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Joan M. Girona

El futuro es aterrador

Un titular que parece una exageración. Desgraciadamente no lo es. Ha empezado un curso académico discutiendo sobre currículos y calendario, temas importantes, pero que son peccata minuta frente a la situación que estamos viviendo; de la que todavía no somos suficientemente conscientes, no estamos (o no queremos estar) suficientemente convencidos para tomar decisiones y actuar en consecuencia. Nos da miedo aceptar la realidad del peligro.

El 75% de los niños, el 61% de los jóvenes (entre 15-25 años) consideran que el futuro es aterrador, hablando del clima. Se sienten abandonados y traicionados.[1] Las criaturas están tocadas, se ve en su comportamiento. No podemos minusvalorar lo que están viviendo. Habrá quien pondrá en cuestión estas afirmaciones; todas las encuestas, todos los estudios, tienen su componente subjetivo, la ideología de quien los hace o los financia influye en ellos. Cierto, pero ante el cambio climático ya hay suficientes evidencias para estar convencidos. Sin ir más lejos, los desastres ocurridos en distintas partes del mundo en los últimos meses son síntomas muy claros.[2] Otra cosa es que ante la gravedad queramos cerrar los ojos, miremos a otro lado o no podamos aceptarlo por miedo o angustia.

En los centros de enseñanza deberíamos ser consecuentes con lo que está pasando y que continuará pasando si no se producen cambios significativos; deberíamos pensar y reflexionar sobre qué deberíamos hacer y cómo. Lo que llamamos el compromiso ético del profesorado debe incluir esta perspectiva básica. No sólo nos va en ello el futuro, nos va la vida. Si callamos seremos cómplices.

Parte del alumnado, parte de la generación joven, empezó a organizarse en varios países, constituyeron el movimiento Friday for Future; se reunían los viernes para promover acciones en defensa del clima. Continúan en activo, están realizando distintas actuaciones. Acciones de desobediencia civil aunque sólo sea para llamar la atención, lanzar líquidos a cuadros de pintura (sin dañar la obra) o a figuras de personas, por ejemplo. Es necesario llamar la atención porque el problema es gravísimo.

Los adultos, sobre todo los que nos dedicamos a la enseñanza, en todas las etapas, no les podemos dejarlos solos o solas. Debemos ayudarles a que utilicen sus conocimientos, a que pasen a la acción para asegurar la sostenibilidad del planeta y de la humanidad. Cuando hablamos de “transformación educativa” debemos ser conscientes de que lo que está en juego; y que es urgente cómo desarrollamos en los centros escolares una educación “transformadora del mundo”, que anime a que los jóvenes sean actores de sus propias vidas.[3]

Paulo Freire escribía que no debe esconderse la realidad a los niños; debemos ayudarles a ser conscientes de lo que ocurre y, siguiendo la metodología del Aprendizaje Servicio, llevar a la práctica actuaciones que favorezcan a la comunidad. Cuando yo era joven decíamos piensa globalmente y actúa localmente. Hoy deberíamos actuar a la vez en los dos niveles. Si esperamos demasiado llegará el colapso y sufriremos (o sufrirán) mucho. Y, como siempre, quien está viviendo peor actualmente será también quien sufrirá más el caos económico, social, sanitario… Nuestra labor, la de la generación adulta, no es sencilla pero siempre ayuda recordar la frase de Galeano: las utopías sirven para avanzar. Para avanzar en el camino correcto y evitar errores anteriores.

Si estamos convencidos y queremos actuar, es bueno no culpabilizarnos a nosotros mismos: no somos los principales responsables. Quieren hacernos creer que el problema sólo es nuestro: el problema es del sistema. No debemos aceptar el juego del poder que quiere hacernos sentir culpables individualmente de lo que está pasando. Se nos pide reciclar, correcto. Pero, ¿por qué no empiezan a reciclar las grandes empresas? Quien más contamina es quien más debe cambiar: ¿quién produce más CO₂?, ¿quién fabrica objetos poco útiles y con fecha de caducidad?, ¿quién amontona toneladas de residuos?

