La política electoral, si bien no debe desestimarse, no puede ubicarse en el centro de ninguna acción política radical seria, orientada a cambiar las instituciones que sustentan el sistema político, desmantelar las ideologías hegemónicas y fomentar el tipo de conciencia de masas en que habría de basarse un cambio social y político desesperadamente necesario.
Antonio Antón
Sumar en la encrucijada
Junto con una carta abierta a Yolanda Díaz, explico las características y retos de Sumar con tres aspectos fundamentales: la distinción entre movimiento ciudadano y plataforma político-electoral, el cambio de primacía dirigente en el espacio del cambio, y el principio de realidad y la pugna partidista.
A la atención de Yolanda Díaz
Has asumido una gran responsabilidad política: liderar la renovación y ampliación del espacio del cambio de progreso. Tu estatus institucional actual está definido por una excelente trayectoria, reconocida por gran parte de la sociedad como ministra de Trabajo y Economía social, vicepresidenta segunda del Gobierno de coalición y portavoz gubernamental del grupo parlamentario confederal de Unidas Podemos, En Comú Podem y Galicia en Común.
La función que nos interesa destacar ahora es la de precandidata a la presidencia del Gobierno para las próximas elecciones generales de fin del año 2023, estando pendiente de tu decisión definitiva, tras el proceso de ‘escucha’ y la elaboración programática que, previsiblemente, culmine a principios de año, de la mano de Sumar. Hay un gran consenso en todas las formaciones políticas del grupo confederal sobre tu idoneidad para encabezar ese proceso electoral. A la propuesta inicial de Pablo Iglesias, anterior líder de ese espacio, se han sumado el resto de organizaciones del grupo confederal y, además, ha sido bien recibida por otras fuerzas afines significativas como Más País y Compromís.
La tarea es compleja y difícil, pero también muy estimulante y, sobre todo, de grandes implicaciones políticas y sociales para las fuerzas progresistas, el bienestar de la sociedad y el futuro de nuestro país. Está en juego la consolidación del proceso reformador del siguiente Ejecutivo de coalición progresista, con garantías de un avance sustantivo social y democrático, o bien la posible involución reaccionaria con que amenazan las derechas. Y para ello es imprescindible aumentar el peso comparativo de las fuerzas del cambio, de su representatividad popular y su capacidad transformadora.
Desborda, por tanto, tu simple responsabilidad individual, por muy relevante que sea. Es un reto colectivo que debe contar con todas las energías progresistas disponibles, con las mejores aportaciones democráticas y de izquierdas, con una actitud al servicio de las mejoras vitales para la gente. La participación ciudadana es fundamental, y la conformación de una nueva y unitaria representación político-institucional, con la activación y ampliación de sus bases sociales, es decisiva. El horizonte está claro y es ilusionante: un proyecto progresista de país para una década.
Por mi parte, en especial, en el último año he seguido con interés los hechos que configuran la presente coyuntura y las principales tendencias en torno a la formación del llamado frente amplio y sus retos, en particular en dos libros: “Perspectivas del cambio progresista” y “Dinámicas transformadoras. Renovación de la izquierda y acción feminista, sociolaboral y ecopacifista”.
Mi intención con estas notas, ante los evidentes desencuentros producidos con referentes de Podemos, es contribuir a aclarar la situación para una articulación unitaria y sólida del espacio del cambio y evitar su fractura, factor clave para avanzar en la mejora social de la mayoría popular y el proceso democratizador del país.
Movimiento ciudadano y plataforma político-electoral
Tras más de uno año de preparación se ha constituido Sumar, según tus declaraciones, como asociación instrumental para desarrollar dos dinámicas paralelas y complementarias: 1) articular un movimiento ciudadano participativo durante este semestre como base constitutiva y legitimadora del proyecto; 2) configurar una plataforma político-electoral desde la que encarar la campaña para las elecciones generales. Las dos dinámicas están vinculadas y se enlazan a primeros del año próximo, con la constitución formal y programática de la plataforma política tras las conclusiones del proceso de ‘escucha’ y la formalización de las condiciones para tu aceptación de la candidatura.
Se están realizando asambleas territoriales con tu participación y la de personas representativas de la sociedad civil, con asistencia de varios miles de personas, y también es un tiempo de elaboración programática a través de treinta y cinco grupos, con varios centenares de participantes, la mayoría expertos en las distintas materias. Es una experiencia positiva de interacción de abajo a arriba, recogiendo opiniones, y de arriba hacia abajo marcando los ejes de tu propuesta.
