Este libro de Soledad Bengoechea ilustra un episodio histórico poco recordado por la izquierda y que, en cambio, anticipó no sólo la dictadura de Primo de Rivera sino también aspectos importantes del golpe de Estado franquista. Para la izquierda, 1919 está asociado a la huelga de La Canadiense y la conquista de las 40 horas. Aquí se nos relata la resaca de aquella victoria. La respuesta que dio la patronal espantada por el auge del sindicalismo cenetista (y por la Revolución rusa), afectada por el reflujo del fin de la guerra y con ánimos de revancha. Lo que cuenta el libro es el proceso que conllevó tanto la declaración de un locaut de larga duración, sumamente costoso para la clase obrera, y, a la vez, una presión continúa al Gobierno español para que adoptara una vía autoritaria no solo en lo que respecta a represión del movimiento obrero, sino a la imposición de un modelo de sindicatos verticales que lo anulara completamente. Una demanda que el franquismo finalmente culminó. La obra analiza no sólo el contenido de estas acciones, sino, especialmente importante, las formas de organización que adopta la patronal catalana y cómo en torno a ella se aglutinan las entidades de la sociedad civil burguesa. Cómo en esta opción el militarismo se considera una opción legítima, y se produce un apoyo cerrado de la burguesía local en torno al gobernador militar Joaquín Milans del Bosch. Una burguesía armada, en el somatén, y fomentadora del pistolerismo que acabó con la vida de personas tan respetables como Francesc Layret o Salvador Seguí. Cuando ahora celebramos los modestos (pero sustanciales) avances en derechos laborales de los últimos años, vale la pena recordar que en la lucha de clases la burguesía siempre es implacable cuando considera amenazados sus privilegios. Lo hemos visto en Barcelona recientemente con el trato dado al Ayuntamiento de Ada Colau. Y lo volverán a hacer si consideran que los avances actuales rebasan unos límites que consideren intocables. Muchas de las sociedades civiles que aparecen en el libro formando el área de apoyo del núcleo patronal son las mismas sociedades que aún ahora tratan de controlar la sociedad catalana, conspiran permanentemente para imponer su proyecto social y, en los últimos tiempos, están empezando a pedir que se quite espacio y recursos a todas las entidades sociales que se enfrentan a sus intereses. Aunque la obra explica hechos de hace más de cien años, hay procesos que se repiten y modelos sociales que permanecen. Basta recordar que uno de los nefastos personajes que protagoniza esta historia, el Conde de Salvatierra, gobernador civil, máximo protector de la represión patronal, sigue ostentando una calle en el distrito burgués por excelencia de Sarrià-Sant Gervasi.