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Joan M.ª Girona

Atender las diferencias, combatir las desigualdades escolares

És bell preguntar, créixer de pregunta en pregunta, dialogar amb el món a través dels com i dels per què; no deixar-se endormiscar en les respostes ni en la fe, veure en cada claredat només una alba que despunta, en lloc d’un astre que de cop ha fet el ple.
David Jou

En los centros escolares encontramos prácticamente a todos los niños y niñas y adolescentes en edad escolar. Se ha logrado universalizar la enseñanza. Sin embargo, no todos están en las mismas condiciones. Las diferencias entre ellos son significativas. Y no parece que los sistemas escolares de nuestro país y de los países de nuestro entorno cercano estén pensados para evitar que se consoliden estas desigualdades. Un análisis en profundidad nos haría concluir que es todo lo contrario. Ahora bien, el sistema no es sólo una institución, está formado por personas: maestros, profesores y profesoras, y otros profesionales que completan la labor formativa (cocina, limpieza, secretaría, conserjería…); los niños y niñas, chicos y chicas que reciben los cuidados; las familias de estos niños, que les cuidan día a día, todos son parte muy interesada. Y estas personas pueden actuar según sus convicciones, pueden ser libres ante un sistema que quiere obligarlas o encaminarlas hacia una dirección concreta.

Las diferencias de clase social, de género, de etnia, de comportamientos, de capacidades, de orientación sexual, o de estrategias de aprendizaje están bien presentes en las aulas de nuestras escuelas. ¿Se puede evitar que se conviertan en desigualdades? Hacerlo es una de las tareas de la escuela. No cumpliría con sus objetivos si no se esforzase por paliar las desigualdades que se pueden ir produciendo a lo largo del proceso de aprendizaje, a lo largo de los años de presencia en las aulas. Se trata de enseñar con una actitud distinta; no ser parte conformista del proceso institucional; no realizar un seguimiento acrítico de las instrucciones y recomendaciones que emanen de las administraciones educativas.

Puede decirse que luchar contra las desigualdades es utópico. Seguramente será así, pero las buenas utopías nos guían hacia una meta y, sobre todo, nos acompañan en el camino. La utopía, como dice Galeano, nos sirve para andar.[1]

¿Se puede cambiar el sistema de enseñanza? No se conseguirá totalmente la igualdad, pero se pondrán granitos de arena en la línea correcta. Deben educarse chicos y chicas competentes y no competitivos, como quiere la ideología dominante. La escuela sola no podrá hacerlo, evidentemente, pero con otras instituciones, con otras personas, con colaboración y cooperación, todo es posible.

Y no partimos de cero. Hay algunas líneas de actuación que se están llevando a la práctica en mayor o menor medida en escuelas e institutos de nuestro país. Para combatir las desigualdades es necesario promover una educación integral del alumnado, que tenga en cuenta todos los aspectos que conforman su personalidad: aspectos de cariz biológico, psicológico y social. Así conseguiremos una educación que le ayude a luchar por transformar el mundo. Juntamente con los que le rodean.

Educación integral

Transformarse o adaptarse.
Paulo Freire

1. Los chicos y chicas llegan al aula con todo su bagaje personal: capacidades, historia personal… Las personas somos, a la vez, cerebro y corazón, por decirlo en lenguaje coloquial; y en toda relación entre personas los aspectos emocionales están muy presentes. La relación está en la base de los aprendizajes y de la educación. Para ayudar en el proceso educativo al alumnado, todos y todas necesitan un adulto de referencia que, durante el proceso de escolarización, los acompañe y oriente hacia su futuro. Para avanzar hacia la igualdad es imprescindible una buena acción tutorial, un acompañamiento que respete las peculiaridades de cada niño o adolescente y que oriente hacia perspectivas de futuro alcanzables. El crecimiento personal de nuestros niños se basa en las emociones, en las relaciones con los adultos de referencia, en la colaboración con sus iguales y en el respeto a su singularidad. Si se tienen en cuenta estos factores avanzaremos hacia la utópica igualdad.

2. Las personas vivimos mezcladas; aunque también es cierto que en algunos barrios se concentran mayorías acomodadas y en otros las dificultades económicas. Pero es habitual convivir con personas diferentes a nosotros, o encontrarnos con ellas, tendencia que va en aumento.

No sería adecuado romper esa mezcla en el espacio escolar. No es adecuado segregar alumnos según posibilidades económicas, provocando la triple red escolar existente (pública, concertada y privada). Ni segregar según el género, como hacen por motivos espurios (ideológico-religiosos o de una pretendida eficacia) diferentes patronales educativas. Para compensar las desventajas de una parte del alumnado será necesario, pues, organizarse con agrupamientos heterogéneos que permitan aprovechar, en las relaciones que se establecen, lo mejor de cada uno o cada una.

3. El éxito escolar aumenta en función del tiempo de dedicación de los padres a sus hijos.[2] Quizás aquí radica la principal dificultad. La importancia del entorno familiar en los resultados escolares está determinada. El supuesto éxito que miden las pruebas PISA depende más del entorno familiar que del papel de las escuelas.

Los padres y los enseñantes pueden entenderse. Los profesores no sabemos más que sus padres. Es una tarea diferente la que unos y otros realizan con los chicos y chicas. Es necesaria una colaboración estrecha, cada uno desde su situación. La colaboración con las familias implica tenerlas en cuenta. No todas pueden ayudar a sus hijos a estudiar, pero todas pueden acompañarlos, todas pueden dedicarles tiempo. Es importante tenerlo en cuenta cuando mandamos trabajos para casa, “los deberes”, pues pueden aumentar las desigualdades en aquellas familias con bajo capital formativo. Se impone, por tanto, la corresponsabilidad: la tutoría compartida familia-escuela facilitadora de la compensación de las diferencias.