Me preocupa la clarificación del sentido de este proceso y las controversias suscitadas. Desde el principio has dejado clara una característica fundamental: Sumar no va de partidos políticos, de siglas y puestos. Cabría, pues, distinguir entre Sumar-movimiento ciudadano y Sumar-plataforma político-electoral (pendiente de confirmar la sigla).
Por un lado, la formación de estructuras partidarias, incluidos los liderazgos y los mecanismos organizativos, con los procedimientos democráticos correspondientes, como mediación entre determinada base social y las estructuras de poder y la gestión política e institucional[1]. Por otro lado, la orientación política y programática, así como la estrategia y las alianzas adecuadas para su implementación[2].
Desde el principio has dejado clara una característica fundamental: Sumar no va de partidos políticos, de siglas y puestos. Cabría, pues, distinguir entre Sumar-movimiento ciudadano y Sumar-plataforma político-electoral (pendiente de confirmar la sigla)[3].
La finalidad del proceso participativo ciudadano tiene una positiva finalidad articuladora y democratizadora del nuevo proyecto y, al mismo tiempo, una función política inmediata: legitimar tu candidatura como portavoz del conjunto y fortalecer tu capacidad para condicionar el carácter y los ritmos de la plataforma político-electoral a construir.
En este caso, el proceso de escucha y este movimiento ciudadano tienen un doble sentido político claro: afianzar un proyecto político-electoral transformador de progreso y apoyar tu liderazgo político-institucional en el marco inmediato de una precampaña electoral ante las próximas elecciones generales, ya que se descarta la participación directa en las elecciones municipales y autonómicas de mayo de 2023. No obstante, se pone el acento en el carácter no político del movimiento ciudadano para justificar su desvinculación de los partidos políticos realmente existentes que son los de todo el conglomerado del espacio del cambio, en particular el más relevante, Podemos. Así, se entra en cierta incongruencia con la realidad y el sentido común inmediato: el proceso de escucha culmina con el aval a la candidata a la presidencia del Gobierno por parte de Sumar-plataforma político electoral, como expresión de un renovado espacio del cambio.
Lo que propones, y parece que es una condición innegociable, se puede formular así: los partidos, su militancia y sus bases sociales, pueden ‘estar’, pero —sus dirigentes, sus estructuras y sus siglas— ‘no ser’ elementos constitutivos de la nueva formación política. El consenso, entonces, en torno a tu candidatura no necesariamente conlleva el acuerdo con el marco organizativo definido en esa característica, lo que debiera ser debatido. No existe un proceso constituyente pactado, como en otras latitudes, con las formaciones políticas llamadas a formar parte de este posible frente amplio, en el que se negociase una dinámica de disolución o renuncia a un papel público e institucional, al mismo tiempo que un proceso electivo, con las correspondientes primarias o listas compartidas para las distintas estructuras orgánicas e institucionales. O sea, se excluye la colaboración de la representación legítima de otras formaciones políticas en un proceso que pretende recoger y sumar sus bases sociales y electorales, pero dejar al margen —y sustituir— a sus direcciones por el equipo promotor de la nueva plataforma política.
En ese diseño estatal hay una incoherencia práctica y temporal ante el reto de las elecciones municipales y autonómicas. Se admite, necesariamente, la continuidad del grupo confederal de Unidas Podemos, En Comú Podem y Galicia en Común para la gestión política en este último año de legislatura, así como la persistencia de los distintos partidos y coaliciones en diferentes territorios y en alianzas estatales (con la recomposición del pacto entre Podemos e Izquierda Unida), y se refuerza la permanencia de las estructuras partidarias de todos ellos.
Sumar, en ese periodo, se quedaría como una superestructura estatal a negociar en los dos ámbitos: los partidos estatales y las configuraciones territoriales. Ahora bien, ni unos (Podemos, Izquierda Unida, Más País…) ni otros (En Común Podem, Compromís, Galicia en común, pero también Contigo Navarra, Más Madrid o la posible alianza canaria…) parece que tienen intención de disolverse ni delegar en una superestructura estatal la decisión sobre su representación institucional a su parlamento autonómico pero tampoco al estatal, así como su gestión política en su territorio.
