¿Cómo viven los vivos con los muertos? Hasta que el capitalismo deshumanizó a la sociedad, todos los vivos esperaban la experiencia de la muerte. Era su futuro final. Los vivos eran en sí mismo incompletos. De esa forma vivos y muertos eran interdependientes. Siempre. Sólo una forma de egotismo extraordinariamente moderna rompió esa interdependencia. Con consecuencias desastrosas para los vivos, ahora pensamos en los muertos en términos de los eliminados.
Rafael Poch de Feliu
Ellos lo cuentan así
Acuerdos de Minsk, las negociaciones de paz de la primera fase de la guerra.
En sucesivas declaraciones, todos los protagonistas del bando occidental de los llamados «Acuerdos de Minsk» entre Rusia y Ucrania con la mediación de Alemania y Francia, han admitido que de lo que se trataba no era de negociar con Rusia, sino de ganar tiempo para fortalecer militarmente a Ucrania.
Los acuerdos, que nadie respetó, se firmaron en el llamado «formato de Normandía», la fórmula negociada para cesar la guerra de Ucrania iniciada en verano de 2014 como una mezcla de guerra civil e intervencionismo extranjero entre el nuevo gobierno prooccidental de Kiev y la oposición armada ucraniana organizada en el Dombás.
Petró Poroshenko, presidente de Ucrania:
«Nuestro objetivo era, en primer lugar, detener la amenaza o al menos retrasar la guerra: asegurar ocho años para restaurar el crecimiento económico y crear unas fuerzas armadas poderosas». (Declaraciones a la televisión alemana Deutsche Welle y a la unidad ucraniana de Radio Free Europe).
Angela Merkel, canciller alemana y garante de los acuerdos:
El acuerdo de Minsk de septiembre de 2014 fue «un intento de ganar tiempo»:
«Ucrania usó ese tiempo para hacerse más fuerte, como puede verse hoy. La Ucrania de 2014/2015 no es la Ucrania de hoy. En la batalla de Debaltsevo de principios de 2015, Putin podía haberlos arrollado fácilmente y dudo que los países de la OTAN pudieran hacer entonces lo que ahora están haciendo para ayudar a Ucrania». «Para todos nosotros estaba claro que el conflicto estaba congelado y que el problema no se había resuelto, pero dio a Ucrania un tiempo muy valioso». (Entrevista a Die Zeit. Diciembre 2022)
François Hollande, presidente de Francia y garante de los acuerdos de Minsk:
Mientras Putin estaba avanzando en el Dombás usando a los separatistas prorrusos, «le inducimos a aceptar el formato de Normandía y venir a Minsk a negociar». «Angela Merkel tiene razón: los acuerdos de Minsk pararon la ofensiva rusa durante un tiempo. Lo importante era cómo Occidente aprovecharía ese respiro para prevenir cualquier otro intento ruso». «Desde 2014 Ucrania ha fortalecido sus capacidades militares y de hecho hoy su ejército es completamente diferente del de 2014; mejor entrenado, equipado…, es mérito de los acuerdos de Minsk el haber dado esa oportunidad al ejército ucraniano». (Entrevista con el diario Kyiv Independent, diciembre 2022)
Vladimir Zelenski, presidente de Ucrania:
Los acuerdos de Minsk eran una inaceptable «concesión». Zelenski recuerda haberle dicho al presidente francés, Emmanuel Macron, y a la canciller Merkel, que «no podemos aplicarlos». «El engaño por una buena causa es perfectamente correcto». Zelenski dijo que hizo ver que apoyaba los acuerdos de Minsk para negociar un intercambio de prisioneros con Rusia y dar a su país más tiempo para prepararse para la guerra. (Entrevista con Der Spiegel, 9 de febrero de 2023).
¿De qué guerra se trata y cuando empezó?
No estamos ante una guerra, sino ante varias. Hay una guerra de Rusia contra Ucrania, abierta desde la invasión de febrero de 2022. Hay elementos de guerra civil entre ucranianos desde la primavera de 2014, sin los cuales la invasión rusa habría sido muy difícil si no imposible. Hay una guerra entre la OTAN y Rusia auspiciada por Estados Unidos con su presión expansionista hacia el Este desde el cierre en falso de la Guerra Fría, hace treinta años. Y hay un precalentamiento de gran guerra global con China en el objetivo y del que la guerra de Ucrania es prolegómeno. Esta múltiple dimensión de la guerra explica muchos de sus líos y complejidades, entre ellos el hecho de que los papeles de David y Goliat, así como el título de «agresor imperial», sean intercambiables, dependiendo de qué guerra hablemos. Es lo que se desprende de las declaraciones de algunas primeras figuras occidentales.
