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José Antonio Estévez Araújo

«Apocalypse Now» vista por un vietnamita

La plataforma HBO ha anunciado que próximamente emitirá una serie de siete episodios basada en la novela El Simpatizante de la que es autor el escritor vietnamita Viet Thanh Nguyen. La serie aparece catalogada de forma compleja como comedia negra, drama histórico, thriller de espías y drama bélico, aunque el tráiler disponible acentúa el componente de intriga de la trama.

El libro de Nguyen, que obtuvo el Premio Pulitzer en 2016, es importante porque se trata de una de las pocas obras de ficción accesibles en castellano (y también en catalán) en la que se presenta la guerra del Vietnam y sus consecuencias desde la perspectiva de un vietnamita.[1] La novela de Bao Ninh El dolor de la guerra es otro de los libros disponibles.[2] Ninh sirvió como soldado regular del ejército de Vietnam del Norte, a diferencia de Nguyen, que es un refugiado de Vietnam del Sur residente en Estados Unidos. De El dolor de la guerra me ocuparé en la segunda parte de este texto.[3]

El Simpatizante

El “Simpatizante” que da título a la novela de Nguyen es el personaje protagonista, su nombre no se revela en ningún momento y siempre aparece en mayúsculas. Es una persona marcada por la dualidad. Nació de la unión de un sacerdote francés con una sirviente vietnamita. En el relato, el personaje recuerda en repetidas ocasiones con amargura cómo le menospreciaba su familia materna por ser un “bastardo” y, además de bastardo, un mestizo.

La dualidad del protagonista se manifiesta en su vivencia de la guerra. El Simpatizante era un agente comunista que actuó como infiltrado en las filas de la policía política del régimen de Saigón. Su duplicidad le tortura, pero también le permite, como señala repetidamente a lo largo de la novela, ver todas las cuestiones conflictivas desde perspectivas contrapuestas.

Esta novela se caracteriza por el tono burlón que el protagonista utiliza en sus descripciones y sus reflexiones. Ese humorismo se escora más hacia lo mordaz o sardónico que hacia lo irónico o simplemente chistoso. El Simpatizante destila un deje de agresividad o de rencor cuando adopta este tono (que, no obstante, no es el único que usa en el relato). El libro es claramente una obra satírica y Nguyen se mofa repetidamente del American way of life y de la manera de ser y los ideales estadounidenses (aunque no únicamente de ellos, sino también de los vietnamitas o los franceses).

Un buen ejemplo de su mordacidad es la reflexión que el protagonista hace a propósito del contenido de la Declaración de Independencia de Estados Unidos, en la que se afirma que “sostenemos como evidentes en sí mismas estas verdades: que todos los hombres son creados iguales; que son dotados por su Creador de ciertos derechos inalienables; que entre éstos están la vida, la libertad y la búsqueda de la felicidad”. Respecto al último ítem que la Declaración considera “inalienable”, el Simpatizante observa que, en su condición de refugiado:

[…] me aseguraba de mostrarme a mí mismo como un inmigrante más, contento de vivir en una tierra donde la búsqueda de la felicidad estaba garantizada por escrito, lo cual, si uno lo piensa bien, tampoco es nada del otro mundo. Que te garanticen la felicidad, eso sí que es excepcional. ¿Pero la garantía de que se te permita buscar el premio de la felicidad? Eso no es más que la oportunidad de comprar un billete de lotería. Seguramente habrá un afortunado que gane millones, pero también habrá millones de infelices que pagarán entre todos.

Consideradas conjuntamente, la novela El Simpatizante y su continuación El Idealista[4] forman una especie de Viajes de Gulliver en los que Nguyen “visita” Vietnam, tanto del Sur como del Norte, Estados Unidos y Francia y satiriza diversos aspectos de sus sociedades, personajes, historia y política.

El autor muestra una particular inquina hacia los productos culturales estadounidenses, especialmente en una sátira del rodaje de una película sobre la guerra del Vietnam, que tiene claras semejanzas con Apocalypse Now. El protagonista lanza numerosas diatribas contra la visión hollywoodiense de la guerra en general y la de esta película en particular. La ocasión para la parodia surge cuando el Simpatizante, gracias a su origen vietnamita, es contratado para asesorar a un director acerca del guion y el rodaje de un filme sobre el conflicto.

El título de la película que se iba a filmar era The Hamlet. “¿Hamlet?”, preguntó el Simpatizante la primera vez que lo oyó. “No, The Hamlet, que en inglés significa la aldea”, le aclararon, aunque esa explicación no elimina la burla que se hace de la pretenciosidad del título.

