¿Cómo viven los vivos con los muertos? Hasta que el capitalismo deshumanizó a la sociedad, todos los vivos esperaban la experiencia de la muerte. Era su futuro final. Los vivos eran en sí mismo incompletos. De esa forma vivos y muertos eran interdependientes. Siempre. Sólo una forma de egotismo extraordinariamente moderna rompió esa interdependencia. Con consecuencias desastrosas para los vivos, ahora pensamos en los muertos en términos de los eliminados.
Joaquim Sempere
Un modelo energético 100% renovable
El pasado mes de abril Greenpeace-España presentó en Madrid y Barcelona un trabajo titulado Renovables 100%. Un sistema eléctrico renovable para la España peninsular y su viabilidad económica. Lo ha elaborado un equipo de ingenieros y técnicos del Instituto de Investigaciones Tecnológicas de la Universidad de Comillas. El trabajo tiene una intención más teórica que pragmática. No ofrece un modelo directamente aplicable. Pretende sobre todo mostrar —para el horizonte del 2050— que técnicamente es viable que toda la electricidad consumida en la España peninsular se obtenga de fuentes renovables. Incluso proyecta esa viabilidad a todo el suministro energético (incluido el doméstico y del transporte), aunque sin entrar en detalles. Pretende también evaluar el coste económico del sistema. El principal valor del estudio es que consigue fundamentar con argumentos y cálculos plausibles lo que se propone, derribando el prejuicio convencional según el cual las renovables pueden ser complemento del modelo energético que hoy tenemos, pero nunca una alternativa global. Es más: los cálculos económicos arrojan la conclusión de que todas las técnicas renovables examinadas resultarán en 2050 más baratas que las convencionales, incluso que las centrales de gas de ciclo combinado (que son las más eficientes de las fósiles). En estos cálculos internalizan los costes ambientales mediante estimaciones derivadas de los precios que actualmente se pagan en el mercado de emisiones de carbono.
La Fundació Terra, radicada en Barcelona, por su parte, ha hecho público este mes de junio otro estudio referido a Cataluña que llega conclusiones semejantes.
Es llamativo que ambos trabajos, de notable sofisticación tecnocientífica, hayan sido promovidos y financiados por entidades ecologistas de la sociedad civil y no por organismos oficiales del Estado. Es más: el proyecto catalán llegó a las mesas del gobierno unitario de las izquierdas pero no mereció la atención, ni menos el compromiso y la financiación, de éste. Los gobiernos español y catalán toman compromisos (como el protocolo de Kioto) o quedan vinculados por promesas hechas por la Unión Europea (como alcanzar con fuentes renovables el 20% del suministro energético en 2020), pero no se sienten concernidos por esos compromisos. Hay que suponer que creen en milagros. Esperemos pasivamente… y en 2020… ¡hale hop!… tendremos renovables por un tubo. Y creíamos vivir en una sociedad laica, racionalista y supertecnológica…
Pero no todo son malas noticias en este ámbito. Las renovables, pese a todo, despegan. Sobre todo la eólica. El gobierno de España previó que en el decenio 1991-2000 se habría llegado a tener 167 MW (megavatios) de potencia eólica instalada. Pues bien, la realidad es que en 2003 España contaba ya con 6.200 MW y en 2006 con 11.616 MW instalados. La empresa, la empresa privada, ha desbordado con creces las audaces previsiones de nuestros gobernantes. Y es que la eólica ya es negocio en este país. España es hoy el segundo país del mundo en potencia eólica instalada, después de Alemania, y exporta aerogeneradores y tecnología a muchos países, entre ellos a Estados Unidos y China.
Vale la pena detenerse en dos factores que han desempeñado un papel impulsor. Uno es la iniciativa técnica y empresarial de un grupo de ingenieros catalanes que en 1981 crearon una cooperativa, Ecotècnia, que ha sido pionera en el mundo. Hoy figura entre las 10 principales empresas que fabrican aerogeneradores del mundo (y segunda en España, después de Gamesa). Desde 1994 forma parte de Mondragón Corporación Cooperativa. Otra es que allí donde la eólica ha prosperado más, y más de prisa —Navarra, donde el 60% de la electricidad consumida se produce de fuentes renovables, con expectativas de que esta proporción siga creciendo—, el gobierno foral, entonces en manos del PSN-PSOE, tomó en 1989 la iniciativa de crear una empresa pública, Empresa Hidroeléctrica de Navarra (EHN), con un 48% de capital público (38% de la Comunidad Autónoma y 10% de la Caja de Navarra) para impulsar el proyecto. En otras palabras: cuando el capital privado no se decide a invertir, dados los riesgos e incertidumbres de una línea totalmente nueva de producción, la iniciativa pública puede ser el factor desbloqueador. Esto es lo que ha ocurrido en Navarra. Hoy Acciona (que pertenece a Entrecanales) posee más del 50% del capital de EHN, y el gran capital está apostando en todas partes por la eólica y por otras energías renovables. En otras comunidades autónomas, como las dos Castillas, que son 2ª y 3ª en potencia eólica instalada, las inversiones mayoritarias son de Iberdrola.
Con el fin de la era del petróleo en el horizonte, hace falta un cambio radical de matriz energética. Empezamos a saber, gracias a estudios como los mencionados, que un modelo 100% renovable es posible. La implantación de la eólica, la fotovoltaica, la solar térmica, la solar termoeléctrica y otras fuentes renovables es una ocasión para desarrollar una línea productiva industrial de futuro, con una demanda interior segura durante decenios (por lo menos) y con unas ventajas medioambientales indiscutibles. El caso de Navarra nos muestra también que incluso en plena hegemonía neoliberal es posible hacer políticas industriales desde el sector público. ¿Acaso no le tocaría a la izquierda política, sindical y social ser la primera, en todas partes, en impulsar esta mutación técnica e industrial? ¿Dónde están las políticas industriales de las fuerzas de izquierda que podrían tomar el relevo de un aparato productivo obsoleto, fácilmente deslocalizable y precario? El ejemplo de Ecotècnia, por otra parte, muestra el potencial de la economía cooperativa en líneas innovadoras, donde a menudo empresas pequeñas o medias tienen ventaja frente a otras mayores cuando se trata de asumir riesgos desconocidos (como ha ocurrido varias veces en el campo de la informática). También en materia de cooperativismo nuestras izquierdas brillan por su insensibilidad.
Finalmente, es importante señalar que los estudios técnicos mencionados llegan oportunamente para hacer frente a las proclamas pro-nucleares que se lanzan desde todas partes: y no sólo desde los sectores mayoritarios de la patronal, sino también desde algunos dirigentes sindicales. Las renovables no son energías de apoyo o de complemento. Son la base energética del futuro, e incluso la base para que haya futuro para la humanidad.
7 /
2007