La finalidad de la amistad no es anestesiarnos de nuestros miedos, sino poder perderlos juntos.
Joan M. Girona
Seiscientos años conviviendo. Un poco de historia
2025: año del pueblo gitano
Este año celebramos los seiscientos años de la llegada de gitanos a la península ibérica; el gobierno ha declarado 2025 año del pueblo gitano y se celebrarán varios actos para conmemorarlo. Un documento escrito, el más antiguo que se ha encontrado, certifica la presencia del pueblo gitano en nuestro país el 12 de enero de 1425. Llegan a una península ibérica repartida entonces en varios reinos. Aragón, Castilla, Navarra, Portugal y Al-Ándalus. Su entrada se produce por los Pirineos, después de recorrer Europa en su viaje que empezó en el Punjab (en la frontera entre los actuales India y Paquistán), por lo tanto, entran por el antiguo Reino de Aragón (Aragón, Catalunya, País Valencià, Illes Balears). Según el documento, que llevaba la firma del Papa Martín V, debían ser protegidos porque eran un grupo que peregrinaba a Santiago de Compostela, un camino que hacían bastantes grupos ya en aquella época.
Evidentemente tuvieron la protección que exigía el documento del Papa; ahora bien, con la conquista de Granada, en 1492, los llamados Reyes Católicos intentan unificar el territorio del actual reino de España. Conquistaron también Navarra, en 1515, y consiguieron que sus descendientes fueran reyes, a la vez, de Castilla y Aragón. Para aumentar la autoridad de la monarquía frente el poder de la nobleza feudal se necesitaba cierta uniformidad: la ideología católica debía ser la única presente; por este motivo se expulsó (o se obligó a su conversión) a judíos y musulmanes, rompiendo la buena relación intercultural, que diríamos ahora, que existía y que fue fructífera en adelantos tecnológicos y de pensamiento, entre las tres culturas. Los gitanos se manifestaban como católicos, pero su manera de vivir, su lengua y algunas costumbres los hacían sospechosos.
La primera pragmática antigitana se publicó en 1499. Fue el comienzo de las persecuciones que sufrió el Pueblo Gitano a lo largo de los seis siglos que lleva conviviendo con nosotros. Entre las diferentes normativas y pragmáticas reales, unas 250, hay que destacar la Gran Redada de 1749: un proyecto criminal que quería eliminar todo un pueblo; un genocidio según la terminología actual. Fue un precedente del Porrajmos, el segundo intento meticuloso de eliminarlos, ahora por parte del régimen nazi. Gitanos, comunistas, discapacitados y judíos fueron perseguidos y asesinados de manera sistemática. Respecto al pueblo gitano, la cifra de muertes llegó al medio millón, según varias fuentes históricas. La deportación de los gitanos se hizo a cara descubierta en pleno día, sin que en la opinión pública hubiera la más mínima reacción. Las instituciones que todavía existían, o las iglesias de Alemania, se limitaron a constatar su conocimiento de esta gran deportación. Una historia que no todos los docentes conocen. Una historia que, como los traumas de la guerra española, se transmite de generación en generación. (Se puede ampliar esta información en los paneles de la exposición sobre Historia y cultura del pueblo gitano, elaborada por el Colectivo de Enseñantes con Gitanos.)
Esta historia explica la situación actual. Estereotipos y prejuicios construidos a lo largo de los seis siglos han provocado la marginación o exclusión de gitanos y gitanas de la sociedad mayoritaria. Los hemos obligado a vivir en los márgenes, a trabajar en ocupaciones poco valoradas, a vivir en viviendas con pésimas condiciones, a dejar de ser nómadas; han debido cambiar costumbres, casi han perdido su lengua propia y cuando se regularizó la enseñanza para todo el mundo quedaron también al margen.
¿Escolarizados?
Todo lo que ha soportado la población gitana ha marcado y marca la situación escolar de este pueblo. Como otras minorías, ha tenido que recorrer los cuatro estadios en su convivencia con la mayoría paya. Ha sido excluida durante años, después ha sido segregada cuando se han creado aulas o escuelas específicas para ella y finalmente se ha intentado que se integrara al sistema de enseñanza mayoritaria. Pero debemos continuar luchando a todos los niveles para conseguir que esté incluida, que las escuelas sean inclusivas y la enseñanza se adapte a todo el alumnado. Que podamos decir con total evidencia «en mi escuela sólo hay niños y niñas».