En concreto, “la aldea” se refiere explícitamente al reducto fortificado en el que se encuentra el sosia del coronel Kurz, que en el filme parodiado se hace llamar “el Rey Kong” (o sea, King Kong, un chiste respecto del personaje interpretado por Brando, que también se mofa de lo inadecuado del término “Viet Cong”, tema que se aborda más adelante). No puede dejar de asociarse ese título también a la aldea atacada por los helicópteros del coronel Kilgore al son de Las valquirias de Wagner en Apocalypse Now.

La sátira pinta al director de la película como un tipo tremendamente arrogante y pretencioso. En ningún momento se menciona su nombre, sino que el autor se refiere a él llamándolo “el Cineasta” (siempre en mayúscula).

Se trata de un personaje reacio a aceptar las críticas. El Simpatizante hace una serie de observaciones al guion en su función de asesor para cuestiones vietnamitas. Por ejemplo, que sus compatriotas no gritan diciendo ¡¡¡Ayyyy!!!, sino ¡¡¡Aieyaahhh!!! (afirmación respecto a la que la asistente del director, Violet, se muestra profundamente escéptica afirmando que en todas partes se grita de la misma manera).

En respuesta a las enmiendas sugeridas por el Simpatizante, el Cineasta reacciona con agresividad preguntándole si acaso ha leído a alguno de los grandes especialistas en Vietnam y los vietnamitas, todos los cuales son, por supuesto, autores anglosajones respaldados por un ingente número de citas y publicaciones en revistas indexadas. Uno de ellos es nada menos que “el historiador más importante del mundo del que usted viene”, otro “ha diseccionado la psicología de ustedes”. ¿Qué le van a contar, pues, a él, sobre los vietnamitas que no sepa ya después de haberse empapado del saber de esas grandes autoridades en el tema? Y menos alguien que ni siquiera ha leído sus obras, aunque sea vietnamita.

El filme se iba a rodar en Filipinas, como Apocalypse Now, porque las semejanzas de la vegetación y el paisaje permitían hacer pasar las localizaciones como enclaves vietnamitas. La egolatría y narcisismo del director aparecen retratados de la siguiente manera: “Cuando el Cineasta llegó la semana siguiente, lo primero que hizo fue montarse a sí mismo una fiesta de bienvenida”.

¡Y qué fiesta!

El departamento de atrezo construyó un caldero falso de madera contrachapada y papel maché, lleno de hielo seco, y metió en él a un par de strippers con el pelo rubio oxigenado procedentes de uno de los bares de las inmediaciones de la bahía de Súbic, cuyo trabajo era interpretar a dos mujeres blancas a quienes los nativos estaban cocinando vivas.

¿Quién sino un tremendo narcisista puede montar una fiesta para darse la bienvenida a sí mismo? ¿Y quién si no un norteamericano puede manifestar una combinación tal de racismo y mal gusto?

Apocalypse Now no ofrece en ningún momento una perspectiva de la guerra desde el punto de vista vietnamita. Ningún personaje del país invadido tiene una sola línea de diálogo.[5] Inicialmente, el Cineasta tampoco había pensado dar la palabra a los combatientes o a los civiles del lugar en la película. Pero, gracias a su insistencia, el Simpatizante logró que se introdujeran en el guion personajes vietnamitas con texto que no fueran sólo figurantes que disparaban, huían o saltaban por los aires debido a las explosiones.

No obstante, el protagonista se lleva una amarga sorpresa:

En mi ingenuidad, me había limitado a dar por sentado que en cuanto se crearan papeles para vietnamitas, habría también actores vietnamitas. Pero no. Los buscamos, me había dicho el día anterior Violet. […] Pero francamente no había actores vietnamitas cualificados. La mayoría eran aficionados y los pocos profesionales sobreactuaban todos. […] Lo que Violet me estaba diciendo es que no éramos capaces de representarnos a nosotros mismos. Nos tenían que representar, en este caso, otros asiáticos.

Los actores vietnamitas sobreactúan cuando hacen, precisamente, de vietnamitas, parece querer decir Violet. Quizá resultan ser “demasiado” vietnamitas. El Cineasta parece preferir algo más “light”, unas personas genéricamente asiáticas que se asemejen más a la vaga imagen que los estadounidenses tienen de los naturales de Vietnam. Los actores finalmente elegidos son un coreano y dos filipinos. Se trata, además, de caras conocidas de los americanos: una modelo, un cantante y un actor al que un anuncio de Mr. Proper había hecho famoso. Los personajes que representan pertenecen al bando de los “buenos” vietnamitas, aliados de Estados Unidos, y son atrapados, torturados e incluso asesinados por los malvados miembros del “Vietcong”, por lo que convenía que los espectadores pudieran identificarse con ellos.