En cada caso, con matices diversos, se plantea una negociación, desde la autonomía de cada cual, de la colaboración y el apoyo mutuo entre ese ámbito territorial y el estatal. Es otro nivel de articulación que el de apoyar y compartir una candidata común a la presidencia del Gobierno y al revés, el de recibir el apoyo del liderazgo estatal para las formaciones o coaliciones locales y autonómicas del conjunto del espacio del cambio, sin favoritismos ni relegación particulares.
SUMAR, por tanto, se convierte en un grupo político con la prioridad del apoyo, junto con todo el conglomerado, a una candidata que se supone que se presentará por la circunscripción de Madrid y al conjunto de partidos políticos que deben afrontar esta fase electoral y de avance político e institucional.
Hay dos hipótesis alimentadas en algunos ámbitos. Una es la descomposición o hundimiento de Podemos (con la correspondiente ayuda de las campañas de acoso mediático, judicial y de las cloacas) con el trasvase de su base social y electoral a la nueva sigla de Sumar (o Más País… o las izquierdas nacionalistas). La otra es la capacidad de atracción y trasvase de parte de su estructura intermedia o territorial hacia Sumar, con aislamiento de su dirigencia estatal. Son dudosas esas expectativas y las prácticas que conllevan. En la experiencia histórica han producido agudas tensiones entre las izquierdas y raramente han tenido efectos positivos. Lo que sí se ha generado han sido procesos profundos de desafección política en grupos de izquierda por estrategias erróneas y grandes pérdidas de credibilidad social.
En todo caso, justificar el monopolio representativo de Sumar, exigiendo la dilución política de Podemos y los demás grupos políticos, dada la supuesta existencia de un clima general de desconfianza en los partidos y, en particular, por su falta de representatividad actual o futura y su carácter de partidos políticos, no parece muy realista ni, desde luego, muy unitario.
No se trata de un debate nominalista, ni distinguir entre partido político (malo) y plataforma político-electoral (buena); hay que valorar el sentido de la propuesta de ‘no ser’ partido político sino plataforma ciudadana/electoral como fórmula para desbordar y marginar a los —dirigentes de— partidos políticos existentes en el contexto actual.
Tampoco tiene recorrido la distinción entre partido unificado y coalición electoral. Algunas coaliciones como la andaluza han sido un desastre, tal como todo el mundo sabe, y otras como Navarra Contigo, ofrecen buenas perspectivas[4]. La misma En Comú Podem, en un contexto externo difícil y con gran diversidad interna y una historia compleja, es una agrupación política con relevante estabilidad, representatividad e influencia pública.
El problema no es el modelo de organización política, por mucho que haya diversos tipos y, en general, haya que reforzar los dos criterios básicos: su democratización frente a las tendencias jerárquicas de sus aparatos, y su calidad ética, al servicio del bien común. Algunas de las deficiencias principales provienen de la propia política institucional, de la vinculación con los poderes institucionales y fácticos. Para su contrapeso requieren, aparte del arraigo social y la vinculación con las capas populares, una fuerte cultura democrática y profundos valores éticos de ejemplaridad representativa, con las regulaciones precisas. También los niveles de activación cívica en la sociedad y el estímulo de su calidad democrática favorecen las garantías y el control de la honestidad de las personas y los grupos especializados en la política institucional.
Existe un acuerdo en la participación política-electoral-institucional y el fortalecimiento del espacio del cambio. Y hay una candidata aceptada por todos, en espera de su decisión definitiva. La solución pasa necesariamente por la suma, ampliación y coordinación unitaria del conjunto del conglomerado, en una estructura política. La disputa viene sobre el marco organizativo y las competencias que la candidata y portavoz ante el Gobierno pretende asumir con su nuevo liderazgo, pero sin la negociación y el acuerdo del conjunto de formaciones políticas, especialmente de Podemos, que ostentaba hasta ahora la prevalencia representativa y dirigente. O sea, se está ventilando el cambio de primacía dirigente de todo el conglomerado sin explicitar el problema, hasta que ha explotado estos días.
Diferencias políticas y la primacía dirigente
En el conflicto entre Yolanda Díaz y su equipo con la dirección de Podemos se añaden dos factores específicos. Uno, las diferencias políticas. Dos, la expectativa del cambio de primacía en la gestión política y del poder político-institucional del espacio del cambio renovado.