León Panetta (exdirector de la CIA en la administración de Obama):
«No decimos que es una guerra de procuración (contra Rusia) pero se trata precisamente de eso, y por esa razón tenemos que suministrar (a Ucrania) todas las armas que podamos». (Entrevista con Bloomberg TV, 17 de marzo de 2022).
Charles Richard, jefe del Stratcom, uno de los máximos jefes militares de EE. UU.:
«Esta crisis de Ucrania en la que ahora estamos es solo un precalentamiento. La gran crisis está por venir y no tardaremos mucho en ser puestos a prueba en formas que no hemos conocido en mucho tiempo». (Intervención ante la Naval Submarine League, según el informe publicado por el Pentágono, noviembre de 2022).
Ursula von der Leyen, presidenta de la Comisión Europea:
«La guerra de Ucrania no es solo una guerra europea, es una guerra por el futuro del mundo, por lo que el ámbito de Europa solo puede ser el mundo entero». (Noviembre de 2022).
Annalena Baerbock, ministra de exteriores alemana:
«Estamos librando una guerra contra Rusia» (25 de enero 2023, Parlamento Europeo).
Oleksii Resnikov, ministro de defensa ucraniano:
«Estamos llevando a cabo una misión de la OTAN. Ucrania como país y sus fuerzas armadas, es un miembro de la OTAN, de facto, no de iure». (Entrevista con la BBC, 13 de enero de 2023).
Jens Stoltenberg, secretario general de la OTAN:
«La guerra no empezó en febrero del año pasado. La guerra empezó en 2014. Y desde 2014 los aliados de la OTAN han dado apoyo a Ucrania, con entrenamiento y material, de tal forma que las fuerzas armadas ucranianas eran mucho más fuertes en 2022 de lo que eran en 2020 o 2014». (Declaración del 14 de febrero de 2023).
Richard Clarke, jefe de operaciones especiales de Estados Unidos:
«Lo que hicimos, a partir de 2014, fue crear las condiciones. Cuando los rusos invadieron en febrero llevábamos siete años trabajando con las fuerzas especiales ucranianas. Con nuestra asistencia, crearon la capacidad, crecieron en número, pero sobre todo en capacidad, tanto en combates de asalto como en operaciones de información». (Entrevista con David Ignatius en The Washington Post, 28 de agosto de 2022).
El atentado anunciado contra los gasoductos Nord Stream
La hostilidad de Estados Unidos al vínculo energético entre Alemania y Rusia, resultado de la política de distensión de la socialdemocracia alemana durante la Guerra Fría (Ostpolitik) tiene una historia de cuarenta años. El primer gran contrato energético entre Bonn y Moscú se firmó en Essen el 22 de noviembre de 1981. En marzo de 2004, veintitrés años después, un ex miembro del Consejo de Seguridad Nacional de Estados Unidos llamado Thomas Reed explicó en sus memorias que el verano de 1982 la CIA voló en Siberia el gasoducto soviético que Moscú había comenzado a construir para suministrar el gas pactado a Alemania. En aquella operación, se accionó un software específico suministrado por la industria occidental a la URSS que carecía de un montón de tecnologías, explicó Reed. Se sabe también que entonces EE. UU. presionó fuertemente, aunque sin éxito, al gobierno de Bonn del Canciller Helmut Schmidt para que no firmase el acuerdo gasístico con la URSS, amenazando con retirar las tropas de Alemania y ofreciendo como alternativa su gas licuado. Es decir, según fuentes del establishment de la seguridad nacional de Estados Unidos, el atentado del pasado septiembre contra el gasoducto Nord Stream tiene detrás una historia de cuarenta años y no fue el primer atentado, sino el segundo entre los conocidos.
Cuando el mes pasado el periodista Seymour Hersh explicó los detalles de cómo Washington atentó, no ya contra sus adversarios, lo que es corriente y conocido en todo el mundo, sino contra sus propios aliados europeos, un clamoroso silenció mediático acompañó a la sensacional exclusiva de Hersh, que inmediatamente pasó de ser «prestigioso periodista» a «polémico» o «controvertido» periodista. Toda una serie de comentaristas, incluidos algunos de la «izquierda de derechas» pecaron de necedad al mirar el dedo en lugar de la luna al que apuntaba éste. Los más cínicos hablaron de «misterio». Y los políticos alemanes, y los europeos en general, se tragaron ese atentado como se tragaron en el pasado las revelaciones sobre los masivos espionajes telefónicos a la canciller Merkel y otros, desvelados por Edgar Snowden.