La creencia de los norteamericanos de que los vietnamitas no pueden representarse a sí mismos es uno de los leitmotiv que se repite a lo largo de la novela. Recordemos que Estados Unidos había instalado un gobierno títere en Saigón, que amañaba sistemáticamente las elecciones y que siguió una deriva cada vez más corrupta y autoritaria.[6] Eran los estadounidenses los que decidían quién debía representar a los vietnamitas. Por eso no se celebraron las elecciones previstas en los acuerdos de Ginebra de 1954 (firmados entre Francia y el Viet Mihn y que pusieron fin a la llamada “guerra de Indochina”) las cuales, con toda seguridad, habría ganado Ho Chi Min por abrumadora mayoría.

En la novela de Nguyen están muy presentes los refugiados vietnamitas. El propio Simpatizante es uno de ellos, aunque del tipo de los que pudieron huir en avión de Saigón justo cuando los norvietnamitas estaban a punto de tomar el aeropuerto.

Los refugiados aparecen en la sátira del rodaje de la película cuando son contratados como extras. No son survietnamitas VIP como el protagonista, sino miembros de ese inmenso grupo de personas que huyeron en frágiles y sobrecargadas embarcaciones de su país y a los que se dio en denominar “boat people” (“gente de las barcas”). Los que participaron en el rodaje habían logrado llegar hasta Filipinas, lugar en el que se iba a rodar la película, como ya se ha mencionado.

El Simpatizante es el encargado de organizar la logística necesaria para acomodar a los extras vietnamitas y a propósito de la precariedad de sus condiciones de trabajo comenta, con su habitual tono mordaz:

Tenían demasiada hambre para hacerle ascos al salario que me habían mandado que les ofreciera, un dólar diario; su desesperación se medía por el hecho de que ni uno de ellos —repito, ni uno— regateó para conseguir algo más de dinero. Yo jamás me había imaginado que llegaría el día en que uno de mis compatriotas no regateara, pero estaba claro que aquella gente de las barcas entendía que la ley de la oferta y la demanda no estaba de su lado.

Las películas estadounidenses sobre Vietnam suelen estar llenas de tópicos que no se corresponden con la realidad y ocultan muchos aspectos de la guerra.

Uno de los tópicos más frecuentes es la forma como se presenta a los vietnamitas enemigos, que son colectivamente denominados “el Viet Cong” (también se puede escribir junto, “Vietcong”). Este es un término peyorativo acuñado por los estadounidenses contrayendo dos términos que significan “vietnamita” y “comunista” respectivamente. Sin embargo, los guerrilleros vietnamitas no se denominaban a sí mismos “el Viet Cong”, sino el Frente de Liberación Nacional (FLN) y eran los sucesores del Viet Mihn, la guerrilla que luchó contra la ocupación francesa.

Los guerrilleros del FLN parecen ser, en las películas, la única fuerza militar a la que se enfrentan los soldados norteamericanos. Todos los enemigos son “vietcongs”. Nunca aparecen claramente identificadas las unidades del ejército regular de Vietnam del Norte, que era una fuerza militar integrada por soldados profesionales y de leva. El FNL utilizaba tácticas de guerrilla (sabotajes, emboscadas), mientras que el ejército norvietnamita llevaba a cabo acciones militares de carácter “convencional”, a mayor escala y con armamento pesado.[7] Pero esa diferencia no suele apreciarse en los filmes norteamericanos y, desde luego, no se puede detectar en Apocalypse Now.

Las películas de Hollywood suelen presentar a estos guerrilleros como seres sin rostro, que surgen repentinamente de la jungla o aparecen saliendo de túneles camuflados. Se les muestra como luchadores despiadados, capaces de hacer cualquier cosa con tal de vencer, incluso de cometer las mayores atrocidades contra los habitantes de las aldeas survietnamitas.

En Apocalypse Now, Kurz, el personaje representado por Marlon Brando, relata al Capitán Willard una acción especialmente sangrienta de los “vietcongs”. El coronel había ido junto con su equipo a vacunar a los niños de una aldea. Cuando volvieron al cabo de unos días, se encontraron con que los guerrilleros habían amputado los brazos vacunados a los niños y los habían apilado en un siniestro montón como muestra de rechazo hacia los americanos y a modo de advertencia para los campesinos que aceptaran su ayuda.

Kurz habla con tono admirativo de esos guerrilleros y le comenta a Willard la conclusión que sacó de tan terrible experiencia: era necesario contar con soldados capaces a la vez de esa firmeza de convicciones y de esa extrema crueldad para poder ganar la guerra. Era preciso conjuntar la máxima humanidad con la extrema inhumanidad. Esa polaridad se puede encontrar en cualquier ser humano, algo que Joseph Conrad puso de manifiesto en El corazón de las tinieblas, la novela que Coppola pretendía adaptar al cine rodando Apocalypse Now.

