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Joan M.ª Girona

¿Educar sin segregar?

1. Introducción

Nuestro objetivo será buscar el éxito educativo. Diferenciaremos entre enseñanza y educación. Se educa en la familia, en la calle, en el juego, en el deporte, con los amigos… y un poco en la escuela. Si hablamos de segregar y educar habrá que contemplar todos los aspectos implicados que están relacionados.

Estamos en unas jornadas de enseñantes con gitanos, por tanto habrá que tener en cuenta el pueblo gitano con toda su grandeza y complejidad. Habrá que constatar la presencia de la cultura gitana dentro de la civilización paya. Podremos establecer alguna analogía entre la vida rural y la urbana. La construcción y, sobre todo, el crecimiento de ciudades favorece la segregación; la polución y contaminación, los pocos servicios sociales, la mala sanidad… Y quizá lo más significativo: la crisis de la vivienda que afecta en gran manera los niños y niñas y adolescentes, y en nuestro propósito, diremos que no se puede aprender pendientes de un desahucio. La vivienda no es un derecho de las familias en la práctica cotidiana, aunque lo reconozca la Constitución. Podemos preguntarnos si en las ciudades actuales, construidas con los parámetros del sistema capitalista, se puede vivir bien o sólo se puede vivir, a secas. Desigualdad, exclusión, malestar de las personas, insolidaridad se palpan en las ciudades. Y, hablando de segregación, constatamos que los centros escolares la aumentan. Por los factores enumerados y por un legítimo derecho de las familias a mejorar su situación: pero un derecho que se vive individualmente y, por tanto, de manera insolidaria. Parecería que la ciudad favorece las relaciones entre las personas, pero contra todo pronóstico la ciudad favorece el anonimato y por ende la poca solidaridad. A menudo sus habitantes se plantean salidas particulares a problemas colectivos. La segregación escolar es uno de ellos. Mientras perviva el modelo económico capitalista las segregaciones serán inevitables.

2. Estado de la cuestión

Con lo expuesto en la introducción podemos calibrar que conseguir que la escuela sea intercultural es muy difícil y seguramente una utopía, en el sentido de Galeano. La utopía nos sirve para avanzar y para dar pasos pequeños o grandes en la buena dirección, sin retroceder.

La educación incluye de manera primordial una relación entre personas; la generación adulta transmite conocimientos y cultura a las generaciones jóvenes. Básica pues, la relación interpersonal que afecta a docentes y aprendices y a las relaciones interpersonales entre ellos y ellas. Resulta obvio que si existe segregación de algunas o muchas personas en estas relaciones la educación no será posible plenamente. Podría ser que los aprendices aprendieran algún conocimiento pero poca cultura en el sentido amplio que debemos contemplar. Si los que aprenden no pueden confiar en sus maestros, si no pueden confiar en plano de igualdad con todos sus compañeros y compañeras, será muy difícil que consigan éxito académico y les dificultará tener éxito en la vida. Aquellos que están en guetos de elite (hablaremos más adelante) aprenderán cantidad de conocimientos, posiblemente, pero no sabrán cómo relacionarse con personas distintas, no conocerán las estrategias de aprendizaje de aquellos que calificamos de vulnerables o con desventajas de entrada. Por eso también debemos prestar atención a las segregaciones dentro de los centros escolares; aquellos agrupamientos que evitan la heterogeneidad con la excusa de facilitar los aprendizajes. Lo que consiguen es aumentar las desigualdades entre el alumnado, tanto de los supuestamente más inteligentes como de los que disponen de menor aptitud intelectual. Estaríamos provocando en estos últimos una baja autoestima y pocos estímulos para mejorar. Debiendo afirmar que estos agrupamientos, prohibidos por las normas escolares, responden en parte al falso criterio de querer es poder. La meritocracia es un engaño de las clases poderosas para defender su estatus y culpabilizar a las clases dominadas de su aparente falta de éxito. Las condiciones socioeconómicas, familiares, históricas, culturales determinan las capacidades de aprender de cada persona. En una hipotética igualdad de situación socioeconómica, afectiva, familiar, los resultados serían intercambiables. Las dificultades que presenta el alumnado provienen en mayor medida de la calidad de la interacción con maestros y compañeros o de las metodologías utilizadas que de sus propias dificultades.

