¿Cómo viven los vivos con los muertos? Hasta que el capitalismo deshumanizó a la sociedad, todos los vivos esperaban la experiencia de la muerte. Era su futuro final. Los vivos eran en sí mismo incompletos. De esa forma vivos y muertos eran interdependientes. Siempre. Sólo una forma de egotismo extraordinariamente moderna rompió esa interdependencia. Con consecuencias desastrosas para los vivos, ahora pensamos en los muertos en términos de los eliminados.
Kakademia, II
El Rombo
V
A las once de la mañana
daba tumbos.
Al mediodía, su oficina era el bar.
Poco a poco
el prometedor joven
separose de su mujer
no por su iniciativa
y convirtiose
en alcohólico perdido.
Fue entonces cuando sus ladinos
colegas de la junta
le eligieron Decano
por unanimidad.
VI
La mujer
con forma de croqueta
se hizo patrona de maestrías;
caras eran las matrículas,
con ellas pagaba a los profesores
tanto
que todos la querían
y hablaban bien de ella
y en la tele salía
y copublicaba con ellos
poniéndose delante:
su fama así crecía
aunque ningún alumno
la valoraba bien
y huían todos, todos
de repetir con ella.
Con ella sin embargo
la Aneca* era feliz,
todo eran parabienes
pues ignora la Aneca
cuanto no está indexado.
La mujer-croqueta
podrá, según la Aneca
aspirar a cátedra de -vol-au-vent.
*ANECA: Agencia Nacional de Evaluación de la Calidad y Acreditación.
VII
A los veintipocos
aquel joven madrileño
blancuzco, más bien desaliñado
y torpe
era becario en París,
y en la biblioteca de Derecho
junto al Panthéon
su mirada jamás se posaba
en el libro abierto
sino en las chicas
que entraban y salían
todas indiferentes
a sus urgencias.
Pero quien a buen árbol se arrima,
el Psoe en este caso, aunque
podría haber sido otro,
en el fondo da igual,
y lo tienes ahí
con rayos uva,
manicurado,
maquillado,
trajeado,
casi cortés,
convertido
en ilustre
Embajador
de España
-y-yo-
somos-así-señora.
VIII
¡Plagio! ¡Plagio!
clamaba el Presidente
anciano peligroso y jubilado.
¡No, no! —negaba el doctorando.
El Salón de Grados
escenario de la insólita situación,
estaba hasta los topes:
la madre (desmayada) y la demás familia,
amigos, compañeros, y rivales
frotándose las manos.
El director de tesis
(que ni la había leído,
ciertamente)
se puso del lado del más joven
pues otra no tenía.
Aquel juró por su honor no haber plagiado
al Presidente
que fue conformándose a base
de chupitos de coñac
que le ofrecieron, y el ritual
prosiguió muy deprisa
aunque sin el cum laude.
Mucho después se aclaró todo:
el reptil doctorado
había plagiado
a quien
al Presidente
había plagiado.
27 /
10 /
2022