La política electoral, si bien no debe desestimarse, no puede ubicarse en el centro de ninguna acción política radical seria, orientada a cambiar las instituciones que sustentan el sistema político, desmantelar las ideologías hegemónicas y fomentar el tipo de conciencia de masas en que habría de basarse un cambio social y político desesperadamente necesario.
Rafael Poch de Feliu
Hace nueve años: «Impedir una destructiva guerra civil»
Una entrevista con el politólogo ucraniano Mijaíl Pogrebinski
Hace nueve años en Kiev arrancaba una violencia que comenzó con porras y escopetas de caza y hoy es guerra abierta con tanques y aviones. Algunos ya advirtieron entonces de los peligros del intervencionismo extranjero y de la ruptura del reconocimiento de la diversidad regional de Ucrania. Uno de ellos fue el politólogo Mijaíl Pogrebinski, hoy silenciado como tantos otros, que respondía así a nuestras preguntas el 15 de marzo de 2014.
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Nacido en Kiev en 1946, el físico Mijaíl Pogrebinski, director del Centro de Investigaciones Políticas y de Conflictología de Kíev (KCEPIK), es uno de los politólogos y analistas más respetados de Ucrania. En esta entrevista aborda el diagnóstico sobre la crisis en ese país, algunos interrogantes y pronósticos sobre su actual situación, así como posibles vías para salir del enredo pacíficamente.
Desde el principio de esta crisis nuestro diario ha dicho que Maidán contenía tres elementos: 1) una revuelta popular, 2) un pulso entre oligarcas y 3) un cambio de régimen auspiciado desde Occidente. ¿Cuál de estos tres elementos le parece más determinante?
Efectivamente, los sucesos de Ucrania tienen varios componentes. El primero, el componente geopolítico: la confrontación entre Estados Unidos, Rusia y la Unión Europea, con participación de China, por la influencia en el espacio postsoviético. El segundo, el componente oligárquico: la lucha del gran capital contra la ampliación de los poderes presidenciales de Viktor Yanukovich. El tercero, el componente regional: la aparición espontánea de la protesta social, en especial de parte de la población de las regiones económicamente débiles del Oeste y el centro del país. En cuarto lugar, el intento del espectro nacionalista ucraniano (los grupos ultraderechistas) por realizar una “revolución nacional” que con el apoyo de las regiones del Oeste y de Estados Unidos imponga al Sur y al Este de Ucrania su gobierno, su lengua, sus héroes y su interpretación de la historia en un espíritu fuertemente antirruso. En quinto lugar, el componente liberal: el intento de las capas medias por reducir el poder del gran capital y la gran burocracia con los eslóganes de la integración europea, hacer saltar el régimen de “democracia dirigida” y declarar su emancipación política. En sexto lugar, el derribo de los regímenes incómodos para Occidente mediante la exportación de “revoluciones coloreadas” utilizando el instrumentarlo acumulado en las experiencias con los países del tercer mundo y en el espacio postsoviético, creando un “caos dirigido” mediante la canalización de las energías revolucionarias de los liberales “pequeñoburgueses” de clase media y de los radicales políticos en una protesta política prolongada y sostenida… Todos esos elementos son importantes y no es posible definir uno decisivo, ya que en las diferentes etapas del proceso unos han tomado la prioridad relevando a otros.
Países como Polonia, que antes no decidían nada en la política de la Unión Europea, hoy son decisivos y tienen un gran papel. ¿Cómo explica la mayor beligerancia y agresividad de la política europea hacia Ucrania y Rusia?
Polonia representa el elemento más fuerte y exitoso de la “nueva Europa” orientada hacia la elite norteamericana y por ello interesada especialmente en la contención de Rusia. A ello se suma que la clase política polaca con su carácter tradicionalmente antimoscovita, mantiene su memoria histórica sobre la especial influencia ejercida por su país en Ucrania así como un miedo ante el rearme del ejército ruso. Además de eso, la particular actividad en el frente oriental a través del programa “Asociación Oriental” permite a Polonia incrementar su peso en la política europea.
