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Fahmida Riaz

Cuatro paredes y un velo

Cuatro paredes y un velo

Señor, ¿qué quiere que haga yo con este velo negro?

¿Por qué me lo ofrece usted a mí como si me hiciera un grandísimo favor?

No estoy de luto para que me envuelva en él

y muestre mi tristeza y mi duelo a los demás.

Ni soy una enfermedad para que me hunda, humillada, en su oscuridad,

ni tampoco soy una pecadora ni una criminal

para que estampe sobre mi frente en todo momento el sello de su negrura.

Si no lo considera una impertinencia

y es tan clemente como para perdonarme la vida,

me gustaría, con toda humildad, rogarle algo.

Mi dueño y señor,

en la perfumada estancia de Su Excelencia yace un cadáver

pudriéndose desde hace mucho tiempo.

Está reclamando su misericordia.

Hágale al menos este favor:

este velo negro no me lo dé a mí,

cubra con él el cadáver sin sudario que yace en su habitación,

porque el hedor que exhala

va jadeando de calle en calle,

dándose cabezazos contra los portones,

ocultando la desnudez del cuerpo.

Escuche por un momento esos gritos desgarradores

que están dando esos bultos informes

también desnudos bajo los velos.

 

¿Que quiénes son? ¡Usted lo debería saber!

Señor, ¡usted las debería reconocer!

 

¡Son unas criadas

a las que considera lícito secuestrar durante toda la noche

mientras de día vagan mendigando por la calle!

Señor, ¡son unas esclavas

deshonradas con los bastardos de su bendito esperma!

¡Son sus esposas

que cumpliendo con su deber marital

hacen fila esperando su turno!

¡Son niñas

cuya cabeza acaricia el señor con ademán afable

mientras su barba blanca está teñida de la sangre de menores!

 

En la perfumada cámara nupcial del señor

la vida ha derramado lágrimas de sangre.

Allí está ese cadáver.

Hace ya muchos siglos que se representa

este espectáculo sangriento

del asesinato de la humanidad.

Ahora ponga punto final a la función.

¡Señor, cierre el telón!

 

Este velo negro lo necesita usted, no yo,

porque mi presencia en la tierra no es sólo señal de lascivia.

Por el sendero real de la vida relumbra mi inteligencia,

en el sudoroso rostro de la tierra resplandece mi esfuerzo.

 

¡Honre con estas cuatro paredes y este velo a ese cadáver putrefacto!

A cielo abierto mi barca desplegará sus velas y avanzará.

¡Soy la compañera de viaje del hombre nuevo,

que se ganó mi amistad y mi plena confianza!

(Traducción de Rocío Moriones Alonso)

[Fahmida Riaz (1946-2018) fue una escritora y activista paquistaní. Su obra, en urdu, refleja sus posicionamientos feministas y sociales. Perseguida durante la dictadura del general Zia-ul-Haq, se exilió durante siete años en India. Está considerada una de las voces poéticas más importantes del subcontinente indio]

25 /

7 /

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