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Agustín Moreno

Nicolás Redondo, la fuerza de la coherencia

Nicolás Redondo Urbieta murió el 4 de enero de 2023. Toda su vida mantuvo su compromiso socialista y fue un grande del sindicalismo español de la segunda mitad del siglo pasado. La Unión General de Trabajadores y la Fundación Largo Caballero organizaron un homenaje este jueves 14 de diciembre, coincidiendo con el aniversario de la Gran Huelga General de 1988. En el acto se presentó un documental, una exposición y un libro en el que he tenido el honor de participar con estas notas. Quiero hacerlas públicas como agradecimiento a Nicolás y para dar mi punto de vista sobre qué pasó hace 35 años. Quizá nos puedan ayudar a comprender mejor la realidad actual, los encontrados afanes por mejorar y por no mejorar el mundo y el papel jugado por cada personaje. Aquí la lección es clara: siempre es el tiempo el que hace de notario y da o quita razones.

La historia de Nicolás Redondo es la de un obrero vasco con clara conciencia y compromiso con su clase. De ideología socialista, se organizó durante la dictadura y por ello sufrió la represión: fue encarcelado, desterrado y despedido del astillero la Naval. No eran muchos estos obreros socialistas del interior que representaban el sector histórico del PSOE, algo que, unido a su fuerte carácter, le convirtió en un líder de referencia. Tanto, que pudo haber sido el secretario general del PSOE en el Congreso de Suresnes. Hablaré de mi relación con él durante y después de la etapa de la unidad de acción sindical.

Apuntaría antes que, desde la transición democrática, la prioridad para la UGT era implantarse como sindicato, ya que las siglas históricas no aseguraban por sí mismas la presencia en los centros de trabajo. Este objetivo condicionó todo, tanto la hermandad con el PSOE, como la difícil relación con CCOO, que era el sindicato con mayor implantación, la competencia en las elecciones sindicales, y que estaba dirigido también por un gigante: Marcelino Camacho.

La victoria electoral del PSOE de 1982 supuso un reto especial para la UGT. Era un gobierno del partido hermano, pero a pesar de los lazos históricos entre las dos organizaciones, había un imperativo de defensa de los trabajadores que haría crujir las cuadernas del barco común. El primer desencuentro entre el sindicato y el Gobierno de Felipe González se produjo con algo en principio positivo: la ley de 40 horas de trabajo semanal. El Gobierno permitió que se aplicase en cómputo anual como una manera de aguarla y congraciarse con la patronal. Aquello abrió una brecha de desconfianza que no dejaría de crecer a medida que los gobiernos de Felipe González aplicaban políticas social-liberales.

El segundo gran choque fue la reconversión industrial de sectores económicos estratégicos (siderurgia, astilleros, minería, etc.). Hubo importantes movilizaciones sindicales y la UGT acabó aceptando los cierres y firmando un acuerdo para evitar los despidos traumáticos con los Fondos de Promoción de Empleo y con promesas de reindustrialización de las zonas afectadas que apenas funcionaron.

En 1985, la reforma que endurecía el sistema de pensiones, del ministro de Trabajo y exdirigente de UGT, Joaquín Almunia, fue otra ruptura. Si bien UGT no convocó la Huelga General del 20 de junio con CCOO y el resto de los sindicatos, sí que participó en una manifestación conjunta previa de rechazo. La UGT y el Gobierno del PSOE chocarían de nuevo por la política económica en 1987. Nicolás Redondo y otros dirigentes de UGT como Antón Saracibar y Cándido Méndez dimitirían como diputados socialistas.

Pero el gran desencuentro se dará con los restrictivos Presupuestos Generales del Estado para 1989 y con el Plan de Empleo Juvenil que aumentaba gravemente la precariedad. Aquello facilitó la unidad de acción sindical entre CCOO y UGT, así como la convocatoria de la que sería la mayor Huelga General de la democracia, el 14 de diciembre de 1988. Una huelga que fue un éxito en un doble sentido: por su gran seguimiento, que hizo que el país se paralizase; y por sus resultados, ya que el Gobierno retiró su Plan de Empleo Juvenil y tuvo que negociar partidas presupuestarias y medidas legales para compensar a los empleados públicos y pensionistas, aumentar la cobertura al desempleo y establecer nuevos derechos como las pensiones no contributivas.

Después del 14-D, todavía habría dos huelgas generales más contra las políticas gubernamentales. En 1992, una de media jornada, y otra en enero de 1994 para rechazar una reforma lesiva del Estatuto de los Trabajadores. La Huelga General de enero de 1994 fue complicada. Tuvo un seguimiento muy alto y una mala gestión posterior. No todos los sectores sindicales la apoyaron con el mismo entusiasmo. De hecho, pasó factura a sus principales impulsores: la UGT y lo que luego sería el Sector Crítico de CCOO. Después de ella se produjo la operación de derribo contra Nicolás Redondo y una competente dirección de UGT desde el felipismo, aprovechando la crisis de la cooperativa de viviendas PSV que tenía suelo, cooperativistas y un problema de financiación que no se ayudó a resolver. También fue el origen de la crisis interna de CCOO que culminaría en el 6º Congreso (1996).

En lo personal, he mantenido una relación de amistad y afecto con Nicolás fruto del intenso trato en el periodo de la unidad de acción entre UGT y CCOO, y sostenida todos estos años hasta su muerte con encuentros y conversaciones telefónicas regulares. Sorprendía su interés por todo, por el sindicalismo, la política y por cómo nos iba a los demás. Nos solía enviar artículos que le interesaban, muchos en francés, idioma en el que leía desde su experiencia de niño de la guerra. Y le gustaba comentar los artículos que nosotros escribíamos, instándonos a no dejar de hacerlo. Daba gusto escuchar su voz cantarina al teléfono y discutirlos con él, que argumentaba con la misma pasión de siempre. Esa energía y esa claridad mental para analizar la realidad le duró hasta el final de su vida.

Nicolás Redondo, que nunca dejó de ser un socialdemócrata de verdad, se situaba cada vez más a la izquierda dada la evolución de los gobiernos de Felipe González. El tiempo es un notario que da y quita razones. Visto con perspectiva, si Redondo no hubiera defendido la autonomía del sindicato frente a las políticas neoliberales, aunque las aplicara el PSOE, hubiera liquidado a su organización por una complicidad incomprensible desde el punto de vista de clase. Amarrarse al mástil de la coherencia para poder aguantar las presiones externas e internas, es algo que le deben agradecer a Nicolás su organización y los trabajadores de este país. La firmeza y la dignidad como enseña, son los mejores atributos que puede tener un socialista.

[Fuente: Público. Agustín Moreno fue secretario de Acción Sindical de CCOO de 1978 a 1996]

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2023

La política electoral, si bien no debe desestimarse, no puede ubicarse en el centro de ninguna acción política radical seria, orientada a cambiar las instituciones que sustentan el sistema político, desmantelar las ideologías hegemónicas y fomentar el tipo de conciencia de masas en que habría de basarse un cambio social y político desesperadamente necesario.

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