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Instituto Tricontinental

Durante cuarenta años, las y los trabajadores sin tierra de Brasil han luchado por construir humanidad

Luchando contra las jerarquías sociales de Brasil, el Movimiento de Trabajadores Sin Tierra (MST) ha profundizado su solidaridad con Palestina. Este boletín y el último dossier repasan las tácticas y métodos organizativos del MST a 40 años de su fundación.

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Queridos amigos y amigas,

Saludos desde las oficinas del Instituto Tricontinental de Investigación Social.

Las y los trabajadores sin tierra brasileños que viven en asentamientos y campamentos del Movimiento de Trabajadores Sin Tierra (MST), reunieron unas 13 toneladas de alimentos para enviar al pueblo palestino de Gaza entre octubre y diciembre de 2023. Cooperativas del MST de todo el país participaron en la campaña solidaria, que incluyó leche de la Cooperoeste de Santa Catarina, arroz de la Cooperativa Terra Livre, de la Cooperativa de Trabajadores Asentados de la Región de Porto Alegre (Cootap) y de Cooperav, de Rio Grande do Sul; y harina de maíz de Terra Conquistada, de Ceará. La ayuda se envió al Sindicato de Trabajadores Agrícolas Palestinos a través de la Fuerza Aérea Brasileña. “El pueblo palestino, como todos los pueblos que luchan por su soberanía, necesita las acciones solidarias de otros pueblos”, señaló Jane Cabral, de la dirección nacional del MST. De hecho, el mundo debe seguir el ejemplo de las y los trabajadores sin tierra de Brasil.

La recolección de alimentos ha sido solo uno de los aspectos de la acción solidaria del MST con el pueblo palestino. El otro elemento, igualmente importante, ha consistido en crear un consenso en Brasil sobre el genocidio de Israel en Gaza. En las últimas décadas, el protestantismo de derecha de América Latina ha promovido una agenda política proisraelí en Brasil y otros lugares. Este movimiento defiende a Israel con la esperanza de que destruya la mezquita de al-Aqsa en Jerusalén y construya el “Tercer Templo”. Según este ideario, tal templo abrirá la puerta al regreso de Cristo, y todas las personas no cristianas, incluidos los judíos, serán condenadas eternamente. Pastores evangélicos de América Latina —muchos de ellos financiados por grupos cristianos sionistas con sede en Estados Unidos, como Christians United for Israel [Cristianos Unidos por Israel]— han difundido esta visión profundamente odiosa y antihumana. Esta es una importante razón por la que los líderes de derecha de la región, incluidos el expresidente brasileño Jair Bolsonaro y el actual presidente argentino Javier Milei, son defensores acérrimos de Israel y del proyecto sionista. Así, la campaña masiva del MST para recaudar alimentos para Gaza fue también una campaña para oponerse al crecimiento del sionismo cristiano en Brasil, defender los derechos del pueblo palestino y profundizar la educación y los lazos con la lucha palestina entre sus bases.

El MST, con sus casi dos millones de miembros, es el mayor movimiento sociopolítico de América Latina y uno de los mayores movimientos campesinos del mundo. Desde que nació hace 40 años, en 1984, el MST no ha dejado de crecer gracias a su enfoque único para construir y mantener su base entre las y los trabajadores sin tierra. Nuestro último dossier, La organización política del Movimiento de Trabajadores Rurales Sin Tierra de Brasil, examina la orientación teórica que ha permitido al MST construir esta notable organización sobre el terreno de las miserables jerarquías sociales de Brasil, arraigadas en el legado del colonialismo portugués, el genocidio, la esclavitud y las dictaduras militares respaldadas por Estados Unidos. El arte del dossier, que también aparece en este boletín, se creó para la convocatoria de arte “Cuarenta años del MST”, organizada por el MST, el Instituto Tricontinental, ALBA Movimientos y la Asamblea Internacional de los Pueblos. El segundo boletín mensual del departamento de arte del Instituto Tricontinental se centrará en esa exposición. Pueden suscribirse aquí.

El MST tiene tres objetivos: luchar por la tierra, luchar por la reforma agraria y transformar la sociedad. Con base en la Constitución brasileña de 1988, el MST organiza a las y los trabajadores sin tierra para apropiarse de tierras improductivas y construir campamentos (acampamentos) y asentamientos (assentamentos). En la actualidad, casi medio millón de familias viven en asentamientos y han obtenido la tenencia legal de la tierra, en la que han construido 1.900 asociaciones campesinas, 185 cooperativas y 120 instalaciones agroindustriales de propiedad del MST, mientras que otras 65.000 familias viven en campamentos y luchan por el reconocimiento legal de las tierras. Son estas instituciones las que producen las mercancías enviadas a Palestina. A pesar de la desigual relación de fuerzas en Brasil, donde la clase capitalista impone su dominio sobre la economía y el campo a través de la dominación del Estado, el MST ha sido capaz de construir su fuerza a lo largo de los años y actualmente opera en 24 de los 26 estados del país. Esta fuerza es producto del extenso y fuerte trabajo de bases del MST y de sus métodos organizativos. Como explica el dossier, un aspecto crucial de la teoría organizativa del MST es la idea de que las y los asentados —quienes habitan en los asentamientos de la reforma agraria— deben estar siempre “en movimiento”. Hay siete principios organizativos que permiten al MST impulsar este movimiento: su autonomía respecto a partidos políticos, iglesias, gobiernos y otras instituciones, para lo que es esencial la unidad organizativa; la formación de las y sus integrantes tanto para participar en la construcción de la organización como para ser disciplinados respecto a las decisiones de la dirección colectiva; la importancia del estudio; y la necesidad del internacionalismo.

