La política electoral, si bien no debe desestimarse, no puede ubicarse en el centro de ninguna acción política radical seria, orientada a cambiar las instituciones que sustentan el sistema político, desmantelar las ideologías hegemónicas y fomentar el tipo de conciencia de masas en que habría de basarse un cambio social y político desesperadamente necesario.
Olga Rodríguez
Nurit Peled, académica israelí: «La educación en Israel forma a la sociedad para que viva en el trauma perpetuo»
La vida de Nurit Peled Elhanan está atravesada por algunos de los rasgos más trascendentales de la historia de Israel. Nieta de uno de los firmantes en 1948 de la declaración de independencia israelí —Avraham Kastnelson— e hija de un histórico general que giró hacia posiciones pacifistas —Mattiyahu Peled—, ha dedicado su vida a la docencia universitaria y es una de las voces más respetadas en su país en el análisis de la educación del lenguaje en la infancia.
Internacionalmente es conocida por sus investigaciones sobre la presencia del racismo y la propaganda en los libros de texto y el sistema educativo israelí. Premio Sájarov Libertad de Pensamiento concedido por el Parlamento europeo en 2011, entre sus libros traducidos en varios idiomas destacan Palestina en los libros escolares de Israel y La educación del Holocausto y las semióticas de la otredad en los libros de textos israelíes.
Su padre, Mattiyahu Peled, fue amigo del primer ministro Isaac Rabin (asesinado en 1995 por un ultraderechista judío) y fundador, junto al diputado y periodista Uri Avnery, del Consejo para la Paz por el diálogo y en contra de la ocupación israelí. Fue uno de los primeros en reunirse secretamente con representantes palestinos, primero en París y posteriormente, con el propio Yaser Arafat, en Túnez.
Hace veinticinco años un atentado de Hamás en Jerusalén mató a la hija pequeña de Nurit Peled, de 13 años de edad. Ella prefiere no hablar de ello en esta entrevista. Hace un mes fue suspendida como profesora de la universidad David Yellen College de manera temporal, acusada por el presidente de esa institución de “justificación del acto atroz” de Hamás del pasado 7 de octubre, por citar a los filósofos Jean-Paul Sartre y Frantz Fanon en un chat privado de docentes en WhatsApp, de este modo:
“Después de tantos años en los que el cuello de los ocupados ha estado asfixiado bajo el pie de hierro y de repente tienen la oportunidad de levantar los ojos, ¿qué tipo de mirada esperabais ver allí?” Vimos esa mirada.
Tras el anuncio de su suspensión, el abogado de Nurit Peled, Michael Sfard, publicó en The New York Times un artículo en el que denuncia “una represión sin precedentes de las voces disidentes que critican la forma en que Israel está librando su guerra”.
En una conversación con elDiario.es desde Jerusalén, ella misma lo explica así: “Sartre usó esa cita para hablar de los esclavos y [el filósofo y activista] Frantz Fanon plantea esa idea en su libro Piel negra, máscara blanca. La usaba para hablar de los negros oprimidos, yo la apliqué a los palestinos ocupados. Esa mirada que menciona es la que vimos el 7 de octubre. Las rebeliones pueden ser muy crueles, lo sabemos por la historia: muchas veces personas que sufren opresión durante tanto tiempo, cuando se rebelan, no tienen piedad”.
¿Cómo vivió los atentados del 7 de octubre?
Tengo familia en uno de los kibutz. Llamé a mi prima y hablamos mucho rato, hasta que dijo que tenía que colgar porque había disparos junto a su casa. Estuvimos escribiéndonos mensajes de texto todo el día. Permanecieron allí unas treinta horas, pero en su caso no hubo peligro porque los terroristas fueron capturados antes de que llegaran a su casa. Una vivienda cercana a ellos quedó completamente destruida.
¿Cuáles fueron sus primeros pensamientos?
