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Antonio Antón

Impulso de progreso y plurinacional

Al final ha habido remontada progresista, tal como unos pocos vaticinábamos a comienzo de la campaña electoral del 23J. Las derechas extremas del PP y VOX no alcanzan el suficiente apoyo parlamentario para gobernar, y lo más probable es la investidura del socialista Pedro Sánchez, en alianza con Sumar y el apoyo nacionalista. No termina el ciclo institucional de progreso, tal como pretendía liquidar el bloque reaccionario, y se abre una nueva etapa de necesaria profundización de la política social y la regulación de la plurinacionalidad, particularmente catalana, con la ampliación y consolidación del bloque progresista.

La victoria de las izquierdas y sus aliados

Los factores que apuntaban hacia el avance de las derechas son muy poderosos, incluido en el ámbito internacional. Incluso su base social de apoyo y su representatividad se han ampliado algo desde los 10,4 millones de votos de 2019 hasta los 11,2 millones de ahora, y desde el 43,1% de los votos y 153 escaños hasta el 45,6% y 171 escaños actuales (incluido el definitivo añadido por el voto del extranjero y el de UPN y sin contar el de Coalición Canaria).

Pero su prepotente relato infravaloraba un hecho decisivo, la firmeza social y democrática de la mayoría social progresista, con la consistencia de sus tres bloques que puede garantizar la gobernabilidad de progreso y plurinacional: el Partido Socialista, la coalición Sumar y las fuerzas nacionalistas. En total, y con el descontado por el cambio producido en Madrid por el voto extranjero, llegan a 12,4 millones, con 171 escaños y el 49% de los votos: 7,8 millones al PSOE (31,7% y 121 escaños), 3,0 millones a Sumar (12,3% y 31 escaños), 1,2 millones entre ERC, EH-Bildu, PNV y BNG (5% y 19 escaños), socios habituales del Ejecutivo. Aparte están los cerca de 0,4 millones de Junts (1,6%), con sus siete escaños sometidos a la incertidumbre sobre su voto en la investidura de Pedro Sánchez y la negociación de la gobernabilidad progresista.

Aunque habrá que esperar a las encuestas postelectorales para analizar las transferencias de voto, se pueden avanzar algunos desplazamientos que han favorecido, sobre todo, al Partido Socialista, que ha aparecido como la fuerza principal del bloque progresista, incluidas las izquierdas y las derechas nacionalistas, para contraponer al bloque reaccionario, en una fuerte polarización de proyectos sociales y democráticos de país.

Particularmente, el incremento del millón de votos parece que proviene de sectores abstencionistas y parte del electorado simpatizante de Sumar y de ERC. En particular, el PSC en Catalunya ha aumentado siete escaños y el PSOE en el resto de España ha perdido seis, con lo que queda un saldo positivo de un escaño. Es decir, el crecimiento le viene por su izquierda y constituye a su vez un condicionamiento para sostener unas alianzas y un contrato social y político de mayor firmeza en la política social y territorial. Por otro lado, es evidente el refuerzo del electorado de EH-Bildu, con su imagen más social, que también ha recogido votos de Sumar.

Factores sociopolíticos que explican la derrota de las derechas

Tres tipos de factores intervienen en la conformación de esta dinámica sociopolítica e institucional que apunta a la persistencia del ciclo progresista. El primero, histórico-estructural respecto de la configuración de las fuerzas sociales y políticas; desde hace más de una década, con el proceso de protesta social progresista de 2010-2014, la formación de un campo sociopolítico democrático y por la justicia social diferenciado de una socialdemocracia debilitada, la configuración político-institucional del espacio del cambio a partir de 2015 con la superación del bipartidismo continuista y la conformación del llamado sanchismo como cierto giro de izquierdas y de alianzas de progreso hasta el actual gobierno de coalición.

Pues bien, en términos de tendencias sociales y electorales ese proceso ha producido una ligera ventaja y consistencia a la corriente socio-electoral progresista, democratizadora y plurinacional frente a la conservadora, autoritaria y de nacionalismo españolista excluyente. En el plano político-institucional existe un cierto empate estratégico, con la primacía derechista en determinados campos de poder económico, judicial y mediático, así como en el ámbito institucional municipal y autonómico, derivado del 28M; igualmente, existen constricciones del marco internacional dominante, en particular por la hegemonía estadounidense y sus intereses geopolíticos y estratégicos, con la subordinación europea y el desempeño neoliberal del poder económico mundial.

