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Pere Ortega

Gasto militar y belicismo en Europa y España

Tras la invasión de Ucrania por parte de Rusia en febrero de 2022 una histeria colectiva se instaló en las mentes de muchos de los gobernantes europeos, en especial en los dirigentes de los países del Este que pronosticaron que Vladimir Putin no tenía suficiente con Ucrania y que atacaría o invadiría algún otro país europeo.

Eso se tradujo en demandas de incrementar hasta el 2% del PIB los presupuestos militares de los países miembros de la OTAN, aumento ya acordado en la cumbre de Yale en 2014 pero no cumplido, y ratificado en la cumbre de Madrid de junio de 2022 para alcanzarlo en 2029.

Ahora, a algunos de los líderes europeos les parece insuficiente y reclaman llegar al 3% del PIB. Como ha sido el caso del secretario general de la OTAN, el holandés Mark Rutte, que ya ha dicho que un 2% es insuficiente, indicando la necesidad de hacer sacrificios en salud y gastos sociales al ser la seguridad militar más importante. Algo que han ratificado destacados miembros de la UE, como el lituano Andrius Kubilius, nuevo secretario de Defensa y Espacio o la estonia Kaja Kallas, secretaria de Exteriores, indicando que se debe alcanzar el 3% del PIB. Donald Tusk, el primer ministro de Polonia, ha ido más lejos, advirtiendo que, ante la amenaza rusa, hay que gastar mucho más en defensa y alcanzar el 5% del PIB. Algo en lo que coincide Donald Trump, que también exige un aumento de los presupuestos en defensa de los países miembros de la OTAN hasta alcanzar un mínimo del 5% del PIB.

Un rearme europeo que ya había ido tomando impulso en los últimos tres años con diversas iniciativas, las más destacadas: iniciar ayudas a las industrias militares desde el Fondo Europeo de Defensa (FED) de 7.800 M€; que el Banco Europeo Industrial modificara sus estatutos para permitir financiar con 8.000 M€ a las industrias militares; eliminar el IVA e impuestos especiales en las transacciones de armas en el mercado intracomunitario; más otras dos aún no materializadas pero en las que hay consenso: que las inversiones en defensa estén fuera del techo de gasto y que no computen como deuda pública, y la segunda que el Banco Central Europeo emita eurobonos para financiar el rearme en Europa.

Un armamentismo que se ha convertido en una prioridad de la política de la UE y de la OTAN. Una prueba de ello: los veintinueve países europeos de la OTAN alcanzaron en 2023 la colosal cifra de 380.951 M€, que representó el 1,45% del PIB de todos los países miembros de ese año (Database, Sipri 2024). Alcanzar el 2% del PIB representaría llegar a 529.098 M€ y el 3% a 793.647 M€; soñar con el 4 o el 5% del PIB parece imposible por las cuantías astronómicas que representarían.

Pero lo cierto es que existe la determinación de rearmarse por parte de la mayoría de los líderes europeos, debido a la incertidumbre que representa la llegada de Donald Trump a la Casa Blanca y las determinaciones que tomará frente a Europa en cuestiones relacionadas con la seguridad, la OTAN y la guerra de Ucrania. Por lo pronto, ha iniciado conversaciones directas con Vladimir Putin, marginando a Volodimir Zelenski y a los líderes de los países de la OTAN y de la UE. Y sin saber cómo avanzarán esas negociaciones con respecto a Ucrania y qué determinaciones se tomarán, de momento, hace entrar en crisis a la OTAN, pues el apoyo sin fisuras que se prestaba a Ucrania ha desaparecido, dejando claro, por si alguien en Europa no lo sabía, que quien manda en la OTAN es Estados Unidos.

Esta inesperada situación empuja a algunos de los líderes de la UE, al menos a los más europeístas (Francia, Alemania, España…) a prepararse para una seguridad militar autónoma de EE.UU. Es decir, de una manera u otra se va a producir un rearme generalizado y se van a dedicar ingentes esfuerzos en inversiones militares, aumentado el gasto militar en Europa. Un horizonte geopolítico caótico con un reparto de espacios de poder entre Donald Trump y Vladimir Putin, en el que también puede entrar China.

En definitiva, si la situación con la guerra de Ucrania ya había empujado a los gobernantes de la OTAN y la UE a incrementar el belicismo, ahora el nuevo escenario abierto por Donald Trump lo incrementará. Unas políticas armamentistas y militaristas que sólo conducirán a una mayor escalada de tensiones con Rusia, además de hacerle el juego a Donald Trump pues buena parte de esos armamentos serán adquiridos en EE.UU. (en la actualidad el 65% de las armas que adquiere Europa).

