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Olga Rodríguez

La nueva maniobra de EE. UU. para impedir el fin de la masacre en Gaza

El tiempo corre y nadie detiene las agujas del reloj, ni los crímenes en Gaza. La posición de EE. UU. constituye un obstáculo para la paz y un cheque en blanco para Israel, haga lo que haga. Nos enseña que debemos fijarnos en los hechos y no en las palabras, también a la hora de informar desde el periodismo: frente a las declaraciones de mandatarios presuntamente respetables, conviene añadir cuáles son sus acciones.

Los hechos son que en este instante dos millones de personas sufren falta de suministro de gas y electricidad, bloqueo de ayuda humanitaria, falta de agua potable y de alimentos, ataques indiscriminados, matanzas, hambre, enfermedades y desplazamiento forzado cada vez más hacia el sur. Los hechos son que Estados Unidos sigue sin querer evitarlo. Y que Europa tampoco pasa de las palabras.

La resolución aprobada este pasado viernes en el Consejo de Seguridad de Naciones Unidas en relación a Israel y Gaza representa en sí misma el empeño de Washington en evitar un alto el fuego inmediato en la Franja. La amenaza de otro veto estadounidense estuvo sobrevolando durante días, hasta el punto de que la redacción final, aprobada tras varias negociaciones a puerta cerrada, es un texto diluido y descafeinado, sin petición de alto el fuego inmediato.

Estados Unidos estuvo toda la semana retrasando la votación —se pospuso hasta en siete ocasiones—, comprando tiempo a Israel y exigiendo cambios en el borrador en torno a una frase que finalmente ha quedado fuera: “La suspensión urgente de las hostilidades para permitir el acceso seguro y sin trabas de la ayuda humanitaria, y la adopción de medidas urgentes para un cese sostenible de las hostilidades”.

La redacción final aprobada solicita “medidas urgentes para permitir inmediatamente el acceso humanitario seguro y sin obstáculos, y también para crear las condiciones para un cese sostenible de las hostilidades”. No hay exigencia inmediata de alto el fuego y ni siquiera calendario, lo que puede permitir a Israel continuar bombardeando Gaza, aplicando su castigo colectivo contra la población civil y manteniendo el desplazamiento forzado de más de un millón y medio de personas.

Tampoco hay concreción con respecto a la ayuda que necesitan urgentemente los gazatíes. Se mencionan simplemente “medidas necesarias” y se establece el nombramiento de “un coordinador” para la distribución de la misma. Israel ha agradecido a EE. UU. su posición ante la ONU, en una semana en la que el primer ministro Netanyahu ha insistido en que “continuaremos la guerra hasta el final”.

El secretario general de la ONU, António Guterres, ha señalado, sobre la nueva resolución, que “se necesita mucho más de inmediato”. En la misma línea se ha expresado el director general de la Organización Mundial de la Salud, quien ha reiterado que “la exigencia más apremiante para la población de Gaza es un alto el fuego inmediato”.

Los vericuetos para impedir el alto el fuego

Con esta resolución Washington pretendía salvar su imagen y evitar otra foto de su embajador en la ONU con la mano levantada, vetando en soledad ante el mundo un alto el fuego. Con habilidad diplomática esta vez no ha necesitado levantar la mano, pero su veto se mantiene, aunque manifestado de modo diferente, a través de exigencias de cambio en el texto con las que el objetivo principal inicial ha quedado desplazado y sustituido por un texto vago y difuso. La resolución que ha salido adelante constituye en sí misma un nuevo veto estadounidense al alto el fuego en Gaza.

Washington vuelve a demostrar que tiene serias dificultades para oponerse a la matanza en Gaza, y de hecho actúa permitiendo que continúe. Dice pedir a Israel respeto a la ley internacional y el fin de ataques contra civiles, pero en la práctica envía un nuevo paquete de armas a Tel Aviv —14.000 proyectiles para tanques—, veta en dos ocasiones un alto el fuego en el Consejo de Seguridad de Naciones Unidas y logra a la tercera que la resolución a aprobar ni siquiera contenga la petición de un alto el fuego inmediato.

