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Juan-Ramón Capella

En la muerte de un maestro

Alejandro Nieto, 1930-2023

Alejandro Nieto García nació en Valladolid en 1930 y falleció el pasado 3 de octubre en Madrid. Había nacido en el seno de una familia de pequeños propietarios campesinos que contrataba jornaleros en la época de la siega. Eso explica que sus primeros estudios estuvieran relacionados con el mundo rural. Pero antes de convertirse en estudioso y en uno de los administrativistas más importantes de este país tuvo que preparar, para proseguir su formación, una oposición a la escala técnica de la administración civil del estado. Lo hizo sentándose en una silla puesta sobre la mesa de la cocina para aprovechar la luz de la única bombilla asequible de la casa. Nieto parte de los terribles años cuarenta y cincuenta de este país.

Ya como funcionario escribió su primer trabajo, una tesis doctoral en Derecho: “Ordenación de hierbas, pastos y rastrojeras”, en 1959. Volvería sobre temas agrarios en Bienes comunales (1964). Y aún sobre lo mismo mucho más tarde, con Bienes comunales de los Montes de Toledo (1991).

Sin embargo, pronto inició estudios de otra temática enormemente relevante: sobre la administración pública. Así, El mito de la administración prusiana (Sevilla, 1962); La retribución de los funcionarios en España (Madrid, 1967), hasta llegar a su monumental La burocracia (1976), uno de sus libros más importantes. Otra obra jurídica magistral de Nieto es El derecho administrativo sancionador (2005), una obra de madurez. Cabe mencionar también sus Estudios históricos sobre administración y derecho administrativo (1986), sin desdeñar los diversos trabajos realizados en colaboración con sus discípulos y amigos. Entre éstos hay que mencionar, entre otros, a Avelino Blasco, catedrático de Derecho Administrativo de la Universidad de las Islas Baleares; a Jordi Nonell, fallecido en plena juventud; a Juan Prats Català, de su misma especialidad, como Julio González.

Alejandro Nieto, convertido en catedrático de Derecho Administrativo, enseñó en las universidades de La Laguna, Autónoma de Barcelona, Alcalá y Complutense, desempeñando en algunas de ellas cargos académicos. Lo significativo, sin embargo, era su rechazo a usar los títulos de profesor o de doctor: siempre dejó claro que prefería ser llamado simplemente Don Alejandro, expresión que facilitaba la cercanía para sus alumnos y compañeros jóvenes, con cierta castellana distancia sin embargo. Nieto, también en comunión con sus orígenes, no era dado a efusiones ni a expresar sus sentimientos, pero por el hilo se sacaba el ovillo, pues era manifiesta su cordialidad, su amabilidad y su disposición para ayudar.

Tenía costumbres poco corrientes entre los académicos. Don Alejandro prefería los menús populares y los lugares frecuentados por la población trabajadora. Sabía blasfemar admirablemente bien. Era un magnífico enseñante: durante su etapa en Bellaterra tanto sus alumnos como sus colegas le consideraban el mejor profesor de la Facultad. Su magisterio fue seguido y aprovechado por muchos en todas las universidades por las que pasó, pero también desbordaba los ambientes universitarios y era seguido por funcionarios públicos. Nieto se dedicó fundamental y casi exclusivamente al estudio y a la enseñanza, caso raro en su especialidad.

¿Debo decir que presidió el CSIC en la etapa de la transición, para adaptar la institución a los modos de la democracia? ¿Que fue académico de Ciencias Morales y Políticas, en su caso más que merecidamente? Creo que Alejandro Nieto nunca presumió de tales oropeles: su talante era muy distinto, como vamos a ver enseguida. El motivo de que aceptara la presidencia del CSIC fue su deseo de contemplar el funcionamiento de la administración pública desde dentro.

