En este libro, el profesor Ciaramelli hace un recorrido por el significado de la ciudad, sus fines y sus dinámicas desde su origen hasta nuestros días. Traza un arco histórico que parte de los primeros asentamientos de personas, que acaban transformándose en centros de poder burocrático, religioso o imperial, evolucionan al modelo de la polis, en el que prima la homogeneidad cultural y étnica, y llegan al modelo de civitas romana, cuya característica definitoria es la contaminación y la hibridación de sus habitantes y su vocación de universalidad. En este modelo emancipador e incluyente, que se ha mantenido hasta la actualidad, la ciudad no presupone ya un origen común de los ciudadanos, sino un objetivo común: la pacífica convivencia bajo la misma ley. Eso la ha convertido en un lugar privilegiado para el intercambio de ideas y el conocimiento recíproco de las personas. Hoy, sin embargo —nos advierte el profesor—, el mundo unificado por la globalización está invirtiendo esa situación, transformando la ciudad en un lugar donde lo que se privilegia es el consumo, en torno al cual se organiza todo lo demás, y en el que la forma predominante de sociabilización es la exclusión. Exclusión de quienes no resultan funcionales para la maximización inmediata de los beneficios. De los emigrantes, por supuesto, pero también de los autóctonos expulsados del mercado de trabajo. Y también quedan excluidos cada vez más de esta ciudad global el espacio público y el futuro. El primero, entendido como un espacio de nadie y, por tanto, para todos, en el que se permite la entrada de las personas sin que previamente hayan sido seleccionadas para ello y que es capaz de generar sinergias entre los ciudadanos y proyectos en común. Este espacio está siendo excluido de la ciudad, pues se ha ido privatizando al mismo ritmo que lo han hecho las propias personas que la habitan. La búsqueda del éxito personal, el espejismo de un consumo creciente e indefinido de bienes como único objetivo y fin último en sí, ha acabado por encerrar a los ciudadanos en sus caparazones narcisistas. Eso, a su vez, les ha llevado a recelar de aquellos que son diferentes, exaltando esas diferencias, naturalizándolas y esencializándolas, como si no fueran producto de contingencias históricas. Estas dinámicas tienden, por una parte, a transformar las antiguas ciudades inclusivas y abiertas en espacios “fortificados” y autorreferentes, cerrados en sí mismos; por otra, provocan insatisfacción, rencor, marginación y precarización, lo que, a su vez, genera una violencia urbana endémica, que ya no busca como en épocas anteriores transformar la sociedad, sino únicamente descargar la frustración y la ausencia de esperanza. Ese futuro excluido no se ve ya como una promesa, sino como una amenaza.

Ciaramelli nos invita en este libro a visitar varias ciudades, que no son sino la misma ciudad en el tiempo, transformada y desfigurada, producto de tensiones constantes y traspasada agonísticamente por los opuestos inclusión-exclusión. La “ciudad consumista”, fruto de las contradicciones capitalistas y de la incompatibilidad entre el aumento indefinido de la ganancia y el aumento indefinido del consumo, así como origen de la acuciante crisis ecológica; la “ciudad mestiza”, que se está gestando ahora, y en especial la bañada por el Mediterráneo, frontera entre tierras diversas y laboratorio en el que se fragua la “ciudad que viene” (La ciudad y el futuro que se le viene encima); la “ciudad global” con sus dinámicas de exclusión; la “ciudad en guerra” (La ciudad y la guerra), en donde se reflexiona sobre el lado oscuro de la ciudad. Pero también hace un recorrido por ciudades literarias o vistas por otros, como Las ciudades invisibles de Italo Calvino; su propia ciudad, Nápoles, de la mano de Sartre y también de la de Calvino; o acude para enriquecer su reflexión a novelistas o poetas, como Baudelaire, Sebald o Vonnegut.

La idea que vertebra todo el texto es la consideración de la ciudad como lugar de convivencia de los diferentes. Su construcción histórica como entidad fundamentalmente inclusiva y su evolución actual hacia la exclusión. Ciaramelli contempla este modelo de “ciudad mestiza” en el que se está transformando la ciudad actual como una oportunidad para invertir esa tendencia excluyente. Una oportunidad para tratar de rehacer el espacio público privatizado, y generar nuevas pasiones cívicas y democráticas compartidas por los diferentes, como oposición al ensimismamiento esencialista y defensivo que solo puede alimentar los nacionalismos y el fascismo. Es el pluralismo propio del mestizaje lo que posibilita los cambios sociales, culturales y religiosos, y altera la identidad de los que conviven en la ciudad, volviéndolos diferentes de como eran. El respeto a los derechos humanos, la aceptación del otro, la contaminación y la hibridación, se convierten así en condición única de la convivencia pacífica y de la construcción de un futuro vivible.

Es este un libro que, por la transversalidad de su tema y del tratamiento que hace del mismo, puede interesar tanto a filósofos políticos y morales como a sociólogos e incluso a economistas, pero también a todo aquel a quien preocupe el momento de transición que estamos viviendo, y se sienta incumbido por los desafíos y oportunidades para la ciudad que trae consigo ese futuro que se le viene —se nos viene— encima.