La política electoral, si bien no debe desestimarse, no puede ubicarse en el centro de ninguna acción política radical seria, orientada a cambiar las instituciones que sustentan el sistema político, desmantelar las ideologías hegemónicas y fomentar el tipo de conciencia de masas en que habría de basarse un cambio social y político desesperadamente necesario.
Noam Chomsky y Vijay Prashad
La retirada
Irak, Libia, Afganistán y la fragilidad del poder de Estados Unidos
Capitán Swing,
Madrid,
2022,
150 págs.
Asier Arias
La retirada recoge cinco conversaciones recientes entre Chomsky y Prashad sobre el imperialismo estadounidense, que nos definen ya en el prólogo echando mano de una analogía a la que Chomsky viene recurriendo desde al menos Counter-Revolutionary Violence, de 1973:[1] «la actitud del Padrino» (p. 18). Merece la pena citar por extenso el fragmento del que tomamos esta locución, porque la panorámica que despliega ofrece la mejor puerta hacia el contenido del libro.
«La Segunda Guerra Mundial devastó la mayoría de los países industriales avanzados; sin duda así ocurrió en Europa, Japón y la URSS. Estados Unidos, en cambio, no vio afectada ninguna de sus bases industriales. De hecho, en este país, la producción bélica potenció la industria nacional, y el superávit financiero estadounidense revestiría al dólar de un carácter sagrado del que carecían todas las demás monedas […]. Fue en este contexto en el que Estados Unidos empezó a definir agresivamente la trayectoria de sus aliados en Europa y Japón, además de utilizar todos los medios necesarios para subordinar el movimiento de descolonización y demonizar a la URSS mediante el sistema de la Guerra Fría […]. Los golpes de Estado y las intervenciones militares constituyen el rasgo definitorio de la era de la Guerra Fría, desde el golpe instigado por Estados Unidos en Irán (1953) hasta la intervención militar estadounidense en Irak (1991). Durante esos cuarenta años, la fuerza de Estados Unidos se vio frenada en cierto modo por la presencia de la Unión Soviética y sus aliados, además de por el surgimiento del Tercer Mundo como actor político. Aun así, Estados Unidos actuó con absoluto desprecio al derecho internacional, y no hubo forma de limitar el poderío militar y diplomático estadounidense ni el funcionamiento de las empresas multinacionales con sede en Europa, Japón y el propio territorio de Estados Unidos. Esta actitud típica de un padrino mafioso experimentó una progresión geométrica tras la desintegración de la URSS, cuando la élite dirigente estadounidense comprendió que ahora constituían la única superpotencia. Los hitos de esta nueva era fueron la guerra de Estados Unidos en Irak (1991) y la creación de la Organización Mundial del Comercio (1994): la primera, un puro despliegue de poderío militar estadounidense, y la segunda, una institución diseñada para atraer a los diversos países del mundo a un marco comercial que Estados Unidos confiaba en dominar. [En] las guerras contra Afganistán (2001) e Irak (2003), […] Estados Unidos, como el primero entre desiguales, consideraba que no tenía que rendir cuentas a nadie. Ésa es la actitud característica de un padrino mafioso […]. Si se produce un movimiento en contra de sus intereses, Estados Unidos utiliza su control sobre las instituciones internacionales para sancionar a los países en cuestión o bien emplea la violencia para disciplinarlos. […]. La escalada más peligrosa de nuestra época […] es la campaña de presión contra China y Rusia que está liderando Estados Unidos. La guerra de Estados Unidos contra Irak en 2003 y la crisis crediticia de 2007-2008 […] debilitaron la capacidad del país para actuar como lo hizo después de 1991. Esa debilidad queda patente en las retiradas militares y las reversiones de golpes de Estado […], pero no debe interpretarse como la desaparición del poder estadounidense o el fin del llamado ‘siglo americano’. Estados Unidos dispone de grandes reservas de poder –financiero, militar, diplomático, cultural– que seguirá ejerciendo durante mucho tiempo» (pp. 16-19).