No tuve miedo por mí, pero sí por lo que estaba ocurriendo. Primero, porque el Estado de Israel abandonó el sur intencionadamente. Decidieron menguar enormemente la presencia del Ejército en esa zona, que luego fue atacada por Hamás. Hace un tiempo, además, quitaron armas a las unidades de guardia de los kibutz. Las medidas adoptadas por el Gobierno hicieron posible que esto ocurriera.
¿Cómo es la atmósfera actual en Israel tras estos ataques de Hamás?
Hay gente pidiendo venganza, la mayoría ha girado a la derecha, muchos dicen que hay que matar a todos los palestinos, incluso gente de izquierdas. Los llaman nazis a todos. Pretenden ser los judíos inocentes e indefensos de la Alemania nazi atacados por enemigos de los judíos sin ningún motivo. Este es el argumento continuo, usado por el propio Gobierno, por supuesto.
Está habiendo casos de sanciones en instituciones educativas israelíes, usted misma ha experimentado esto.
Sí, escribí en un grupo cerrado de WhatsApp de profesores de la universidad donde doy clases, en el que algunos empezaron a hablar de nazis. Intervine diciendo que esto no tiene nada que ver con el nazismo, porque el nazismo es una ideología de un Estado con un Ejército que quiere eliminar y exterminar a las minorías que viven bajo su dominio. Este no es el caso aquí. No vivimos bajo el gobierno de Hamás.
Esto se parece mucho más a rebeliones, revueltas de esclavos o de gente ocupada, como casos en el pasado en Argelia o Brasil. Podemos recordar muchos lugares donde las revueltas fueron realmente muy crueles, feroces, terribles. He aquí una revuelta de personas que estuvieron oprimidas durante mucho tiempo. Eso es lo que expuse. Tras ello, me sancionaron.
Ahora la gente tiene miedo de hablar. Muchos profesores, especialmente los árabes, son sancionados o expulsados por decir determinadas cosas, incluso por rezar. Es un ambiente muy tenso que no habíamos experimentado nunca antes.
¿Cuál es su situación ahora en la universidad? ¿Sigue suspendida?
No. Escribí una carta dura al presidente de la universidad, también lo hizo mi abogado, especializado en derechos civiles. El presidente contestó con una carta con una severa amonestación a mi expediente, donde repitió sus acusaciones diciendo que apoyo a organizaciones terroristas. Así que le contesté informándole de que no volveré a dar clase hasta que esa carta sea destruida.
Aquí hubo alguien filtrando la conversación del chat. Hubo un empeño de tergiversación de mis palabras por parte del presidente de la universidad y hubo un ministerio de Educación pidiendo nombres, nombres, nombres. Afortunadamente varios compañeros profesores me han apoyado, se quejaron y ahora están creando un comité ético, porque empezaron a tener miedo ante tales reacciones. Este no es el Israel de antes. Para los árabes, sí. Pero para los judíos es la primera vez que las autoridades se comportan así.
El Gobierno israelí presume de ser una democracia…
Teníamos una libertad de expresión completa, los judíos. No era adecuadamente usada porque hay mucha autocensura, entre los periodistas también. Pero para los palestinos esto nunca fue una democracia.
Ha investigado y escrito sobre la educación en las escuelas y universidades israelíes.
La educación en Israel es terriblemente racista. Todo el discurso lo es. El planteamiento es el siguiente: ¿Eres judío? Sí o no. Y si lo eres, ¿eres judío etíope, sefardí o asquenazí? Esto va acompañado de una educación sobre el Holocausto muy traumatizante y agresiva desde los tres años, para que los niños vivan ese trauma y crean que hay otro holocausto a la vuelta de la esquina que van a perpetrar los árabes en vez de los alemanes. Los libros escolares realmente enfatizan esto todo el tiempo.
Así se crea un nacionalismo que desemboca con mucha gente adolescente dispuesta a matar a cualquier palestino de cualquier edad, porque creen que son los nuevos nazis que nos van a exterminar. Esta educación se puede definir como abuso infantil, porque educa a los niños en el trauma perpetuo. En el Día del Holocausto, con tres años de edad, les muestran las fotografías más horribles y horripilantes, y después tienen pesadillas, mojan la cama. Llegan a creer que todo el que no es judío es un nazi en potencia.
