La política electoral, si bien no debe desestimarse, no puede ubicarse en el centro de ninguna acción política radical seria, orientada a cambiar las instituciones que sustentan el sistema político, desmantelar las ideologías hegemónicas y fomentar el tipo de conciencia de masas en que habría de basarse un cambio social y político desesperadamente necesario.
Agustín Moreno
Sumar, Unidas Podemos y una propuesta de tregua
Cuenta Stefan Zwieg en su autobiografía El mundo de ayer que en la Viena anterior a la Primera Guerra Mundial “la primera mirada de un ciudadano medio vienés en el periódico cada mañana no se dirigía a las discusiones del parlamento o a los acontecimientos mundiales, sino al repertorio del teatro”. Qué tiempos aquellos donde la cultura tenía más importancia en la vida pública que la política o lo internacional.
Y qué tiempos estos donde las redes sociales dominan la información y lo primero que muchas veces se ve son las tendencias para hacernos una idea rápida de lo que está pasando. Tengo que reconocer que yo lo hago en Twitter.
En esto de las redes, me pareció infame la campaña sistemática contra Pablo Iglesias e Irene Montero durante mucho tiempo. Eran tendencia todos los días, por las campañas de la derecha, la ultraderecha y las cloacas mediáticas. Pocas veces ha habido mayor agresividad hacia personajes públicos. Ni siquiera con Julio Anguita, que también las sufrió de manera implacable desde los mismos sectores y el felipismo. Con la suerte para él de que no existía estos estercoleros de odio en el que, a veces, se convierten las redes sociales. Pero el objetivo era el mismo: desacreditar virulentamente para que no se produzcan cambios políticos que afecten a los privilegios de las élites.
En fin, toda mi consideración hacia las personas y dirigentes políticos que sufren estos acosos por procurar mejoras para la mayoría social y defender el bien común. Tengo que reconocer que una de las razones que me llevó a comprometerme como independiente con la candidatura de Unidas Podemos a la Comunidad de Madrid de 2021 fue que me lo pidiera Pablo Iglesias (y también otros compañeros de IU), una persona que estaba sufriendo, junto a su familia, una campaña brutal de acoso.
Dicho esto, en Twitter he visto la siguiente evolución: a Pablo Iglesias se le ataca menos desde que abandonó los cargos políticos. Sigue como tendencia permanente Irene Montero, muy injustamente agredida por la ley de Libertad Sexual y la ley Trans. Y ahora está casi a diario Yolanda Díaz.
Cada vez que veo su nombre como trending topic pienso: ojalá sea porque ha bajado el paro y la temporalidad. Porque si no es por eso, es por tremendas críticas al proyecto político de Sumar y a ella personalmente. Suelen ser ataques de lo que técnicamente podría llamarse “fuego amigo” y se utilizan acusaciones explícitas o veladas de traición, comparaciones con Carmena, Errejón y referencias al olor a magdalenas. Se ha abierto la veda contra Yolanda Díaz si no hace lo que se le pide y cómo y cuándo se le pide.
Bien está que cada partido de la izquierda reclame su papel y protagonismo, que esperen clarificación de los proyectos, que pidan negociaciones para pactar la participación en la toma de decisiones y en las primarias. Eso sí, cuidando las formas y siempre desde el respeto. Sin quemar de antemano un proyecto necesario que aglutine a la izquierda para evitar que los bárbaros tomen el poder.
Así las cosas, no se puede olvidar que el 28 de mayo hay elecciones que son de gran trascendencia porque están en juego doce comunidades autónomas y las alcaldías de todo el país. Por hacer un recordatorio, en las tres elecciones autonómicas que ha habido desde 2021, la derecha ganó y la izquierda retrocedió en Madrid, Castilla y León y Andalucía. No hay apenas encuestas regionales, pero en base a los sondeos estatales, la experiencia de 2019 es que la izquierda fue con un margen mayor a las autonómicas y municipales que con el que irá en 2023. Ello puede suponer el riesgo de perder gobiernos autonómicos y municipales que se ganaron por la mínima.
En definitiva, como vengo diciendo, la estrategia de centrarse en defender el último bastión (el Gobierno central) puede ser un error mortal si los resultados del 28-M no son positivos para el bloque progresista. Ello debería obligar a la izquierda a apostar con lo mejor que tenga y con la máxima unidad y cohesión. Pero las cosas están como están.
Si queremos que la izquierda tenga buenos resultados el 28 de mayo, y que esto pueda ser un trampolín para las elecciones generales, habrá que cuidar mucho estas cuestiones:
1) Rebajar la tensión, lo primero. Todo el ruido que hay en redes y en medios de comunicación transmite la imagen de disputa por intereses personales y duelo de protagonismos por su espacio. El resultado suele ser hastío, cansancio y alejamiento de los proyectos. Y esto sabemos que produce desmovilización y abstención porque el electorado de izquierda busca la unidad no encuentra las diferencias en las propuestas políticas de unos y de otros porque no las hay. En la imagen que se dio por la confección de las listas en Andalucía, está una explicación de los malos resultados. Si continúa la bronca pública, el daño puede ser irreversible, aunque finalmente hubiera acuerdo en las listas.
2) Partir de lo esencial. Sumar no tiene recorrido sin Podemos y sin Izquierda Unida, tanto por lo que ambos suman como por lo que restarían de no estar. Podemos debe tener claro que la apuesta de Sumar es el último tren que tiene la izquierda transformadora en estos momentos para aglutinar las máximas fuerzas a la izquierda del PSOE. Para irrumpir en las fronteras de otros electorados (izquierda clásica, abstencionistas, socialista, nacionalistas de izquierda). Y sobre todo para ser decisiva e impedir un Gobierno de la derecha-ultraderecha.
Al final habrá acuerdo, porque todos están condenados a entenderse. La visión estratégica que demostró Podemos entrando a formar parte de un Gobierno con el PSOE, estoy seguro de que se volverá a demostrar formado parte de candidaturas en Sumar. Nadie entendería un escenario de ruptura de la unidad y de travesía en solitario del desierto por la diferencia entre estar “en” o “con” Sumar.
Pero el problema no está el acuerdo, sino en el camino. Si se construyen complicidades o se exacerban los sectarismos. Si se fuerzan diferencias cuando son inexistentes en los grandes temas de servicios públicos, fiscalidad, empleo, pensiones, vivienda, derechos civiles y democráticos, etc. Si el acuerdo es fruto del respeto mutuo y la confianza o de la presión inmoderada. Si el resultado final entusiasma o queda el mal sabor de boca de que la izquierda es una máquina de triturar personas e ilusiones.
3) Cuidar la unidad. Porque si llega un momento en el que dé igual quién tuvo la culpa o quién tuvo más culpa, será la constatación de una derrota conseguida por méritos y sectarismos propios. De ahí que urge adelantar los procesos, aclarar los proyectos, hablar entre todas las fuerzas susceptibles de formar un potente movimiento político-ciudadano que incluya a los partidos de la izquierda. Decretar ya una tregua que acabe con el ruido, que se visualice en algún gesto de encuentro entre los protagonistas y que permita afrontar en las mejores condiciones las decisivas elecciones autonómicas y municipales de mayo. De lo contrario, no tendríamos perdón.
[Fuente: Público]
14 /
1 /
2023