Con respecto a lo primero, no hace falta repasar las pequeñas discrepancias, más allá de los ruidos comunicativos instrumentalizados en los medios y redes sociales. Desde mi punto de vista son menores y no impiden un amplio acuerdo político y programático, así como de estrategias y alianzas, arbitrando la regulación de la pluralidad. Hay un consenso amplio sobre el programa de reformas acordado, la gestión rigurosa en los distintos Ministerios y responsabilidades institucionales, los acuerdos con los socios de investidura y la participación en el Gobierno de coalición progresista junto con el Partido Socialista, aun admitiendo una posición subordinada, aspecto solo cuestionado por la minoría escindida del sector anticapitalista, en particular de Adelante Andalucía, que demuestra poco interés en la nueva confluencia.
No obstante, hay matices, a veces significativos, que especialmente para las derechas y el Partido Socialista presentan a Podemos como más exigente e incómodo en sus planteamientos reivindicativos, cosa cierta, pero que lo utilizan para amplificarlo, demonizarlo y ofrecer preferencias mediáticas hacia el proyecto de Sumar (y hacia Más País/Compromís), siempre de forma instrumental, es decir, en la medida que perjudica un espacio unitario compacto y debilita a Podemos, cuestión muy sensible para ellos[5].
En definitiva, el gran espacio del cambio de progreso conformado en el primer lustro de protesta social y cívica de la década pasada y del que nació Podemos y sus confluencias (y la renovación de Izquierda Unida) se puede —y se debe— articular en torno a un proyecto de izquierda transformadora. Es más necesario ante la persistencia de las crisis socioeconómicas, las desigualdades sociales, territoriales, medioambientales y de género, y las deficiencias democráticas. Es necesario un reformismo fuerte con políticas públicas protectoras, reguladoras y distribuidoras, basadas en la igualdad y las libertades individuales y colectivas.
Así, aunque haya distintas sensibilidades más moderadas o transversales o más transformadoras y confrontativas, no creo que sea motivo de ruptura política. Las dinámicas reformadoras de fondo dependen de la activación cívica, aspecto fundamental que a veces queda en la periferia de las estrategias políticas. En todo caso, sí es imprescindible regular los conflictos políticos y orgánicos, respetar la pluralidad, fortalecer la cultura unitaria y los procedimientos democráticos, decisorios y de debate, y desechar todo tipo de sectarismos, prepotencias y descalificaciones[6].
Principio de realidad y pugna partidista
Lo que me interesa destacar aquí es que, dado que el argumento actual es que no ha habido tiempo para la articulación territorial de Sumar y su tarea es conseguir buenos resultados en las elecciones generales, para su desarrollo habría que enlazar otra fase posterior a ellas. La realidad organizativa es diversa y plural, con diversos equilibrios representativos por territorios y a nivel estatal. Y queda pendiente para toda la siguiente legislatura la misión de conformar todo el conglomerado político en sus distintos niveles en un proceso confederativo, con un liderazgo coral y transitoriamente como coaliciones, más o menos compactas, a la espera de reunir condiciones suficientes para un auténtico proceso constituyente, unitario y compartido. Si se aspira a desarrollar un proyecto de país para una década, es preciso avanzar en el contenido, condiciones y marco temporal de los tres aspectos encadenados: programa, estrategia y sujeto político y social. O sea, política pura de la buena para implementar. El liderazgo colectivo se debe curtir en ello.
Todavía vivimos del impulso cívico y sociopolítico transformador iniciado hace más de una década. Su reafirmación y desarrollo condicionará la próxima. No se ha cerrado el ciclo del cambio de progreso. La representación política debe dar la talla en su capacidad articuladora, gestora y orientadora.
Ahora se da por supuesto el gran valor del control del grupo parlamentario y el equipo gubernamental confederal, no solo para la gestión política sino para lo que estamos contemplando de tener una palanca más operativa que desborda el plan inicial de una simple plataforma electoral estatal y que debe definirse sobre esa articulación global y territorial. Todo ello siempre que las izquierdas ganen las elecciones, le interese o acepte el PSOE un Gobierno de coalición y no pase el espacio del cambio a la oposición parlamentaria o una situación muy subalterna. Es otra hipótesis, como la de ir divididos, que augura una crisis del conjunto del espacio del cambio y de las izquierdas en la que, de momento, no entramos[7].
No es simple especulación, sino constatar los hechos, analizar las tendencias y abrir horizontes. Si contemplamos un programa de reformas para el país a diez años, con todas sus eventualidades, es prudente valorar este proceso de formación de la fuerza política del espacio del cambio que es el instrumento que lo pretende ejecutar. Como decía, programa, estrategia y sujeto están entrelazados y condicionados por las nuevas realidades sociales, estructurales y de poder. Mejor que no plantear el problema o proponer falsas soluciones, se trata de abordarlo con realismo e interés colectivo.
