La diferencia fundamental [de la cultura obrera] con la cultura de los intelectuales que tan odiosa me resultaba es el principio de modestia. El militante obrero, el representante obrero, aunque sea culto, es modesto porque, se podría decir, reconoce que existe la muerte, como la reconoce el pueblo. El pueblo sabe que uno muere. El intelectual es una especie de cretino grandilocuente que se empeña en no morirse, es un tipo que no se ha enterado que uno muere, e intenta ser célebre, hacerse un nombre, destacar… esas gilipolleces del intelectual que son el trasunto ideal de su pertenencia a la clase dominante.
Las sombras del sistema constitucional español
Trotta,
Madrid,
2003,
415 págs.
Antonio Giménez Merino
Colaboraciones de: P. Andrés Ibáñez, A. Baylos, J-R Capella, P. Chaves, J-A Estévez Araujo, J-L. Gordillo, P. Mercado Pacheco, J-C Monedero, A. Nieto, G. Pisarello, L. Ramiro, M. Saavedra López, R. Sáinz de Rozas, A. G. Santesmases, J-M. Terradillos Basoco
Es de agradecer, en medio de los fastos conmemorativos del veinticinco aniversario de la Constitución española, la aparición de un libro que pone el acento en la noche de un sistema democrático nacido de consensos, pero también de concesiones al régimen anterior que han marcado los límites de la democratización posible en nuestro país. El motto de Il gattopardo «Es preciso que todo cambie para que todo siga igual» parece aplicable a este periodo de monarquía constitucional, cuyas principales aristas son diseccionadas aquí con rigor, atrevimiento y perspectiva. De modo que el lector preocupado por la débil distribución del poder en nuestro país hallará en los quince artículos jurídico-políticos que componen el libro las claves (no sólo internas) del por qué es preciso ir más allá del proyecto constitucional de 1978 si se quieren alcanzar nuevas cuotas de poder social.
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2003