Pero en el plano democrático, en esta década larga, se ha mantenido esa relativa ventaja de apoyo social y electoral, con un reflejo institucional discontinuo, que apuesta por una trayectoria reformadora, aunque sea limitada, en beneficio de la mayoría social y que garantiza una legitimidad básica a las fuerzas progresistas. Es el ciclo político de progreso y su base de legitimidad social que la oleada reaccionaria pretende revertir, también a nivel europeo e internacional. Es lo que ha fracasado en España.

El segundo tipo de componentes se asienta en la experiencia popular masiva de los dos hechos más significativos percibidos en la sociedad frente a las amplias situaciones de dificultades socioeconómicas, desigualdades sociales, territoriales y de género e incertidumbre vital: por un lado, la gestión gubernamental positiva, aun con sus claroscuros, que se ha querido embarrar y difuminar, y, por otro lado, la comprobación real e inmediata del carácter regresivo, antifeminista y de conflictividad respecto del actual estatus territorial (“tensionar Catalunya”) de la alianza de las derechas extremas en sus pactos autonómicos y municipales y que amplios sectores sociales temían por sus mayores implicaciones regresivas a nivel estatal.

El tercer grupo de elementos corresponde a las estrategias políticas, con la reafirmación del bloque progresista y sus tres componentes: la firmeza confrontativa socialista, el refuerzo de la unidad de la izquierda transformadora de Sumar y el aguante democrático del bloque nacionalista periférico.

Por tanto, se ha producido una polarización de planes, modelos y proyectos de país, no solo de propuestas en positivo sino con un giro político confrontativo, que debiera haberse articulado con un debate argumentado y realista y que las derechas han preferido embarrar y confundir. No obstante, las izquierdas han traslucido la garantía de una estrategia transformadora, imprescindible para la activación participativa de las bases progresistas y la relegitimación de sus representaciones políticas.

No era momento de consenso y contemporización entre bloques, ante el sesgo reaccionario e involutivo de las derechas, sino de firmeza democrática, resistencia cívica, determinación política y acierto comunicativo. Había que frenar la tendencia derechista y ofrecer credibilidad transformadora a las mayorías populares respecto de sus ejes vitales fundamentales. Esta firmeza estratégica y reorientación discursiva, avaladas por el compromiso reformador, es lo que ha permitido activar la actitud mayoritaria y participativa, concentrada más en el apoyo “útil” al Partido socialista. Aunque, a su vez, ese hecho constituye un condicionamiento para el cumplimiento del sentido de progreso del nuevo contrato social y electoral, democratizador y compartido, del bloque progresista.

Un relato reaccionario irreal

Vuelvo a la coyuntura y el balance electoral, cuyo pronóstico aventuraba la posibilidad de la victoria de las izquierdas, con apoyo nacionalista, y objeto de una fuerte pugna política y mediática por el relato condicionante para el voto. Es necesario el máximo rigor analítico, aun dentro de la relativa incertidumbre de los estudios demoscópicos y valoraciones cualitativas de la opinión ciudadana; es una cuestión incumplida por la mayoría de los analistas y comunicólogos, algunos atados a la simple propaganda sesgada o directamente a la mentira.

Por mi parte, por un lado, partía de los datos de las encuestas electorales del CIS y de 40dB, con su diagnóstico de cierto empate técnico entre las derechas y las izquierdas (con apoyo nacionalista). Ofrecían mayor amplitud y rigor y son las que más se han acercado a los resultados. Y han fracasado el resto de los estudios demoscópicos privados —la mayoría financiados por medios de derechas—, que aventuraban una amplia victoria del bloque reaccionario de Partido Popular y Vox.

Por otro lado, apuntaba varios hechos que modificaban las tendencias a las que se aferraba la derecha, para imponer su marco victorioso del 28 de mayo, relevante en poder institucional autonómico y municipal pero con menor ventaja en términos de voto. Ese relato pretendía desactivar la motivación participativa del electorado progresista y hacía mella en parte de las bases sociales de las izquierdas, con reflejo en cierta pasividad abstencionista y una subjetividad derrotista o bien en el trasvase de cierto electorado socialista hacia el Partido Popular, que absorbía todo el electorado de Ciudadanos y una parte del de VOX.

