Sabíamos que las bibliotecas están llenas de tratados de ciencia política que, pese a sus diferentes tendencias, coinciden en considerar oro de ley el dictum aristotélico según el cual «para ser humano hay que tener polis». Lo que faltan son estantes que recojan lo que han dicho y pensado quienes se sitúan al margen y son marginados, ya por convicción, ya por imposición.
El Rombo
Kakademia, III
IX
Aquel joven seseante
de modales suaves,
humildes,
latino-polaco
o ucranio,
que nunca se sabe,
el mundo fue muy confuso
el siglo pasado,
buscó para sí
un funcionariado de por vida
con la desgracia
de que dos mulas del tribunal
correspondiente para eso
también habían leído
nada menos que en
Le Monde Diplomatique
el plagiado artículo
que ahora presentaba como suyo
notas al pie incluidas.
Mas quien la sigue
la consigue,
según es sabiduría popular;
años después
alguna burrocracia le cuantificó
de señor eminente
y le dieron una plaza-bicoca
catalana
de la que
no le apea
ni Dios Padre.
X
También
había plagiado, y quien
le protegiera
ya nada
quería con él.
Después del fiasco
otro señor
le recogió para que
le llevara
la cartera.
Muriose, y luego otro
le recogió también
para lo mismo.
Tantas llevó
que al final le ungieron
catedrático
y finalmente,
decano
en aquella flamante,
reputada,
universidad nueva,
y ahora juzga
el trabajo ajeno.
XI
Aquel señor mayor,
de misa
y lentísimo hablar,
historiador,
iba a ser el decano.
La chingamos, pensé.
Pero resultó ser
republicano
de toda la vida.
Era un pesado en clase.
La suya era la última
de la larga mañana
y él seguía y seguía
con su tabarra histórica
ya pasada la hora;
los alumnos escapaban
uno a uno
pegando portazos
a cual más fuerte
mientras yo le aguardaba
fuera del aula
para almorzar
menú del día
en el restaurante de la Estación
optando
entre Tres Erres y Berichó.
Nos hizo felices a todos;
nos protegió
en aquellos negros años
militares.
Joaquín, mi mejor y llorado
amigo
en el campus lejano.
XII
Aquí tiene mi ficha, profesor,
dijo el muchacho
medio pelirrojo y despistado.
Gracias, contestele,
pero no pido fichas.
Sin embargo,
le había fichado
al instante:
inocencia,
bondad,
inteligencia.
Venía por mi Seminario
sobre Das Kapital,
no precisamente
dogmático.
Andando el tiempo
se convirtió en objetor,
en pacifista,
en marido
en profesor
ecologista,
en padrazo,
andarín,
desde tiempo inmemorial
en amigo
y confesor.
Me enseñó
el pacifismo
y la bondad.
Yo admiraba
su olfato fino
y buena brújula
para el análisis político
y muchas cosas más
que por él supe.
Los aprendizajes
en la uni de verdad
son recíprocos.
25 /
11 /
2022