Pero las conductas sádicas no son representativas de la actuación de los guerrilleros del FLN. Se produjeron excesos, pero estos combatientes no utilizaban sistemáticamente el terror como mecanismo de sumisión de los campesinos.

Quizá los norteamericanos cometieron atrocidades mayores, incluso sin tener en cuenta el uso del napalm.[8] En algunas zonas reinaba la consigna de que “si sale corriendo es un vietcong” y desde los helicópteros se ametrallaba a todos los campesinos que huían despavoridos al divisarlos, sin importar el sexo, la edad, o el hecho de que fueran manifiestamente desarmados. Pero aquí no pretendemos realizar una comparación entre los desmanes de uno y otro bando, porque no es ese el propósito del presente artículo.

En cualquier caso, las películas hollywoodenses sobre Vietnam no se refieren nunca a las tareas de apoyo y auxilio que los guerrilleros del FLN llevaban a cabo en las aldeas campesinas. Los miembros de esta fuerza desarrollaron programas sociales, construyendo escuelas y clínicas y asistieron también a los desplazados por la guerra. Para el FLN era vital ganarse el apoyo de los campesinos y lo hacían indagando cuáles eran sus necesidades y tratando de atenderlas.

Esta actitud de apoyo no respondía a un planteamiento únicamente táctico. Que los campesinos gozasen de unas condiciones de vida dignas era uno de los ideales definitorios del movimiento de liberación. Y buena parte de sus miembros no llevaban a cabo siquiera acciones armadas, sino que recogían información o proporcionaban suministros. Con esto, no pretendo presentar a los guerrilleros que operaban en Vietnam del Sur como unos seres angelicales. Mi propósito es únicamente poner de manifiesto el carácter sesgado de la imagen tópica de los “vietcongs” en los filmes norteamericanos.

En la novela de Nguyen hay un pasaje que satiriza con la mordacidad habitual del autor esa visión de los guerrilleros como unos seres radicalmente sádicos. Se trata del rodaje de una escena en que cuatro “vietcongs” deben torturar a un miembro del ejército de Vietnam del Sur.

El Cineasta les da las siguientes instrucciones a los extras que habían aceptado representar el papel de guerrilleros (gracias a que se les había doblado la paga):

Y ahora llega este llorón hijo de puta, este traidor de mierda de piel amarilla pero alma blanca. Odiáis a este cabrón. Vais a obligarlo a confesar todos sus pecados reaccionarios y después a que los pague. Pero, sobre todo, recordad esto: ¡divertíos, sed vosotros mismos y actuad con naturalidad!
Aquellas instrucciones causaron cierta confusión entre los extras.
El más alto, que era el suboficial de más rango, un sargento, dijo: quiere que torturemos a este tipo y hagamos ver que nos estamos divirtiendo, ¿verdad? El extra más bajo dijo: ¿pero eso cómo cuadra con actuar con naturalidad?

Algunos autores anglosajones utilizan los términos “americentric” o “uscentric” como equivalente a “eurocéntrico”, pero referido a los Estados Unidos. En castellano creo que no disponemos de una palabra adecuada para referirnos a una perspectiva que únicamente tiene en cuenta el punto de vista estadounidense. Pero podemos adaptar el segundo término anglosajón y hablar de “usacéntrico” o “usacentrismo” a la espera de que surja una propuesta más inspirada (“americéntrico” supondría una concesión excesiva a la pretensión yanqui de identificar su país con toda América).

Utilizando este neologismo, podemos decir que Nguyen pone en palabras del Simpatizante una acusación furibunda de usacentrismo, no sólo contra el filme cuyo rodaje parodia, sino con la producción hollywoodiense sobre la guerra de Vietnam en general.

Su indignación se pone claramente de manifiesto en este exabrupto:

[…] aquélla era la primera guerra en la que los perdedores iban a escribir la historia en lugar de los ganadores, cortesía de la maquinaria propagandística más eficiente que había existido nunca (con todos los respetos a Joseph Goebbels y a los nazis, que nunca habían alcanzado la dominación global).

No se va a hacer aquí una valoración de Apocalypse Now relativa a la imagen que ofrece de la guerra o a su carácter más o menos crítico. En mi opinión, la postura de Coppola sobre el conflicto queda plasmada en un filme posterior, titulado Jardines de piedra y estrenado en 1987. El mensaje de esa película es que la intervención norteamericana en Vietnam es una cuestión moralmente muy compleja respecto de la que las personas pueden legítimamente formarse diferentes opiniones y, en consecuencia, actuar de formas distintas.