Una serie de libros revelan inquietudes no precisamente académicas. Empezando por La ideología revolucionaria de los estudiantes europeos, de 1971, donde echaba cuentas con el movimiento estudiantil del sesenta y ocho. Otros, casi en cascada, ponían en solfa aspectos políticos, jurídicos y sociales del país: La tribu universitaria (1985), España en astillas (1993), La “nueva” organización del desgobierno (1993), La corrupción en la España democrática (1997), El arbitrio judicial (2000), El desgobierno judicial (2005) o El desgobierno de lo público (2008). Se trata de libros a la vez escandalosos y certeros, y además divertidos, libros cuyos títulos han corrido de boca en boca. El lado ácrata del pensamiento de Alejandro Nieto, que a veces apuntaba por la izquierda y a veces por la derecha, está manifiestamente ahí.

Nieto volvería en su madurez, intermitentemente, a sus reflexiones jurídicas: Balada de la justicia y la ley, Testimonio de un jurista, Las limitaciones del conocimiento jurídico (con Agustín Gordillo), Crítica de la razón jurídica y Una introducción al derecho. Estos trabajos deberían ser leídos útilmente en las Facultades de Derecho. Textos sin dogmatismo, más bien con interrogaciones y sugerencias.

Hay, sin embargo, otro aspecto de sus intereses que revela la pasión de Alejandro Nieto por nuestro país. Es su importantísima faceta de historiador. Nieto dedicó muchísimo tiempo a la lectura de las actas del Diario de sesiones de las Cortes del siglo XIX. De todos modos, también en este campo pone de manifiesto sus orígenes, con la monografía Tariego de Riopisuerga (1751-1799). Microhistoria de una villa castellana, con M.ª del Carmen Nieto, en 2005. Con Los primeros pasos del estado constitucional obtuvo el Premio Nacional de Ensayo de 1996. Sin embargo, su obra principal en el ámbito historiográfico es su monumental Mendizábal: apogeo y crisis del progresismo civil. Historia política de las cortes constituyentes de 1836-1837, libro publicado en 2011. Una obra fundamental, tejida no solo por muchísimas horas de trabajo sino también por una reflexión en profundidad sobre las limitaciones de la España decimonónica.

También merecen ser citados textos como La responsabilidad ministerial en la época isabelina, de 2022, y, un año antes, La primera república española. La Asamblea Nacional de febrero-mayo de 1873, que le dio a ocasión para una reflexión sobre el federalismo y el proyecto de Pi y Margall. Fruto de la particular relación de Alejandro Nieto con Cataluña, que conoció bien tras su paso por la UAB, es La rebelión militar de la Generalidad de Cataluña contra la República: el 6 de octubre de 1934 en Barcelona (2014). Hay que mencionar finalmente el discurso de ingreso en la Academia de Ciencias Morales y Políticas, pronunciado en el año 2007, una inteligente miniatura: Los “sucesos de palacio” del 28 de noviembre de 1843.

A estas alturas el lector ya debe saber que ha fallecido un intelectual de fuste, de modestia ejemplar. Era un pensador completamente independiente, que no se casaba con nadie, que seguía sus propios intereses sin importarle que su reflexión gustara o disgustara a los demás. Su último texto, El mundo visto a los noventa años, de 2022, puede acabar siendo un clásico de senectute.

Don Alejandro había enviudado de su esposa, Erna Koenig, y ha dejado tres hijos: Julia, Matías y Bárbara (Buchi).

17 /

10 /

2023

¿Cómo viven los vivos con los muertos? Hasta que el capitalismo deshumanizó a la sociedad, todos los vivos esperaban la experiencia de la muerte. Era su futuro final. Los vivos eran en sí mismo incompletos. De esa forma vivos y muertos eran interdependientes. Siempre. Sólo una forma de egotismo extraordinariamente moderna rompió esa interdependencia. Con consecuencias desastrosas para los vivos, ahora pensamos en los muertos en términos de los eliminados.

John Berger
Doce tesis sobre la economia de los muertos (1994)

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