Esta educación explica que haya tanta gente que dice “matémoslos a todos”, porque le tienen miedo a cualquiera, a todos.
Ha habido, antes del 7 de octubre y también después, protestas contra Netanyahu por diferentes razones.
La mayoría de las manifestaciones eran contra sus planes para modificar el sistema judicial por completo como si esto fuera una dictadura. Tras el 7 de octubre, la gente quiere volver a su vida de antes, ignorando a los palestinos, ignorando la ocupación y la pobreza. Pero algunos empiezan a darse cuenta de que estas son cuestiones que no se pueden ignorar. Ahora las protestas se centran en pedirle que traiga de vuelta a los secuestrados.
¿Cree que puede aumentar el porcentaje de gente en su país en contra de la vía militar y de la ocupación?
De momento no, no lo creo. Hay un lavado de cerebro en la sociedad, a través de la educación y la propaganda. No hay mucha gente que sepa algo de lo que pasa en los territorios ocupados, tampoco les interesa. Y tienen miedo, viven con miedo.
Usted defiende la educación como un modo de cambiar esto en el futuro.
A los niños y adolescentes en la escuela nadie les enseña a negarse, se les enseña a respetar la autoridad. El día de los atentados de Hamás, como el Ejército no estaba allí, muchos padres y abuelos cogieron sus armas y se fueron al sur a salvar gente. Realmente lucharon contra Hamás. Pero esas mismas personas no van a la casa de Netanyahu a protestar. De algún modo, son muy obedientes.
Se debería enseñar a los jóvenes a no confiar, a cuestionar a la autoridad, a pensar por sí mismos. Pero no se hace. En realidad no se hace en ningún lugar del mundo, porque las escuelas terminan actuando como herramientas para producir ciudadanos leales al Estado.
¿Cuál cree que será el futuro de Gaza y de los palestinos de allí?
Su situación ya es peor que antes del siete de octubre. Es terrible, pero este Gobierno de Israel todavía está gobernando y la gente no hace nada para derrocarlo. Es un Gobierno de criminales, fundamentalistas y racistas. Y no veo a nadie expulsándolos.
Pero incluso si pensamos quiénes son los políticos que pueden reemplazarlos, vemos que hablan el mismo lenguaje. Por ejemplo, Benny Gantz, uno de los líderes de la oposición [quien dirigió una ofensiva militar contra Gaza en 2014], se vanaglorió en 2019 de haber llevado Gaza “a la Edad de Piedra”. Ese fue su discurso de campaña, así es como esperaba ser elegido.
Creo que hay un objetivo: matar a palestinos y tomar el territorio. Todo lo que puedan. Muchos hablan ya de instalar colonias en Gaza.
¿Cómo analiza la reacción de la comunidad internacional?
Como siempre, no hacen nada. En Europa y en Estados Unidos se benefician de esta guerra y de la ocupación muchas empresas, muchas industrias.
No tienen ningún interés en detener esto. Sólo dicen palabras. Y también hay mucho racismo. Está, además, la culpa ante los judíos y el miedo a que les llamen antisemitas.
Si fuera una líder política, ¿qué pasos propondría?
Terminar con la ocupación. Inmediatamente. Que salgan de ahí todos, que dejen de oprimir. Que se vayan. Si los palestinos quieren una democracia laica, como dicen muchos de ellos, creo que ese camino sería el mejor. Un Estado para todos.
Su familia es bastante conocida en Israel. ¿Cómo es ser la hija de un general que se convirtió en activista por la paz?
Mi padre era muy grande. Fue el primero en dar ese paso hacia la lucha por la paz. Acudió disfrazado de mujer para encontrarse con Arafat. Yo conocí al hombre que hizo su disfraz en París.
Mi abuelo era un hombre de izquierdas también. Era miembro de una organización muy clandestina de intelectuales alemanes llamada Pacto de Paz, que defendía un Estado binacional. Él tenía que haber sido el ministro de Sanidad, lo fue en el Gobierno pre-Israel, pero fue castigado por el primer ministro Ben Gurion y enviado como embajador a Suecia hasta que murió.