Da la impresión de que cuando los estadounidenses se enfrentan a problemas morales complejos muchos de ellos reaccionan característicamente de dos formas contrapuestas e insatisfactorias. Unos adoptan posturas maniqueas en virtud de las cuales todo el mérito o bondad están de un solo lado, mientras que la postura contraria es demonizada. El otro tipo de respuesta consiste en considerar que todas las opiniones deben poder ser expresadas y que cada cual es libre de adoptar la postura que crea más conveniente. Cada una de estas diferentes maneras de enfocar las cosas puede prevalecer más en unas épocas que en otras y, desde luego, sirve para caracterizar el talante de grupos sociales específicos (como la “América profunda” o los intelectuales de la Costa Este).

La postura liberal es preferible al maniqueísmo, pues hace posible una visión más detallada de los problemas y favorece la toma en consideración de las posturas y argumentos de los demás. Pero también tiene el peligro de dar audiencia a puntos de vista que carecen totalmente de fundamentación. Por ejemplo, en Jardines de Piedra, hay un joven soldado, Willow, que está empeñado en ir a combatir a Vietnam a pesar de que las protestas contra la guerra se encontraban en su punto álgido y de que disponía ya de un destino que no le obligaba a ir al frente. El personaje no da ningún argumento para desestimar los consejos de sus amigos (incluidos sus superiores) que pretenden disuadirle. Es un joven obcecado y, sin embargo, su postura se considera tan legítima como la de los demás personajes.

Desde mi punto de vista, no se puede decir que todas las opiniones sean igualmente válidas o respetables, ¡y menos con la que está cayendo! Otra cuestión (tremendamente problemática) es cómo traducir esa diferenciación a la hora de regular la libertad de expresión y la libertad de prensa o, incluso, los derechos políticos.

En cualquier caso, en lo que resta del artículo, vamos a hablar de una novela, la de Bao Ninh (El dolor de la guerra), cuyo autor no adopta una postura maniquea ni tiene la pretensión de que queden representadas las diferentes opiniones y actitudes sobre el conflicto (en este caso de los norvietnamitas), sino que su posición es decididamente antibelicista.

El dolor de la guerra

La novela de Bao Ninh cuenta en primera persona la experiencia que un soldado regular del ejército norvietnamita, llamado Kien, tiene de la guerra, una experiencia que es análoga a la que tuvo el propio autor.

La publicación de la novela fue una aventura rocambolesca un tanto confusa. Parece ser que Ninh escribió una primera versión como ejercicio para la obtención de un título académico que se titulaba El destino del amor (Thân phận của tình yêu) y que se difundió mimeografiada. Otro vietnamita, Phan Thanh, Hao realizó una traducción que se hizo llegar a un periodista australiano quien acabó de darle forma, publicándose la novela en inglés en 1993 con el título The Sorrow of War. La versión vietnamita con el título El dolor de la guerra (Nỗi buồn chiến tranh) no vio la luz hasta diez años después. Mientras tanto, se había publicado una versión francesa traducida directamente del original.

Kien es un superviviente que ha luchado durante once años en un conflicto en el que fueron muriendo todos sus camaradas. Resultó herido en diversas ocasiones, pero siempre logró recuperarse. Sin embargo, sus recuerdos le atormentan y encuentra en la escritura una manera de exorcizarlos.

Como es habitual en la literatura contemporánea, en El dolor de la guerra encontramos una novela y una metanovela. Hay muchos pasajes e, incluso, partes de la obra que relatan la penosa tarea de Kien a la hora de redactar el texto o momentos en que recuerda episodios que luego plasmará por escrito. En ocasiones introduce observaciones acerca de la dificultad de la escritura o de la resistencia de los personajes a acomodarse a sus designios. Insiste mucho en el propósito de desenmascarar las visiones tópicas y acartonadas del conflicto elaboradas por la propaganda oficial. Pretende mostrar a personas “reales” y describir los acontecimientos tal como fueron, intentando ser lo más detallado posible.

La novela tiene claros tintes antibelicistas, como se ha señalado, y se centra en el devastador impacto físico, psicológico y vital que el conflicto tuvo para los soldados. En el libro se relatan con detalle muchas experiencias de combate, se describe el azote del hambre, especialmente en determinadas estaciones del año, y también el agotamiento y el sentimiento de pérdida provocado por la muerte de compañeros y familiares.

En los filmes norteamericanos, los enemigos vietnamitas son representados como seres insensibles. Sin embargo, el impacto psicológico de la guerra fue tan fuerte que llegó a generar una serie de aterradoras supersticiones entre los militares norvietnamitas, de las que Kien da cuenta a lo largo de la novela. La más sorprendente e intensa es la referida a la jungla de las “Almas que Aúllan”. Se trata de un lugar en el que el batallón de Kien fue prácticamente aniquilado por los ataques norteamericanos, en especial por los realizados desde los helicópteros, siendo el protagonista uno de los pocos supervivientes. A propósito de ese lugar, Kien dice:

Tal vez las almas aulladoras se reuniesen en festividades especiales: miembros del Batallón Perdido alineados en la herbosa parcela romboidal, efectuando el recuento de oficiales y tropa. […] Por la noche, en el corazón de la jungla, se oían los sollozantes susurros, los gritos arrastrados por el viento. […] Quizá fueran realmente las voces de las almas en pena de los soldados muertos.