En torno a los pormenores del ejercicio de ese poder giran las señaladas conversaciones. El núcleo de la discusión se centra en el periodo que arranca con la implementación de la Gran Estrategia Imperial de la que Chomsky se ocupara en Hegemonía o supervivencia (2003), pero el punto de partida lo ofrecen unas sugerentes pinceladas sobre la guerra de Vietnam. Como es sabido, con ella arranca la actividad de Chomsky como intelectual público, y a ella dedicaría sus primeros escritos políticos. En este punto, La retirada se limita al comentario del contexto de la publicación de alguno de aquellos textos –recogidos posteriormente en el primer libro político de Chomsky: American Power and the New Mandarins, de 1969[2]–, para desembocar después en un par de significativos avatares biográficos –como los que vinculan la ofensiva del Tet con la suspensión de los juicios a la resistencia contra la guerra, en los que Chomsky habría enfrentado una probable pena de cárcel, o los relativos al viaje a Laos del que nos hablara en “A visit to Laos”, de 1970.
Si bien los Pentagon Papers juegan un papel marginal en esta conversación sobre Vietnam, el reciente fallecimiento de Daniel Ellsberg hace obligada la mención.[3] Chomsky y Howard Zinn editaron 4.000 páginas de la filtración de Ellsberg para entregárselas al senador demócrata Mike Gravel poco después de que The New York Times comenzara a publicar fragmentos a mediados de enero de 1971. La filtración de Ellsberg sirvió de base para el segundo gran libro político de Chomsky –For Reasons of State, de 1973[4]–, pero supuso ante todo el pistoletazo de salida de la feracísima trayectoria activista del que hemos de considerar, entre otras cosas, como el padre moral de Chelsea Manning, Edward Snowden o Julian Assange.[5]
En el análisis del primer episodio del señalado periodo imperial –el correspondiente a Afganistán– descuella sobre los hechos tantas veces enumerados –el apoyo previo de Estados Unidos a los más brutales entre los integristas afganos, arrojados contra la URSS; la nula disposición al tratamiento diplomático de un conflicto que nada tenía en principio que ver con el Estado afgano; la vergonzante hipocresía de la retórica humanitaria y feminista (pp. 49-52) que envolvió a la invasión– el matiz de Prashad a Chomsky: mientras éste ha insistido durante años en que Afganistán carecía de importancia estratégica y, por tanto, el único propósito de Estados Unidos al iniciar esta guerra no fue otro que el de mostrar músculo, Prashad apunta a una serie de circunstancias en buena medida ex post facto –la riqueza mineral afgana, tasada a partir de 2010; la posibilidad de socavar el desarrollo comercial chino bloqueando ramas cruciales de la Iniciativa de la Franja y la Ruta, lanzada en 2013; la ocasión de injerirse en Sinkiang y en el Irán oriental mediante un Estado satélite en la región, y proyectar desde él poder sobre el tablero asiático, en el que se disputa hoy la principal pugna geoestratégica– que habrían de considerarse importantes objetivos tácticos.
Tal y como Chomsky ha explicado en numerosas ocasiones, en la Guerra de Irak (2003), segundo gran episodio de la Cruzada contra el terrorismo, «la invasión se llevó a cabo con la expectativa de que incrementara la amenaza del terrorismo: ésa fue la advertencia difundida por el propio servicio de inteligencia del gobierno, por sus distintas agencias y por otros, entre ellos muchos especialistas en terrorismo» (Chomsky & Achcar, 2007: 22; v. et. Chomsky, 2010: cap. 1; 2016: cap. 21).
Las contradicciones no comenzaron en cualquier caso en la época de la Cruzada contra el terror. Desde su invasión del Irán de Jomeini, y durante toda la década de los ochenta, Sadam fue uno de los niños mimados de Washington, y cometió sus peores atrocidades con respaldo occidental. Ese apoyo incluyó la provisión de las armas químicas que Sadam utilizó durante la invasión de Irán. El público occidental no encontró extraño que esos crímenes se usaran luego como pretexto para derrocarle.