Si dedicamos una mirada a la sociedad en general de nuestro planeta veremos que la inclusión es una exigencia de los derechos humanos. Unos derechos redactados por hombres, blancos, occidentales, pero que a pesar de sus insuficiencias representan un mínimo, una línea roja que decimos actualmente, que no se puede traspasar. Toda segregación es violencia, violenta a las personas que la sufren. Pero, por otro lado, como decíamos, el sistema imperante capitalista y patriarcal necesita las segregaciones, necesita reprimir para dominar, necesita que los oprimidos pasen miedo, tengan ansiedad, no puedan confiar en un futuro mejor, que no tengan éxito escolar. Necesitamos luchar para revertir este estado de cosas, necesitamos empujar todos y todas para soltarnos del yugo que nos quieren imponer y que, de momento, lo están consiguiendo.

Consecuencias para el colectivo objeto de estas jornadas: el 63% del alumnado gitano no termina la secundaria obligatoria. Una parte importante de las familias no tiene acceso a una vivienda digna. En muchas ciudades de nuestro país y de toda Europa hay poblados chabolistas donde viven gitanos y migrantes. El pueblo gitano triplica las tasas de desempleo de la población en general, y si aplicamos la perspectiva de género la distancia se ahonda todavía más. A todo ello añadimos el rechazo social, el comportamiento racista que sigue afectando al colectivo.

El racismo es cotidiano; existe un racismo que podríamos denominar light, como una tendencia social más que existe y que no es consciente para la mayoría de la población. Dar o no un empleo en función del color de la piel, cambiar de acera en la calle o de asiento en el transporte público según las apariencias del vecino o vecina; escolarizar a las criaturas según la composición social o racial del centro escolar… no son actitudes sancionables ni mal vistas, se pueden argumentar y compensar con multitud de motivos que no son abiertamente racistas pero representan el caldo de cultivo de actitudes racistas graves, violentas y lesivas que se producen en nuestros pueblos y ciudades. La actitud de las administraciones es de una pasividad extrema; como en otros asuntos los intereses electorales prevalecen y hay que proteger los graneros de votos. Debido a las leyes y a la situación a veces marginal o en el borde de la marginación, las personas segregadas no se acercan a las urnas y no castigan con sus votos las actuaciones de los gobiernos locales, autonómicos, estatales o europeos.

Con todo lo cual podemos ampliar las áreas donde sufren segregaciones más o menos acentuadas: alimentaria, habitacional, energética, digital, sanitaria, laboral, económica, sexual (miedo al poder de las mujeres desde hace siglos).

Centrándonos en el tema escolar, encontramos la existencia de tres redes: la pública, la concertada y la privada. Una posibilidad de estratificación en las escuelas que puede reproducir la estratificación por clases sociales existente. Y aquí sí que hay una complacencia entre la mayoría de los habitantes del país. A todo el sistema le interesa la segregación escolar. Docentes, administración, familias prefieren (¿preferimos?) alumnado no vulnerable y parece bien que el vulnerable se concentre en algunos centros que se guetizan. Para muestra un botón: en Catalunya, en los años ochenta, con un gobierno de CiU, se cierran más de mil aulas públicas para que la concertada no perdiera matrícula. Sin este fraude de ley, la privada en Catalunya sería hoy residual.

Se produce, por ende, la paradoja de que se invierte más dinero público en el alumnado rico que en el pobre. Unicef lo recoge en sus datos[1]. Y las familias que voluntariamente o por obligación escolarizan sus hijos e hijas en centros públicos estamos pagando con nuestros impuestos a los centros concertados e indirectamente a aquellas familias que inscriben en ellos sus criaturas. Hay que reivindicar, denunciar y proclamar el pseudoderecho a escoger escuela. El artículo 27 de la Constitución española reconoce el derecho a la educación y la libertad de creación de centros docentes, no el supuesto derecho a escoger centro.