Esta creencia supersticiosa manifiesta y, a la vez, canaliza el horror producido por la guerra en general y por un episodio especialmente devastador en particular. Los fantasmas de los soldados muertos persiguen a los combatientes haciéndoles partícipes de su destino.

A diferencia de lo que puede pensarse, el retorno de los soldados después de la victoria no fue triunfal, sino amargo y decepcionante. Kien volvió a Hanói desde Saigón en un tren “transvietnamita”. Según relata el personaje, los militares eran recibidos en todas partes con indiferencia e, incluso, recelo. Las autoridades les registraron una y otra vez durante el trayecto para comprobar si habían cometido algún tipo de saqueo.

A lo largo del viaje, los altavoces de las estaciones lanzaban mensajes advirtiendo de los peligros de cualquier actitud de reconciliación con los survietnamitas. Avisaban a los que regresaban del frente acerca del peligro de las que denominaban “balas de azúcar”. Kien dice que los soldados eran impermeables a esas consignas y se reían de ellas.

El “estrés postraumático” afectó no sólo a los veteranos norteamericanos, sino también a los soldados vietnamitas porque, obviamente, a ellos la guerra también les produjo “traumas”. Esos militares experimentaron grandes dificultades para reintegrarse a la sociedad, como ocurrió con sus homólogos estadounidenses. En la novela se cuenta, por ejemplo, la triste historia de Vuong, un conductor de tanques, que fue incapaz de adaptarse a la vida civil y acabó convirtiéndose en un alcohólico.

Ninh empieza hablando de una taberna a la que Kien acudía en Saigón: “Dio media vuelta y se encaminó hacia el café del Balcón, un local nocturno oculto al final de un angosto callejón, que frecuentaba muy tarde por la noche […]” y que “era conocido como el Club de los Veteranos”. Este nombre se debe a la historia de este local, abierto después de finalizar la guerra:

Los primeros clientes eran soldados desmovilizados, la mayoría sin empleo, aún en fase de recuperación […] Poco a poco, el dinero que lograron sacar al franquear las ‘puertas de la jungla’ y ser licenciados fue abandonando sus bolsillos para engrosar los del propietario, que así empezó a prosperar.

Descrito el marco en el que va a desarrollarse la acción, el relato continúa así: “Esa noche Kien se encontraba en un asiento que solía estar reservado a Vuong el Patoso, un antiguo conductor de carros blindados”. Cuando éste llegó “les pidió abiertamente a sus compañeros que lo ayudaran a encontrar trabajo de conductor […]. Me conformo con lo que sea —gritó—. Camiones, coches, autobuses, hasta apisonadoras”.

El llamamiento resultó infructuoso y Vuong tardó varios meses en dejarse ver. “Cuando finalmente apareció, se había dejado bigote y tenía los ojos enrojecidos y una resaca colosal […] —He renunciado a conducir, amigos míos. Ahora es el alcohol el que me lleva a mí”. Y explica con estas palabras la experiencia que le llevó a convertirse en un alcohólico sin remedio:

Conseguí un empleo normal de conductor, y no tenía problemas con los baches y los charcos. Eran las superficies blandas las que me hacían recordar […]. ¿Alguna vez habéis visto un tanque pasar por encima de un cadáver? Se podría pensar que los aplastábamos hasta tal punto que no nos dábamos cuenta. Pues dejadme que os diga una cosa, amigos: por muy blandos que fuesen, siempre levantaban un poco el tanque. Yo notaba cómo se levantaba. Al cabo de un tiempo era capaz de distinguir entre barro y cuerpos, troncos y cuerpos…

El paso con el autobús por superficies blandas le hizo revivir el trauma de los cuerpos aplastados por el tanque que conducía durante la guerra. Por eso “Vuong bebía hasta caer redondo. Todas las noches”. No era el único: “Había muchos otros que estaban igual, o camino de estarlo […]”.

Paisaje después de la batalla

La guerra de Vietnam causó la escalofriante cifra de dos millones de muertos entre los habitantes del país, algo que no se suele recordar. El coste humano del conflicto se pone de manifiesto de forma palpable en el relato de Ninh, cuando éste habla de las familias diezmadas por la guerra. Un caso especialmente patético es de Lan, una joven mujer que vive en una granja. Cuando Kien la visita, ella le cuenta que sus dos hermanos cayeron en combate. La madre entró en coma cuando recibió la notificación de la defunción del segundo de sus hijos y murió al poco tiempo. El marido de Lan también fue abatido en el frente y el bebé que había engendrado con él fue desfalleciendo y perdiendo las ganas de vivir hasta que finalmente murió. La mujer dice que su historia se puede resumir rápidamente: perdió primero a sus hermanos, luego a su madre, después a su marido y finalmente a su hijo.

