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Rafael Poch de Feliu

Una semana ejemplar

La creciente hostilidad entre potencias aleja aún más la urgente cooperación internacional.

La semana transcurrida entre el lunes 15 y el lunes 22 de marzo ha sido ejemplar. Ha retratado como pocas la pérdida de un tiempo precioso para hacer frente a lo que importa. Lleva a pensar que los famosos “retos del siglo” (atajar el calentamiento global, paliar las desigualdades sociales y regionales, e iniciar el desarme de los recursos de destrucción masiva) se nos escapan de las manos como la arena entre los dedos del puño cerrado. A mí me trae recuerdos de aquella conversación sobre lo divino y lo humano mantenida hace años con el escritor ruso ya fallecido Andrei Bitov.

“A veces creo que la humanidad va derecha hacia la catástrofe, otras veces, en cambio, veo señales de esperanza, de que todo consiga remediarse de alguna forma”, me dijo el escritor. Pues bien, esta semana ha sido ejemplar para la primera impresión de Bitov: por el cúmulo de desastres que apunta. Comencemos en Europa.

A 15 de marzo el Reino Unido ya tenía al 35% de su población vacunada, mientras que Alemania y los grandes países de la UE (Francia, España, Italia…) no llegaban al 8%. Las cifras recuerdan aquella declaración del año pasado del alemán Manfred Weber, jefe del grupo conservador en el Parlamento Europeo: “si el brexit es percibido como un éxito, significará el principio del fin de la UE”. La gestión del Covid da esa impresión. La dirección alemana en la conducción de la pandemia, ese inesperado factor acelerador de las tendencias, se parece mucho a un fiasco.

Ursula von der Leyen ha confirmado el pronóstico.  Lo ha hecho tan mal que, rompiendo las normas habituales de corrección, su antecesor en el cargo, Jean-Claude Juncker, se ha declarado “decepcionado” con ella. Liderada por la propia Presidenta de la Comisión, la hostilidad contra Rusia se ha llevado a extremos tan grotescos como el que refleja la declaración del ministro de exteriores eslovaco, Ivan Korshok: contra el uso de la efectiva vacuna rusa por tratarse de, “un instrumento de la guerra híbrida” de Moscú contra Occidente…

Desde que la Unión de periodistas alemanes (DJV) iniciara en 2019 su campaña para que se retirara la licencia a la web del canal de televisión ruso RT (cuyo problema es que es informativamente eficaz y competitiva), los bancos alemanes niegan a RT la apertura de cuentas, algo impensable sin mediar la acción del gobierno.

El protagonismo alemán en la “operación Navalni” para desestabilizar Rusia ha sido manifiesto. Los videos sobre el falso “palacio” de Putin en Sochi se montaron en unos estudios bávaros y fueron financiados con dinero alemán y estadounidense con la intención muy concreta de organizar una gran revuelta popular en Rusia. Ese protagonismo arrastra al conjunto de la UE en forma de más sanciones y confirma los delirantes sueños hacia Rusia expresados por el Presidente del retrógrado Instituto de Economía Mundial de Kiel, Gabriel Ferbermayr a Deutschlandfunk: “el gran objetivo de la UE es lograr un cambio de régimen en Rusia”, para lo que es necesario “poner económicamente de rodillas a Moscú”.

El martes 16 de marzo el gobierno de Boris Johnson anunciaba una ampliación de hasta el 44% de su arsenal nuclear. También Francia, prevé un incremento del 50% del gasto de modernización de su arsenal nuclear entre 2019 y 2025. En el caso británico se identifica a Rusia y China como amenazas en la habitual genuflexión seguidista hacia Washington de Londres.

Ese mismo día, en Atlanta, el joven Robert Aaron Long protagonizó una matanza de ocho personas claramente dirigida contra asiáticos. Mientras nueve de cada diez americanos ven a China más como competidor y enemigo que como socio (encuesta Pew Research de febrero) y se registra un claro incremento de las agresiones contra asiáticos, especialmente chinos, la prensa local, que no ha dejado de publicar portadas y titulares demonizando a China, se pregunta inocentemente por los motivos de tal repunte. Con la Chinese Exclusion Act, promulgada en 1882 y vigente hasta 1943, el racismo antichino tiene una historia de 150 años en el país y ha sido muy fácil reavivarlo.