Sobre la posición de la Unión Europea, recuerdo que en noviembre de 2010 hubo una reunión entre Merkel y Putin en la que se discutió la idea rusa de crear una zona comercial conjunta de la UE y Rusia. Merkel reaccionó positivamente, pero puso una condición: que la Unión aduanera de Rusia con Kazajistán y Bielorrusia, sería un obstáculo para formar tal zona comercial. Así que la diferencia consiste en que por un lado la principal fuerza de la UE solo está de acuerdo en tal proyecto si se realiza a nivel de relaciones bilaterales entre la UE y Rusia, y algunos países postsoviéticos, y por el otro no se quiere reconocer a Moscú el derecho a fortalecer su posición, bloqueando su integración económica con Astaná, Minsk, etc. Algo parecido se practica a nivel de la integración político-militar. Los expertos ucranianos se han dado cuenta de que todos los miembros de la Organización del Acuerdo de Seguridad Colectiva (ODKB, en sus siglas rusas) cooperan a nivel bilateral con la OTAN, pero la OTAN no mantiene relaciones con la ODKB como tal organización… En estas condiciones, Ucrania ha sido víctima de la fuerte competencia entre dos proyectos de organizar el espacio postsoviético en sus relaciones con la Unión Europea. En ello, tanto la UE como Rusia le exigían que se decidiera o por uno o por otro. Exigiéndole a Ucrania la firma de su “Asociación Oriental”, Bruselas al mismo tiempo se opuso a cualquier acercamiento de Ucrania con la Unión Aduanera (con Rusia). Moscú intentaba atraer a Ucrania a la Unión Aduanera y luego a la Unión Euroasiática, subrayando que Kiev no podría hacerlo si firmaba el acuerdo de asociación con la UE… En la posición de Alemania (pleno apoyo a Estados Unidos en la cuestión de Crimea), parece haber jugado un papel importante el miedo de Merkel a que la anexión de Crimea por Rusia pueda desestabilizar todo el proyecto europeo por mucho tiempo, contrariando los esfuerzos de Alemania por afirmarse como centro en los próximos años.
¿Entre el centenar de muertos del Maidán, cuantos fueron policías? Yo tengo once nombres. Los medios de comunicación de Kiev hace semanas que no mencionan ese dato. ¿Fueron más de once?
Ya el 21 de febrero el Ministerio del Interior ucraniano reconoció la muerte de 16 agentes. Luego se informó de que algunas personas habían muerto en los hospitales a consecuencia de las heridas recibidas. La cifra exacta se desconoce y no se habla de ello porque para el nuevo gobierno estos muertos no encajan con la mitología de los héroes de la nueva Ucrania. Hay que decir que entre los muertos que se añaden a los manifestantes caídos, hay, por ejemplo, un informático del Partido de las Regiones (próximo al huido presidente Yanukovich) llamado Vladimir Zajarov, asfixiado en un edificio incendiado por la protesta y que según muchos testimonios fue golpeado por los asaltantes.
¿Cómo valora el asunto de los francotiradores?
No soy investigador ni experto judicial, pero para responder a esta cuestión hay que responder en primer lugar a la pregunta de a quién favoreció aquello. Es evidente que la maximización de las víctimas le vino bien al Maidán para incrementar la presión de Occidente sobre el gobierno ucraniano, lograr concesiones del presidente y reconfigurar la composición del parlamento. Inmediatamente después de los primeros muertos en la calle Grushevski, Occidente acusó de la violencia exclusivamente al gobierno e incrementó su presión. Ya entonces se expresaron fundadas sospechas de que aquellos tres muertos habían sido víctimas de provocadores y no de la policía. Los francotiradores son un medio de maximizar las víctimas. El 19 de febrero hubo muchas menos que el día 18, y los francotiradores aparecen el día 20, precisamente cuando llega la troika de ministros europeos. Por cierto, nadie niega que dispararon contra ambos bandos. Esta historia debe ser cuidadosamente investigada, pero parece que ni el nuevo gobierno ni Europa lo desean.
¿Es exagerado hablar de una caza de brujas y una ola de represión contra los “separatistas” o “anti-Maidán” en ciudades como Kiev, Donetsk, Lugansk, Járkov…? ¿Cómo caracteriza la situación en Ucrania?
