La política electoral, si bien no debe desestimarse, no puede ubicarse en el centro de ninguna acción política radical seria, orientada a cambiar las instituciones que sustentan el sistema político, desmantelar las ideologías hegemónicas y fomentar el tipo de conciencia de masas en que habría de basarse un cambio social y político desesperadamente necesario.
Seymour Hersh
Comerciando con el enemigo
El gobierno de Ucrania, encabezado por Volodímir Zelenski, ha estado usando el dinero de los contribuyentes estadounidenses para pagar caro el indispensable combustible que mantiene al ejército ucraniano en la guerra con Rusia. No se sabe cuánto está gastando el gobierno de Zelenski por galón de combustible, pero el Pentágono llegó a abonar hasta 400 dólares por galón para transportar gasolina desde un puerto en Pakistán hasta Afganistán, en camiones o en paracaídas, en la guerra que Estados Unidos libró allí durante décadas.
Lo que tampoco se sabe es que Zelenski ha estado comprándole el combustible a Rusia, el país con el que, junto a Washington, está en guerra, y que el presidente ucraniano y muchos en su séquito han estado desviando incalculables millones de dólares destinados al pago de combustible. Los analistas de la Agencia Central de Inteligencia cifran los fondos malversados el año pasado en, por lo menos, 400 millones de dólares; otro experto comparaba el nivel de corrupción en Kiev con el de la guerra en Afganistán, “aunque no habrá informes de auditoría profesionales procedentes de la de Ucrania”.
“Zelenski ha estado comprando combustible a los rusos a precio reducido —me revelaba un agente de inteligencia estadounidense conocedor del caso—. ¿Y quién paga el gas y el petróleo? Nosotros. Putin y sus oligarcas están ganando millones”.
Muchos ministerios del Gobierno de Kiev han estado “compitiendo” literalmente, según me dijo, por establecer empresas pantalla para obtener contratos de exportación de armas y munición con comerciantes armamentísticos privados de todo el mundo, de los que siempre se saca tajada. Muchas de esas empresas están en Polonia y en la República Checa, pero se cree que existen otras en el golfo Pérsico y en Israel. “No me extrañaría que hubiese más en lugares como las Islas Caimán o Panamá, y que haya muchos estadounidenses implicados”, me comentaba un experto estadounidense en comercio internacional.
La cuestión de la corrupción se le planteó directamente a Zelenski en una reunión con el director de la CIA, William Burns, el pasado enero en Kiev. Su mensaje al presidente ucraniano, según me contaba un agente de inteligencia con información de primera mano acerca de la reunión, parecía sacado de una película de la mafia de los años cincuenta. Los generales de mayor rango y las autoridades gubernamentales en Kiev estaban enfadados por lo que consideraban que era avaricia por parte de Zelenski, así se lo indicó Burns al presidente ucraniano, porque “la parte del dinero desviado que se estaba quedando era más grande de la que le llegaba a los generales”.
Burns también le proporcionó a Zelenski una lista de treinta y cinco generales y altos funcionarios de cuya corrupción la CIA y el Gobierno estadounidense estaban al corriente. Zelenski respondió a la presión estadounidense diez días después destituyendo públicamente a diez de los funcionarios más ostentosos de la lista y poco más. “Los diez de los que se deshizo presumían descaradamente del dinero que tenían, se paseaban por Kiev en sus nuevos Mercedes”, señala el agente de inteligencia.
La tibia respuesta de Zelenski y la falta de interés de la Casa Blanca, añade el agente, se consideraba otra señal de la falta de liderazgo que está llevando a una “ruptura total” de la confianza entre la Casa Blanca y algunos sectores de los servicios de inteligencia. Otro factor de división, según me comentaban reiteradamente cuando recababa las últimas informaciones, es la estridente ideología y falta de habilidad política mostradas por el secretario de Estado, Tony Blinken, y el consejero de Seguridad Nacional, Jake Sullivan. El presidente y sus dos asesores principales en materia de política exterior “viven en mundos diferentes” al de los curtidos diplomáticos, militares y agentes de inteligencia destinados en la Casa Blanca. “No tienen experiencia, juicio ni integridad moral. Se dedican a contar mentiras, a inventar historias. La negación diplomática es otra cosa —indica el agente—. Algo que hay que hacer”.
Un destacado diplomático estadounidense retirado que se opone abiertamente a la política exterior de Biden hacia China y Rusia describía a Blinken como poco más que un “empleado del Congreso venido a más” y a Sullivan como “un director de campaña política” que de repente se encuentran en primer plano en el mundo de la diplomacia más influyente “sin empatía alguna por la oposición. Son políticos decentes —añade—, pero ahora tenemos el mundo político y energético patas arriba. China e India están vendiendo gasolina refinada a Occidente. Así son los negocios”.
A la crisis actual tampoco le ayuda el hecho de que Putin también esté actuando irracionalmente. El agente de inteligencia me decía que todo lo que ha estado haciendo Putin en Ucrania “va en contra de los intereses a largo plazo de Rusia. La emoción ha vencido a la racionalidad y está haciendo cosas que no valen para absolutamente nada. Así que, ¿vamos a sentarnos con Zelenski y Putin y lo vamos a solucionar? Imposible”.
