¿Cómo viven los vivos con los muertos? Hasta que el capitalismo deshumanizó a la sociedad, todos los vivos esperaban la experiencia de la muerte. Era su futuro final. Los vivos eran en sí mismo incompletos. De esa forma vivos y muertos eran interdependientes. Siempre. Sólo una forma de egotismo extraordinariamente moderna rompió esa interdependencia. Con consecuencias desastrosas para los vivos, ahora pensamos en los muertos en términos de los eliminados.
Clara Serra, Cristina Garaizabal, Paloma Uría, Miriam Solá
Rebelarnos contra la identidad: por un feminismo de las alianzas
Alianzas Rebeldes. Un feminismo más allá de la identidad (Bellaterra) es un libro que apuesta decididamente por la pluralidad en el interior de los feminismos, que quiere hacer públicas otras miradas, otras opiniones, que pretende normalizar la diversidad, la diferencia y la cultura del disenso en el interior de nuestros propios movimientos.
Respetamos las distintas posiciones en el feminismo y no necesitamos expulsarlas -el famoso «eso no es feminismo», tan a la orden del día- pero eso no implica que renunciemos a discutirlas. Las voces que escriben en este libro no eluden contrastar y debatir, no renuncian a tomar partido y a comprometerse. El resultado es un conjunto de textos que demuestra que la pluralidad es una fortaleza y que es justamente la homogeneidad impuesta –esa artificiosa unidad del feminismo que siempre ha tenido sus ganadoras y sus excluidas– la que más puede debilitar los objetivos feministas.
Demasiadas veces en nuestros propios entornos políticos hemos oído utilizar el feminismo para justificar que «ahora no toca», que «no es el momento», que «hay que cerrar filas», que «no nos viene bien» plantear dudas o ser críticas dentro de nuestros propios espacios y movimientos. Nada de eso nos hará más fuertes ni más capaces para abordar las desigualdades, sino todo lo contrario. El deseo de avanzar en los derechos, libertades y autonomía de las mujeres y el empeño por combatir los abusos y discriminaciones nunca debe usarse como argumento para negar las diferencias, acallar las críticas o estigmatizar los desacuerdos. Las discrepancias van a permanecer y los debates pueden enriquecer las ideas, complicar los análisis y afinar las acciones. Es en el marco de la acción política –que asume el conflicto y aborda los desacuerdos– y del debate público (no de los linchamientos en Twitter) donde podremos encontrarnos.
Una de las grandes apuestas de este libro es la crítica al poder punitivo. Al compás de las reformas legales para enfrentar las violencias machistas, especialmente en el marco de los debates entorno a la violencia sexual, han crecido los discursos centrados en las soluciones penales y, en nombre de la protección de las mujeres, se han defendido las respuestas punitivas. Ahora bien, si el feminismo quiere ser una alternativa a las formas tradicionales y autoritarias del poder y a las nuevas amenazas de la ultraderecha no podrá serlo si no es renunciando a las recetas reaccionarias. Este libro defiende la transformación social como nuestra gran tarea. Lo hace desde la convicción de que para combatir las violencias que se ejercen sobre las personas en razón de su género u orientación sexual, hay que centrarse en la prevención, la educación, la lucha ideológica y el combate de las condiciones estructurales. Apostar por la transformación social y la justicia, y no por la venganza y el castigo, supone hacerse cargo de algo que nos han enseñado los análisis feministas: las violencias tienen un origen social, cultural y estructural y no podrán ser erradicadas a través de un sistema penal que solo puede juzgar a los individuos y que es incapaz de enfrentar las estructuras que las reproducen.
