La política electoral, si bien no debe desestimarse, no puede ubicarse en el centro de ninguna acción política radical seria, orientada a cambiar las instituciones que sustentan el sistema político, desmantelar las ideologías hegemónicas y fomentar el tipo de conciencia de masas en que habría de basarse un cambio social y político desesperadamente necesario.
El Lobo Feroz
Elecciones
Hemos tenido un gobierno de coalición. Ciertamente, ha hecho algunas cosas muy buenas. Para empezar, lo del salario mínimo, la reforma de las pensiones y otras cosas varias que benefician a quienes se hallan en el lado peor de la desigualdad. Eso no se veía en nuestro país desde hace muchísimo tiempo. Y lo ha hecho en tiempos difíciles, de pandemia, de guerra y de inflación en todo Occidente.
Pero también se han producido cosas bastante feas: el abandono del pueblo saharaui, para empezar, ni siquiera explicado (¿qué ocultarán?); el entusiasmo otanista, el ardor bélico por enviar a Ucrania armamento carísimo —que pagarán los contribuyentes, claro— sin proveer a ese desdichado país, en cambio, de bienes para la población, y sin buscar iniciativas para la paz —en vez de eso, Borrell y Margarita Robles echaban entusiásticamente leña al fuego—.
Una cosa buena, la ley del “solo sí es sí”, quedó estropeada por la pifia ministerial que puso en la calle a bastantes violadores. Aquí la ministra correspondiente estuvo francamente mal, al tratar de culpar del desaguisado a jueces y fiscales (una infeliz muestra de analfabetismo jurídico) y escurrir el bulto de responsabilizarse de lo ocurrido: hizo mal el bien, como suele decirse, al plantarse en mantenella y no enmendalla. Sus colegas la apoyaron. Y no solo eso, sino que empezaron a discutir entre ellos y —peor aún— a criticar airadamente a su socio de gobierno. Al final daban la impresión de ser en parte un gobierno de penen@s.
A pesar de todo eso, ahora lo racional es hacer de tripas corazón y echar el resto de veras votando a los dos partidos de izquierda, a Sumar o al descafeinado Psoe, o incluso a sus potenciales aliados. Hay que hacerlo porque viene el lobo malo, malísimo, esta vez de verdad.
Vox será indispensable para el PP, y llegará al gobierno si no lo impedimos. Se propone echar abajo la legislación protectora de las nuevas formas de familia. Y el PP se propone revertir la política redistributiva del gobierno actual y volver a las andadas de la privatización de todo. Con el PP se puede convertir en humo la medicina pública, pues éstos solo están para proteger los negocios y negocietes privados de las compañías de seguros médicos. Se vendrá abajo la medicina de verdad. Y también, con el PP, veríamos magnificarse el negocio de la educación (es un decir) privada. El drenaje de fondos públicos —nuestros impuestos, lector— hacia las empresas médicas y educativas privadas seguiría el paradigma que la Diaz Ayuso ha aplicado en la Comunidad de Madrid: a los que ya tienen les regala dinero público a manos llenas. Y deja a las personas corrientes en la estacada con sus cierres de centros médicos públicos.
No es pues solo Vox. Es también el PP neoliberal declarado. El partido de los xenófobos, de los que no entienden que nuestra economía necesita a árabes y africanos. El partido que dice que bajará los impuestos pero calla que con eso también bajarán o desaparecerán las prestaciones sociales que se pagan con ellos.
Recuérdalo en tu entorno. Hay que votar para pararles, o, por emplear la expresión religiosa, que Dios nos coja confesados si no lo conseguimos.
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2023