Todo ello estaba arropado por el fatalismo mediático del recambio de ciclo de progreso, con el desalojo del Gobierno de coalición progresista (el sanchismo y sus aliados) y la derogación de sus principales políticas públicas de avance social, feminista, democrático y territorial. Suponía todo un plan regresivo, excluyente y autoritario, con particular énfasis contra el feminismo y los derechos LGTBI y el reconocimiento de la plurinacionalidad, en particular vasca y catalana, así como con el cuestionamiento de los avances sociales, laborales y de protección pública, y el negacionismo de la crisis medioambiental.

Pero la base analítica y mediática de ese relato era performativa y estaba basada en la fabricación, entre otras, de la mayor mentira: la inevitabilidad de la victoria del bloque de las derechas (incluso de una victoria suficiente del PP) y el fin del ciclo progresista, con la derrota de las izquierdas y el soberanismo plurinacional.

La estrategia política y comunicativa de ambas derechas extremas conllevaba la degradación ética y democrática en la utilización de todos los medios políticos y comunicativos para deslegitimar a las izquierdas y el nacionalismo periférico. Pretendía marginar a la mayoría social progresista y apropiarse del poder legislativo y ejecutivo, una vez ocupado el grueso del resto del poder institucional territorial, judicial y mediático. Presentaba un augurio autoritario preocupante. Finalmente, la mayoría de la ciudadanía lo ha hecho fracasar.

Hay nuevos elementos en la etapa que comienza, pero persiste el largo ciclo progresista. Su refuerzo constituye un desafío para las fuerzas progresistas, políticas y sociales.

Reequilibrios en la izquierda transformadora

Tiene especial interés la controvertida valoración sobre el voto a Sumar y su comparación respecto de las expectativas electorales de hace unos meses, cuando se relanzó esta plataforma política, o con el resultado inmediato del 28M. Afecta a la legitimidad de la reorientación política y su liderazgo, así como al sentido de toda la operación unitaria, por lo que es muy sensible, en estos comienzos constitutivos de la nueva coalición electoral.

Pero, al mismo tiempo, junto con la evaluación de la acción política y el esfuerzo colectivo integrador, ambos globalmente positivos, es necesario valorar de forma realista y constructiva las insuficiencias y los límites experimentados para reforzar su andadura unitaria, democrática y transformadora. Por tanto, tiene impacto en la conformación de la estrategia global a seguir y la articulación de su plural representación institucional, objeto de debate y decisión colectiva en las próximas semanas.

Veamos algunos elementos en que se basaban las mayores expectativas iniciales. Según 40dB, en diciembre de 2022, con la primera gran encuesta y la oferta de Sumar —con la unidad con Podemos—, superaban los 50 escaños, con un claro ensanchamiento electoral que llegaba al 18,7% y unos 4,5 millones de votos. Era la base de legitimidad del nuevo liderazgo de Yolanda Díaz y del esfuerzo unitario del conjunto de ese espacio del cambio de progreso. En enero, bajo la sigla de Unidas Podemos (y sus confluencias) el CIS les daba el 11,2% más 1,5% de MP/Compromís, o sea, un total de 12,7%, algo superior al 12,3% conseguido ahora. Incluso algunas encuestas constataban cierto desánimo en votantes de Podemos, pero no una desafección de voto. Y en junio el CIS, aun con un alto porcentaje de indecisos, les daba un 14,3%, e igualmente 40dB, que les daba en torno a 40 escaños.

La diferencia más significativa es con los resultados de las elecciones de noviembre de 2019, en que Unidas Podemos (13%) junto con Más País/Compromís (2,3%), sumaron el 15,3%, con 3,7 millones de votos, es decir, con una reducción de 0,7 millones de votos conseguidos por el conjunto de grupos políticos integrados en la coalición. O sea, tanto bajo la sigla de Sumar (unida) como de Unidas Podemos (y sus convergencias), durante el último periodo, ofrecían datos superiores a los conseguidos ahora.