Hay que analizar e intercambiar valoraciones sobre los intereses, expectativas y aspiraciones de cada fuerza política, siempre respetando el principio de realidad y la apuesta por la unidad en la pluralidad. Muchas veces es difícil de objetivar, pero es el punto de partida imprescindible para acordar los equilibrios representativos que pueden compensarse con otras variables. Una de las mejores maneras, aparte de valorar el arraigo social y la potencialidad organizativa demostrados, es medir y comparar la representatividad electoral en las distintas elecciones[8] y, con reservas, las encuestas demoscópicas[9]. Igualmente, hay que considerar con el máximo realismo el impacto electoral del prestigio de los liderazgos, la credibilidad de las formaciones políticas y las potencialidades del proyecto unitario. Lo que parece evidente, al menos para las elecciones generales por su sistema electoral, es que la unidad es posible, positiva y deseable[10].
En definitiva, no estamos hablando de puestos institucionales, listas electorales o equipos gubernamentales y de las condiciones políticas para ampliarlos. Todavía no toca y se abre una etapa intermedia durante el primer semestre del año, hasta después de la experiencia y los resultados de las elecciones municipales y autonómicas en que se concretará el abordaje directo de esa tarea.
Ahora, el debate enconado se sitúa en cuál es el marco político-organizativo que va a tener prevalencia en su decisión, para colocarse mejor en esa negociación y aunque se supone que con una ratificación democrática masiva y las justificaciones políticas correspondientes. Y se dibujan dos posibilidades. O es Yolanda Díaz con su equipo de Sumar que se arroga la exclusividad de la conducción del proceso. O es a través de una negociación multilateral y abierta con todos los grupos del espacio del cambio y, en particular, con Podemos, hasta ahora la fuerza más representativa y, por supuesto, con el protagonismo de la candidata consensuada.
La primera opción, que yo sepa, no forma parte de la consulta y el proceso de ‘escucha’ de la problemática expuesta por la gente, sino de la exposición discursiva de la propuesta de Yolanda Díaz en las asambleas y los medios, o sea, en la parte de arriba-abajo no de abajo-arriba. Así, tras la ‘escucha’ ha manifestado su disponibilidad para aceptar ser la candidata y continuar con la siguiente fase, en febrero, de constituir una agrupación política-Sumar, reconvirtiendo el movimiento ciudadano-Sumar y su proyecto programático. Queda formalizada una sigla, aspirante a ser la principal representación orgánica y pública, diferenciada de las estructuras de los partidos de todo el conglomerado. Y, aparte de definir la orientación y ejecutar la gestión política, pretende el monopolio sobre la primacía para configurar las listas electorales al Congreso y el Senado, los grupos parlamentarios respectivos y la composición de las responsabilidades gubernamentales en el futuro Ejecutivo de coalición.
Por tanto, se constituye una plataforma o grupo político (se rehúye de la palabra partido), al margen o superador de las formaciones existentes, que estructure, además de su propia vertebración orgánica estatal y territorial, la gestión político-institucional: la orientación política, el programa electoral, la estrategia y las alianzas, la composición de las listas y el grupo parlamentario, la representación institucional y gubernamental. Los distintos grupos políticos pueden elegir su propio modelo negociador para sacar ventaja para sus intereses respectivos y así lo han manifestado explícitamente algunos dirigentes afines a la propuesta. La dirección de Podemos ya ha avanzado su propuesta de negociar una coalición electoral admitiendo la pluralidad del conjunto y a Sumar como otra agrupación política sustantiva. No es una oferta descabellada.
En conclusión, las distancias son grandes. Como he pretendido explicar, no es solo un debate de ideas más o menos realistas sino de intereses (legítimos) de reconocimiento representativo y de estatus y capacidad de influencia política en una gran encrucijada. Los riesgos de ruptura y división son significativos. Sus consecuencias serían mucho mayores que las de las experiencias traumáticas anteriores. En esta ocasión, sus efectos podrían contribuir a impedir la continuidad de otra etapa de progreso y abrir las puertas a la involución derechista, sin que tampoco se beneficie el Partido Socialista (o las izquierdas nacionalistas).