Hay en la Tormenta del Desierto algo que siempre me ha desconcertado. ¿Por qué descartó Washington a su aliado? No he encontrado una respuesta racional a esta pregunta. Antes de que Bush I condenara al pueblo iraquí,[6] Sadam lanzó sucesivas propuestas para alcanzar un acuerdo político, y había aceptado las condiciones de Washington. El Padrino tan siquiera se molestó en responder al antiguo aliado, ni la prensa en informar sobre estos insignificantes detalles: «el rechazo explícito de Washington a cualquier forma de diplomacia fue recibido como ‘una sensacional oferta para entablar negociaciones’» (Chomsky, 1991). Sea como fuere, insistamos, ¿por qué aquel repentino repudio? Después de todo, tal y como Chomsky ha explicado en numerosas ocasiones, la administración Bush I buscaba un Irak «regido con mano de hierro», como con Sadam pero sin Sadam (cf., v. g., Chomsky, 1996: 173; 2000: 36).
Aunque la razón última de la ira de Estados Unidos ante la ocupación de Kuwait haya que buscarla en el control de los precios del petróleo (Chomsky & Albert, 1991), un Estado cliente «regido con mano de hierro» por un tirano aliviado tras la reconciliación con el jefe es más barato que una guerra. ¿Por qué escenificar entonces el horror ante las cámaras (Kellner, 1992)? Puede que la racionalidad de la respuesta se nos escape a cuantos no dirigimos organizaciones mafiosas, pero si uno necesita establecer un «nuevo orden mundial» basado en «reglas» –no en la Carta de Naciones Unidas–, parece que de cuando en cuando tiene que explicitar quién y cómo dicta las reglas.
Chomsky insiste en que, a diferencia de Afganistán, el interés estratégico de Irak es obvio. Aunque la invasión de 2003 no sirvió para establecer un gobierno lo suficientemente maleable, permitió alcanzar un acuerdo que hace si cabe más obvia aquella obviedad. La constitución redactada a comienzos de 2004 por el Consejo de Gobierno de Bremer era ya bastante clara, pero en 2007 el Acuerdo sobre el Estatuto de las Fuerzas (SOFA) despejaba toda duda: las empresas estadounidenses disfrutarían de prioridad en la explotación de los recursos iraquís. Nuevamente, la prensa y el mundo académico lograron desatender este insignificante detalle (el documento más importante de aquella guerra): Estados Unidos había ido a Irak a cortar la principal cabeza de la Hidra del terror –o a desmantelar peligrosos arsenales de armas de destrucción masiva, o a democratizar el país–, y esto es lo que cuenta.
En una lectura europea, lo que queda al cabo de la consideración de los episodios posteriores a la guerra de la OTAN contra Libia –iniciada por Francia, «liderada desde atrás» por el Padrino, emprendida con total desprecio de la vía diplomática y ‘resuelta’ en el vertedero moral del tapón migratorio europeo (pp. 119-123)– es la completa subordinación del viejo continente, «que se limita a seguir el juego y acatar las órdenes del Padrino, incluso cuando se opone a ellas» (p. 66; v. et. pp. 140-142). Y se trata de un juego peligroso. El Padrino, cada día más aislado, no deja de tensar la cuerda. En el otro extremo de la cuerda está una China cada día más solicitada. El Padrino cuenta con una sola ventaja: su incomparable poder militar. Por si no bastara con esa abrumadora ventaja, el Padrino cuenta asimismo con un apéndice atlántico cuyo rango de acción era ya abiertamente global en 2014 (p. 118), pero cuyos tentáculos se estrechan hoy con fuerza creciente en el Asia-Pacífico. En este juego, Europa tiene todas las desventajas, empezando, como venimos viendo, por la meramente geográfica.