Vietnam venía, además, de otros dos conflictos que fueron también enormemente sangrientos. Se había enfrentado al ejército francés en la llamada “guerra de Indochina” (1946-1954) que costó al país más de un millón de muertos. Estados Unidos apoyó a Francia en este conflicto, llegando a sufragar dos terceras partes de su coste, pero no envió tropas al frente. En la Segunda Guerra Mundial, los vietnamitas habían luchado contra los japoneses. Durante la invasión por parte del ejército de Japón murieron más de medio millón de personas entre civiles y miembros de la resistencia.

A diferencia de los dos conflictos anteriores, la guerra de Vietnam no fue (sólo) una guerra de liberación contra un invasor extranjero, sino (también) una guerra civil. El enfrentamiento entre vietnamitas fue producto de la división del país impuesta en los Acuerdos de Ginebra, que se celebraron tras la derrota definitiva de los franceses en la histórica (y sangrienta) batalla de Dien Bien Phu. Estados Unidos, que había apoyado a Ho Chi Min en su lucha de liberación contra los japoneses, estaba dominado en esos años por la lógica paranoica de la Guerra Fría, una de cuyas más influyentes manifestaciones era la teoría del dominó: si Vietnam caía en manos de los comunistas, entonces lo harían también el resto de los países del continente asiático.

Aparte de los muertos del conflicto, más de un millón de personas huyeron del país por motivos políticos o económicos. La gran mayoría se hicieron a la mar en embarcaciones frágiles o sobrecargadas. Eran los “boat people” (“gentes de las barcas”), que aparecen mencionados en la película parodiada por Nguyen para la que son contratados como extras. Al menos un 15 % de estos refugiados perecieron a causa de los naufragios, la desnutrición, las enfermedades o los ataques de los piratas.

La magnitud de la represión que llevaron a cabo los vencedores de la guerra es difícil de estimar. No parece que se produjese ninguna masacre, pero una semana después de la caída de Saigón se ordenó que todas las personas que habían servido como civiles o militares a la República de Vietnam debían proceder a registrarse. Enseguida se anunció un plan para su reeducación. Quienes habían ocupado cargos de bajo rango en el ejército, la policía o la administración civil fueron “reeducados” en sólo tres días sin abandonar sus lugares de residencia. Pero aquellos que habían tenido mayores responsabilidades fueron encerrados en campos de reeducación durante periodos variables que podían durar bastantes años. Las estimaciones que existen calculan que entre 100.000 y 300.000 personas sufrieron ese tipo de encierro. Por una serie de carambolas del destino, el propio Simpatizante acaba recluido en una de esas instalaciones a pesar de ser un agente comunista. Con las amnistías que se dictaron a mediados de los ochenta, prácticamente no quedó nadie prisionero en esos campos.

En 1975 Vietnam era un país en ruinas, con las infraestructuras destrozadas, muchos edificios arrasados, la agricultura seriamente dañada y las fábricas destruidas.

En los años siguientes, Vietnam se vio envuelto, además, en otros conflictos bélicos. Entró en una larga guerra con Camboya que duró hasta 1989. Fue invadido por China en 1979 y sufrió una ocupación que duró varios meses. Los soldados vietnamitas también lucharon en Laos en apoyo del gobierno de aquel país en un enfrentamiento contra las fuerzas de resistencia que duró más de diez años, hasta 1989.

Sólo en los años noventa puede decirse que Vietnam alcanzó una paz estable. También puso en marcha programas de repatriación para que los refugiados que lo desearan pudieran regresar a su país. Lo hicieron 350.000 personas.

Si bien el objetivo principal de la novela de Ninh es mostrar los desastres que la guerra causa en las personas, el texto contiene algunos pasajes o afirmaciones que critican las decisiones o actuaciones del gobierno de Vietnam del Norte. Aparecen en la narración soldados norvietnamitas que cuestionan el sentido de la guerra, especialmente a medida que ésta se alarga. Un conductor de camión, perteneciente al servicio de recogida de cadáveres, dice en la novela que la paz se estaba construyendo sobre montañas de muertos y que dudaba que ese tipo de paz pudiera proporcionar oportunidades de vida adecuadas a sus hijos. Vista la historia que siguió, parece que tardaron bastantes años en darse efectivamente las condiciones para que esas oportunidades de las que hablaba el soldado pudieran surgir en un país realmente en paz.