Igualmente, demostraría la impotencia política y la incapacidad democrática y unitaria de la nueva representación político-institucional de las fuerzas del cambio, tan duramente construida. La frustración de la gente de izquierdas y la desafección popular podría ser profunda y duradera. No se puede llegar a ese abismo. Hay que atajar cuanto antes ese recorrido. La responsabilidad sería compartida por todos los principales actores. Sería lo de menos, comparado con el desgaste y el sufrimiento colectivo de la mayoría social y de la gente más activa de este histórico proceso de cambio.
Me he dirigido a ti, dando por supuesto tu mayor responsabilidad en la articulación de una solución pactada. Como todos los acuerdos, y tú lo sabes mejor que nadie, supone hacer concesiones mutuas y defender los aspectos básicos comunes. Tu liderazgo se verá fortalecido por ello.
- Existe un problema de desconfianza ciudadana en los partidos políticos (y medios de comunicación), con disminución de su prestigio y legitimación popular y hay deficiencias de prácticas y cultura democráticas, más allá de algunas innovaciones y mejoras en las fuerzas del cambio, como la realización de elecciones primarias para la selección de responsables políticos e institucionales o el seguimiento de un código ético más estricto. Se necesita una persistente participación democrática y arraigo social y un talante unitario y constructivo sin dejar de lado el debate sereno ante la pluralidad de posiciones y la regulación de los conflictos y desacuerdos.Pero, la formación partidaria es inevitable, sobre todo desde el campo popular y de las izquierdas, cuya intervención debe basarse, no en el poder económico, mediático-cultural y de la burocracia estatal, sino en la vinculación democrática con la sociedad y los movimientos sociales progresistas, desde la que se constituye su fuerza representativa e institucional, así como su capacidad cultural e influencia transformadora. Especialmente, si se quiere influir en las políticas públicas y participar en los procesos electorales y el poder institucional. La pugna (y la colaboración) partidista por la prevalencia de cada orientación política es legítima en un sistema pluralista y democrático, aunque se debe valorar por su doble sentido: los intereses y valores que defiende, y los procedimientos básicos de tolerancia, respeto, reconocimiento mutuo y defensa de lo común. ↑
- Elaborar un programa alternativo para una legislatura o para diez años es complejo. Se debe atener a una realidad cambiante y, sobre todo, contar con el análisis de las fuerzas propias sociopolíticas, representativas e institucionales, junto con el peso de las fuerzas aliadas, y la comparación con las de los adversarios políticos y fácticos. Esa relación de fuerzas y su desarrollo es la que hay que enlazar con los objetivos programáticos para una estrategia transformadora. Es lo más difícil y sometido a las dos tendencias de apariencia contrapuesta, pero que tienden al continuismo, al no cumplimiento del contrato social y programático con el electorado y, por tanto, a su desconfianza: por un lado, el posibilismo adaptativo a las dificultades transformadoras o frente a los intereses contrarios del poder establecido; por otro lado, el idealismo discursivo de confiar solo en la simple propaganda, comunicación o retórica, infravalorando la experiencia de la gente respecto de su avance material y sociopolítico y esquivando el cambio real y sustantivo. ↑
- Es evidente que como movimiento ciudadano es diferente a los distintos movimientos sociales, incluido el movimiento sindical, el feminista o el vecinal y ecologista, y es distinto a la dimensión y el papel sociopolítico de procesos de protesta social más amplios como el representado por el movimiento 15-M o las mareas ciudadanas, por no hablar de los conflictos laborales y las huelgas generales. ↑
- En el caso navarro es significativo los grados de unidad e ilusión alcanzados por la nueva coalición, y conviene señalar el contexto. Expresa el reconocimiento colectivo del desastre de las elecciones municipales y forales de 2019, tras el éxito del año 2015, derivado de la dura división existente entre Podemos e Izquierda Unida, ahora corregida con la renovación dirigente de ambas y, al mismo tiempo, por la presencia unitaria de una fuerza de la izquierda navarra como Batzarre, con fuerte arraigo social, y un grupo de independientes de prestigio que han favorecido un clima de colaboración. ↑