España no es diferente

El Estado español está inmerso en esa misma dinámica europea de aumento del gasto militar. Así lo ratificó el presidente Pedro Sánchez en la Cumbre de la OTAN de Madrid en junio de 2022, donde se comprometió a alcanzar el 2% del PIB en gasto militar en 2029. Lo cual se ha traducido en los últimos años en un gran aumento del presupuesto en defensa. Por ejemplo, el presupuesto del Ministerio de Defensa del año 2023 aumentó un 23,4% con respecto a 2022 y alcanzó los 14.453,8 M€, que, de acuerdo con el PIB de España de ese año (1,498 billones €), representó el 0’96% el PIB. Pero el Gobierno, con el ánimo de aumentar la aportación al PIB, informó a la OTAN de gastos militares que antes no incluía, como la seguridad social y las pensiones de los militares; la mutua militar; y la participación en organismos militares como la OTAN. Algo que nunca había hecho anteriormente y con lo que el gasto se incrementó hasta los 19.405 M€, alcanzando el 1,28% del PIB.

Aunque existen otros gastos militares repartidos entre otros ministerios que también tienen una función militar, como los costes de personal paramilitar de la Guardia Civil; los créditos en I+D militar que surgen desde el Ministerio de Industria; la diferencia entre el presupuesto militar inicial y el liquidado a final de año; y los intereses de la deuda correspondientes al total del gasto militar. Entonces, sumando todas esas partidas, el presupuesto final en 2023 hubiera sido de 28.394 M€ y la aportación al PIB hubiera sido del 1,9% (muy cercano al 2%).

En 2024, por falta de acuerdos parlamentarios, el Gobierno tuvo que prorrogar sus presupuestos y el ministerio de Defensa tuvo que mantener los mismos créditos que en 2023, pero para poder acrecentar el aumento en gasto militar se recurrió, como en años anteriores, a transferencias de crédito: por un lado, para hacer frente a los costes de las misiones en el exterior, y por otro para atender al compromiso adquirido por Pedro Sánchez ante Zelenski de adquirir misiles Patriot estadounidenses con destino a Ucrania por un importe de 1.100 millones. Así, esas transferencias de crédito supusieron 2.929,2 millones, como indica la liquidación provisional del presupuesto a 30 de noviembre de 2024. Es decir, se incrementó en un 20,3% el presupuesto inicial, y si se le añaden el resto de partidas que también son de signo militar, en 2024 el presupuesto alcanzó los 28.935 M€, que respecto al PIB (1,534 billones €) representa un 1,82%.

Pero como el Gobierno español ha decidido cumplir el compromiso de alcanzar ese 2% del PIB —la última prueba de ello es el anuncio de Pedro Sánchez de enviar 1.000 millones anuales en ayuda militar a Ucrania—, partiendo del presupuesto del ministerio de Defensa y sólo de algún otro gasto (seguridad social, mutua militar y OTAN), en 2029 el presupuesto miliar rondará los 32.000 M€, y si se le añaden los gastos militares en otros ministerios se alcanzará la colosal cifra de 40.000 M€. Ir más allá y especular, como hacen algunos políticos europeos y demanda Donald Trump, que se llegará al 3%, 4% o 5% elevará el gasto a cifras astronómicas e inalcanzables.

Considerando que los presupuestos de las administraciones del Estado siempre son de suma cero, es decir, que hay que cuadrar ingresos y gastos si no se desea caer en un excesivo endeudamiento y déficit, de no cuadrar se debería recurrir a imponer recortes en otros ministerios que podrían afectar al bienestar de la población en los ámbitos de educación, salud y servicios sociales en general.

En definitiva, España y Europa han entrado en una deriva militarista contraria al sentido común, cuando lo apropiado sería desplegar relaciones diplomáticas que condujeran a establecer políticas de distensión y de coexistencia pacífica con Rusia, con objeto de superar la grave crisis que ha ocasionado la guerra de Ucrania; y, a la vez, volver a plantear políticas de desarme —como ya se hizo tras el final de la guerra fría en 1991— que propiciaran una Europa unida y de seguridad compartida.

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2025

La finalidad de la amistad no es anestesiarnos de nuestros miedos, sino poder perderlos juntos.

Marina Garcés
Entrevista, 16-2-2025

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