La otra comparación más cercana, expuesta en el diario Público, es con los datos de las elecciones autonómicas del 28M, con la adicción de las autonomías con elecciones precedentes. Esos datos son más asimilables que los de las municipales, más parciales tanto por su menor extensión participativa, al no llegar a muchos municipios pequeños —indicio de cierta debilidad territorial—, cuanto por la mayor incidencia de la problemática y los liderazgos locales, incluso con siglas diversas. Así, salvo precisamente en Madrid y País Valenciano, que tuvieron unos resultados extraordinarios el 28M de la mano de Más Madrid y Compromís y el 23J han disminuido, en el resto de los territorios la coalición Sumar revirtió el descenso acontecido por las candidaturas de Podemos-IU-Alianza Verde y sus confluencias, juntos o separados, y ha obtenido mejores resultados.

De todo ello se deduce una doble conclusión sobre lo aportado por el Movimiento Sumar, como nuevo grupo político específico, promovido por Yolanda Díaz y con un papel prevalente, junto con los otros quince grupos políticos que conforman la coalición Sumar y cuyos electorados anteriores han convergido en la nueva coalición. Ese conjunto de fuerzas políticas, diversas, de carácter estatal, unas, y territorial, otras, y ahora unidas, han configurado, desde hace más de una década, el llamado espacio sociopolítico y electoral del cambio de progreso o de izquierda transformadora, diferenciado de la socialdemocracia, con un perfil reformador sustantivo, sociolaboral, feminista, ecologista y plurinacional.

Así, por un lado, la nueva coalición electoral ha permitido frenar el deterioro de los apoyos electorales de ese conglomerado fragmentado, puesto en grave evidencia el 28M. Por otro lado, tras dos años de lenta maduración y refuerzo del liderazgo de Yolanda Díaz, con la recomposición de su dirigencia y la reorientación de su estrategia y su discurso, no ha ampliado ese electorado alternativo de hasta seis millones de personas, que había experimentado un fuerte retroceso en el periodo 2016/2019, hasta los 3,7 millones, aunque persistente todavía en 2019 y hasta ahora.

En especial, el gran ensanchamiento electoral desde ese punto de partida se preveía del rescate de sectores desplazados hacia el PSOE y la abstención, con unos dos millones perdidos por el espacio del cambio en la etapa precedente a 2019. Es el sector intermedio y compatible con la izquierda transformadora que, en esta ocasión, aun con posiciones críticas y de izquierdas, se ha mantenido en el apoyo socialista, aumentado por ese medio de millón perdido en traslación hacia el Partido Socialista. Por tanto, la motivación del proyecto propio no haya sido suficiente para contrarrestar la atracción de la operatividad del voto útil, en estas circunstancias dramáticas de polarización, hacia el partido dirigente del bloque progresista.

En conclusión, la experiencia de la coalición Sumar ha sido positiva. Como decía antes, principalmente, por su contribución a la reactivación del conjunto del electorado progresista que ha permitido ganar a las derechas y al aseguramiento de una nueva etapa del gobierno de coalición, con el refuerzo de las políticas de progreso. También por la capacidad unitaria de toda la izquierda transformadora, que favorece una mayor operatividad reformadora en beneficio de la mayoría social. Son los dos aspectos que auguran la continuidad de Sumar, con el beneficio para las capas populares y el país y, por tanto, para la legitimidad de su representación política y el liderazgo de Yolanda Díaz.

Insuficiencias por superar y recambio dirigente

No obstante, se han manifestado dos insuficiencias. Una: no se ha ensanchado el electorado transformador, que era el principal argumento legitimador para la recomposición de la dirigencia del espacio y su reorientación política. Dos: no se ha mejorado la relación de fuerzas representativas respecto del PSOE, como elemento de condicionamiento reformador sustantivo; así, en términos parlamentarios se pasa de un porcentaje del 22% al 20% de escaños de las fuerzas gubernamentales, aunque en legitimidad electoral de votos se pasa de un peso del 35% (de 8,77 millones), en 2019, al 28% (de 10,8 millones), en 2023.

Es decir, se incrementa la subalternidad de Sumar respecto del partido hegemónico que es el socialista, con las correspondientes dificultades para condicionar en el plano institucional las, a veces, excesivas políticas timoratas o posiciones controvertidas del propio Partido Socialista, o bien para empujar hacia mayor determinación reformadora, en particular en campos sensibles y sustanciales como la política social y laboral, feminista, democratizadora y territorial, aparte de aportar una perspectiva progresista en los grandes proyectos modernizadores, económico-productivos y medioambientales, fiscales y distributivos o de relaciones internacionales. Supone el refuerzo prolongado del espacio a largo plazo con el desarrollo de la autonomía propia del proyecto y su arraigo social y territorial.