En Catalunya se ha acordado un pacto contra la segregación escolar que representa un cierto avance, pero son parches que no curan la herida. Hay errores graves, se propone dar más dinero a los centros privados, financiados con dinero público, para que segreguen un poco menos. Mientras no se apueste por la escuela de proximidad, el centro más cercano al domicilio familiar y se borren los privilegios a los centros concertados, la segregación continuará.

Y mientras tanto debemos estar alerta porque algunos colectivos de clase media se han casi apropiado de centros públicos, sobre todo, de aquellos que tienen orientaciones tipo escuelas libres, pedagogía sistémica y análogos; grupos de familias que los copan y llenan la matrícula e impiden que otras familias entren. Dejemos aparte las clases altas que tienen sus centros privados o concertados (con dinero público) para mantener a sus retoños en las élites socioeconómicas, a los que habría que añadir la corriente que está creciendo, de momento poco numerosa, de familias que abogan por y practican la enseñanza doméstica, en casa. Es una situación, de momento, alegal; no hay normativa al respecto y el vacío legal lo aprovechan algunos.

Un aspecto que parece no tenerse en cuenta es la clase social de la mayoría de los docentes: pertenecemos a clases medias o altas, lo cual puede dificultar la necesaria relación empática con el alumnado de otras clases sociales y con sus familias. He visto compañeros hablar, sin mala intención, de sus salidas a esquiar con alumnos que no podían ir de vacaciones.

Como en otros aspectos del conocimiento de la realidad existen los negacionistas de la segregación social. No tienen en cuenta (o no quieren tenerlo) la segregación residencial o las barreras de acceso económicas o geográficas. Defienden que las familias escogen por la calidad educativa, no se fijan en que casi siempre basan su elección en la composición social de los centros escolares. Las diferencias de rendimiento académico entre escuelas públicas y concertadas se deben a la composición social de unas y otras y no a la calidad de la enseñanza que imparten. La segregación escolar no sólo existe entre los sectores público y privado, sino dentro de cada sector.

3. Posibles alternativas

La diferencia no es un déficit: el título “programas de compensatoria” es peligroso, da a entender que es necesario compensar algo, un déficit que se supone tienen las familias vulnerables o en riesgo de exclusión. No hay a nada a compensar, decía yo cuando iniciaba una charla en los tiempos en que dirigí el programa de compensatoria en Catalunya. Eliminé el título original que hablaba de “marginados sociales”, pero no pude eliminar lo de compensatoria.

Debemos hablar y practicar, como hacemos, de interculturalidad. De relaciones en plan de igualdad, de reconocer los mismos derechos y deberes para todos y todas; teniendo en cuenta que primero se deben reconocer realmente los derechos para poder exigir el cumplimiento de los deberes; en muchos momentos se ha actuado al revés. La verdadera igualdad es la equidad; dar a cada uno lo que necesita y exigirle según sus posibilidades. En esto el marxismo no se equivocó: es un buen criterio a seguir.

La mejor política educativa es la política social, si mejoramos las condiciones de vida de todas las personas: vivienda en primer lugar, trabajo estable, sanidad eficiente…, los resultados académicos serán superiores, el éxito educativo brillaría. Y desde el sistema de enseñanza habría que completarlo con un firme compromiso ético por parte del profesorado y las políticas de escolaridad que contemplasen la escuela de proximidad, que no se reparta el alumnado llamado vulnerable (si acaso al que no es vulnerable), no se mantenga la libertad de escoger centro por parte de las familias; y, mientras no se consiga una sola red escolar financiada con dinero público, frenar los privilegios de los centros concertados.

Todos los ciudadanos, incluyendo los de menor capacidad económica, pagamos vía impuestos a los centros concertados para que se escolaricen aquellos que pueden permitírselo. El dinero de todos y todas financia la segregación escolar y la desigualdad social. Mientras existan, y parece que va para largo atendiendo a los resultados electorales, debería controlarse cómo emplean el dinero público que reciben los centros concertados y fiscalizar qué cobran a las familias y en qué conceptos.