4. En todo momento es necesario estar dispuesto a paliar las desventajas de origen. No podemos realizar actividades extraescolares que no incluyan a todos y todas. Habrá que prever los costes económicos, las expectativas culturales, las capacidades físicas y psíquicas para conseguir que ningún alumno se pierda una actividad. Cada una que se pierde es un paso atrás hacia la igualdad.

5. Pero la escuela no es una burbuja: está inmersa en la sociedad, forma parte de la comunidad humana en la que está ubicada. El centro escolar se mueve en un contexto social. Debe relacionarse con la red asociativa del entorno cercano y participar de los movimientos sociales que se generen en defensa de un mundo más justo y solidario. No puede vivir aislada, no puede pensar en los aprendizajes desde una burbuja, pues de ese modo no participaría de las expectativas igualitarias que se generan en las luchas sociales.

6. El alumnado actual ha convivido durante su corta vida con las tecnologías digitales. No deberíamos hablar de novedad: no son una posibilidad más, es la forma que tienen de vivir en el mundo. Hay que velar por el problema de las desigualdades de acceso a las redes digitales desde las familias, es necesario ayudar a éstas a conocer las grandes posibilidades que abren las tecnologías actuales: capacidades de aprendizaje (seguramente ya están aprendiendo de forma diferente), de relación, de organización. Las brechas digitales provocadas por las situaciones socioeconómicas son importantes y no se solucionan limitándose a proporcionar los elementos básicos (ordenadores, móviles, etc.): es necesario conocer bien su funcionamiento y dotarse de un entorno que facilite su utilización (con conexiones adecuadas y un espacio tranquilo, por ejemplo).

7. Para avanzar hacia la utópica pero necesaria igualdad es preciso romper con la rigidez de los espacios y tiempos tradicionales. Tiene importancia la metodología que se utiliza. Clases magistrales o participación activa del alumnado. Trabajo individual o trabajo en pequeños grupos, en equipo (aprendizaje servicio, trabajos globalizados, por proyectos, con actividades en cooperación). Importa cómo se colocan las mesas, (aisladas, por parejas, por grupos, en forma de semicírculo…). Todo esto influirá el clima del aula, estimulando las dinámicas del grupo. La interacción estimula los aspectos positivos que toda persona tiene, por lo que debe pensarse cuáles son más favorables para los procesos de aprendizaje y para el crecimiento madurativo del alumnado. Para aprovechar lo mejor de cada uno, habrá que proponer diferentes metodologías para ayudar a aprender (imágenes, lecturas, exposiciones…).

Un lugar para todos y todas

No se trata de elegir por ellos. Se trata de andar juntos, cada uno a su manera el mismo camino.
Adaptado de Teresa San Román

Trabajar por la igualdad implica una escuela inclusiva, lo que significa acoger a todas las personas de la comunidad, de la tribu… y dar respuesta a sus necesidades de aprendizaje. Los puntos indicados descartan cualquier mecanismo de selección, de discriminación. Acoger a todo el alumnado y sus familias favorece la cohesión social. Favorece trasladar a la sociedad la igualdad de los distintos. Una forma de mejorar su salud física y psíquica, los resultados académicos y sobre todo sus capacidades para afrontar la vida adulta. El alumnado conocerá unos valores distintos a los dominantes, unos valores de cooperación, de solidaridad, de trabajo en equipo, una capacidad crítica también. Y su profesorado, sus maestros, se beneficiarán a la vez del retorno que recibirán: serán también mejores personas, con mayores capacidades para afrontar las dificultades.

Para acabar, añadiríamos que además de cambiar las escuelas e institutos habrá que luchar para que los gobiernos no sigan generando proyectos educativos (?) que ayuden a reproducir las desigualdades sociales. Con las pistas de trabajo apuntadas brevemente no cambiaremos el mundo, ni quizás las escuelas. No conseguiremos compensar por completo las desventajas de origen, no evitaremos que todas las diferencias se conviertan en desigualdades… Pero conseguiremos imbuir en nuestro alumnado, y un poco en sus familias, las posibilidades que tienen de convertirse en mejores personas, de constituir una sociedad algo mejor que la actual. De dar la vuelta a lo que quieren los poderosos y los políticos que están a su servicio. Lograremos, en definitiva, ser personas con dignidad. Vivir, simplemente vivir, puede ser un acto revolucionario.

El buen profesional de la educación que no lucha por ampliar su espacio político y el de su entorno, que no lucha socialmente por mejorar su situación y la de los miembros de su comunidad educativa o renuncia a la lucha por los derechos y deberes de la ciudadanía trabaja, en realidad, en contra de la eficacia profesional.
Paulo Freire, “En la sombra de este árbol”

 

[Joan M.ª Girona es maestro y psicopedagogo. Adaptación de un artículo publicado en catalán en Perspectiva Escolar]

  1. “¿Para qué sirve la Utopía? / Para eso sirve; para caminar” (Eduardo Galeano)
  2. D. Meltzer y M. Harris (1989): El paper educatiu de la família. ESPAXS, Barcelona.

 

16 /

3 /

2023

Mas no por ello ignoramos
que también el odio contra la vileza
desencaja al rostro,
que también la cólera contra la injusticia
enronquece la voz. Sí, nosotros,
que queríamos preparar el terreno a la amistad
no pudimos ser amistosos.

Bertolt Brecht
An die Nachgeborenen («A los por nacer»), 1939

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