Por otra parte, respecto del grupo confederal de Unidas Podemos, En Comú Podem y Galicia en Común, junto con Más País/Compromís, se ha producido una relevante modificación de la composición del grupo parlamentario, la dirigencia, y el liderazgo de la coalición y las prioridades y talantes de la estrategia política. Doy por supuesto la convencional opinión del consenso programático en torno al 90% de las propuestas políticas y la gestión institucional. La cuestión es que el 10% restante a veces tiene una gran trascendencia política y mediática, y hay que regular los procedimientos decisorios y la autonomía de cada parte con el respeto y la articulación de la pluralidad existente.

La coalición Sumar está compuesta por 15 grupos políticos más el Movimiento Sumar, como movimiento ciudadano y plataforma política de referencia para el conjunto bajo el liderazgo de Yolanda Díaz, que debe combinar sus dos funciones: líder del Movimiento Sumar y portavoz y coordinadora de la coalición Sumar. Se trata de un conglomerado de tipo confederal y, expresamente, como plataforma electoral y grupo parlamentario estatal. Habrá que ver su articulación orgánica, la distribución de las responsabilidades institucionales entre los distintos grupos políticos, su traslación a los territorios y su cohesión política.

Con los datos disponibles hago la comparación de tres tipos de datos: la composición del grupo parlamentario nacido en 2019; el acuerdo suscrito sobre los recursos económicos y de representación en las comisiones parlamentarias; y los resultados en escaños de estas elecciones generales del 23J. Todo ello lo expongo en porcentaje para facilitar su comparación. Queda pendiente la distribución del resto de las responsabilidades institucionales y ministeriales y la definición del acuerdo gubernamental, a negociar con el Partido Socialista.

Representación parlamentaria y recursos de la coalición Sumar (%)

Fuente: Datos oficiales con elaboración propia. * Además, en 2019 había un escaño de Alianza Verde y uno de Más Madrid que era de Equo. Ambos no están en 2023. Las personas de las confluencias catalana y gallega de I.U. y Podemos se han sumado con sus partidos iniciales. En el acuerdo del Turia están las organizaciones territoriales: Más Madrid/Más País (1 + 1), que solo tiene representatividad en Madrid, Compromís (2), Més Illes (1) y Chunta Aragonesista (1); añado en sus recursos al 1% de Equo, sin representación parlamentaria. El resto de siete grupos políticos sin representación parlamentaria se reparten el 1,5% de los recursos financieros.

En una rápida mirada se observa que las dos partes más beneficiadas son, por un lado, el Movimiento Sumar, que no tenía ninguna representatividad en 2019 ni el 28M, al no haberse presentado, pero que para su primacía dirigente se ha considerado otro criterio adicional: el liderazgo de la propia Yolanda Díaz y todo su proceso de ‘escucha’, con la constitución de su grupo político específico, y que tiene la prevalencia consentida de ser el grupo mayoritario y determinante. Finalmente se queda con el 32% del grupo parlamentario, por encima del 25% de los recursos acordados. Y, por otro lado, tiene ventaja la convergencia de grupos territoriales del llamado Acuerdo del Turia, que han pasado de tres a seis escaños, multiplicando por 2,5 su representación parlamentaria respecto del conjunto. En una posición intermedia están Izquierda Unida y Catalunya en Comú, que mantienen la misma cantidad de escaños (5 cada uno), suben un poco su proporción respecto del conjunto al reducirse este, mientras se compensa algo en recursos a IU por su extensión territorial.

Al contrario, el grupo con mayor desventaja y reducción de su representación es Podemos, que queda en la cuarta parte de la anterior, y estos resultados definitivos de cinco escaños lo asimila al resto de otras organizaciones (IU, Cat. en Común y Acuerdo del Turia), cuando incluso en el acuerdo unitario se aceptaba una representación y recursos superiores, del 23%. Es una fuente que explica el malestar en Podemos y su sentimiento de injusticia distributiva y de reconocimiento. Es una dinámica para superar, frente a las voces, no solo de las derechas sino también en el campo progresista, que desean una completa marginación de Podemos, basada en su firme exigencia transformadora y su supuesto radicalismo discursivo pero incompatible con una actitud integradora con todas las fuerzas del cambio de progreso y la formación de un frente amplio, plural y con lealtad al proyecto común.