Otra reflexión: La segregación escolar se reduce entre un 16 y un 26% en Barcelona. La detección de alumnado con necesidades educativas y una distribución más equitativa entre centros son algunas de las claves. Pero el reparto no elimina la segregación, continúan presentes otros elementos. La acogida del “segregado” en el centro que le toca, el ambiente que vive, diferente a su casa, ayuda o dificulta. ¿El aumento de recursos en la detección del alumnado con necesidades educativas especiales y una distribución más equitativa de este alumnado pueden contribuir a disminuir la segregación? Depende.

Si mezclamos el alumnado para conseguir que los centros sean representativos de la diversidad del entorno, y nada más, es probable que aumenten los estereotipos y la estigmatización. La mezcla debe acompañarse de un adecuado proyecto pedagógico, que tenga en cuenta la realidad social, que valore la mezcla como una riqueza. Sin estas actuaciones la división o separación entre distintos grupos se mantendrá en la práctica, seguramente no jugarán juntos en los patios. Existe hoy en día una cierta preocupación por la separación de sexos en los patios de los institutos, parece que preocupa muy poco la separación racial o cultural.

En los centros gueto que se originan el profesorado tiene tendencia a creer que sus alumnos no pueden progresar adecuadamente, no pueden conseguir los resultados que se exigen en otras escuelas y por eso, con buena intención o por paternalismo mal entendido, adaptan los conocimientos, las metodologías, las evaluaciones y les orientan a metas menos complicadas; por ejemplo ciclos de grado medio de formación profesional en lugar de bachillerato. No se actúa suficientemente para revertir la brecha digital. Las diferencias de recursos entre familias dificulta el acceso, fuera del recinto escolar, a las herramientas digitales: es necesario invertir en recursos a disposición de todos aquellos que no los tengan a su alcance.

Porque el profesorado, sobre todo en secundaria, conoce muy bien su materia, su especialidad, pero no tanto la didáctica para enseñarla. Y no tiene formación, si no se la ha buscado de manera autodidáctica, para atender diferentes niveles a la vez y para acompañar a niños o niñas y adolescentes en su madurez y crecimiento personal.

¿Cuándo tendremos en nuestro país maestros y maestras gitanos en proporción al número de alumnos y alumnas del pueblo gitano?

La escuela es hoy aún un espacio donde se puede practicar la igualdad entre todo el alumnado; se puede, no siempre ocurre. El entorno social y las mentalidades de la población no ayudan. Difícilmente un centro escolar podrá revertir la segregación si su entorno está segregando. No podemos pedir a los docentes que sean heroicos en su actuación, ¿o sí?

La influencia de las escuelas es pequeña: puede hacer poco para paliar la inseguridad e inadaptación ante la sociedad paya que viven muchos niños gitanos. Los centros escolares, salvo excepciones, siguen siendo elementos de la sociedad mayoritaria, la paya, patriarcal y capitalista. El racismo y la segregación de todo tipo se retroalimentan.

3.1. Nivel micro: cada centro escolar

Veamos algunas consecuencias de separar a los alumnos con dificultades con la intención de ayudarles apartados de su grupo clase:

Aislamiento social: Al separar a los alumnos con dificultades del resto de su grupo clase, se corre el riesgo de generar una sensación de exclusión y aislamiento social. Esto puede afectar su autoestima y dificultar su relación con otros compañeros.

Estigmatización: La separación de los alumnos con dificultades puede llevar a la estigmatización y etiquetado negativo. Esto puede tener un impacto perjudicial en su desarrollo personal y en la percepción de sí mismos como estudiantes.

Limitación de oportunidades de aprendizaje: Al separar a los alumnos con dificultades, se corre el riesgo de limitar sus oportunidades de aprendizaje. Pueden perderse la interacción y el intercambio de ideas con otros compañeros, así como la oportunidad de aprender de ellos y desarrollar habilidades sociales importantes. Los alumnos con menos dificultades también quedan perjudicados al evitar su contacto con aquellos con más dificultades. Ningún alumno es inútil, ninguno es perfecto. Todos y todas tienen elementos positivos para intercambiar y aprender de manera horizontal.