Debemos educar y educarnos para defender el medio ambiente y asegurar el futuro de las nuevas generaciones, para que no vivan el infierno que se prevé si todo sigue igual. Una educación que debe incluir exigencias a los responsables políticos, a aquellos y aquellas que hemos votado. Exigirles que planten cara a los que han provocado y siguen provocando el desastre que nos tragará, que no se dejen comprar por los poderosos y hagan cumplir leyes y normativas que eviten llegar al punto de no retorno, como explica Antonio Turiel en sus escritos y en sus intervenciones. No se cansa de repetirlo.

El modo de producción capitalista no se acabará por las contradicciones que genera. Se está adaptando a los cambios y la contestación que se origina es débil frente al desafío que representa. Criticamos, nos quejamos, hacemos manifestaciones, escribimos, colgamos en las redes, celebramos el día internacional del cambio climático… pero no conseguimos que se produzcan cambios reales, que se invierta el proceso que conduce a toda la humanidad al precipicio, que haya un cambio de sistema económico por otro más justo, equitativo y respetuoso con el planeta. Es cierto, como explicó Marx, que hay lucha de clases sociales, pero la está ganando la clase capitalista.

La realidad es un conjunto inarmónico; está interrelacionada. En un artículo anterior[4] hablábamos de cómo la situación socioeconómica determina en gran parte los resultados académicos. Y esto nos hacía pedir actuaciones eficaces contra la pobreza, conseguir la pobreza cero como objetivo. Pero constatando el deterioro del planeta Tierra y conociendo a quien lo provoca, deberíamos luchar por otro objetivo que podríamos llamar riqueza cero. El agua necesaria para abastecer un campo de golf de dieciocho hoyos durante un año equivale al consumo doméstico anual de una población de unos 10.000 habitantes.[5] Los destrozos y contaminaciones son provocados por quienes tienen el poder económico, por quienes tienen cantidades de dinero para malgastar, que son por tanto quienes más responsabilidad acumulan en la destrucción que nos afecta.

Por todo ello es necesario disminuir las enormes riquezas que no ayudan a nadie ni a la naturaleza. Crecer por crecer es la filosofía de un tumor, ha escrito el propio Turiel. Hay que decrecer, disminuir el gasto energético, buscar y probar maneras diferentes de vivir, gastando menos, valorando las relaciones con las demás personas, con el entorno natural, con los seres vivos y con todo el planeta Tierra. Seguramente ser es más importante que tener. Trabajar lo mínimo necesario para vivir nos ayudaría. El sistema, por ahora, nos impele a vivir para trabajar, a tener más y más para que los de arriba ganen mucho, como está ocurriendo en esta crisis. Un sistema que provoca y provocará enormes desigualdades, la causa de la mayoría de los problemas que nos afectan. El camino es difícil, pero no imposible. Si no lo intentamos seguro que no lo conseguiremos.

Una buena educación desde los centros escolares y desde otras instancias educativas nos llevará al buen camino. La sociedad actual valora a las personas competitivas (no confundir con competentes), que ganan dinero y consumen mucho. Podríamos contribuir a revertir esta valoración y educar al alumnado con conciencia ecológica, capacidad crítica y con ganas de cambiar. Un cambio que implica a toda la humanidad, a todas las personas que compartimos el único planeta que tenemos. Nos salvaremos colaborando, no compitiendo.

[Joan M. Girona es maestro y psicopedagogo]

  1. https://www.elperiodico.com/es/sociedad/20220923/caroline-hickman-psicoterapeuta-clima-entrevista-ecoansiedad-75801825
  2. https://www.ara.cat/internacional/crisi-climatica-matant-mes-morts-mes-fam-mes-infeccions-culpa-l-escalfament-global_1_4529418.html
  3. https://es.ara.cat/opinion/educar-emergencia-climatica-anna-jolonch_129_4084953.html
  4. https://diarieducacio.cat/la-crisi-que-patim-com-ensenyar-i-aprendre/
  5. https://directa.cat/camps-de-golf-en-temps-de-sequera/

18 /

11 /

2022

Mas no por ello ignoramos
que también el odio contra la vileza
desencaja al rostro,
que también la cólera contra la injusticia
enronquece la voz. Sí, nosotros,
que queríamos preparar el terreno a la amistad
no pudimos ser amistosos.

Bertolt Brecht
An die Nachgeborenen («A los por nacer»), 1939

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