¿Cómo viven los vivos con los muertos? Hasta que el capitalismo deshumanizó a la sociedad, todos los vivos esperaban la experiencia de la muerte. Era su futuro final. Los vivos eran en sí mismo incompletos. De esa forma vivos y muertos eran interdependientes. Siempre. Sólo una forma de egotismo extraordinariamente moderna rompió esa interdependencia. Con consecuencias desastrosas para los vivos, ahora pensamos en los muertos en términos de los eliminados.
El Rombo
Kakademia, III
IX
Aquel joven seseante
de modales suaves,
humildes,
latino-polaco
o ucranio,
que nunca se sabe,
el mundo fue muy confuso
el siglo pasado,
buscó para sí
un funcionariado de por vida
con la desgracia
de que dos mulas del tribunal
correspondiente para eso
también habían leído
nada menos que en
Le Monde Diplomatique
el plagiado artículo
que ahora presentaba como suyo
notas al pie incluidas.
Mas quien la sigue
la consigue,
según es sabiduría popular;
años después
alguna burrocracia le cuantificó
de señor eminente
y le dieron una plaza-bicoca
catalana
de la que
no le apea
ni Dios Padre.
X
También
había plagiado, y quien
le protegiera
ya nada
quería con él.
Después del fiasco
otro señor
le recogió para que
le llevara
la cartera.
Muriose, y luego otro
le recogió también
para lo mismo.
Tantas llevó
que al final le ungieron
catedrático
y finalmente,
decano
en aquella flamante,
reputada,
universidad nueva,
y ahora juzga
el trabajo ajeno.
XI
Aquel señor mayor,
de misa
y lentísimo hablar,
historiador,
iba a ser el decano.
La chingamos, pensé.
Pero resultó ser
republicano
de toda la vida.
Era un pesado en clase.
La suya era la última
de la larga mañana
y él seguía y seguía
con su tabarra histórica
ya pasada la hora;
los alumnos escapaban
uno a uno
pegando portazos
a cual más fuerte
mientras yo le aguardaba
fuera del aula
para almorzar
menú del día
en el restaurante de la Estación
optando
entre Tres Erres y Berichó.
Nos hizo felices a todos;
nos protegió
en aquellos negros años
militares.
Joaquín, mi mejor y llorado
amigo
en el campus lejano.
XII
Aquí tiene mi ficha, profesor,
dijo el muchacho
medio pelirrojo y despistado.
Gracias, contestele,
pero no pido fichas.
Sin embargo,
le había fichado
al instante:
inocencia,
bondad,
inteligencia.
Venía por mi Seminario
sobre Das Kapital,
no precisamente
dogmático.
Andando el tiempo
se convirtió en objetor,
en pacifista,
en marido
en profesor
ecologista,
en padrazo,
andarín,
desde tiempo inmemorial
en amigo
y confesor.
Me enseñó
el pacifismo
y la bondad.
Yo admiraba
su olfato fino
y buena brújula
para el análisis político
y muchas cosas más
que por él supe.
Los aprendizajes
en la uni de verdad
son recíprocos.
25 /
11 /
2022