Dificultad para la inclusión futura: La separación de los alumnos con dificultades puede dificultar su transición a entornos educativos inclusivos en el futuro. Puede generar barreras adicionales para su adaptación a situaciones donde deban interactuar con estudiantes que no tienen dificultades específicas.

Es importante tener en cuenta que cada situación y enfoque educativo es único, y estas consecuencias pueden variar dependiendo del contexto y de cómo se implementen las estrategias de apoyo a los estudiantes con dificultades. La inclusión y el apoyo individualizado dentro del grupo clase son enfoques más beneficiosos para el desarrollo integral de los estudiantes.

Y ahora algunas posibles actuaciones que favorecen a TODO el alumnado

Potenciar la participación de las familias: conseguir una buena relación con los familiares de nuestro alumnado es básica. La buena relación facilitará su participación en el plan de igualdad. Los docentes, maestros y profesores no sabemos más que ellos. Familiares y enseñantes buscamos siempre lo mejor para los niños y las niñas.

La relación y el trabajo conjunto entre las escuelas y la comunidad gitana ayudará a rebajar el absentismo y el llamado fracaso escolar, y quizá eliminarlo. Disminuirá el porcentaje de alumnado que no aprueba la secundaria y el abandono prematuro, antes de acabar la escolarización obligatoria o seguir estudiando después de aprobar la ESO. Cada día que pasa disminuyen los prejuicios de algunas familias gitanas que temían que la escuela paya borrase valores gitanos de sus hijos o hijas. La escuela, en general, no tiene suficientemente en cuenta las distintas culturas presentes (¿cuándo aparecerá la lengua gitana en la enseñanza?); la cultura dominante se impone. Pero, a pesar de ello, aumenta el número de gitanos y gitanas que llegan a la universidad y consiguen su licenciatura o su doctorado[2].

Una utilización crítica de los libros y materiales didácticos que evite las referencias al pueblo gitano llenas de prejuicios y estereotipos.

Unas normas de convivencia flexibles y adaptadas a la diversidad presente en los centros.

Una acción tutorial en toda la escolaridad haciendo hincapié en secundaria, que establezca vínculos personales y aumente la confianza del alumnado con sus maestros o profesores. El alumnado debe sentirse acogido, orientado y acompañado en su paso por el centro escolar.

Evitar a toda costa que el alumno o su familia se sientan responsables de su posible fracaso. No se debe culpabilizar. Los fracasos escolares son responsabilidad del sistema que no ha sabido atender, acoger y enseñar de acuerdo a las necesidades y posibilidades de cada criatura escolarizada.

La figura central debe ser el maestro o profesora de aula, el tutor o tutora. No nos ayuda añadir nuevos especialistas en los centros. Pero es necesario de forma inapelable disminuir las ratios. Con 15 alumnos por grupo en primaria y secundaria se puede atender a cada cual, se puede llevar a cabo un aprendizaje personalizado.

Todos los docentes deben tener capacidades para enseñar en grupos heterogéneos. Cualquier actividad organizada en un centro, curricular o extraescolar, debe estar dirigida a todo el alumnado del grupo. Si alguno o alguna queda fuera por el motivo que sea (económico, cultural, capacidades funcionales…) recibirá un impacto negativo, una frustración, desilusión.

La especie humana es solidaria y vive en comunidad, no somos individualistas; el sistema intenta convertirnos en ello, pero no debe conseguirlo. Debemos actuar con justicia y equidad, dejando de lado la caridad mal entendida y los paternalismos.

3.2. Nivel macro: toda la sociedad

Si un centro está segregado, más o menos guetizado, indica que todos los centros de su entorno también lo están porque tampoco atienden a toda la diversidad de alumnado presente en su alrededor. Aquí habría que reflexionar sobre las nomenclaturas. Se utilizan eufemismos para no abordar abiertamente la problemática; centros de alta complejidad, de difícil desempeño, sirven para camuflar la realidad: centros guetizados. Difícil desempeño es un insulto a los alumnos matriculados en él; alta complejidad es una mentira, la complejidad indica diversidad, y en los centros guetos ésta no abunda, todo el alumnado es vulnerable.