“Hay una ruptura total entre el liderazgo de la Casa Blanca y los servicios de inteligencia”, afirma el agente. El distanciamiento se remonta a otoño, cuando Biden ordenó la destrucción encubierta de los gasoductos Nord Stream en el mar Báltico, como informé a principios de febrero. “Los servicios de inteligencia nunca trataron el asunto de destruir los gasoductos Nord Stream, ni siquiera lo sabían de antemano –indica el agente–. Y no hay ninguna estrategia para terminar la guerra. Estados Unidos estuvo dos años planeando la invasión de Normandía en la Segunda Guerra Mundial. ¿Qué vamos a hacer si China decide invadir Taiwán?”. El agente añade que el Consejo Nacional de Inteligencia todavía tiene pendiente un informe (NIE) sobre cómo defender a Taiwán de China, que ofrecería seguridad nacional y orientación política en caso de que suceda. A pesar de las repetidas provocaciones políticas estadounidenses, tanto por parte de los demócratas como de los republicanos, comenta el agente, todavía no hay motivos para sospechar que China tenga intención alguna de invadir Taiwán. Ha perdido miles de millones en el trazado de su ambiciosísima Nueva Ruta de la Seda, que pretende conectar el este Asiático con Europa, y ha invertido, a lo mejor insensatamente, en puertos marítimos por todo el mundo. “El caso es que ya no hay NIE en proceso de elaboración”, señala el agente.
“Burns no es el problema”, afirma. “El problema es Biden y sus principales lugartenientes (Blinken y Sullivan y su séquito de devotos), que consideran defensores de Putin a todos los que critican a Zelenski. ‘Estamos en contra del mal. Ucrania va a luchar hasta que no quede ni un proyectil militar, y aun así seguirá luchando’. Y ahí está Biden diciéndole a Estados Unidos que vamos a luchar el tiempo que haga falta”.
El agente mencionó el poco conocido y apenas comentado despliegue en la región, que Biden autorizó, de dos batallones con miles de las mejores unidades de combate del ejército de Estados Unidos. Una brigada de la 82.ª División Aerotransportada ha estado entrenando intensamente y realizando maniobras desde su base en Polonia, a pocas millas de la frontera ucraniana. A finales del año pasado, se reforzó con una brigada de la 101.ª División Aerotransportada que estaba desplegada en Rumanía. El número real de soldados entre las dos brigadas, contando con las unidades administrativas y de soporte —con los camiones y conductores que dirigen el flujo constante de armas y material militar que llega por vía marítima para que las unidades de combate estén preparadas—, podría ascender a más de 20.000.
El agente de inteligencia me indicaba que “no hay pruebas de que ningún alto funcionario en la Casa Blanca sepa realmente lo que está pasando con la 82.ª y la 101.ª. ¿Están ahí porque forman parte de las maniobras de la OTAN o para servir con las unidades de combate de la OTAN si Occidente decide enfrentarse a las unidades rusas en Ucrania? ¿Están ahí para entrenar o para hacer de detonante? Las normas de enfrentamiento dicen que no podemos atacar a los rusos a menos que ataquen a nuestros muchachos”.
“Sin embargo, son los rangos más bajos los que están dirigiendo el cotarro allí —apunta el agente—. No hay coordinación por parte del Consejo de Seguridad Nacional y el ejército de Estados Unidos se está preparando para entrar en guerra. No está claro si la Casa Blanca sabe lo que está pasando. ¿Se ha dirigido el presidente al pueblo de Estados Unidos en una difusión informativa sobre lo que está pasando? La única información que recibe la prensa y el público hoy en día viene de los portavoces de la Casa Blanca”.
“No es que sea un liderazgo malo. Es que no hay. Cero”. El agente añade que un equipo de pilotos de combate ucranianos se entrena ahora aquí, en Estados Unidos, para volar cazas F-16 de producción estadounidense con el fin, si es necesario, de pilotar en combate contra fuerzas rusas y otros objetivos en Ucrania. “No se ha tomado ninguna decisión sobre ese despliegue”.
Las declaraciones de política estadounidense más claras no llegan de la Casa Blanca, sino del Pentágono. El general del ejército Mark A. Milley, presidente de la Junta de Jefes de Estado Mayor, dijo sobre la guerra el pasado 15 de marzo: “Rusia sigue aislada. Su arsenal militar se agota rápido. Sus soldados son reclutas y presidiarios desmoralizados, poco preparados, desmotivados, y su mando les está fallando. Como no ha cumplido sus objetivos estratégicos, Rusia se apoya cada vez más en otros países, como Irán y Corea del Norte. […] Es una relación cimentada en los crueles vínculos de reprimir y subvertir libertades y mantener su tiranía […] Ucrania sigue fuerte. Son competentes y están preparados. Los soldados ucranianos son […] fuertes en sus unidades de combate. Sus tanques, vehículos de combate de infantería y vehículos blindados solo van a brindar apoyo al frente”.
Hay pruebas de que Milley es tan optimista como parece. Me informaron de que hace dos meses la Junta de Jefes encargó a los miembros del Estado Mayor –en términos militares, “les dieron comisión de”– redactar un tratado que ponga fin a la guerra para ofrecérselo a los rusos tras su derrota en el campo de batalla ucraniano.
Si en los próximos meses las cosas se ponen aún más feas para el ejército ucraniano, que ya carece de efectivos suficientes y está superado en potencia de fuego, ¿unirán fuerzas las dos brigadas estadounidenses con las tropas de la OTAN y se enfrentarán al ejército ruso en Ucrania? ¿Ese es el plan, o la esperanza, del presidente estadounidense? ¿Es con el mensaje con el que quiere dirigirse al pueblo? Si Biden decide compartir sus reflexiones con los estadounidenses, a lo mejor quiere explicar qué hacen dos brigadas del ejército, con todos sus efectivos y pertrechos, tan cerca de la zona de guerra.
[Fuente: Ctxt.es.Traducción de Ana González Hortelano]
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2023