El camino que eligieron los dirigentes vietnamitas para crear unas condiciones de vida prometedoras fue la inserción de su país en las cadenas de valor globales, convirtiéndolo en uno de los talleres de la economía mundializada. Esa vía ha hecho posible un desarrollo muy acelerado, pero también tiene muchos aspectos negativos. En todo caso, el análisis de la política económica que Vietnam ha puesto en práctica desde los años noventa hasta hoy en día excede los objetivos de este artículo. Aquí sólo he pretendido recalcar la importancia de unas obras que nos permiten tener una visión de la guerra de Vietnam, no desde la perspectiva de las películas estadounidenses, sino desde el punto de vista de los vietnamitas, los cuales dieron su propio nombre al conflicto. Lo llamaron “La Guerra Americana”.

Notas

  1. La traducción castellana del libro (obra de Javier Calvo Perales) fue publicada por Seix Barral en 2018. Ese mismo año salió la traducción catalana en la editorial Labutxaca, hecha por Mercè Santaularia Campillo.
  2. Ninh, Bao, The Sorrow of War, Martin Secker & Warburg Ltd., 1994. La traducción castellana es obra de Diego Friera Acebal y fue publicada por Ediciones B en 2005. Esta edición está agotada, pero puede encontrarse en Internet en formato digital.
  3. Hay al menos otros dos libros reveladores y accesibles escritos por vietnamitas. Uno es Ru de Kim Thuy, publicado originalmente en francés en 2009 y del que hay una traducción española con el mismo título realizada por Manuel Serrat Crespo y publicada por Alfaguara en 2010 (esta edición está agotada, pero se puede conseguir el libro en formato epub). El segundo es El Canto de Las Montañas (2020), de Nguyen Phan Que Mai, escrito originalmente en inglés, que ha sido traducido al castellano por Carmen Francí Ventosa y publicado por Insurgentes el año 2021. Estos libros, obra de dos mujeres de muy diferente trayectoria vital, se refieren a la guerra desde el punto de vista de los civiles que padecieron sus consecuencias, mientras que los que comento en este artículo están escritos desde la perspectiva de los combatientes.
  4. Nguyen, Viet Thanh, The Committed, Grove Press, 2021. Hay una traducción castellana de Javier Calvo Perales con el título El idealista, publicada por Seix Barral en 2022. También ha sido traducido al catalán por Mercè Santaularia Campillo, con el título “L’idealista”, publicado por la editorial Empúries en 2022. Esta novela está ambientada en Francia y la trama está menos relacionada con la guerra de Vietnam y más con los problemas psíquicos que la dualidad provoca en el protagonista, llegando un punto en que su mente se divide literalmente en dos.
  5. Los únicos no estadounidenses a los que se da la palabra en la película son unos franceses, dueños de una plantación, que le dicen a Willard que ellos están luchando allí en defensa de los bienes de su familia, pero que los norteamericanos están combatiendo por una “inmensa nada”. La escena fue suprimida en el primer montaje de la película que se estrenó en las salas en 1979, pero se encuentra incluida en la versión definitiva o Final Cut, realizada en 2019 y que está disponible en la plataforma Amazon Prime.
  6. En una de las imágenes que más conmovió la conciencia de los estadounidenses, se veía al jefe de la policía de Saigón descerrajando un tiro en plena calle a un detenido sospechoso de ser miembro del FNL.
  7. El libro de Bao Ninh está escrito desde la perspectiva de un miembro del ejército regular. Una poeta y periodista francesa Madeleine Riffaud, que acompañó a los guerrilleros del FLN, describe cómo vivían el conflicto los “vietcongs” en un libro titulado Dans les maquis “Vietcong” (1965). Ese libro fue traducido al castellano con un título en el que, desafortunadamente, se suprimen las comillas de la palabra Vietcong (Vietcong. Dos meses con los guerrillas de Vietnam del Sur, publicado por la editorial Anteo de Buenos Aires en 1965 y que se puede encontrar digitalizado en Internet).
  8. La imagen de la niña que corría aterrorizada con la espalda abrasada por el napalm fue otra de las fotografías que contribuyó a que aumentase la oposición a la guerra en Estados Unidos. Ahora, adulta y refugiada en Canadá aparece en la serie documental The Vietnam War mostrando las terribles cicatrices que le causaron las quemaduras.

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2023

¿Cómo viven los vivos con los muertos? Hasta que el capitalismo deshumanizó a la sociedad, todos los vivos esperaban la experiencia de la muerte. Era su futuro final. Los vivos eran en sí mismo incompletos. De esa forma vivos y muertos eran interdependientes. Siempre. Sólo una forma de egotismo extraordinariamente moderna rompió esa interdependencia. Con consecuencias desastrosas para los vivos, ahora pensamos en los muertos en términos de los eliminados.

John Berger
Doce tesis sobre la economia de los muertos (1994)

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