Referencias
Chomsky, N. (1991) «The Gulf crisis», Z Magazine, 4(1).
Chomsky, N. (1996) Powers and Prospects: Reflections on Nature and the Social Order. Chicago: Haymarket, 2015.
Chomsky, N. (2000) Rogue States: The Rule of Force in World Affairs. Chicago: Haymarket Books, 2015. [Trad. cast. en Paidós, 2001].
Chomsky, N. (2010) Hopes and Prospects. Chicago: Haymarket Books. [Trad. cast. en Tendencias, 2010].
Chomsky, N. (2016) Who Rules the World? Nueva York: Metropolitan. [Trad. cast. en Ediciones B, 2016].
Chomsky, N. (2023) «On Ellsberg and the danger of nuclear war, I & II», The Analysis News, 2 y 5 de junio.
Chomsky, N. & Achcar, G. (2007) Estados peligrosos: Oriente Medio y la política exterior estadounidense. Barcelona: Paidós.
Chomsky, N. & Albert , M. (1991) «Gulf War pullout», Z Magazine, 4(2).
Jay, P. (2023a) «Chomsky and Ellsberg on the present danger», The Analysis News, 13 de marzo.
Jay, P. (2023b) «Take arms against a sea of troubles», The Analysis News, 20 de marzo.
Kellner, D. (1992) The Persian Gulf Tv War. New York: Routledge, 2019.
Robinson, N. J. & Chomsky, N. (2023) «The worst crime of the 21st century», Current Affairs, 12 de mayo.
Notas
- Hay trad. cast., bajo el título Baños de sangre, de 1976, descatalogada desde entonces. ↑
- Hay trad. cast., bajo el título Los nuevos intelectuales. Traducido por Juan Ramón Capella en el año de su publicación original, ha conocido sucesivas ediciones. ↑
- Daniel Ellsberg murió el pasado 16 de junio a los 92 años. No debe ser recordado, meramente, como el filtrador de los Pentagon Papers, sino asimismo como uno de los mayores expertos en armamento y política nuclear y, sobre todo, como uno de los más valientes y prominentes activistas antibelicistas de todos los tiempos. Paul Jay reunió el pasado marzo a Chomsky y Ellsberg para que discutieran sobre la irracionalidad de la actual banalización de la carrera hacia el abismo nuclear: sin lugar a dudas, la pareja idónea para esa conversación (Jay, 2023a; 2023b). Después, a comienzos de junio, pocos días antes de la muerte de Ellsberg, el mismo medio hizo público un largo comentario de Chomsky sobre las «incomparables contribuciones» de Ellsberg (Chomsky, 2023). La relectura de The Doomsday Machine, de 2017, es el menor homenaje que individualmente nos cabe rendir a su memoria. ↑
- Hay trad. cast., de Joaquim Sempere, 1975. No se ha reeditado desde entonces. ↑
- Ellsberg tuvo mejor suerte que Assange: acusado bajo la misma ley que éste, sus cargos fueron retirados en un par de meses. Por su parte, Assange se enfrenta mientras redacto estas líneas a una inminente extradición tras más de una década de torturas por exponer a la luz pública una impresionante cantidad de delitos, crímenes de guerra y violaciones de los Derechos Humanos imputables al Padrino –decenas de miles de civiles asesinados en Irak, centenares de hombres torturados en Guantánamo, espionaje a altos cargos de Naciones Unidas, complicidad en golpes de Estado contra gobiernos democráticamente electos. ↑
- A la guerra del Golfo le seguiría una década de sanciones –de carácter «genocida», según Denis Halliday, a la sazón coordinador humanitario de la ONU en Irak–, y a esa década la invasión de Bush II, «el acto de agresión bélica más letal de nuestro siglo, y un sólido candidato al peor crimen cometido en los últimos 30 años» (Robinson & Chomsky, 2023). ↑
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