La diferencia fundamental [de la cultura obrera] con la cultura de los intelectuales que tan odiosa me resultaba es el principio de modestia. El militante obrero, el representante obrero, aunque sea culto, es modesto porque, se podría decir, reconoce que existe la muerte, como la reconoce el pueblo. El pueblo sabe que uno muere. El intelectual es una especie de cretino grandilocuente que se empeña en no morirse, es un tipo que no se ha enterado que uno muere, e intenta ser célebre, hacerse un nombre, destacar… esas gilipolleces del intelectual que son el trasunto ideal de su pertenencia a la clase dominante.
Revista mientras tanto número 104-105
Otoño-Invierno
2007
NOTAS EDITORIALES
¿Cambio climático global o crisis socio-ecológica?
Elecciones: ganará una derecha, ¿pero cuál?
La Unión Europea y el arte del doble rasero
Sucesión y desinformación
El catolicismo conservador, el pan nuestro de cada día
En la muerte de Josep Guinovart
Los comunistas ante la transición
por Josep Fontana
El liberalismo herético de Piero Gobetti
por Giaime Pala y Gianluca Scroccu
El inigualable y desigual siglo XX
por Bob Sutcliffe
Del marxismo-leninismo al neocoloquialismo, o las prodigiosas aventuras transpirenaicas de Carlos Semprún
por José A. Tapia Granados
Memoria histórica y poderes públicos
Presentación
Posibilidades y límites de las «políticas públicas de la memoria»
por Sergio Gálvez Biesca
¿Perseguidos o perseguidores? Sobre la necesidad de afrontar el pasado
por Ángel Rozas Serrano
La política archivística del gobierno español desde el comienzo de la transición
por Antonio González Quintana
Tempus Fugit. Las memorias de la transición
por Xavier Domènech Sampere
RESEÑA
Viejo y nuevo imperialismo
por Bob Sutcliffe
OBITUARIO
Andrew Glyn, un economista de izquierdas
por Bob Sutcliffe
CITA