En buena medida lo que ocurre ahora en la Ucrania del Sur y del Este es un espejo del Maidán. En Kiev se vio que, si el gobierno no gustaba, se podía tomar por asalto las sedes gubernamentales. Así que como no les gusta el nuevo gobierno han decidido hacer lo mismo, con más razón cuando ese gobierno ignora demostrativamente los intereses de la mitad de la población del país, como se ve en los nombramientos de nuevas autoridades. El nuevo gobierno ha empezado a utilizar todas las medidas contempladas por la ley y a diferencia de lo que le ocurrió al anterior gobierno, en Europa nadie lo critica… Pero esto solo es una cara de la medalla. Una cosa es que se anuncie que en un par de semanas se empezará a castigar a la gente que toma por asalto las sedes gubernamentales (ha ocurrido en ciudades del sur y del Este como Odesa, Lugansk, Donetsk y Járkov, entre otras), y otra que se enjuicie al ex gobernador de Járkov, Mijaíl Dobkin, solo por haberse manifestado en público a favor de la federalización de Ucrania, es decir el modelo vigente en naciones como Austria, Alemania, Bélgica y de hecho España. Si en los casos de Yulia Timoshenko (ex primera ministra encarcelada por Yanukovich) y Yuri Lutsenko (ministro del interior, igualmente represaliado) había una evidente motivación política en su acusación penal, aquí es patente que estamos ante un proceso político, pero Europa guarda silencio. Europa exigía descentralización en los Balcanes —con Bosnia, Kosovo y Macedonia— pero en Ucrania no dice que hay que dar más derechos a las regiones, incluido el derecho a elegir a sus gobernadores. Considero que el motivo es que eso fortalecería institucionalmente a la Ucrania rusohablante. Cuando se abre un proceso penal contra alguien por defender una opinión así, se trata de un claro indicio de caza de brujas. No sé cómo evolucionará el caso ni si lo que ha ocurrido es resultado de un error. Y lo mismo puede decirse de la anulación de la ley de lengua (que daba al ruso y a otras lenguas minoritarias una cooficialidad regional) el primer día de trabajo del parlamento que se recompuso bajo la sombra de las armas: ha sido un error del nuevo gobierno. Pero más allá del “error”, esa anulación ha sido uno de los principales postulados ideológicos de las fuerzas a las que el Maidán ha llevado al poder.
¿Qué significa que la Fiscalía General esté en manos de gente (filonazi) del partido Svoboda, o que el jefe del Consejo de Seguridad Nacional sea un personaje como Andri Parubi? ¿Qué se puede esperar de ellos?
La oposición ha llegado al poder como consecuencia de un golpe de Estado, al que también puede llamarse “revuelta popular”, en cualquier caso: no mediante elecciones. Por eso inevitablemente se han encontrado con el problema de tener que controlar todo el sistema de poder del Estado y neutralizar los restos de influencia de sus adversarios. El control de los recursos de fuerza y financieros permite resolver ese problema y por eso al frente de esos cometidos se ha colocado a personas seguras en su lealtad a los nuevos dirigentes y que por su ideología no pueden entrar en componendas con las anteriores autoridades. En segundo lugar, la política de cuadros de las nuevas autoridades ha quedado bastante limitada a las exigencias de la gente que participa en el Maidán de Kiev. Seguramente en el futuro este factor perderá importancia, pero en el momento actual las nuevas autoridades se orientan a las exigencias del Maidán y usan su “cantera de cuadros”. Los nuevos nombramientos deben demostrar la intención de acometer una limpieza del antiguo gobierno y de exigir responsabilidades. Precisamente por eso se ha puesto al frente de la Fiscalía General a un representante de las fuerzas radicales. Respecto al antiguo comandante del Maidán y nuevo secretario del Consejo de Seguridad Nacional, Andri Parubi, su nombramiento, entre otras cosas otorga al gobierno cierto control sobre los grupos de “autodefensa”, muchos de cuyos miembros están armados. No creo que el jefe de la Fiscalía y Parubi lleven a cabo alguna política separada del gobierno, pero la presencia de esas personas en esos puestos indica que las nuevas autoridades tienen intención de llevar a cabo una política dura.
Putin ha arriesgado mucho con la operación en Crimea. Es evidente que esa operación no tiene marcha atrás. En cambio, sí que tiene terreno por delante; ¿es imaginable que el ejército ruso entre en el Este y el Sur de Ucrania, como aventura el vicealmirante Igor Kabanenko?