En cuanto a mi padre, todo lo que hizo por Palestina lo hizo por Israel, porque él creía que lo mejor para nosotros sería la paz, con un Estado palestino. Aprendió árabe, estudió la cultura árabe, porque creía que si nos conocemos podemos vivir juntos. Recibió amenazas, pagó un precio alto por ello. Pero nunca se arrepintió.
¿Cómo es vivir con un punto de vista minoritario en Israel?
No es fácil. Se me respeta por mi faceta como docente y especialista en educación del lenguaje en la infancia, soy considerada una de las principales investigadoras de ello. Para mí son muy importantes mis alumnos: aprenden, y una vez que aprendes no puedes desaprender. Llevo haciendo esto desde hace más de 30 años. Todo el mundo sabe quién soy aquí, cómo pienso.
Ahora bien, mis libros sobre racismo son completamente ignorados aquí. Han sido traducidos a seis idiomas, se venden en muchos países, se usan en universidades extranjeras, también en las universidades palestinas, donde no me invitarían a hablar debido a la campaña BDS [boicot a Israel] pero sí estudian mi libro. Pero aquí, ni una mención. Es la faceta que se ignora en mi país, no se brinda cuando publico un libro. Pero yo hago lo que creo que debo hacer.
¿Qué pueden hacer las sociedades civiles del mundo ante lo que está pasando en Israel y Palestina?
Apoyar. La causa palestina está bastante silenciada en toda Europa y en todo el mundo occidental. Es importante conocer la historia de Palestina y también de las personas que apoyan a los palestinos aquí en Israel. Eso es muy importante. Y no dejarse llevar por la narrativa del victimismo: los judíos no son víctimas aquí. Aquí hay un Estado ocupante y un pueblo ocupado. Estar en contra de esta ocupación no es ser antisemita.
Hablaba antes del racismo en el seno de Israel, más allá del que hay contra los palestinos.
Aquí a los judíos etíopes prácticamente se les obliga a reconvertirse al judaísmo, incluida la circuncisión, incluso a la edad de los setenta. También se les obliga a que se cambien el nombre por uno judío. Nadie habla de esto. Aquí hay judíos que no pueden practicar su propia cultura, sus costumbres religiosas. Esto hay que saberlo. Este tipo de régimen, que no es solo un régimen colonial de colonos, sino también un régimen de apartheid, es muy racista.
Es una etnocracia en la que una etnia, un grupo muy pequeño de judíos, domina a todos los demás grupos, a los árabes pero también a los otros judíos. Los judíos árabes fueron traídos a Israel para reemplazar a los judíos exterminados en Europa, porque se necesitaba población judía para tener una mayoría en el Estado. Fueron traídos por motivos meramente demográficos, como los etíopes después. Nadie los quería tal como son. Así que tuvieron que renunciar a su cultura, su idioma, su música, sus costumbres religiosas, sus nombres, todo. Y el trato que reciben es racista.
Hay diferentes niveles, por decirlo así…
Los ciudadanos palestinos son discriminados por la ley. Hay alrededor de 65 leyes racistas en Israel contra ciudadanos palestinos. Los judíos etíopes, que viven en lo que se llama colonialismo interno, son discriminados socialmente. La policía los maltrata. Por el color de la piel. Hay escalafones. Luego están los judíos árabes, que llevan aquí cuatro generaciones y todavía son discriminados. La gente debería saberlo.
El racismo no se detiene en los checkpoints israelíes. Continúa en nuestra sociedad, en la sociedad judía. Esa pretensión de Israel de presentarse como un país occidental, ¿qué significa? No somos occidentales en nada. Aquí se desarrolló una cultura de poder, de racismo y de crueldad en nombre del judaísmo. Pero eso no es judaísmo en absoluto. Esto debería saberse y deberían dejar de deshumanizar a los palestinos, que son la parte débil de la ecuación.
[Fuente: El Diario]
27 /
11 /
2023