Están aumentando los llamados Institutos-escuela. Se especula argumentando que evitan el abandono en el paso de primaria a secundaria y favorecen la coordinación del proyecto educativo. Pero en muchos casos han consolidado la guetización del centro.

Se llevan a cabo programas de asignación de plazas, mecanismos para distribuir el alumnado que, ya hemos indicado, siempre revierten en los más débiles; no se distribuye el alumnado de clase social alta o media. Como mínimo, como medida realista hoy día, debería establecerse un cierto control en la elección de centro, conseguir un equilibrio entre la libertad de elección y la equidad necesaria para avanzar hacia una sociedad igualitaria. Podría establecerse una oficina de matriculación que abarcase todo el municipio (o un distrito entero en el caso de las grandes ciudades) y que distribuyese, con criterios objetivos y transparentes, para evitar la concentración de alumnado vulnerable en algún centro, sin alejar a nadie de su domicilio. No es una tarea fácil, pero es necesaria para frenar las segregaciones.

En los programas de asignación de plaza se etiqueta al alumnado más frágil, se le clasifica, y esto puede perdurar e influir en toda su escolarización. En algunos casos se ha llegado a arrancarlos de sus comunidades y repartirlos sobre el mapa sin tener en cuenta sus relaciones personales, familiares…

A veces se establecen políticas que no tienen en cuenta los problemas de las personas a quienes van dirigidas. Algunos políticos no conocen la realidad concreta, no viven los problemas de gran parte de la población.

La segregación nos muestra una distribución del poder, nos muestra quiénes pueden ocupar unas plazas escolares y quiénes no. Todo ello a pesar de que está suficientemente estudiado que la diversidad, la mezcla, el mestizaje son favorables al bienestar y a las mejoras de los aprendizajes. La convivencia entre diferentes es posible en los centros escolares y en los barrios, ciudades o pueblos; los inevitables conflictos y su resolución también ayudan a las relaciones interpersonales e interculturales.

4. Epílogo. Foco en el pueblo gitano

Está segregado, entre otros motivos que hemos comentado, porque desconoce su historia. Los paneles de la exposición elaborada por Enseñantes ayudarán a conocerla un poco más. Hasta el año 1980 no se reconoció a los gitanos como víctimas del genocidio nazi. Podemos trazar un paralelismo con la memoria histórica española de la guerra y la represión franquista, que tampoco se ha explicado suficientemente. Con las nuevas leyes están presentes en el currículum, deben enseñarse, pero sin presión social esto no se cumplirá. Un centro que no enseñara a leer y escribir sería denunciado: a un instituto que, a lo largo de toda la ESO, no menciona una sola palabra de historia y cultura gitana o de memoria histórica no le pasa nada.

El Pueblo Gitano debe ser un ejemplo para la sociedad:

La solidaridad que practica debería practicarse en todo el mundo; su libertad, vinculada a la del resto de la humanidad, ayuda a conseguir mejoras de la colectividad; y su defensa de la vida, de toda la vida, no sólo la humana, es un valor que necesitamos para hacer frente al tremendo cambio climático que nos acecha. Valores, en suma, que representan la auténtica inclusión y eliminan las segregaciones.

[Ponencia presentada en las 41.ª Jornadas de Enseñantes con Gitanos, celebradas en Viérnoles (Torrelavega). 1-3 de septiembre de 2023. Joan M. Girona es maestro y psicopedagogo.]

  1. Un 26% frente a un 15,8% (https://www.eldiario.es/opinion/zona-critica/no-defendemos-educacion-publica_129_9945252.html).
  2. Joan M. Girona (2023). “Un camí vers la igualtat d’oportunitats”, Perspectiva, n.º 421, pp. 36-38.

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9 /

2023

Señores políticos:

impedir una guerra

sale más barato

que pagarla.

Gloria Fuertes
Poema «Economía»

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