Teóricamente no puede excluirse una intervención militar rusa en las regiones del Este y el Sur del país, pero eso solo podría ocurrir en determinadas circunstancias. En primer lugar, si se intenta introducir tropas ucranianas en Crimea para recuperar el control allá. Creo que la posibilidad de algo así es mínima, pero en ese caso Rusia podría optar por una intervención en las regiones orientales para apoyar a sus tropas… En segundo lugar, si en el Este se desencadena una amplia resistencia ciudadana a las nuevas autoridades de Kiev, y si éstas intentaran aplastar esa resistencia por la fuerza. En tal caso no puede descartarse que Rusia decidiera prestar ayuda a los que protestasen. Para que algo así ocurriera deberían darse unas condiciones que hicieran evidente para la mayoría de la comunidad internacional que la vida de las personas corre un grave peligro en esas regiones, lo que, de momento, me parece poco probable.
¿Cómo impedir el conflicto e incluso una guerra civil en Ucrania?
Por desgracia el conflicto ya lo tenemos, aunque de momento ocurra bajo el formato de “guerra fría”. De lo que se trata ahora es de impedir su escalada y conversión en una destructiva guerra civil. Todavía hay posibilidades para una solución pacífica de la crisis, pero el actual gobierno está encogiendo dramáticamente el margen de maniobra. No ha propuesto ningún plan para solucionar los problemas pacíficamente, limitándose a vanas promesas de ampliar la autonomía de Crimea. Al mismo tiempo, ha reconocido su ausencia de recursos para resolver la situación por medios de fuerza. Así que se ha optado por una tercera vía: apelar en su defensa a jugadores externos, trasladando a esos países la responsabilidad o por lo menos compartiéndola con ellos… Así que el destino de Crimea y la estabilidad de Ucrania dependen ahora de si Estados Unidos y Rusia se ponen de acuerdo sobre la cuestión ucraniana. Ese acuerdo es, sin duda, muy importante.
¿En qué debería consistir?
Primero en establecer garantías para un estatuto de neutralidad de Ucrania y su mantenimiento como socio amistoso económico-comercial de Rusia. Además, tendría que brindarse una garantía internacional para la federalización de Ucrania que incluyera el derecho de las regiones a elegir a sus gobernadores. Por su parte, Rusia y la UE deberían comprometerse a renunciar al regreso a tratar a Ucrania bajo el principio de “o tu o yo”. Merece especial atención el hecho de que hasta expertos americanos tan principales como Henry Kissinger o Zbigniew Brzezinsky, que tradicionalmente defendían posiciones diferentes sobre las relaciones de Estados Unidos con Rusia, han llegado a la misma conclusión en cuanto a la solución de la crisis ucraniana y proponen la “finlandización” de Ucrania. En este caso eso significa perseverar en la orientación europea del país sin convertirse por ello en un país hostil a Rusia. Las garantías de un estatuto neutral para Ucrania con mantenimiento de su integridad territorial sería un paso hacia la solución pacífica de crisis internacional relacionada con los acontecimientos de Crimea. El problema es que en el orden del día ya emerge una crisis interna ucraniana. El primer paso para resolverla sería hacer regresar el proceso político de Ucrania a su marco legal. No creo que haya posibilidades de volver al acuerdo firmado entre Yanukovich y la oposición con participación europea el 21 de febrero, tal como propone Rusia, sin embargo, ahí dentro está el algoritmo general de salida de la crisis interna al que sería razonable acogerse. Supone el desarme de los grupos que la oposición creó a lo largo del enfrentamiento con las autoridades, la preparación para adoptar una nueva constitución (estoy convencido de que debería contemplar amplios derechos de las regiones para reforzar los derechos culturales, religiosos y lingüísticos de los ciudadanos, así como el estatuto de neutralidad del país), elecciones presidenciales y creación de un nuevo gobierno. A continuación, estaría bien realizar elecciones parlamentarias. Estoy convencido de que esta línea es la única para evitar una confrontación que amenaza con sumir a Ucrania en un cisma. Por desgracia las partes no están demostrando predisposición a emprender la senda de la solución pacífica. Unos quieren una revancha, otros no quieren perder la cara ante tal revancha y algunos simplemente quieren castigar al adversario. Por todo eso la situación suscita la mayor de las preocupaciones.
[Fuente: blog del autor]
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