La incorporación de soluciones punitivas por parte de algunos discursos feministas no es la única inercia conservadora que existe en el feminismo hoy. Los últimos años hemos visto con preocupación cómo se censuraban jornadas dedicadas a debatir sobre el trabajo sexual y hemos asistido a un recrudecido silenciamiento de las prostitutas, a las que se les sigue impidiendo aparecer en el espacio público con su propia voz. Hemos visto cómo se hacían campañas para prohibir seminarios que analizaban la pornografía en la Universidad y cómo se censuraban carteles e imágenes con desnudos femeninos por considerarlos denigrantes. De nuevo, si queremos que el feminismo transforme nuestra sociedad, en vez de ser el incauto colaborador de la reacción, la solución no es la censura. Para combatir los viejos estereotipos patriarcales y ampliar la libertad sexual de las mujeres debemos reclamar educación sexual y potenciar una cultura y un pensamiento críticos, porque esa es la mejor forma de defender la dignidad de las personas y la libertad de sus prácticas sexuales, basadas siempre en la elección, el acuerdo y el consentimiento. Precisamente porque nuestro objetivo es ampliar la libertad sexual de los sujetos, las autoras de este libro cuestionamos críticamente la esencialización del papel de víctimas pasivas de las mujeres y las políticas centradas en exclusiva en la protección para reivindicar que el sexo no es solo un escenario de peligros, violencias y daños. Frente a los moralismos y las purezas feministas que reaparecen en el campo de los discursos actuales, apostamos por un feminismo que habla de la sexualidad más en clave de placer y menos en clave de peligro y criticamos los discursos funcionales al pánico moral y al terror sexual que siempre han servido como herramientas para restringir el campo del deseo y de la sexualidad de las mujeres.
En su conjunto, este libro quiere impugnar una perspectiva cada vez más dominante en las izquierdas en la actualidad: las luchas políticas basadas en la identidad. A lo largo de estas páginas, de diversas maneras, se pone en cuestión esta indiscutida verdad de nuestros tiempos que considera que el feminismo es una lucha política que solamente les corresponde a las mujeres. Es esa premisa, una vez asumida, la que genera, inevitablemente, la búsqueda dogmática de la autenticidad, de la pureza y de las «mujeres de verdad». El esencialismo identitario va de la mano de la exclusión y las dinámicas excluyentes no serán abandonadas en los feminismos simplemente incluyendo a las mujeres trans. No si, acto seguido, restauramos de nuevo un sujeto identitario que seguirá dejando a muchos sujetos fuera; un sujeto cerrado alrededor de «las mujeres» seguirá alimentando la lógica de la exclusión. El feminismo que se defiende en este libro tiene como objetivo el combate contra todas las injusticias y discriminaciones derivadas de la existencia de obligaciones y sanciones hacia hombres y hacia mujeres y entiende que son muchas las personas (no solamente las mujeres) que se ven afectadas por el patriarcado, sus mandatos y sus imposiciones. Pero es, además, un feminismo que apuesta por reunir a todas y a todos los que, más allá de nuestras identidades, nuestros cuerpos y nuestros respectivos daños y agravios, queremos cambiar nuestra sociedad y sus desigualdades. Parece, sin duda, una rebeldía aspirar a esas alianzas, pero este libro quiere trabajar por un feminismo amplio, plural y mestizo, un feminismo más allá de la identidad que nos reúna no por quienes somos -hombres, mujeres, maricas, lesbianas, trans, personas racializadas y tantas otras categorías más- sino por el mundo que queremos construir en común.
Por último, hay en estas páginas una apuesta por combatir las grandes desigualdades económicas y estructurales que nos atraviesan a todos y a todas, por defender sin tibiezas los derechos de las personas más golpeadas por la pobreza y la precariedad, así como por las fronteras y el racismo institucional. Debe formar parte de los objetivos de un feminismo transformador responder a la situación de discriminación laboral, de explotación y de pobreza a la que se ven sometidas tantas personas, especialmente tantas mujeres. Las trabajadoras de cuidados, sin derechos laborales garantizados, las mujeres migrantes, que se enfrentan a una ley de extranjería injusta, o las trabajadoras sexuales, estigmatizadas por una gran parte del feminismo y condenadas por nuestras instituciones a una completa invisibilidad institucional, son mujeres con vidas precarias. Por esas vidas y por esos derechos debe luchar el feminismo hoy.
Ahora bien, un feminismo que quiera poner a la cabeza de sus prioridades la falta de derechos de las más vulnerables ha de ser también un feminismo sin miedo a arriesgar su sujeto. Creemos que no podemos combatir las poderosas estructuras de poder que tenemos en frente si nuestra aspiración política es solo reunirnos entre nosotras mismas. Aunque parezca una rebeldía en tiempos de identidades fuertes, queremos construir una lucha feminista desde la suma, la confluencia y la fuerza colectiva no entre quienes somos iguales sino entre quienes somos muy distintas y creemos que la tarea más prometedora para el feminismo es construir y multiplicar las alianzas más allá de la identidad.
[Fuente: eldiario.es]
25 /
5 /
2021