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Isabel Alonso Dávila (coord.)

Plaza de los Lobos 1968-1977

Memorias de estudiantes antifranquistas de la Universidad de Granada

EUG,

Granada,

2024,

265 págs.

Jordi Sancho Galán

La Plaza de los Lobos, lugar de represión durante la dictadura franquista en Granada, da lugar al título del libro que recoge ahora trece de sus testimonios. Todos ellos estudiantes en su momento de la Universidad de Granada. El hilo conductor de la obra, siguiendo una cronología que empieza en 1968 y que llega hasta el final de la dictadura en 1977, son las detenciones, interrogatorios y en ocasiones también torturas propiciadas por la Brigada Político Social (BPS) contra los activistas del movimiento estudiantil antifranquista de la ciudad. La mayoría de ellos militantes a la vez del Partido Comunista de España (PCE), aunque también de otras organizaciones revolucionarias, así como delegados del Sindicato Democrático de Estudiantes y más tarde activistas de las Plataformas Unitarias de Estudiantes (PUE).

Asimismo, el libro, a partir de esa vivencia común que es la represión en las dependencias policiales de la Plaza de los Lobos, va tejiendo una imagen en muy buena medida integral del antifranquismo universitario en sus múltiples facetas. El trabajo nos aporta una especie de geografía del antifranquismo que pasa, obviamente, por los espacios de represión como la Plaza de los Lobos, pero también por las cárceles, como es el caso del texto de Lola Parras Chica; por los escondites y refugios escapando de la persecución policial y también por los viajes como el de Socorro Robles Vizcaíno, que le llevará de Granada, a Alicante, Valencia y finalmente Barcelona; o también por las escapadas a Francia y, cómo no, París como espacio de libertad, de aprovisionamiento literario y antítesis de la España del momento.

Sin embargo, más allá de estos espacios, más conocidos y documentados en la historia y en la memoria del antifranquismo, sobresale en las diversas historias que conforman el libro un prisma de historia personal y testimonial que aporta matices que solo la memoria histórica y la historia oral pueden revelar. Son destacables en este sentido, especialmente, la cuestión familiar, cómo en casa se afrontó el compromiso militante de los hijos. Experiencias entre las que destaca por su calidez y valentía la «carta de una madre» de Carmen Morente Muñoz. Es, por otra parte, también destacable la cuestión de género en las militancias y en el antifranquismo, muchas veces invisibilizada en los documentos. Y también la solidaridad como elemento común, más o menos notorio, en prácticamente todas las historias. Los testimonios desde abajo, además, dan un notable sentido a esta solidaridad que podemos llamar cotidiana, esencial para cualquier movimiento sociopolítico, pero que muchas veces pasa desapercibida ante las grandes campañas.

Todo ello es más que suficiente para destacar el notable interés memorialista del trabajo y la oportunidad de la iniciativa. Especialmente cuando, como destaca José Antonio González Alcantud en su texto, sigue vigente en España una escasa tradición de memorias militantes, especialmente cuando nos referimos a los militantes de base y, sobre todo, cuando la comparamos con el caso del antifascismo italiano o de mayo del 68 en Francia. Aún más cuando nos referimos a memoria publicada. Por lo que recopilar estos testimonios que son parte fundamental de nuestra historia social y política, resulta un imperativo. En este sentido, el trabajo coordinado por Isabel Alonso Dávila resulta un gran ejemplo, también, en cuanto a metodología de cómo elaborar trabajos de memoria histórica. Enfocados en dejar testimonio de lo que sucedió, más que revisitar el pasado para reconstruir y justificar trayectorias posteriores, como ha sido demasiadas veces costumbre.

Como dice en su texto María Socorro, «el mayor enemigo de la libertad es el olvido». Este libro es una muy buena herramienta para mantener viva la memoria del movimiento estudiantil antifranquista, de la lucha contra la dictadura, pero, también, de las aspiraciones y proyectos de cambio político, social y cultural del momento. Recuperando una idea de otro miembro de esta generación del antifranquismo, Josep Fontana, la buena historia —y añado, también la buena memoria histórica— es aquella que nos sirve para conocer lo que pasó y por qué paso, pero también para conocer aquellos proyectos que «no llegaron a ser»[1]. Tal vez así, las esperanzas de un tiempo pasado y sus experiencias sirvan para que algún día estas puedan llegar a ser. De lo que no cabe duda es que el trabajo que aquí se reseña cumple con creces con ambos elementos.

  1. Josep Fontana, «D’un temps que no va arribar a ser», en La crisi com a triomf del capitalisme. Anàlisi del passat i perspectives marxistes, Edicions 3 i 4, 2018, pp. 158-184.

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La «otredad» política se fundamenta en algo enteramente distinto [a conseguir «bazas de representación política» más o menos amplias y más o menos honradamente gestionadas]: en la construcción de ámbitos públicos voluntarios de interrelación social, abiertos y, sobre todo, capaces de autodeterminarse. […] Su germen es el asociacionismo voluntario: la entrega voluntaria de actividad y tiempo personal puestos en común con otros para realizar objetivos compartidos.

Juan-Ramón Capella
«Otra manera de hacer política», Los ciudadanos siervos (1993)

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