Porque, en las postrimerías del siglo XX, el resurgimiento de las tendencias racistas y clasistas de la sociedad, la reducción de la natalidad, el aumento indiscriminado de plazas escolares en los centros concertados, la llegada de familias desde países pobres y la crisis económica provocaron que nos encontremos con centros escolares donde sólo se matriculan alumnos gitanos y extranjeros pobres. Nos encontramos ante un reto difícil. La opinión pública parece que esté de acuerdo. Las administraciones no intervienen para cambiar las tendencias. Después de haber superado la segregación que representaron las aulas puente (exclusivas para gitanos), ahora encontramos centros gueto que la reproducen. Si los guetos se mantienen, ¿quién sale más perjudicado? ¿Cómo favoreceremos, a la larga, la relación intercultural entre todos los miembros de la sociedad?
Después de seiscientos años hay que continuar recordando que las diferencias no deben convertirse en desigualdades. Para conseguir avanzar hacia la igualdad de oportunidades es importante conocer el entorno sociocultural de todo el alumnado. Y promover relaciones en plano de igualdad. La escuela es un espacio donde todavía se puede tratar a todas las personas en igualdad y equidad; donde se puede evitar, en parte, que las diferencias se conviertan en desigualdades. Es necesario conocer cómo son para poder acogerlos como les conviene y necesitan. Una buena acogida provocará un retorno, una retroalimentación, que mejorará la relación y nos beneficiará a profesorado y alumnado. Les conviene a ellos y nos conviene a los docentes. La acogida implica una buena acción tutorial, la relación en plano de igualdad con las familias —padres y docentes queremos lo mejor para las criaturas—, la coordinación con las entidades del entorno próximo al centro escolar y con las instituciones del pueblo gitano.
Los alumnos gitanos pueden lograr los mismos resultados que el resto de los compañeros del aula. Es preciso reconocer los derechos antes de exigir los deberes: es una norma adecuada a una buena convivencia, que respetará las diferencias existentes. ¿La escuela puede compensar las desigualdades? Es una utopía necesaria. Quizás no lo conseguiremos, pero avanzaremos, poco o mucho, hacia este objetivo; serán actuaciones que lo favorecerán, que no aumentarán las desigualdades, como las aumentan otras instancias de la sociedad actual: trabajo, salarios, acceso a las viviendas… Los aprendizajes representan un pequeño o gran ascensor social. Quien ha estudiado, aunque no pueda vivir de lo que ha aprendido, tiene más posibilidades de trabajar en tareas más agradables y menos marginales.
Todo esto sin olvidar que se deben mejorar las situaciones socioeconómicas que sufre la mayoría de las familias gitanas. Sin vivienda y trabajos dignos es muy difícil aprender. Como decíamos, hay que tener en cuenta cómo viven nuestros alumnos gitanos para adaptar y mejorar nuestra actuación. Hay que vigilar el llamado currículum oculto y nuestros prejuicios y estereotipos, que buena parte del profesorado ha interiorizado desde la niñez inmerso en la historia que hemos comentado.
Hoy no hay excusa, la historia y la cultura del pueblo gitano están contempladas dentro del currículum prescriptivo. Ni el miedo, ni el desinterés, ni los pensamientos racistas deberían evitar su enseñanza. Será importante que aprovechemos el año del pueblo gitano para difundir e insistir en aquello que se debe hacer y no se hace.
Nuestra tarea implica hacer presente en las aulas su historia y cultura milenarias. En las actividades de aprendizaje de cualquier materia o proyecto se debe notar su presencia, hacer que el pueblo gitano no quede invisibilizado en los centros escolares, tal como desgraciadamente ocurre en muchas instancias, institucionales o no, de nuestro país y de los países europeos.
¡Que en un próximo aniversario la utopía de la igualdad sea una realidad!
(Agradezco a Jesús Salinas, compañero de Enseñantes con Gitanos, sus aportaciones.)
17 /
2 /
2025