La seguridad de ningún país depende de masacrar a población civil, de forzar su desplazamiento o de limitar su acceso a comida y medicinas, pero en este asunto hay una gigantesca propaganda disfrazada de respetabilidad dispuesta a convencernos de lo contrario.

Desde el segundo veto estadounidense al alto el fuego del pasado 8 de diciembre hasta hoy han muerto al menos dos mil personas en Gaza, entre ellas los tres rehenes israelíes a manos del propio ejército israelí, varios doctores y periodistas, cientos de niños. Son muertes que podrían haberse evitado. Tres excepciones por los derechos en Palestina

No es la primera vez que Washington impide resoluciones en la ONU centradas en la exigencia a Israel del respeto del derecho internacional humanitario. En los últimos treinta años solo en tres ocasiones han salido adelante resoluciones en el Consejo de Seguridad de Naciones Unidas que condenan alguna conducta de Israel.

Esto ha sido así a pesar de que en estas tres décadas se han registrado miles de muertes de palestinos, el desarrollo de un sistema de apartheid, la construcción del muro de más de 700 kilómetros y la extensión de la ocupación ilegal de territorio palestino, con derribo de viviendas, anexión de tierras y construcción de asentamientos. En 1993 había 247.000 colonos israelíes; en la actualidad son 700.000.

1/ De esas tres resoluciones aprobadas en estos últimos treinta años, la resolución 1322 del año 2000 condenaba “los actos de violencia y el uso excesivo de la fuerza contra los palestinos” —80 palestinos muertos— y solicitaba a Israel respetar la IV Convención de Ginebra. Se limitaba a condenar y a recordar la ley internacional, sin empujar por un cambio tangible en el terreno con respecto a la ocupación ilegal israelí.

2/ En 2003 Estados Unidos optó por no vetar una resolución presentada por Rusia, la 1515, que establecía una hoja de ruta para la paz que concibiera la solución de los dos Estados, con seguridad para Israel y Palestina y reconocimiento de fronteras. Además recordaba la validez de todas las resoluciones anteriores sobre la zona, entre ellas la 242 (1967), en la que se consideraba “inadmisible” la ocupación ilegal israelí de 1967, que incluía Cisjordania, Gaza y Jerusalén Este.

A pesar de su aprobación, las políticas puestas en práctica fueron en dirección contraria a la posibilidad de un Estado palestino, facilitando la extensión de la ocupación ilegal israelí y por tanto fragmentando la continuidad del territorio palestino.

3/ La tercera resolución del Consejo de Seguridad en estos últimos 30 años crítica con Israel es la 2334, aprobada de manera casi inesperada en 2016, cuando la presidencia de Barack Obama estaba en tiempo de descuento y Trump era ya presidente electo. No es que Obama hubiera tenido políticas muy partidarias de los derechos humanos con respecto a la cuestión israelí-palestina. De hecho, bajo su mandato EE. UU. usó su poder de veto para bloquear varias resoluciones críticas con Israel, incluida una en 2011 que condenaba la política israelí de colonización en los territorios palestinos.

Pero lo cierto es que en 2016 la embajadora estadounidense en la ONU no vetó, se abstuvo, por lo que la 2334 salió adelante en un gesto que fue interpretado como una despedida simbólica de Obama. Algunos asistentes de la Casa Blanca consultados por la prensa indicaron que el presidente saliente “no tenía que volver a postularse al cargo; no tenía nada que perder”. Tras la votación, Israel arremetió contra Obama y tomó represalias inmediatas contra dos de los países que patrocinaron la resolución.

Un historial de vetos a las posibilidades de paz

Desde el nacimiento del organismo en 1945, al menos treinta y seis resoluciones críticas con Israel en relación con Palestina han sido vetadas en el Consejo de Seguridad de la ONU. Treinta y cuatro de ellas fueron vetadas por Estados Unidos, una por Rusia y otra por China.

Solo los miembros permanentes del Consejo tienen derecho a veto: Francia, Reino Unido, Rusia, China y EE. UU. Las resoluciones del Consejo son vinculantes, es decir, de obligado cumplimiento, aunque Israel incumple de forma sistemática las que impiden su ocupación ilegal de territorio.