- Sin embargo, hay que hacer referencia al gran desacuerdo estratégico en el año 2016 que dio pie a la ruptura de Podemos con grandes desgarros internos que todavía colean: la polarización entre el apoyo al pacto de PSOE/Ciudadanos con un gobierno continuista en lo económico, político y territorial, en el caso del errejonismo, o la oposición al mismo, en el caso del pablismo, con exigencia de un programa de cambio con un gobierno de coalición de izquierdas, ya posible y rechazado por el Partido Socialista.Se puede hacer también referencia a las otras dos grandes escisiones en la izquierda transformadora. El primero, la crisis del PCE-PSUC a primeros de los años ochenta, aparte del sector prosoviético, por los grupos carrillista y renovador, más moderados que terminaron en el PSOE. El segundo, la escisión dentro de Izquierda Unida de la corriente de ‘Nueva Izquierda’, también más moderada, de Nicolás Sartorius y López Garrido, que también terminó en el Partido Socialista. Expresa la dificultad de una izquierda moderada, diferente a la socialdemocracia, en la que convive con la orientación socioliberal dominante, pero que ante cierto giro discursivo y político hacia la izquierda, como en el caso del ‘sanchismo’, deja menos margen para una izquierda moderada autónoma. ↑
- Las izquierdas no cuentan con el disciplinamiento externo de los diversos poderes fácticos que lo ejercen con las derechas por su ligazón directo. Las izquierdas alternativas dependen, sobre todo, de la confianza ciudadana recibida y del pequeño estatus institucional conseguido y todo ello derivado de su gestión transformadora, su vinculación social y su credibilidad como representantes populares. La democracia, el compromiso cívico y los valores éticos y solidarios son más fundamentales para ellas. ↑
- No obstante, conviene tener en cuenta las dos experiencias traumáticas de fuerte división electoral, pero que han constituido datos de la realidad condicionantes de las siguientes etapas de la configuración del espacio del cambio. La primera, tras la emergencia de Podemos y la competencia con Izquierda Unida en las elecciones europeas de 2014, la fuerte división competitiva en las elecciones generales de diciembre de 2015 que terminó con los resultados de 69 escaños para los primeros y 2 para los segundos. Esa cruda realidad, aunque en términos de votos la desproporción era menor, permitió constatar la representatividad institucional entonces de cada fuerza política, así como la renovación de la dirección de IU y su acuerdo de coalición con Podemos (y las distintas confluencias) para las elecciones generales de junio de 2016. La segunda experiencia tras la separación del grupo de Errejón de Podemos y la constitución de Más País, fue las elecciones generales de noviembre de 2019, con 35 escaños para todo el espacio confederal de Unidas Podemos y las confluencias catalana y gallega, y 3 para la alianza Más País/Equo/Compromís, aunque también esa relación de más de diez a uno se reduce a la mitad en términos de votos. Estaba lejos de las expectativas de estos últimos (cifradas entre diez y quince escaños) y de los deseos del Partido Socialista para que con esa supuesta mayor división del voto del cambio posibilitar su Gobierno en solitario, cosa que la misma noche electoral tuvo que rectificar. ↑
- Por ejemplo, los resultados en las últimas elecciones generales de 2019 para el Parlamento, ya avanzados, son los siguientes (sin contar la posterior baja de dos escaños canarios): Grupo confederal de Unidas Podemos, 35 escaños (Podemos, 20; Izquierda Unida, 5 —que pasa de sus tres iniciales por la baja y sustitución de dos de Podemos—; En Comú Podem, 7; Galicia en Común, 2; Alianza Verde, 1); Más País, 2 (Más Madrid, 1 y Equo, 1), y Compromís, 1. ↑
- Según el último estudio del CIS, la estimación de voto para Unidas Podemos es el 12,7% y para Más País/Compromís, el 1,1%. Aunque no entra en adjudicación de escaños, según distintas encuestas, la media sería algo inferior a los treinta y cinco actuales de los primeros y el mantenimiento de los tres de los segundos. Y con el tema que nos ocupa sobre las expectativas electorales de Sumar, considerando el último estudio de los microdatos del CIS, sin cocina, en preguntas abiertas y contando su oferta incipiente, tenemos la siguiente distribución de los votos declarados a Unidas Podemos: a Podemos, 41,1%; a Unidas Podemos, 34,7%, a Sumar, 16,8%; a Izquierda Unida, 6,3%. ↑
- Con los mismos votos actuales del espacio del cambio, sumados, se acercarían a los resultados en las elecciones generales de abril de 2019: 42 escaños conseguidos por Unidas Podemos/En Comú Podem/Galicia en Común más 1 de Compromís. A ello habría que añadir, si todo va bien, la expectativa de ampliación por su oferta unitaria y renovada. ↑
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