El MST no lucha solo por la tierra, sino también por la reforma agraria y la transformación de la sociedad. En otras palabras, pretende cambiar la naturaleza misma del capitalismo agrario y construir un modelo de agroecología que desarrolle una forma de agricultura equilibrada y sustentable, que aproveche la naturaleza en lugar de degradarla y produzca alimentos sanos para la sociedad en general.

Actualmente hay más de 2.400 millones de personas en el mundo que padecen inseguridad alimentaria. Cada vez estallan más hambrunas, desde Sudán hasta Palestina, a menudo relacionadas con conflictos de diversa índole. Mientras tanto, estamos en medio de la Década de la Agricultura Familiar de la ONU, que comenzó en 2019 y concluirá en 2028. La Organización para la Agricultura y la Alimentación de las Naciones Unidas (FAO) calcula que las y los agricultores familiares o pequeños producen un tercio de los alimentos del mundo y hasta el 80% de los alimentos del África subsahariana y Asia. Sin embargo, estos pequeños agricultores familiares no controlan la tierra que cultivan ni disponen de capital para aumentar su productividad. Como consecuencia, muchos producen alimentos para el mercado pero no lo suficiente para alimentar a sus familias, lo que provoca una epidemia de hambre entre millones de pequeños agricultores y campesinos.

Como señala la FAO, “la mayoría de los 600 millones de explotaciones agrícolas del mundo son pequeñas. Las explotaciones de menos de una hectárea representan el 70% de todas las explotaciones, pero solo explotan el 7% de todas las tierras agrícolas”. Esta gran desigualdad en la propiedad de la tierra está en el centro del trabajo del MST, así como de organizaciones de todo el mundo como Mviwata en Tanzania (sobre la que publicaremos un dossier a finales de este año) y la All India Kisan Sabha en India (sobre la que escribimos en nuestro dossier de junio de 2021, La revuelta campesina en India). Es por una buena razón que la Kisan Sabha, que cuenta con 16 millones de miembros, por ejemplo, se unió al movimiento Boicot, Desinversión y Sanciones (BDS) contra el apartheid de Israel en 2017 y por qué Mviwata, que representa a 300.000 campesinos, condenó el genocidio contra el pueblo palestino por parte de Israel en su reunión anual de diciembre de 2023. Estos agricultores y campesinos saben que su tarea no es solo redistribuir la tierra, sino transformar la sociedad en todo el mundo.

En 1968, Thiago de Mello (1926-2022), nacido en la Amazonía brasileña, fue enviado al exilio por sus críticas a la dictadura militar. Se fue a Chile, donde entabló amistad con Pablo Neruda. Al poco tiempo, de Mello se vio de nuevo obligado a huir de una dictadura militar, expulsado de Chile a causa del golpe de 1973 contra el proyecto socialista liderado por el entonces presidente Salvador Allende. De Mello viajó primero a Argentina y luego a Europa. Fue durante esta huida, en 1975, cuando escribió su clásico poema Para os que virão [Para los que vendrán], cuyos últimos versos hablan del dolor que deben superar las personas que vienen a luchar por la transformación social:

No importa que duela: es hora
de avanzar de la mano
con los que siguen el mismo camino
aunque falte mucho
para aprender a conjugar
el verbo amar.

Es hora, sobre todo,
de dejar de ser solamente
la vanguardia solitaria
de nosotros mismos.
Se trata de ir al encuentro.
(En el pecho, arde con fuerza la límpida verdad
de nuestros errores)
Se trata de abrir camino.

Los que vendrán serán pueblo,
y sabrán serlo luchando.

¡Felices 40 años al MST! No olviden leer nuestro dossier, recomendado por uno de los fundadores del movimiento, João Pedro Stedile.

[Fuente: Tricontinental]

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2024

¿Cómo viven los vivos con los muertos? Hasta que el capitalismo deshumanizó a la sociedad, todos los vivos esperaban la experiencia de la muerte. Era su futuro final. Los vivos eran en sí mismo incompletos. De esa forma vivos y muertos eran interdependientes. Siempre. Sólo una forma de egotismo extraordinariamente moderna rompió esa interdependencia. Con consecuencias desastrosas para los vivos, ahora pensamos en los muertos en términos de los eliminados.

John Berger
Doce tesis sobre la economia de los muertos (1994)

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