La política electoral, si bien no debe desestimarse, no puede ubicarse en el centro de ninguna acción política radical seria, orientada a cambiar las instituciones que sustentan el sistema político, desmantelar las ideologías hegemónicas y fomentar el tipo de conciencia de masas en que habría de basarse un cambio social y político desesperadamente necesario.
Boaventura de Sousa Santos
Occidente visto desde el mundo
Entre 2011 y 2016 realicé un proyecto de investigación financiado por el Consejo Europeo de Investigación. Lo llamé ALICE – Espejos extraños, lecciones imprevistas: definiendo para Europa una nueva forma de compartir las experiencias del mundo. En este proyecto, traté de mostrar que Europa, después de cinco siglos de tratar de enseñar al mundo, se enfrentaba a un mundo que no tenía en cuenta las lecciones de Europa y que, frente a esto, en lugar de proponer un aislacionismo progresivo, Europa debía estar disponible para aprender del mundo y utilizar este aprendizaje para resolver algunos de sus problemas. La guerra en Ucrania demostró que las propuestas en mi investigación han servido poco a los políticos europeos, una experiencia que no es nueva para los científicos sociales.
En octubre de 2022, ocho meses después de la invasión de Ucrania, un conocido instituto de la Universidad de Cambridge armonizó y fusionó 30 encuestas globales sobre actitudes hacia Estados Unidos, China y Rusia. Las encuestas abarcaron 137 países del mundo y el 97% de la población mundial, y se realizaron en 75 países después de la invasión de Ucrania. El principal resultado de este estudio es que el mundo está dividido entre una pequeña minoría de la población mundial, que tiene una opinión positiva de Estados Unidos y una actitud negativa sobre China y Rusia (1.200 millones de personas), y una gran mayoría en la que ocurre lo contrario (6.300 millones). Aunque el estudio se refiere a Estados Unidos, no es arriesgado especular que, especialmente después de la guerra en Ucrania, Europa se asocia con Estados Unidos aún más intensamente que antes. A esta asociación podemos llamar “Occidente”. Esto significa que, si tomamos el mundo como unidad de análisis, Occidente está más aislado que nunca, y esto explica que la gran mayoría de los países del mundo se hayan negado a imponer sanciones a Rusia promulgadas por Estados Unidos y la UE. Es importante conocer las razones de esto. Veamos algunas de ellas.
— El ministro de Asuntos Exteriores de India, S. Jaishankar, dijo recientemente en una entrevista que “Europa debe dejar de pensar que los problemas de Europa son los problemas del mundo y empezar a pensar que los problemas del mundo no son los problemas de Europa”. El mundo del Sur global se enfrenta a una serie de desafíos a los que Occidente no ha dado prioridad más allá de la exuberancia retórica, ya sean las consecuencias de la pandemia, los intereses de la deuda externa, los impactos de la crisis climática, la pobreza, la escasez de alimentos, la sequía y los altos precios de la energía. Durante la pandemia, los países del Sur global insistieron en vano en que las grandes empresas productoras de vacunas del Norte global debían renunciar a los derechos de patente para permitir que sus poblaciones vacunaran de manera amplia y económica. No es de extrañar que los embajadores de Europa y Estados Unidos ahora no tengan credibilidad ni autoridad para exigir que estos países impongan sanciones a Rusia. Además, en plena crisis pandémica, la ayuda que recibieron procedía principalmente de Rusia y China.
— La misma falta de credibilidad y autoridad ocurre cuando los países del Sur global son convocados a mostrar respeto por el “orden internacional basado en reglas”. Durante décadas (si no siglos) Occidente ha impuesto unilateralmente sus reglas, arrogándose el privilegio de declararlas universales, reservándose al mismo tiempo el derecho de suspenderlas y violarlas cuando lo considere oportuno. Aquí hay algunas preguntas que ocurren para estos países. ¿Cuántos países han sido invadidos sin autorización del Consejo de Seguridad de la ONU, de Yugoslavia a Irak, de Libia a Siria? ¿Por qué todos aquellos que se atreven a desnudar el abismo entre principios y prácticas viven enterrados en prisiones o en el exilio, como ilustran los casos de Julian Assange y Edward Snowden? ¿Por qué el oro de Venezuela todavía se mantiene en los bancos de Reino Unido (y no solo), al igual que las reservas de Afganistán permanecen congeladas mientras la población afgana muere de hambre? Nadie en Europa puede imaginar el ridículo que hace el secretario general de la OTAN cuando se le oye en el Sur global invocar a Rusia por utilizar el gas y el petróleo como arma de guerra, cuando durante tanto tiempo muchos países han vivido bajo el arma de guerra del sistema financiero global controlado por Estados Unidos (sanciones, embargos, restricciones).
Finalmente, el pasado 8 de febrero, el respetado periodista estadounidense Seymour Hersh reveló con información concluyente que fueron Estados Unidos los que realmente planearon, a partir de diciembre de 2021, el sabotaje a los gasoductos Nord Stream 1 y Nord Stream 2. Si fue así, se trata de un crimen atroz y un acto de terrorismo de Estado que no solo causa un desastre ambiental irreparable, sino que sienta un precedente imprevisible para todas las infraestructuras submarinas internacionales. Debería ser de interés para Estados Unidos averiguar lo ocurrido. Por desgracia, este acto terrorista es recibido con el más profundo silencio.
— La memoria de los países del Sur global no es tan corta como piensan los diplomáticos occidentales. Muchos de estos países estaban sujetos al colonialismo europeo, que, a lo largo del siglo XX, casi siempre dependía de la complicidad y el apoyo de Estados Unidos. La solidaridad con los movimientos de liberación vino de China y Rusia (entonces la Unión Soviética) y este apoyo continuó en muchos casos después de la independencia. Aquellos que ahora piden solidaridad contra Rusia y China han sido en el pasado hostiles a sus aspiraciones, o han estado ausentes.
— Estamos entrando en una segunda Guerra Fría, esta vez entre Estados Unidos y China, y, de hecho, la participación de Estados Unidos en la guerra de Ucrania apunta, entre otras cosas, a debilitar al aliado más importante de China. Los países del Sur global recuerdan la primera Guerra Fría entre Estados Unidos y la Unión Soviética y saben por experiencia que, con algunas excepciones poco después del final de la Segunda Guerra Mundial, la alineación incondicional con uno de los campos no los benefició; por el contrario, la Guerra Fría fue a menudo caliente para ellos. Para ello, en 1955, 29 países de Asia y África (algunos todavía colonias) y Yugoslavia se reunieron en Bandung y crearon, a partir de 1961, el Movimiento de los No Alineados. No es casualidad que el llamamiento en favor de un nuevo Movimiento de Países No Alineados se extienda ahora por todo el Sur global y que, de hecho, esté surgiendo bajo nuevas formas.
[Fuente: Público. Traducción de Bryan Vargas Reyes]
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2023