La mayor parte de esas resoluciones vetadas por Washington fueron redactadas para proporcionar un marco para la paz duradero, incluyendo la petición a Israel para que respete la ley internacional, la autodeterminación para un Estado palestino o la condena a Israel por el desplazamiento forzado de población palestina o por su construcción de asentamientos en los territorios ocupados.

Las dos últimas vetadas fueron las del 18 de octubre y el pasado 8 de diciembre. En ellas el veto de EE. UU. fue llamativo y la foto de la mano levantada del embajador estadounidense impidiendo el llamamiento a un alto el fuego inmediato dio la vuelta al mundo.

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Votación en la Asamblea General de la ONU por un alto el fuego en Gaza el 12 de diciembre. Solo diez votos en contra.

Hegemonía versus liderazgo

También las votaciones en la Asamblea General de la ONU han ofrecido una foto histórica. Al contrario que las resoluciones del Consejo de Seguridad de la ONU, las de la Asamblea no son vinculantes, solo orientativas, pero sirven para observar la posición mayoritaria en el planeta. El pasado 12 de diciembre, 153 países votaron a favor de un alto el fuego inmediato. Hubo 23 abstenciones y solo diez votos en contra: EE. UU., Israel, República Checa, Austria, Guatemala, Liberia, Nauru, Paraguay, Micronesia y Papúa Nueva Guinea.

Días después otra resolución en la Asamblea General sobre el derecho a la autodeterminación del pueblo palestino obtuvo solo cuatro votos en contra, entre ellos el de Estados Unidos, a pesar de que el Gobierno de Biden afirma estar comprometido “con el derecho del pueblo palestino a la dignidad y la autodeterminación”. La contradicción entre las palabras y los hechos de Washington suele ser habitual en este asunto.

Israel y Estados Unidos están mayoritariamente solos ante su negativa al alto el fuego inmediato en Gaza. Las sucesivas votaciones en la ONU así lo reflejan. El Gobierno israelí escenifica enfados y pataletas arremetiendo contra todos aquellos defensores de la ley internacional que intentan detener sus violaciones de derechos humanos, incluida Naciones Unidas. La coordinadora humanitaria de la ONU ha tenido que abandonar territorio palestino después de que Israel no renovara su visado, atribuyendo su decisión “al sesgo de Naciones Unidas”.

Estados Unidos pierde credibilidad también ante las sociedades occidentales por defender un país que mata a civiles, que ocupa ilegalmente territorio y que aplica un régimen de apartheid sobre la población palestina.

El secretario de Estado estadounidense, Anthony Blinken, presumía hace escasos días del “liderazgo mundial” de Washington: “En un año de profundos exámenes, el mundo miró a EE. UU. para liderar. Y eso es exactamente lo que hicimos”. Ante esas declaraciones, la relatora de Naciones Unidas para los Territorios Palestinos, Francesca Albanese, le ha recordado: “Hegemonía no es liderazgo, señor Blinken”.

La hegemonía es el dominio o la supremacía que un Estado ejerce sobre otros. El liderazgo requiere coherencia, respeto entre Estados y dinámicas democráticas para ser capaz de generar aliados. La hegemonía impone. El liderazgo convence.

Como señaló en 2006 y 2007 el expresidente estadounidense Jimmy Carter, “hay poderosas fuerzas políticas en Estados Unidos que impiden cualquier análisis objetivo del problema en Tierra Santa. Creo que es exacto decir que ni un solo miembro del Congreso con el que estoy familiarizado hablaría y pediría que Israel se retire a sus fronteras legales o que hiciera pública la difícil situación de los palestinos, o incluso que lanzara un llamamiento público y repetido para conversaciones de paz de buena fe. Esto es un tema tabú”.

Poco ha cambiado desde entonces.

[Fuente: eldiario.es]

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2023

¿Cómo viven los vivos con los muertos? Hasta que el capitalismo deshumanizó a la sociedad, todos los vivos esperaban la experiencia de la muerte. Era su futuro final. Los vivos eran en sí mismo incompletos. De esa forma vivos y muertos eran interdependientes. Siempre. Sólo una forma de egotismo extraordinariamente moderna rompió esa interdependencia. Con consecuencias desastrosas para los vivos, ahora pensamos en los muertos en términos de los eliminados.

John Berger
Doce tesis sobre la economia de los muertos (1994)

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