Articulación democrática de la pluralidad interna

Dos observaciones se pueden aportar en un asunto escabroso como este, a veces lejano de las preocupaciones ciudadanas, con muchos intereses corporativos y personales y que deben regularse en los grupos políticos, como instrumentos mediadores imprescindibles, con procedimientos democráticos y reglas transparentes y consensuadas. Se trata de fortalecer la institucionalidad de la gestión política y su función hacia el bien común y sus personas representadas.

Un comentario es sobre la legitimidad de las representaciones o élites políticas e institucionales de acuerdo con su representatividad y con una evaluación democrática y colectiva. Otro es sobre la necesaria cultura democrático-pluralista, con un auténtico código ético y de transparencia relacional, que conlleva una actitud unitaria e integradora, la tolerancia por la diversidad y el respeto por las minorías, frente a los talantes burocráticos, prepotentes y sectarios.

Tienen máxima importancia en una coalición compleja, con grandes desafíos inmediatos y a largo plazo, con la misión de impulsar una democracia participativa y una activación cívica y colaborativa con los movimientos y grupos sociales y culturales, y que debe aspirar a una mayor cohesión interna, salvando la autonomía de cada parte, y la influencia política y sociocultural.

El Movimiento Sumar ya ha anunciado su formalización orgánica para septiembre. Falta definir y consolidar la articulación del conjunto de la coalición Sumar, con un consenso amplio sobre el liderazgo de Yolanda Díaz y un acuerdo mínimo forzado por las circunstancias, suficientes para echar a andar.

Pero, de forma más sosegada y cooperativa, debe ganar en legitimidad democrática respecto de sus órganos coordinadores, de tipo confederal en el plano territorial y de sensibilidades políticas, y con procesos deliberativos y decisorios compartidos. Se trata de la correspondiente aceptación de los equilibrios representativos de las distintas formaciones políticas, tachados como injustos por alguna de las partes, y cuya baremación común se ha demostrado difícil. En ausencia de un proceso constituyente a gran escala, supone articular los mecanismos negociadores y transparentes para garantizar el avance unitario de la gestión político-institucional de la pluralidad existente en este espacio transformador.

En definitiva, la base del éxito de la coalición Sumar es su contribución al freno de las derechas y su involución autoritaria y regresiva, así como la dimensión transformadora que, en continuidad y mejora de su acción reformadora precedente, debe incorporar a la acción del Ejecutivo y las instituciones políticas, con el correspondiente arraigo cívico y democrático.

Junto con esa aportación política, el cambio más relevante ha sido la modificación, en este largo proceso transitorio de más de dos años, de la primacía dirigente de Podemos por el nuevo equipo dirigente del Movimiento Sumar, comandado por Yolanda Díaz. Ambos tienen sus particularidades políticas, orgánicas y discursivas, más transformadoras y confrontativas en el primer caso y más dialogadoras y amables en el segundo, pero con un amplio campo compartido que se debería cuidar y fortalecer para ser útiles en beneficio de la gente popular y el proyecto igualitario y emancipador del país.

Además, la legitimidad de la nueva estructura representativa y coordinativa y, en especial, el liderazgo de Yolanda Díaz, se verán reforzados en la medida de su esfuerzo unitario y siempre que se mantenga su carácter integrador, representativo y de respeto al pluralismo. Sumar tiene una ardua tarea por delante, externa e interna: promover y cogestionar una nueva etapa de progreso y consolidar las condiciones orgánicas y su institucionalidad democrática para articular una mayor acción política, implicación participativa e influencia social transformadoras.

11 /

8 /

2023

La política electoral, si bien no debe desestimarse, no puede ubicarse en el centro de ninguna acción política radical seria, orientada a cambiar las instituciones que sustentan el sistema político, desmantelar las ideologías hegemónicas y fomentar el tipo de conciencia de masas en que habría de basarse un cambio social y político desesperadamente necesario.

Noam Chomsky
The Precipice (2021)

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