El miércoles 17 el Presidente Biden llama públicamente “asesino” a Vladimir Putin, una declaración sin precedentes que ni siquiera Stalin recibió y que evidencia hasta qué punto se han perdido las formas. Es obvio que Biden necesita mostrar dureza hacia Rusia y China para que los republicanos no le dirijan las acusaciones de “traición” con las que los demócratas hostigaron a Trump, pero el hecho de convertir las relaciones exteriores en una teatralización de la lucha interna denota debilidad.

La declaración de Biden coincidió con el decimoctavo aniversario del inicio de la campaña de bombardeo e invasión de Irak (marzo de 2003) y con el décimo aniversario del inicio de la guerra de la Unión Europea y la OTAN contra Libia (19 de marzo de 2011), proseguida aquel mismo agosto con los envíos de armas de Libia a Siria para incentivar la guerra civil financiada y armada por las potencias occidentales y sus socios del Golfo. Según la estadística oficial del ejército (Airpower Summaries, que con Trump dejó de publicarse) Estados Unidos y sus aliados han lanzado 326.000 bombas y misiles contra otros países desde 2001, de ellos 152.000 en Irak y Siria. Es decir, una media de 46 bombas y misiles diarios durante casi veinte años.

Traducido al más elemental sentido común, la situación arroja lo siguiente: el mismo club formado por Estados Unidos, Canadá, Inglaterra y la Unión Europea que en los últimos años ha destruido tres grandes sociedades musulmanas, con varios millones de muertos a su cuenta, se muestra preocupado por el “genocidio” de los musulmanes uigures en China, su líder llama “asesino” a su rival ruso, que a su lado es una hermanita de la caridad, y decide sanciones. Por primera vez en más de treinta años, la Unión Europea se suma a las sanciones contra China.

El jueves 18, en Anchorage (Alaska) las delegaciones de Estados Unidos y China se cruzan ante las cámaras reproches subidos de tono también sin precedentes, en el primer contacto de alto nivel entre ambos gobiernos desde la elección de Biden. Los chinos que acababan de encajar nuevas sanciones, dejan claro que no se van a dejar avasallar. En vísperas de la reunión, los secretarios de Estado y Defensa de Estados Unidos, Antony Blinken y Lloyd Austin, reafirman el frente antichino en una visita a Corea del Sur y Japón. Previamente, Biden promovió la cumbre del cuarteto Quad (con Australia, India, y Japón) y Blinken se reunió con la OTAN y la UE en Bruselas. “Hemos confirmado el fuerte compromiso de Estados Unidos en lo que respecta a la defensa de Japón, usando todo tipo de recursos, incluidos nucleares”, declaró el ministro de exteriores japonés, Toshimitsu Moregi, al término de la visita japonesa.

El lunes 22, comenzó la visita de dos días a China del ministro de exteriores ruso, Sergei Lavrov. “Los riesgos de sanciones de EE.UU deben aliviarse dejando de usar el dólar, tenemos que dejar de usar los sistemas internacionales de pagos controlados por Occidente”, declaró. “La relación con la Unión Europea como organismo es inexistente”, la arquitectura de esta relación “ha quedado destruida por decisiones unilaterales de Bruselas”. Al término de su reunión con el ministro de exteriores chino Wang Yi en Guilin, la declaración conjunta urgía a la comunidad internacional a dejar de lado las diferencias, construir consensos, fomentar la coordinación y salvaguardar la paz mundial y la estabilidad. Todo lo contrario de lo que indica esta semana ejemplar: el desarrollo de esta dinámica apunta hacia mayores tensiones militares, mayor peligro de guerra en el frente ruso (Ucrania), y en Asia Oriental con Taiwán en el centro.

El tiempo pasa y la gran cooperación internacional para abordar los problemas mundiales sigue fuera de toda perspectiva. El ambiente de creciente hostilidad y guerra fría convierte en ilusoria esa urgente cooperación. Por eso ha sido ejemplar esa semana.

 

[Fuente: Blog personal. También publicado en Ctxt]

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2021

¿Cómo viven los vivos con los muertos? Hasta que el capitalismo deshumanizó a la sociedad, todos los vivos esperaban la experiencia de la muerte. Era su futuro final. Los vivos eran en sí mismo incompletos. De esa forma vivos y muertos eran interdependientes. Siempre. Sólo una forma de egotismo extraordinariamente moderna rompió esa interdependencia. Con consecuencias desastrosas para los vivos, ahora pensamos en los muertos en términos de los eliminados.

John Berger
Doce tesis sobre la economia de los muertos (1994)

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