Todo un ejército de disciplinados servidores del establishment que en el pasado nos vendieron alegremente el fraude de las armas de destrucción masiva de Sadam Hussein, y más recientemente, nos han estado bombardeando durante cuatro años con la leyenda de la interferencia del Kremlin en las elecciones de Estados Unidos en miles de informes que ahora se han demostrado falsos, denunciaron «una sola fuente» y la ausencia de fact checking en el trabajo de Hersh. Ignoraron que, incluso si el informe de Hersh hubiera sido una fantasía desde el principio hasta el fin, algo manifiestamente poco probable, la situación que rodea a este atentado seguiría donde está, es decir: apoyada por una abultada cantidad de fuentes que primero lo anunciaron, luego lo aplaudieron y celebraron, y, finalmente, lo confirmaron con su silencio y negativa a investigar cualquier cosa relacionada con él.
A continuación algunas muestras:
La Rand Corporation, el principal think tank del Pentágono, publicó en 2019 un informe por encargo del ejército sobre cómo estresar y debilitar a Rusia. Como cuarenta años atrás, la cooperación energética entre Berlín y Moscú se identificaba allí como fuente de influencia e ingreso económico para el adversario y se defendía la necesidad de «interrumpir» el Nord Stream 2 como «primer paso». El entonces secretario de Estado Mike Pompeo advertía: «haremos todo lo que podamos para garantizar que ese gasoducto no amenace a Europa».
Conforme se incrementaba la tensión alrededor de Ucrania, abundaron las declaraciones amenazantes contra esa infraestructura. Tom Cotton, senador republicano por Arkansas, dijo en mayo de 2021, «ya es hora de parar el Nord Stream 2: liquidémoslo y hagamos que se oxide bajo las olas del Báltico». Ocho meses después, el 14 de enero de 2022 el consejero de Seguridad Nacional Jake Sullivan dijo que, «hemos dejado bien claro a los rusos que si se meten más en Ucrania, el gasoducto estará en riesgo». Pocos días después, el senador Ted Cruz exigió su destrucción: «este gasoducto debe ser detenido y la única forma de impedir su terminación es utilizar todos los instrumentos disponibles para hacerlo». El 7 de febrero, cuatro días después de la declaración de Cruz, el presidente Biden compareció junto al canciller Olaf Scholz e hizo su famosa promesa: «Si Rusia invade Ucrania ya no habrá Nord Stream 2, le pondremos fin». Cuando una periodista alemana le preguntó cómo podría hacerlo siendo una infraestructura alemana, Biden respondió: «Quiero ser muy claro, si Rusia invade de una u otra forma el Nord Stream 2 no progresará».
El 26 de septiembre, los tubos saltaban por los aires y el exministro de Defensa y Exteriores polaco, Radek Sikorski, lanzaba un tuit agradeciendo el servicio a Estados Unidos, acompañado de una foto de la gran burbuja báltica: «Thank you USA!». Al día siguiente los dirigentes de Polonia, Noruega y Dinamarca participaron en una ceremonia de inauguración del nuevo gasoducto Noruega-Polonia, destinado a sustituir el suministro de gas ruso. «La destrucción del Nord Stream 2 representa una tremenda oportunidad para acabar de una vez por todas con la dependencia de la energía rusa», dijo el secretario de Estado Antony Blinken. La tremenda oportunidad incluía la oferta de suministro de gas licuado de Estados Unidos, entre tres y cinco veces más caro que el ruso.
El 27 de enero la vicesecretaria de Estado Victoria Nuland le dijo al senador Cruz en el Congreso: «Senador, como usted, yo, y creo que toda la administración, estoy muy satisfecha de que el Nord Stream 2 sea, como usted dice, un trozo de metal en el fondo del mar». Más tarde, los suecos iniciaron una investigación sobre el atentado, pero se negaron a compartir su información al respecto con Alemania y Dinamarca, pues los resultados eran «demasiado sensibles». En el Bundestag, un catálogo muy completo de preguntas parlamentarias sobre qué barcos rusos y de la OTAN circularon por los alrededores del lugar de la explosión en los meses anteriores, de qué países, etc., fue respondido por el gobierno alemán diciendo que no era posible dar esa información en aras del «bienestar del Estado».
Para entender lo que está ocurriendo, nada mejor que escuchar lo que todas las fuentes citadas en este artículo nos cuentan.
[Fuente: Ctxt]
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