va a tomar unas vacaciones por razones de salud mental, y os recomienda que hagáis lo mismo. ¡Feliz el Año Nuevo que nos espera!
29 /
12 /
2017